-Invierno-
Simón estaba sentado en su ventana, cubierto con una manta, mirando su muñeca. No podía ser, es decir, eran los mismos, pero de otros mundos... ¿Cómo iban a ser almas gemelas?
- ¿Simón? - El rey invernal entró en la habitación, y Simón cubrió su marca con su corona.
- Hola... - Simón saludó con la otra mano.
- Oh, Simón, tienes que cubrirte, estamos a tan solo 2 horas de comenzar el invierno - Simón tragó.
- ¿¡El invierno!?, oh no, no, no - Simón se levantó y se pasó la mano por la cara preocupado.
- ¿Qué pasa, Simón? - El corazón del rey invernal se preocupó. ¿Qué le pasaba a su príncipe?
- No podemos quedarnos aquí, tenemos que volver a nuestro mundo - cuando Simón caminó hacia la entrada, el rey invernal se desesperó. Ya no tenía más planes de retención en su cabeza. ¡No podía dejar que se fuera!
- ¡NO! - Simón abrió los ojos cuando el rey invernal se interpuso con los brazos abiertos en la salida.
- ¿Invernal? - Simón retrocedió asustado. Oh, él no quería asustarlo.
- Uh... lo... lo siento, es solo que si sales ahora, el invierno te atrapará. No te preocupes por tus amigas, mis perlas adaptaron su hogar para que sea caliente y cómodo, nada les faltará, y podrán seguir con sus aventuras - Simón aún miraba asustado al rey invernal.
- No soportaremos el invierno - El rey invernal apretó los dientes.
- Oh, Simón, tú no soportarás el invierno. Fionna y Cake son guerreras, ellas sí pueden. El que no puede hacerlo eres tú, si no dejas de retener tu magia - El rey invernal se acercó con paso elegante a Simón, tomando su mano, que comenzó a ponerse celeste.
- ¡No! - Simon retrocedió y tragó duro, eso había sido descortés. - Lo siento, por favor, no hagas eso... - Simón se pasó las manos por los brazos nervioso.
- Pero tranquilo, te dije que te enseñaría cómo se hace, ¿no es así? - Simón se dio la vuelta, donde daba la espalda al rey invernal. Simón se veía frustrado y enojado, y eso molestó un poco al rey invernal.
Dio pasos lentos hacia el café y sus manos heladas llegaron a su cintura, haciendo que Simón saltara.
- No tienes que ponerte nervioso, hay una forma de contener la locura de la corona... - El rey invernal le susurró al oído a Simón.
Pero el castaño alejó las manos del rey de su cintura y se dio la vuelta enfadado.
- ¿Ah sí? ¿Cómo lo que le hiciste a la reina dulce? ¿Acaso me crees idiota? ¡Sabía que no podía confiar en ti! - Los ojos de Simon se llenaron de lágrimas. Él había confiado en el rey invernal... ¡Y para colmo, era su alma gemela!
- Oh, veo que ya lo descubriste, pequeño Simón - El rey invernal suspiró. No quería atacar a nadie, menos a su príncipe.
- ¿Por qué le hiciste algo tan malo? - Sus labios comenzaron a temblar, y el rey invernal no pudo evitar pensar en lo sexy que se veía.
- Ella ya estaba rota - El rey invernal fue sincero, Simon lo notó.
- ¿Rota? - Simon se sentó en la cama.
- Sí, rota - El rey invernal tomó lugar al lado de Simon y, con sus poderes, comenzó a hacer una pequeña historia en la mesita de noche para mostrarle lo que había pasado.
- Cuando Marcy y yo llegamos por primera vez a este reino, todo era solitario y desolado. Claro, existía un solo reino, el Reino Dulce. Fui a pedir ayuda para encontrar un hogar, y me encontré con la reina, la Dulce Princesa. Vivía sola en un castillo. Cuando entré a su laboratorio, solo había trozos de monstruos de dulces rotos, derretidos y chillando por todas partes. Entonces entendí que ella ya estaba loca. Tomé la decisión de darle mi locura, y lo único que cambió en ella fue su amor y apariencia. Ella siempre estuvo rota y sin arreglo - Simon entendió. Después de todo, esta no era la Dulce Princesa que él conocía.
- ¿Entonces, ahora que está congelada? - Simon buscó confirmación del rey invernal.
- Ahora que está congelada es el recipiente de mi locura. Pero creé una perla, para ti, un recipiente indoloro, que te permita vivir feliz con tus poderes - El rey invernal se levantó de su lugar y le ofreció su mano a Simon.
Simon miró la mano con miedo, pero después de unos segundos la tomó y fue guiado por el castillo hacia el laboratorio del rey invernal.
- ¿Qué es lo que tengo que hacer? - Simon susurró nervioso cuando el rey invernal puso la perla frente a él.
- Primero que nada, tienes que poner tus manos sobre la perla - el rey invernal puso con delicadeza las manos de Simon en la perla - Y liberar toda la magia que tengas - La perla absorberá la locura y luego regresará la magia limpia a tu cuerpo, resultarás agotado, pero es lo mejor.
Simon obedeció, comenzó a soltar su magia, y el rey invernal se sorprendió por la gran cantidad de magia que tenía este chico, su príncipe, era perfecto.
- Invernal... - el rey miró al castaño que parecía tener fiebre, invernal corrió hacia él y sostuvo sus manos sobre la perla.
- Shhh, Simon, solo tienes que sostenerla un poco más, después todo estará bien - Simon se apoyó contra Invernal. Cuando toda la magia terminó, Invernal sostuvo a Simon, a punto de desmayarse.
- Estoy... muy cansado - Simón se aferró a las ropas de Invernal, que lo levantó en brazos como una princesa.
- Duerme, mi dulce príncipe, yo te cuidaré - el rey invernal movió con su magia la perla hasta un lugar seguro y comenzó a caminar hacia su cuarto. Dejó a Simon en su gran cama y lo subió bien.
- Vamos, estarás bien - El rey invernal depositó un beso en la frente del castaño y lo dejó descansar en el cuarto mientras él terminaba de arreglar todo su Reino Invernal para la llegada del invierno. Pronto, Simon tomaría su color celeste, o algo así. No estaba seguro. Después de todo, la magia de Simon fue... especial. Algo tenía de diferente, pero no importaba porque pronto su príncipe sería solo suyo.
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