Capítulo 16: Notas en Tránsito

El agua caliente caía sobre mí como un alivio temporal, arrastrando mis pensamientos en una nube de vapor. Desde la fiesta, no le había hablado a Lara. No porque no quisiera, sino porque cada vez que pensaba en escribirle o llamarla, la culpa se colaba como un aguafiestas, recordándome que probablemente había cruzado un límite. Había decidido darle su espacio, aunque eso significara que mis propias emociones quedaran atrapadas en un ciclo de incertidumbre y reproches.

Intenté concentrarme en la canción para el concurso, pero mi cerebro insistía en rebobinar ese momento en el baño. Era como una película que no podía pausar: el leve roce de sus labios, la manera en que el mundo pareció detenerse... y luego, el torrente de preguntas que había llegado con el primer parpadeo de realidad.

Empecé a tararear bajo el sonido de la ducha, buscando distracción.

"You wear the crown, I'm just a pawn. In this game where you've already won...".

La ironía me golpeó fuerte. Lara tenía su vida perfectamente estructurada, y ahí estaba yo, irrumpiendo como un amateur sin plan.

Cuando apagué la ducha, el espejo empañado me devolvió una versión distorsionada de mí mismo. Me miré un rato, buscando algo en mi reflejo, quizás respuestas que claramente no estaban ahí. Suspiré, agarré la toalla y me vestí rápido, sintiendo esa familiar presión en el pecho. El gimnasio me pareció un buen escape; al menos ahí, entre el sudor y los casilleros, podía fingir que todo estaba en orden.

La tenue luz y el eco de mis pasos hacían que el lugar se sintiera más vacío de lo normal, como si el universo se empeñara en recordarme mi estado mental. Mientras me ponía mi camiseta favorita — una muy parecida a la que Taylor Swift usa en Red, porque claro, en algún rincón de mi mente hay un adolescente dramático queriendo ser su protagonista—, mi teléfono vibró en el banco.

Josh: "Hola, T. Ensayo ahorita, se suspendió literatura."

Trevor: "Perfecto. Nos vemos en el patio. Necesitamos ensayar antes del concurso."

Sonreí levemente, agradecido por cualquier distracción que no incluyera analizar mis emociones. Entre la música y el drama no resuelto con Lara, sentía que afinar mis pensamientos era tan difícil como afinar una guitarra con las cuerdas demasiado tensas.

Otro mensaje apareció casi de inmediato.

Josh: "Ok, nos vemos en el patio. Prepara esos acordes afilados, amigo."

Tomé mi mochila y salí del gimnasio, sintiendo cómo el aire fresco me despejaba un poco. La música siempre había sido mi refugio, ese lugar donde podía traducir el caos en algo que al menos sonara bien.

Cuando llegué al patio, vi a Josh afinando su guitarra, como siempre en su propio mundo. El sol se colaba entre las ramas, dejando patrones de sombra sobre el césped, y las risas de los estudiantes llenaban el aire. A primera vista, era un día normal, pero para mí, todo seguía teñido por la incertidumbre.

Josh alzó la vista y sonrió.

—Mira quién decidió salir de su estado existencial. Vamos, T, necesitamos ensayar antes de que nos explote otro drama en la cara.

—¿Otro? —respondí, dejando mi mochila en el suelo mientras afinaba mi guitarra.

—Sí, otro. —Josh me lanzó una mirada significativa. No necesitaba decir más; sabía exactamente a qué se refería.

El ensayo comenzó con acordes tensos y pocas palabras. Sin embargo, cada nota era un pequeño paso hacia algo más claro, un recordatorio de que, aunque no podía controlar todo, al menos la música seguía siendo mía.

Y mientras la canción tomaba forma, no podía evitar pensar en Lara, en el beso, y en lo que debía hacer ahora. Porque sabía que no podía seguir esquivándolo.

Ensayamos por unos 40 minutos, perdiéndonos en las notas y los acordes. La música tenía ese poder de silenciar, aunque fuera momentáneamente, el caos interno. Josh tocaba con una facilidad que siempre me envidiaba, mientras yo trataba de hacer que la guitarra respondiera como quería. En algún punto, los acordes empezaron a fluir más naturalmente, y las tensiones del día se disiparon, al menos un poco.

Cuando hicimos una pausa, Josh dejó su bajo apoyado contra el banco y se estiró, soltando un bostezo exagerado. Me lanzó una mirada curiosa mientras yo afinaba una cuerda que insistía en desafinarse.

—¿Cómo va todo, T? —preguntó casualmente, aunque su tono delataba que iba a meter el dedo en la llaga—. ¿Ya encontraste la inspiración para esa canción o seguimos en modo existencial?

—Sí, algo así —respondí, dejando escapar una risa amarga. Sabía exactamente hacia dónde iba esta conversación—. ¿Alguna vez has tenido esa sensación de que tu vida toca una melodía, pero vos estás tratando de seguir otra completamente distinta?

Josh arqueó una ceja, divertido y claramente intrigado.

—¿Estamos hablando de una melodía literal o metafórica?

Asentí, sin saber bien cómo explicar todo el lío en mi cabeza.

—Vos sabés... lo de Lara. Como que todo se fue al demonio, y ahora, si lo pienso, lo siento todo como... desafinado.

Josh dejó escapar un leve suspiro, como si estuviera lidiando con un alumno particularmente lento en entender algo obvio.

—Escuchame, amigo. Las mejores canciones son las que tienen esos cambios inesperados, los giros raros. Eso es lo que las hace únicas. Además, aquí estoy para darle armonía a esa melodía.

Solté una risa breve y lo miré de reojo.

—Claro, el gran Josh siempre tiene las respuestas.

—No siempre, pero para este caso sí. —Se acomodó mejor en el banco y me observó con atención—. Hablando de melodías desafinadas, ¿ya le escribiste a Lara?

La pregunta me golpeó como una ráfaga de aire frío. Bajé la mirada a mi guitarra, fingiendo estar muy ocupado ajustando algo.

—No.

Josh chasqueó la lengua con desaprobación.

—¿En serio?

—Es que... siento que hice algo malo —dije finalmente, dejando caer las manos sobre mis piernas—. Ella tiene novio, Josh. Ya te lo dije. No puedo simplemente fingir que no importa.

—No te estoy diciendo que no importe, Trev —dijo, con un tono más suave—. Pero tampoco podés quedarte en este limbo para siempre. ¿Sabes lo que pasa si no enfrentás las cosas? Nada. Y eso es peor que cualquier resultado.

—¿Y si la arruino? ¿Si arruino lo que ya teníamos? Nuestra amistad, claramente. —Mi voz sonaba más vulnerable de lo que quería admitir.

Josh inclinó la cabeza, reflexivo.

—Eso es un riesgo, sí. Pero, T, ¿no te estás arruinando vos mismo al quedarte paralizado?

No respondí.

La verdad es que lo sabía. Cada día que pasaba sin hablar con Lara, el peso de la duda crecía, y el recuerdo del beso no desaparecía. Pero también estaba el miedo, ese que me gritaba que dar el siguiente paso podría ser peor que quedarme donde estaba.

Josh me dio una palmadita en el hombro y sonrió, no con burla, sino con ese apoyo incondicional que siempre ofrecía cuando más lo necesitaba.

—Mirá, no tenés que resolverlo todo hoy. Pero hacé algo, aunque sea pequeño. Mandale un mensaje, un "hola" aunque sea. Porque lo único que vas a conseguir haciendo nada es seguir desafinando.

Asentí, aunque sin mucha convicción. Su lógica era impecable, como siempre, pero ponerla en práctica era otra historia.

—Está bien —murmuré finalmente, más para que él me dejara tranquilo que porque estuviera convencido.

—Así se habla. —Josh volvió a tomar su bajo y comenzó a tocar una melodía suave—. Ahora, sigamos con la música. Porque, como mínimo, tu performance tiene que sonar bien, incluso si tu vida es un desastre.

Sonreí, a pesar de todo. Si algo podía sacarme del aprieto, era la música... o tal vez el coraje que algún día encontraría para enfrentar a Lara.

Pero minutos después el ensayo fue interrumpido abruptamente cuando Ally irrumpió en el patio con la energía de un torbellino y su uniforme de porrista brillando bajo el sol.

—¡Chicos! ¿Qué es esto, una presentación al aire libre? ¿Se puede aplaudir? —gritó, con ese entusiasmo desbordante que solo ella podía tener.

Josh y yo nos reímos, saludándola mientras ella comenzaba a divagar sobre la fiesta del sábado. No tardé en notar cómo evitaba hábilmente mencionar a Lara, aunque sus ojos parecían buscar algo en los nuestros, como si estuviera a punto de descubrir un secreto.

Hasta que, finalmente, dejó caer la pregunta.

—¿Vieron a Lara hoy? —preguntó con una ligereza que parecía casual, pero sus ojos brillaban con la intensidad de alguien que sabía más de lo que decía—. Parecía rara, no sé. ¿Pasó algo el viernes?

Josh y yo intercambiamos una mirada rápida, la clase de comunicación silenciosa que desarrollas con un amigo después de años. Él, como siempre, fue más rápido en reaccionar.

—No, nada extraño. ¿Por? —dijo con un tono casual que no le compré ni yo.

—Quizás solo fue cosa mía —respondió Ally, encogiéndose de hombros, aunque su expresión seguía siendo analítica—. Quizás luego hable con ella. Pero bueno, ¿cuándo es el gran concurso? Estoy lista para hacer pancartas y gritar como loca.

—En dos días nada más —respondí, esforzándome por mantener mi sonrisa firme.

—¡Dos días! —exclamó, su entusiasmo reavivándose como si alguien hubiera encendido un interruptor—. Después del concurso, tenemos que celebrar con otra fiesta, ¡con invitados especiales!

Josh y yo sonreímos, contagiados por su energía, aunque mi mente seguía atrapada en el comentario sobre Lara. Había algo en su tono que me inquietaba, pero antes de que pudiera procesarlo, mi teléfono vibró, sacándome del momento.

—Un segundo —dije, sacando el móvil.

Al leer el mensaje, sentí cómo un nudo de incertidumbre se apretaba en mi estómago.

Cambio de sede del concurso: Seattle.

—Uhm... malas noticias —dije, tratando de mantener mi tono neutral mientras les mostraba la pantalla—. El concurso ya no es aquí en Salem. Lo movieron a Seattle.

Josh frunció el ceño, y Ally inclinó la cabeza, confundida.

—¿Y eso es tan malo?

—Bueno, sí —respondí, notando cómo mi voz se volvía más irónica con cada palabra—. No tenemos cómo llegar. Yo no sé manejar, y a Josh no le prestarán el auto para un viaje así.

La preocupación cruzó sus rostros al instante. Ally intentó ver el lado positivo.

—¿Y si conseguimos a alguien que los lleve?

—En dos días... —Josh negó con la cabeza, visiblemente tenso—. No es muy probable que alguien quiera hacer ese favor en tan poco tiempo.

Miré mi guitarra como si de repente pesara más de lo normal. Las canciones que habíamos practicado, las horas dedicadas a prepararnos, todo parecía estar colgando de un hilo frágil.

—La opción más realista sería el bus —dije finalmente, aunque mi voz carecía de convicción—. Pero encontrar boletos con tan poco tiempo es...

—Una pesadilla —terminó Josh, dejándose caer en el banco con un suspiro.

Ally tomó su teléfono y empezó a buscar opciones, mientras Josh y yo hacíamos lo mismo, nuestras pantallas iluminando nuestros rostros con la fría luz de las malas noticias. Cada página que revisábamos era como un golpe al ánimo: boletos agotados, precios imposibles, horarios incompatibles.

El silencio se hizo pesado, y mis pensamientos empezaron a divagar. Fue entonces cuando lo noté: la forma en que Josh y Ally intercambiaban miradas fugaces, pequeños gestos que parecían contener un lenguaje propio. Recordé la fiesta, específicamente el momento en que había dejado a Josh solo en la sala mientras estaba con Lara en el baño.

¿Había pasado algo entre ellos?

Sacudí la cabeza, intentando apartar la idea. No era el momento para paranoias. Pero, aun así, la sospecha se quedó ahí, como un eco persistente.

Ally rompió el silencio, todavía con la mirada fija en su pantalla.

—Podemos intentar llamar a alguien que conozcamos en Seattle. Tal vez les ayuden con un lugar para quedarnos.

Josh asintió, aunque su ceño seguía fruncido.

—Pero eso no resuelve cómo llegar.

Suspiré, sintiendo cómo el peso de todo el día se acumulaba en mis hombros. El cambio de sede había sido como un jarro de agua fría, pero lo peor era que sabía que, aunque encontráramos la forma de llegar, mi cabeza seguía demasiado ocupada con todo lo que no podía resolver: Lara, el beso, las miradas entre Josh y Ally...

—Esto es un desastre —murmuré, apoyando la guitarra contra la banca con más fuerza de la necesaria.

—No —dijo Ally con una determinación que no esperaba—. Esto es solo un reto más. Y créeme, Trev, lo van a superar.

Por primera vez en toda la tarde, sonreí, aunque fuera débilmente. Porque si algo podía sacarme del caos, era la persistencia de Ally y la lealtad de Josh. Al menos, eso quería creer.

***

El tiempo parecía haber entrado en modo de avance rápido, como si alguien hubiera apretado el botón de "adelantar" en esta película absurda que llamo mi vida. Un día entero de búsquedas interminables nos llevó finalmente a este momento: mi habitación hecha un caos de mochilas, cables y nervios a punto de reventar.

Habíamos logrado lo impensable: convencer a nuestros padres de que nos dejaran ir. Bueno, más milagroso aún, convencer a los suyos. Que Josh no estuviera concursando y aún así se uniera al viaje fue tema de conversación en casa durante horas. Pero al final, la excusa de "es una oportunidad única" ganó. Ni siquiera el argumento de perder clases durante dos días logró moverlos.

Claro, había una condición importante: el viaje iba directamente de nuestros ahorros. Todo lo que habíamos juntado durante meses con trabajos ocasionales y ese poco extra que guardábamos para salir los fines de semana o comprar algún capricho ahora se destinaba a boletos, hospedaje, comida y cualquier cosa que necesitáramos en Seattle. La realidad pegó fuerte: nada de cafés extravagantes, nada de salidas al cine, y mucho menos esas compras impulsivas de medianoche en línea. Al menos durante los próximos meses, íbamos a estar en modo ahorro extremo.

Mientras tanto Josh estaba en el suelo, con la guitarra acústica apoyada junto a él, jugando con una cuerda suelta como si eso calmara la tensión.

—¿Estás seguro de que esto es buena idea, T? —preguntó, levantando la vista hacia mí con esa mezcla de preocupación y resignación.

Me encogí de hombros mientras cerraba la última cremallera de mi mochila.

—No tengo idea. Pero, hey, ya dijeron que sí, así que...

Una sonrisa fugaz cruzó su rostro, aunque no llegó a disipar el nerviosismo. No podía culparlo; yo también sentía un vacío en el estómago que no se iba ni con el entusiasmo del viaje.

Lo que tampoco se iba era la respuesta de Lara. Le había escrito temprano, con toda la incertidumbre del mundo:

"¿Ya sabes cómo vas a ir al concurso? Si querés, podés venir con nosotros."

La había releído unas cinco veces antes de enviarla, tratando de que sonara casual, aunque mi cerebro se empeñaba en analizar cada palabra.

Su respuesta fue breve, casi fría: "Ya lo solucionaré, pueden ir ustedes. Mucha suerte."

El tono cortante de su mensaje se sentía como una bofetada disfrazada de cortesía. No sabía si estaba molesta, ocupada, o si simplemente yo había leído mal la situación desde el principio. De cualquier forma, dejé el teléfono en la mochila y traté de no pensarlo más.

Un par de horas después, estábamos en camino a la estación de autobuses. Josh conducía el auto de su hermano mayor, que había prestado bajo la estricta condición de no llevarlo más allá de la ciudad. La guitarra de Josh y mi mochila llenaban el asiento trasero. Mientras él hablaba sobre rutas y horarios, yo apenas asentía, con la mente en piloto automático.

La estación era un hervidero de actividad, con maletas rodando y pasajeros que parecían tan ansiosos como nosotros. La fila para abordar se extendía más de lo que hubiera imaginado. No éramos los únicos que enfrentaban este caos, lo cual, de alguna manera, era un consuelo extraño.

—Esto parece sacado de una película, ¿no creés? —comentó Josh mientras caminábamos hacia la fila—. Ya sabes, dos tipos a punto de embarcarse en una misión épica.

Solté una risa nerviosa.

—Sí, una película de bajo presupuesto.

—Bueno, al menos tenemos la banda sonora —respondió, señalando la guitarra que llevaba al hombro.

En la fila, un chico delante de nosotros llevaba una guitarra eléctrica y una mochila tan grande que parecía un campamento ambulante. Se giró hacia nosotros y sonrió con aire despreocupado.

—¿Primera vez en un concurso de última hora? —preguntó, mirando nuestras mochilas y caras de agotamiento.

—Totalmente —contesté, intentando parecer más relajado de lo que me sentía—. ¿Vos ya tenés experiencia?

—Es mi especialidad —dijo, riendo—. Si sobrevivís a esto, el escenario será pan comido.

Antes de que pudiera responder, una chica detrás de nosotros intervino.

—Al menos tendremos historias para contar, ¿no? "La odisea en bus hacia Seattle." Suena épico.

Todos reímos, y por un momento la tensión disminuyó. Pero en mi cabeza, la inquietud seguía ahí.

Lara.

Su ausencia pesaba más de lo que quería admitir.

Finalmente, con boletos en mano, nos dirigimos a la plataforma de embarque. Los autobuses estaban alineados como portales a destinos desconocidos, cada uno con su propia promesa de aventura y caos. Al abordar, sentí cómo la mezcla de emoción y ansiedad se intensificaba.

Josh y yo encontramos nuestros asientos. Mientras el bus arrancaba, miré por la ventana. La estación se alejaba lentamente, reemplazada por carreteras que se extendían como un lienzo vacío hacia Seattle.

Apoyé la cabeza contra el vidrio, intentando encontrar algo de calma en el sonido del motor. Pero en ese momento, mi teléfono vibró.

Un mensaje de Lara.

"Ally me contó que van hoy en bus, qué les vaya super bien. Canta con el corazón."

La pantalla brillaba en la oscuridad, y por un segundo, el mundo se detuvo.

"Canta con el corazón", decía.

¿Qué quería decir con eso? ¿Era una despedida? ¿Un consejo? O... ¿algo más?

Antes de que pudiera responder, el bus dio un giro brusco, y mi teléfono cayó al suelo. Al recogerlo, una nueva notificación apareció: "Lara ha dejado de seguirte".

El nudo en mi estómago se hizo más fuerte.

¿Qué diablos? ¿Por qué me estaba alejando de esa manera?

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