Capítulo 14: Silencios que Hablan

La explosión de cristales me sacó de mis pensamientos como un latigazo. Mi instinto me pedía correr hacia la puerta, pero mis piernas no se movieron. Lara y yo intercambiamos una mirada cargada de tensión, su respiración tan agitada como la mía.

—¿Qué fue eso? —preguntó en un susurro, aunque ambos sabíamos que no había una respuesta fácil.

Por un instante, todo quedó en silencio de nuevo, ese silencio inquietante que solo amplifica el caos que está por venir. Afuera, los gritos habían cesado, pero eso no era un alivio, más bien lo contrario.

—No puedo quedarme aquí —murmuré, más para mí que para ella, intentando convencerme de moverme. Josh estaba allá afuera, y yo no podía seguir atrapado en este baño mientras él tal vez necesitaba ayuda.

Lara dio un paso adelante, colocándose entre mí y la puerta, como si quisiera detenerme.

—Trevor, espera. No sabemos qué está pasando. Podrías salir y... —Su voz se apagó, llena de una preocupación que no había esperado ver en ella.

Antes de que pudiera responder, otro estruendo interrumpió el momento. El eco de pasos apresurados y una carcajada siniestra llenó el pasillo, tan cerca que parecía que la puerta misma iba a colapsar.

Lara retrocedió un paso y agarró mi brazo. La tensión en su agarre era un reflejo exacto del nudo que sentía en mi pecho. Sus ojos me buscaron con una mezcla de miedo y urgencia, pero ni siquiera tuvimos tiempo para decir algo más.

Un nuevo estruendo sacudió el aire, haciendo que ambos nos quedáramos congelados. Los pasos y las risas parecían desplazarse de un lado a otro, como un depredador acechando. Lara se pegó más a mí, su mano buscando la mía. Fue un contacto breve, pero suficiente para anclarme al presente.

Nos miramos en silencio, ambos respirando con dificultad. Afuera seguían los ecos del caos, pero dentro del baño, algo más se sentía palpable: un aislamiento extraño, como si el pequeño espacio se convirtiera en un refugio que nos protegía, aunque no del todo.

La realidad estaba afuera, esperándonos. Pero por ahora, aquí dentro, estábamos solos con nuestros propios miedos y pensamientos, atrapados en un momento que parecía extenderse en el tiempo.

—Lara, no puedo quedarme aquí. Josh está allá afuera, y si algo le pasa... —Dejé que mis palabras quedaran en el aire, esperando que entendiera lo que no podía decir en voz alta.

Ella me miró, y por un segundo pensé que iba a insistir en que me quedara, pero en lugar de eso, su expresión cambió. Ya no era miedo, era algo más profundo, como si estuviera debatiéndose entre dejarme ir y acompañarme.

Finalmente, con un suspiro, asintió.

—Está bien, pero ten cuidado.

Abrí la puerta con cuidado, tratando de no hacer ruido, pero el caos seguía esperándonos al otro lado. La música y las risas de la fiesta parecían haberse transformado en una banda sonora distorsionada, acompañada de gritos y golpes que hacían vibrar las paredes.

Lo primero que vi fueron los cristales rotos esparcidos por el suelo, reflejando la tenue luz del pasillo. No había señales de Josh ni de Jake, pero el aire estaba cargado de tensión, como si algo estuviera a punto de estallar nuevamente.

Un estruendo repentino hizo que mi corazón se detuviera por un segundo. Un golpe fuerte sacudió la puerta frente a nosotros, haciéndola rebotar en mis manos y cerrarse de golpe. Lara dio un pequeño grito, retrocediendo instintivamente, y yo apenas logré asegurar el pestillo antes de que otro ruido similar retumbara afuera.

Nos miramos, ambos respirando agitadamente. Había algo fuera que no podíamos enfrentar, al menos no todavía.

—Creo que es mejor quedarnos aquí un rato más —murmuré, tratando de sonar calmado, aunque la adrenalina hacía que mis manos temblaran.

Lara asintió, pero no dijo nada. Sus ojos reflejaban la misma mezcla de miedo y desconcierto que sentía yo.

Por un momento, consideré volver a abrir la puerta, pero el recuerdo del golpe anterior y los sonidos que venían del pasillo me detuvieron. Había demasiado caos allá afuera. Si intentábamos salir ahora, probablemente solo terminaríamos lastimados, o peor.

Apreté los puños, intentando calmar el remolino de pensamientos en mi cabeza. Josh sabía cuidarse, siempre lo había hecho, ¿no? Era fuerte y, en cierto modo, siempre había sido el tipo que salía de las situaciones más complicadas con una sonrisa. Me aferré a esa idea, a la confianza de que él estaba bien, que probablemente ya había resuelto el problema como tantas veces antes.

Nos quedamos allí, en ese pequeño baño, como si estuviéramos en una especie de refugio improvisado. El silencio entre nosotros solo era roto por el eco lejano de la fiesta y el sonido de nuestras respiraciones.

Intenté distraerme del nudo en mi pecho, pero el pensamiento de Josh seguía clavándose en mi mente. Él estaba allá afuera, y yo aquí encerrado. La culpa se mezclaba con la preocupación, formando un torbellino que me resultaba imposible ignorar.

Lara, por su parte, se apoyó contra la pared, con los brazos cruzados, como si intentara protegerse de algo más que el frío del azulejo.

—Bueno, esto no estaba exactamente en el plan para la noche, ¿verdad? —intenté bromear, rompiendo un poco la tensión, aunque mi voz temblaba un poco.

Ella alzó la vista hacia mí, y la chispa juguetona en sus ojos apareció por un instante.

—¿Quién iba a decir que acabaríamos encerrados en un baño? —bromeó, permitiendo que una risa nerviosa escapara de sus labios.

Le devolví una sonrisa débil, más por cortesía que por sentirla de verdad. Por un instante, su comentario logró arrancarme de mis pensamientos, como si el espacio reducido y la extraña complicidad nos aislara del caos allá afuera. Pero no duró mucho. La inquietud volvió, más insistente que antes, como un peso en el pecho que no me dejaba respirar.

Era el ambiente, la tensión en el aire, y también la forma en que ella estaba tan cerca que podía escuchar cada pequeña respiración suya. Algo en esa vulnerabilidad compartida hacía imposible seguir guardando lo que quería decir.

No podía dejar de pensar en aquella vez que la escuché cantar All Too Well en la sala de música, con los ojos cerrados y el corazón en cada palabra. Esa fue la primera vez que noté cuánto sentía, cuánto llevaba dentro, y desde entonces he estado cargando esto que quiero preguntarle y que crece cada vez más y me ahoga cada vez que estoy cerca de ella.

No era el lugar ni el momento ideal, pero, ¿cuándo lo sería? Me di cuenta de que no podía seguir posponiéndolo. Las palabras estaban justo en la punta de mi lengua, como si la intensidad de la noche me hubiera dado el valor que antes no tenía.

—Lara... he estado pensando en algo.

Ella dejó de reír y me miró, como si supiera que iba en serio esta vez. Y sí, claro, tenía en mente el consejo de Josh, de ser honesto, de lanzarme.

—¿Sí, Trevor? —Su tono era suave, pero en sus ojos se notaba una curiosidad que no había visto antes. Tragué saliva, consciente de que estaba a punto de tocar terreno sensible.

—No es que quiera ser el tipo entrometido, pero me preocupo por vos, ¿sabés? Y... —tomé aire, aún dudando, pero lo dije de todas maneras—. Quiero saber cómo te sentís realmente con Jake. No parece ser el tipo de persona que te merezca.

Lara bajó un poco la mirada, y la chispa juguetona en sus ojos se desvaneció, reemplazada por una expresión mucho más seria y profunda. Algo me decía que quizás había tocado una fibra sensible. Pero si había aprendido algo, era que los temas incómodos son a veces los que más necesitas enfrentar. Me repetía internamente que estaba haciendo lo correcto, que ella debía saber que me importaba.

Lara suspiró, y por un segundo se vio vulnerable, como si le pesara lo que estaba a punto de decir.

—Jake... Jake no siempre fue así. Hubo un tiempo en el que realmente fue alguien de quien me enamoré. —Su tono era melancólico, y pude notar la tristeza en su mirada—. Pero las personas cambian, ¿verdad? A veces cuesta aceptar eso.

Asentí, comprendiendo que, por más que quisiera saberlo todo, ella estaba protegiendo ciertos detalles. Aun así, sentí que podía preguntar un poco más sin presionarla demasiado.

—¿Pero te hace feliz ahora, Lara? Porque... mereces mucho más que alguien que te haga sentir atrapada o incómoda.

Ella se mordió el labio, pensando en mis palabras.

—No siempre. Pero todos pasamos por momentos difíciles, ¿no? —Mantuvo su tono neutro, como si intentara convencerse de algo que no terminaba de creer—. Supongo que... estoy esperando a que vuelva a ser esa persona de la que me enamoré.

Hubo un instante en que nuestras manos casi se rozaron, y sentí esa tensión nerviosa que llenaba el pequeño espacio del baño, como si fuera un hilo eléctrico. Nos quedamos en silencio, ambos pensando en lo que habíamos compartido, y el ambiente estaba tan cargado que casi era palpable. Por primera vez, sentí que ella había bajado un poco sus barreras, aunque la puerta cerrada entre nosotros y el resto del mundo parecía la única cosa sólida en medio de tanto caos.

Entonces, ella desvió la mirada al suelo, pensativa, antes de mirarme de nuevo, esta vez con una suavidad que no había esperado.

—Trevor —dijo, en un tono que me sorprendió, casi tímido—, ¿te puedo preguntar algo también?

Mi corazón dio un vuelco, y sentí una mezcla de curiosidad y temor. Asentí, tratando de parecer sereno, aunque estaba todo menos eso.

—Esa pregunta sobre Jake... —su voz cargaba un dejo de cautela, como si estuviera tanteando el terreno— Me hace pensar que quizás tienes tus propias razones para preguntar. ¿Hay algo que me quieras contar?

Su mirada me atravesó, directa y sin escapatoria. De repente, me sentí expuesto, como si ella pudiera ver cada pensamiento que me esforzaba por ocultar. La pelota estaba en mi cancha, y cada fibra de mi ser gritaba que respondiera, pero las palabras se negaban a salir.

Y entonces ocurrió.

Fue como si algo en el aire cambiara, una corriente invisible que me empujó hacia ella antes de que pudiera pensarlo dos veces. Mis labios encontraron los suyos en un beso que, lejos de ser suave o calculado, era una explosión de todo lo que había estado conteniendo. Una mezcla de miedo, deseo, y una necesidad desesperada de decir lo que no podía con palabras.

El mundo se desvaneció.

No había caos afuera, ni fiesta, ni siquiera el diminuto baño que nos rodeaba. Solo estábamos ella y yo, envueltos en una burbuja que parecía desafiar el tiempo. Sentí la calidez de su piel bajo mis dedos al tocar suavemente su mejilla, y el leve temblor de sus labios al responder al beso, como si estuviera tan atrapada en el momento como yo.

Un torbellino de emociones me recorrió: el vértigo, la incredulidad, y esa chispa eléctrica que me hizo olvidar cómo respirar. Cada segundo se extendió como si el tiempo se detuviera para grabar ese instante en mi memoria.

Cuando finalmente nos separamos, el aire entre nosotros parecía cargado, como si aún vibrara con todo lo que no habíamos dicho. Nuestras miradas se encontraron, y en sus ojos vi una mezcla de sorpresa y algo más profundo, algo que no podía nombrar pero que me quemaba por dentro.

—Lara, yo... —comencé, pero las palabras se atragantaron en mi garganta. Había cruzado una línea, y ahora no sabía si había ganado algo o lo había perdido todo.

Lara me miró, como si intentara descifrar algo en mi cara, y, para mi sorpresa, esbozó una media sonrisa.

—Trevor, creo que fue la respuesta más honesta que me podías dar.

Sentí un alivio breve, pero luego ella frunció el ceño y sus palabras, aunque tranquilas, cayeron como un balde de agua fría.

—Ese beso fue... lindo, Trevor, pero sabes que tengo novio y no debería estar haciendo este tipo de cosas.

Intenté mirarla, pero mis pensamientos eran un desastre absoluto. ¿Qué acababa de hacer? Lara tenía toda la razón. Por mucho que quisiera justificarlo como un impulso, lo cierto es que había cruzado una línea. ¿Por qué no pude detenerme? Me recriminaba, intentando procesar lo que acababa de suceder.

Lara tomó aire y suspiró, su mirada anclada en la mía, como si buscara respuestas en un lugar donde no las había. Sus ojos reflejaban un torbellino de emociones: sorpresa, arrepentimiento, y algo más, quizás miedo, o tal vez una duda que no podía formular en palabras.

—Creo que es mejor que te quedes aquí un rato —dijo al fin, su tono suave, cargado de una vacilación que no podía ocultar—. Tal vez necesitas tiempo para pensar en esto... en todo esto —añadió, como si las palabras fueran más para ella misma que para mí.

Mi pecho se tensó al escuchar esas palabras. Asentí lentamente, incapaz de articular una respuesta coherente. Ella dio un paso hacia la puerta, pero antes de salir, se detuvo. Se volvió hacia mí, con los ojos reflejando una mezcla de compasión y algo que me heló la sangre.

—Trevor... necesito tiempo para procesar esto. Pero... —hizo una pausa, sus ojos vacilando, como si no estuviera segura de qué pensar ni de cómo sentir—. No sé qué pensar de todo esto.

Esa frase cayó como un peso insoportable entre nosotros, y antes de que pudiera decir algo, Lara salió, cerrando la puerta tras de sí. El eco del golpe reverberó en el baño, dejándome en un silencio ensordecedor.

Me apoyé contra la pared, sintiendo el frío de los azulejos en mi espalda, mientras mi mente volvía a reproducir cada segundo del beso como un disco rayado. Había querido ser honesto, mostrarle lo que sentía, pero ahora... ahora todo parecía un error colosal.

Giré la cabeza hacia el espejo, buscando respuestas en mi propio reflejo. Pero lo único que encontré fue a un tipo que no había pensado las cosas, que había actuado impulsivamente, como si un beso pudiera arreglar años de dudas y silencios.

—¡Bravo, Trevor, en serio! ¡Una obra maestra de decisiones estúpidas! —murmuré con sarcasmo, mi voz resonando débilmente en el espacio vacío.

Me llevé una mano al rostro, tratando de calmar el remolino en mi cabeza, pero era inútil. Todo lo que podía sentir era el rastro de sus labios en los míos, el eco de sus palabras y el abismo que acababa de abrir entre nosotros.

Y entonces, un ruido afuera me sacó de mis pensamientos. Un estruendo fuerte, seguido de gritos y pasos apresurados. Algo estaba ocurriendo, algo que me hizo olvidar mi propio desastre emocional.

Abrí la puerta con cautela, asomándome al pasillo, y lo que vi me dejó helado.

Jake estaba ahí, tambaleándose, con la mirada perdida y un hilo de sangre corriendo por su sien. Y detrás de él, la silueta de Josh, jadeando, con el puño cerrado y una expresión que no le había visto nunca antes.

El caos acababa de tomar un giro aún más oscuro.

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