LA PRESENTACIÓN
El silencio en el coche era sepulcral, con excepción de mi estómago que gruñía pidiendo alimento. Como híbrida consumía sangre pero también alimento humano, no desayuné por lo tanto el hambre reclamaba alguna de las dos cosas.
Vi como Draggon se removía incómodo en su asiento, con el codo puesto sobre la orilla de la ventana y la mano sosteniendo su mentón, se notaba que estaba impaciente, no era mi culpa que mi estómago se retorciera de esa forma, ya que anoche tampoco probé bocado.
Pude ver como el chofer disimulaba una sonrisa ante los sonoros sonidos de mi estómago y me puse roja de la vergüenza, era realmente embarazoso.
-¡Oh por los mil demonios! –Expresó Stone en voz tan alta que me sobresaltó. Con sus filosos dientes hace un corte en su muñeca, ofreciéndomela.
-Toma algo, o sino yo mismo terminaré aventándote por la puerta.
Miré como la sangre comenzaba a gotear y sentí la boca seca, pero esa su sangre, no la bebería.
-Estoy bien. –Le respondí perdiéndose mi mirada por la ventana. Pero mi traicionero estómago resonó otra vez, odiando no tener control sobre este.
-Toma de una maldita vez Annia, o te juro que te obligaré a hacerlo o por el contrario haré que no consumas nada en todo el día. ¿Te gustaría eso?
-Prefiero morir de hambre que beber tu sangre. –Le afirmo y me cruzo de brazos.
-Bien, nuevamente es tu decisión.
Sacó un pañuelo de seda negro y limpió la herida que ya se encontraba casi sana. Seguimos el camino con el concierto que mis intestinos ofrecía, lo único que me alegraba era ver como esto lo afectaba, y sonreí internamente.
Pronto divisamos un castillo, lo conocía, era El Palacio de la Alcaldía, aunque Draggon era la autoridad suprema, existía un Consejo vampírico, él no podía actuar sin el permiso de ellos, o al menos contar con la mayoría de sus votos. Me estremecí, ¿Qué hacíamos ahí? Y fue cuando caí en cuenta que era lunes, día de reunión. Todos los lunes sin falta, había junta para decidir asuntos referentes al reino.
Nos bajamos del auto, el chofer se apresuró a abrir la portezuela y me sonrió. Lo conozco, se llama Timothy, tanto él como su esposa me agradan, ¿Qué hace trabajando con la bestia?
-Gracias Tim. –Le dije.
Entramos y absolutamente todos con los que nos topábamos me miraban con expresiones diversas. Mis mejillas no paraban de sonrojarse de la angustia, pero fui yo la que tomó la inteligente decisión de desafiar a Draggon. Lo miré de reojo y pude ver como se formaba una sonrisa de medio lado, el muy cretino lo disfrutaba y esto hizo que enfureciera.
Pronto llegamos a una puerta de madera de doble ala, dos hombres la custodiaban, la abrieron de inmediato. Ingresamos, encontrándonos con una larga mesa, rodeada de sillas, ocupadas por los miembros del consejo. Pude ver a mi papá y una mueca desaprobatoria se marcó en su rostro, colocó su mano sobre su sien y movió la cabeza a los lados, no me salvaría de tener una charla con él al llegar a casa.
La decoración es exquisita, lujosa pero a la vez con una pizca de sobriedad, jamás había puesto un pie en ese lugar. Cada par de ojos se centró en mí, nadie preguntó nada, ni hizo ningún comentario. Stone se sentó en la cabecera con los codos sobre la mesa al tiempo que entrelazaba sus dedos, observándolos severamente. Él infundía temor, algunos lo veían con admiración, otros con indiferencia, por lo visto, no era del agrado de la mayoría.
-Como saben Annia es mi prometida. –Comenzó a hablar. –La he traído hoy para que ella se vaya familiarizando con los asuntos del reino.
-¿Y siempre vestirá de esa manera tan peculiar? –Se oyó aquella conocida voz femenina cargada de reproche, captando la atención de los presentes.
¡Maldita sea! había olvidado por completo que Aranella pertenecía al Consejo. Draggon sonrío divertido y agregó: -No, me aseguraré que para futuras reuniones, la señorita Collin venga más presentable. ¿No es así Bernard? –Pregunta a mi padre.
-Por supuesto. –Contesta él, mirándome con reprensión.
La junta fue de lo más tediosa, hubo un momento que incluso me quedé dormida, sintiendo un leve codazo de parte de Drag en mi brazo, lo que desató una serie de risas falsamente contenidas, sin olvidar a mi estómago, que seguía la melodía, ahora me arrepentía un poco de no haber tomado su sangre, ¿De verdad me haría aguantar hambre todo el día?
Cuando terminaron un mesero repartió copas con vino tinto, cuando llegó a mí, Draggon le indicó que no con la cabeza, por lo que el hombre hizo una reverencia y se alejó. Lo fulminé con la mirada pero él me ignoro por completo y continuó conversando con Aranella, que me miraba de vez en cuando y me hacía un escaneo completo. ¿Cómo pudo Stone humillarme de esta manera?
La sala quedó vacía, vi a mi padre salir también y nos quedamos solos.
-¿Qué tal te pareció la junta? –Quiso saber.
-Aburrida. –Respondí mirando a través de la alta ventana que daba al hermoso jardín, en el cual me encantaría estar en este mismo instante.
-Mírame cuando te hablo. –Ordenó.
Lo hice, directo a los ojos, si fuera más fuerte acabaría con su existencia aquí mismo, le haría un gran favor al reino. Un abre cartas se encontraba sobre la mesa, la loca idea vislumbró de repente en mis pensamientos. Podía hacerlo, era de plata, si lograba atravesarle el corazón, sería todo. Claro, eso repercutiría en un juicio y posiblemente mi ejecución, pero la muerte sonaba apetecible a permanecer el resto de mis días con él.
-¿Vienes? -Me indicó dándome la espalda.
Tomé el abre cartas y lo seguí manteniendo mi distancia, tenía que darme prisa, si cruzaba esa puerta no tendría otra oportunidad, mis manos temblaban y se encontraban sudorosas. Lo sostuve en alto y lo dejé ir con todas mis fuerzas, lo que sucedió después fue demasiado rápido, Draggon se volteó y lo sujetó con ambas manos bloqueando mi ataque. Me quedé congelada ante su mirada inexpresiva, tanto que un escalofrío me recorrió de pies a cabeza.
-¿De verdad Annia? –Escupió con enojo. –Ya tengo suficientes enemigos para tener que preocuparme por ti también. Esto es alta traición, intentar matar a tu gobernante, ¿Sabes lo que esto significa cierto?
Me arrepentí de mi actuar, soy tan estúpida, ¿Cómo pude creer que podía lograrlo?
-Te devolveré una cucharada de tu propia medicina. –Abrí los ojos como platos ¿A qué se refería?
Lo supe cuando se aproximó a mí y sujetó mi mano, por más que intente forcejear, mis torpes intentos fracasaron, sin que lo esperara, atravesó mi mano con el objeto, haciendo que gritase del dolor. Nadie entró en mi auxilio, Stone sonrió triunfante, lanzando el abre cartas contra la pared, quedando clavado.
Me dio su pañuelo negro y envolví mi mano con dificultad. Dolía mucho pero no le daría la satisfacción de verme derramar una lágrima. Salimos ante la atenta mirada de los curiosos. Nos subimos al auto, pensé que iríamos a mi casa pero por el contrario, nos trasladamos a su residencia.
-¿Qué hacemos aquí? –Consulté con la voz entrecortada.
No me contestó, me tomó del brazo con aspereza y me haló, caminaba tan aprisa que se me dificultó seguirle el paso, por lo que tropecé.
-¿Siempre eres tan torpe?-Me reclama.
Abrió la puerta principal y casi a rastras me llevó escaleras arriba, llegamos a una habitación, sin delicadeza me empujó adentro, cerrando con llave. Observé los alrededores, sólo había una cómoda, una cama, y una mesa pequeña con una única gaveta en el centro, con su respectiva silla.
Lo entendí de inmediato, me dejaría encerrada para cumplir su promesa de no dejarme comer nada, otra puerta más pequeña se encontraba entre abierta, era un baño. Corrí la cortina y me alegré que en la ducha hubiera champú y jabón. Me quité el improvisado vendaje, el pijama, y me metí bajo la tibia agua, lavé con cuidado la herida que no dejaba de sangrar, cuando terminé de ducharme, me envolví en la enorme toalla azul y con la otra más pequeña mi cabello. Lavé el pañuelo y todavía húmedo volví a vendar mi mano.
Me encontré un cepillo con el cual peiné mi enredado cabello, se me dificultó con una sola mano pero lo logré. Me coloqué de nuevo el pijama ya que no había otra cosa que ponerme.
Me senté en la cama abrazando mis rodillas, con la vista puesta en la angosta ventana de piedra. Las frías paredes del castillo me hicieron tiritar, me arrolle entre la gruesa colcha buscando calor.
El cansancio, el hambre, e incluso el dolor, hicieron que me invadiera el sueño, cerré los ojos, me vengaría de él, no me daría por vencida, era él o yo, pero nunca me doblegaría, juro por la memoria de mi madre, lograrlo o morir en el intento.
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Hola, ¿Qué les pareció el capítulo? sigue Annia metiéndose en problemas, ¿Qué le esperará ahora?
Gracias por leer mi historia, espero que me sigan apoyando con sus votos y comentarios.
Saluditos....
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