La corte solar
Ya tenía una rutina impuesta, una que no le molestaba: despertarse, asearse, desayunar, estudiar en la biblioteca, ir al bosque rojo para desmantelar el árbol, hablar con Aizawa en la cena, asearse otra vez y, por último, dormir. No obstante, la rutina no era perfecta, necesitaba entrenar y estimular sus sentidos de cazador como en su hogar, en el bosque de cristal.
Realmente no era un bosque de cristal, pero la dura y fina capa de hielo que tapizaba los árboles y ríos, así como las rocas y montañas, dejaba la sensación de ver objetos meramente de cristal. La luz blanca de la luna hacía que el hielo brillara como si de un diamante se tratase, volviendo todo simplemente bellísimo porque, sumándole la vegetación fluorescente de colores neones, era difícil que otra tierra gozara de tanta preciosura.
Los pinos negros, los más grandes de todos los otros reinos, daban un aspecto feroz y casi terrorífico, dando un equilibro perfecto entre belleza y peligrosidad. Adjetivos que resumían perfectamente a su gente, a él, a la eterna noche.
Suspiró una vez más, irritado. Cerró el libro sobre el periodo llamado "eclipse solar" donde el cambio de monarca se realizó hace ya cuatro décadas. Necesitaba entender las costumbres meramente formales en cuanto a los gobernantes, pero en el trayecto se dio cuenta que era cierto todo lo que el principillo le contó: tendría que darle un heredero al reino antes de cumplirse un año, quedarse pertinentemente en la capital siempre, exactamente en el castillo dorado la mayor parte del tiempo por mera seguridad, así como en una jaula de oro por el resto de su vida.
Pero el castillo en el que se hospedaban no era el castillo dorado, sino un castillo considerado pequeños para todos los diurnales. Se enojó un montón con Aizawa cuando descubrió que le mintió: él le había dicho que irían a la capital, cosas que por obviedad, esa pequeña villa no era la capital, ni de chiste. Lo cual le hacía cuestionar muchísimas más cosas, ¿por qué el futuro rey estaba tan lejos de la urbe proletariada? ¿Por qué nadie hacía nada por orillarlo a volver?
A pesar de todos esos descubrimientos y dudas, él no leía tal libro para indagar más en la vida del pelinegro, sino para ver de qué manera el bastardo del rey sol podía llegar a la corona. Tal vez un vacío en las tradiciones, una ley que respaldara que si el legítimo heredero moría, un hijo ilegítimo podría tomar su lugar. Pero en lugar de ser todo más simple, se volvía más tormentoso.
Hablar con el futuro monarca le ayudaba a atar cabos, pero también le confundía más por tantos datos que el sujeto le soltaba de la nada, sobre todo de su vida personal que hacía que perdiera u olvidara los verdaderamente importantes, ¿a él que carajos le importaba su comida favorita o su pasatiempo preferido? Otra cosa para aumentar su irritación.
Apoyó su frente en la pasta del libro tratando, en primer lugar, de vaciar su mente de pensamientos con referente a su hogar porque sí, extrañaba el frío que se estrellarse de manera violenta en su piel mientras montaba un lobo de los glaciares, pero pensar en todo lo que le crea un sentimiento de pertenencia le provoca nostalgia. Quería volver.
— ¿Kacchan? — la voz del estúpido nerd se escuchó en la gran biblioteca. — La señorita Ochako te estaba buscando hace rato, dijo que era importante.
— Uhmm.
— ¿No vas a ir? — no contestó. — ¿Por qué cuando Aizawa te cuestionó de qué tanto hablaban el príncipe y tú no le contaste todo lo que me dijiste a mí?
— No era relevante — contestó de mala gana, intentando persuadir al contrario de dejar de seguir indagando el porqué de su acción. Solo Deku sabía del extraño lugar donde Kirishima pasaba tanto tiempo y se lo decía porque no tenía la menor oportunidad de hallar el lugar.
Ese maldito sitio estaba encantado.
— Pero debería saber de ese lugar. Los tres. El hijo ilegítimo del rey podría saber, Aizawa podía protegerlo de alguna manera mientras hallamos con él y... bueno, lo matamos.
Bufó ante lo último. Iba a contestarle que él, objetivamente, no tenía las agallas para matar a una mosca. Su compañero era así, demasiado bueno por naturaleza que le dolía matar a los malditos mosquitos solo porque también eran seres vivos. Iba a hacerlo pero mejor no. Prefería guardarse su ácido comentario para no seguir hablando de esto, era peligroso.
— Intenta entrar al bosque rojo — dijo levantándose bruscamente de la silla. —Comprenderás todo luego.
Agradeció que el peliverde ya no mencionara nada, mañana podría seguir investigando más el periodo Eclipse solar. Sabía que con cada nuevo periodo, nuevas costumbres surgían así como otras caían, dependía mucho del monarca en cuestión.
Sabía que Eijirou haría cambios, bastó solo con ir cuatros tardes para saberlo y temía mucho que, después de hacerlos, hubiera ese vacío legal o bien, su reinado abriera su periodo con una guerra.
— Kaccchan — se detuvo justo en el la puerta de la biblioteca, ladeando solo un poco la cabeza en dirección a su compañero y amigo. — Ochako me informó que se hará un baile aquí en esta villa por la próxima coronación. Sé que aún estas enojado con el tema de que no es la capital, lo entiendo, pero la coronación no está tan lejos en realidad y su majestad Eijirou volverá a donde su padre.
— ¿Sabes por qué se resguarda en este sitio? — interrumpió el discurso antes de que se extendiera de más, no deseaba escuchar el análisis de Midoriya en susurros.
— Sí —eso hizo que girara y le viera con sumo interés, esperando una respuesta. — Este fue el pueblo de su madre, pero la gente evade mucho el tema. No sé cuál fue su casa, mucho menos su familia o apellido de soltera. La reina Hikari parece un fantasma en los registros antes de ser reina. ¿No has logrado hablar con el príncipe del tema?
— Es listo —chasqueó la lengua a la par que miraba el gran ventanal del lugar, admirando momentáneamente las cúmulos crema nadar entre el cielo de tantos tonos de azul. — Se pone extremadamente a la defensiva si le pregunto algo fuera de la conversación que él ha iniciado. sabe que no estamos aquí por explorar, pero decide seguirnos la estúpida corriente.
— ¿Estás seguro? —el tono de voz le obligo a ver a su compañero, su rostro reflejaba con precisión sus pensamientos: preocupación. — Tal vez así es su personalidad, ya sabes, después de todo es el futuro rey y no puede andar confiando en todos nada más porque sí.
—No, Deku, lo sabe. Lo sé — una pausa, una donde se debate realmente si contarle o no lo que lleva girando en su cabeza. — No sé por qué Aizawa hace esto, el ocultarle cosas... él podría ayudarnos más que otra persona. No confía en mí por eso pero sabe que soy él único que le puede revelar algo.
— Él quiere protegerlo, Kacchan.
— Ya es tarde — escupió caminando hacía el ventanal, la luz ya no le taladraban los ojos y apenas se empezaba a sentir cómodo con los pantalones sueltos y frescos de la tierra del día. — Le dejo solo con ese maldito rey violento.
— No hables así del rey, puede que haya sido mal padre pero te puede traer problemas si la gente te escucha.
— No me importa. No respetaré a nadie que no se lo haya ganado. Puede ser un rey, un artesano o comerciante, da igual. Si es una mala persona, no lo respetaré.
— ¿Sabes algo más? — cuestionó, admitía que estaba haciendo excelente su tarea, obtenía información importante social y personal.
— La corte solar ha mandado ya invitaciones para la coronación.
— ¿Corte solar? ¿No es el consejo de los siete soles? — recordaba perfectamente cuando la cara redonda le dijo que Eijirou había ido con ellos cuando recién llegaron.
— El consejo de los siete soles son sabios, eruditos que le ayudaran a Eijirou a tomar las mejores decisiones. Cada concejal solar representa una rama importante dentro de la cultura humana: filosofía, historia, política, sociología, economía, arte y mágico. Aunque antes eran ocho, pero se remplazó por la corte solar.
Tomó nota menta y siguió escuchando atentamente.
— EL octavo era conocedor del ambiente, le ayudaba a tomar al rey las mejores decisiones para no dañar tanto la naturaleza o mejorarla si es el caso. Sin embargo, la corte solar no se preocupan tanto por eso, sino por la imagen del rey ante reinos, incluyendo al suyo. Son súbditos que se encargarán de darle las opciones para sus esposas, crear eventos altruistas en el nombre del rey, también sociales; de hecho es muy amplia sus actividades y son solo cinco personas.
Asintió y no preguntó más.
[...]
El ruido de la madera cortada a hachazos tenía cierta belleza. Casi había despedazado el gran árbol que destruyó por culpa de las hadas. No ha tenido el placer de verlas, Eijirou le comentó que unas parecen hongos, otras hojas y muy pocas a flores.
Fue terrible su descripción, por eso mismo no puede imaginar más allá de un hongo con manos, piernas y unas alas.
— ¿No tienes calor con esa gruesa camisa, nocturnal?
Y ahí estaba, el príncipe que había salido de quién sabe dónde. Los primeros días le extrañó que no estuviera en la cabaña, incluso hubo un día que no apareció y solo supo de él hasta el siguiente, cuando volvió al lugar.
— ¿Te importa?— preguntó en lugar de contestarle, siguiendo con su labor sin dignarse a verlo.
— Sí, pienso que una prenda ligera y vaporosa como las que usamos de aquí podría ser mejor que esa de cuero.
Quizás tenía razón, de todas las prendas que trajo, esta de cuero delgado era la más "fresca" y aun así se estaba asando. A pesar de eso, aún se negaba a usar las prendas tradicionales del reino del día por una razón: no sabía cómo ponérselas. Su primer y último intento fue en la segunda noche y por cómo lo vieron, no lo hizo muy bien.
— Ven te prestaré una mía y se enseñaré cómo usarla.
— No hace falta — dijo entrecortadamente por el esfuerzo. — Estoy bien.
— No seas testarudo, guerrero de la noche. Ven.
A regañadientes paró y aventó la hacha a donde fuera, pero lejos de él o de lo contrario le daría un hachazo al pelinegro por creerse con el privilegio mandarle. No era su monarca, no tenía por qué obedecerlo aunque... tal vez sí tenía que.
Desde que hizo aquel juramente al bosque notó... ciertos cambios. Más amena la naturaleza con él, el sol parecía amigable y hasta la propia gente lo trataba con más cordialidad, mucho más con la que lo han tratado desde que llegó y le resultó interesante. Pensó que eran una series de coincidencias pero no quería parecer modesto, mucho menos un tonto que finge ser despistado.
— ¿Qué te parece ésta?, combina con los pantalones que portas.
Miró la prensa sin forma, de color borgoña muy intenso.
— No creo que me quede — admitió al fin, recargándose en la pared más cercana y cruzando los brazos.
— ¿En serio? ¿Por qué crees eso? Yo opino que te quedará bien o... ¿lo dices por la talla?
En realidad, así era.
A comparación del príncipe, él era más fornido y unos cuantos centímetros más alto. Eijirou tenía un cuerpo trabajado, tenía que admitirlo por cómo se veían ciertas partes de su cuerpo como espalda, brazos y piernas, pero no se comparaban a nada a su cuerpo. Tenía mayor volumen y si esa prenda era para un cuerpo más delgado que el propia, no le quedaría.
— Tal vez.
— No te preocupes por eso. Tú tranquilo, yo preocupado. Anda, quítate esa prenda.
Bufó pero hizo caso. Con brusquedad se quitó la prenda dejando así su torso desnudo.
Miró con mala cara al contrario que no se movió y solo se limitaba a mirarlo, la mirada era totalmente neutra o quizás, solo era una mueca difícil de leer. Tuvo que reprimir el impulso se tratar de taparse con sus brazos porque no admitiría que, quizás, estaba un poco incomodo.
— Katsuki, dime, ¿cómo obtuviste esa cicatriz? — el contrario al fin se acercó. — ¿No te duele?
Su ojos pararon a la cicatriz de su pecho en forma de estrella de muchos picos, justo en medio de sus pectorales. Era la peor cicatriz de todo su cuerpo, casi lo mata.
— No, ya no — se tensó cuando vio las intenciones del monarca de tocarlo, por fortuna no lo hizo. Este bajó la mano cuando estaba a unos cuantos centímetros de la marca. — Fue en una cacería, todo salió mal.
Regresó su vista al rostro delicado y masculino del príncipe que seguía observando la antigua herida, se notaba que en verdad quería tocarla pero no estaba seguro si era buena idea. Rara vez había cedido ante el contacto físico, sobre todo en sus heridas. Algunas eran sensibles, más que la piel sana.
— Un ser de chispa — continuo su explicación. — Rarísimos pero sumamente letales, la mitad del equipo murió en el enfrentamiento y el resto fue muriendo a causa de las heridas graves en los centros de curación.
— ¿Cuántos sobrevivieron además de ti?
— Solo yo — susurró, manteniéndose quieto ante el roce de la tela de algodón sobre sus hombros. — Habría muerto de no ser por Aizawa. Ni siquiera pudo dejar sus maletas en su casa cuando se enteró de la tragedia, para ese entonces yo y un chica llamada Toga seguíamos luchando por nuestra vida.
— Fue cuando regresó a la tierra de la noche, ¿verdad?
No hubo respuesta inmediata, pues prestó atención a cómo Eijirou manejaba los extremos de la tela para que quedaran ajustado a su cuerpo de manera decente. En realidad era fácil ahora que aceptaba la ayuda. Le agradó que se la acomodara de tal manera que no mostrara tanta piel y que no tuviera los restos cayendo de forma "elegante" como solía usarlos el contrario, pero sobre todo, se dio cuenta que no hubo tacto directo y se lo atribuía a su reciente reacción.
Por unos instantes se preguntó si aquellos dedos largos poseían un tacto suave y gentil como se percibía a simple vista. Tal vez serían de esa manera al tocar su cicatriz, brindado un poco de tibieza natural a esa piel de consistencia lisa de bordes un tanto rugosos.
— Sí, fue cuando te dejó aquí — musitó.
Eijirou retiró cualquier toque pero no creó distancia, en cambio, alzó la mirada y le observó. Era la primera vez que veía tan bien el rostro del sujeto a quién debía asegurarle una coronación y posiblemente su vida de rey de un puto bastardo. Estaban demasiado cercas.
Un rostro gentil. Un rostro maduro. Un rostro sensible. Un rostro bello.
Sí, bello.
Él veía todo eso y se preguntó qué veía Kirishima en su rostro.
— Entonces tengo una razón para alegrarme de que Aizawa se fuera.
Asintió con un pequeño vuelco en el corazón, ¿qué era esta positividad? ÉL chico sufrió golpes, humillaciones y quién sabe qué más que no le ha contado, para que intentará ver el lado bueno de algo que desencadenó todo.
¿Quién era Eijirou Kirishima realmente? ¿Un engreído niño rico, mimado y berrinchudo? o ¿un hombre rencoroso, sarcástico, desconfiado, que siempre estaba a la defensivo? o ¿alguien amable y positivo? Tal vez era todo o... tal vez, solo se estaba mostrando cómo realmente era.
— No me mires así, nocturnal. No soy una mala persona como crees que soy, también sonrío de verdad y siento empatía por otros.
El aliento chocó en su mandíbula, la cual tenso por las cosquillas. El contrario sonrió, en verdad sonrió y los dientes afilados, peligrosos, se asomaron de forma amigable.
— ¿Qué pasa? — volvió a hablar el pelinegro ante su total silencio.
— Es que... realmente no sé quién eres tú. Me confundes, realmente todo lo que haces me resulta difícil de comprender — decidió ser un poco sincero.
Eijirou asintió con lentitud y por fin retrocedió algunos pasos, mirándolo de forma diferente esta vez. Ya no era dulce ni brillante, sino defensiva y táctica.
Maldita sea.
— Lo sabrías si fuera libre — soltó, alzándose de hombros.
— Pero no lo eres — presionó.
— Pero no lo soy —repitió. — Pero si te sirve de consuelo, nocturnal, en verdad me resultas agradable. Quizás por eso te di permiso de entrar a mi lugar secreto. Vamos, no me mires así, no hay una razón malvada detrás del por qué estás aquí, solo es que a veces me siento muy solo.
— ¿No tienes amigos?
Realmente no le importaba la respuesta, era irrelevante, pero aprendió a no ser descortés.
— Soy el futuro rey que no ha tenido el manejo de su vida desde los 12 años, por supuesto que no tengo amigos.
Se esperaba esa respuesta.
— La verdad es que no falta mucho para dejar este lugar, tendré que irme y tal vez nunca vuelva, pero si todos ustedes vienen aquí por asuntos de comercio, ¿tal vez tú puedes darle un limpiada a este sitio de vez en cuando, no crees? Te lo agradecería demasiado.
— ¿Es por la corte solar?
El pelinegro entrecerró los ojos ante su pregunta directa, pero no hizo nada. Lo más sorprendente fue que solo contestó como si hablaran de manzanas.
— Sí, no tardarán en enviar a uno consejero por mí. Qué lástima, ¿no crees? — de pronto esa mirada cayó como si un muro se tratase, dejando ver tristeza. — ¿Irás a mi coronación?
— No sé — fue sincero. — Tal vez yo ya esté en mis tierras para ese entonces.
Iba a decir que volvería a su labor de talar el árbol. Iba a hacerlo pero...
— katsuki, dime la verdad — le vio acercarse. — Quiero confiar en ti, algo me dice que es bueno hacerlo. Hemos pasado una semana en esta farsa de "sé cosas pero finjo que no". Necesito saber que, si es necesario, tú traicionarás a aizawa.
¿Qué?
— Espera. guerrero de la noche, espera — pero no lo hizo, no esperó y siguió avanzando fuera de la cabaña negando la cabeza. — ¡Katsuki! Maldita sea, ¡Nocturnal! No me queda mucho tiempo, a lo mucho tengo cinco días antes de regresar a la capital.
Se escuchaba desesperado. Las pizadas pesadas escuchandose detrás de las suyas.
No debía escucharlo. Sea lo que sea, no debía porque no había ninguna remota posibilidad de que él traicionara a Aizawa por cualquier razón. Si tan solo supiera que su mentor había regresado a este lugar para asegurarle un vida segura, seguramente tragaría mierda y ni así podría compensar su propuesta inmoral.
— Lárgate a tu cabaña —gruñó. — Y no me sigas, joder.
— Espera. Debes escucharme — el contrario le arrebazó y se puso en frente de él. Lo hubiera golpeado si no fuera por esa mirada rota y desesperada. — Katsuki, yo... necesito confiar en alguien, necesito un aliado en este lugar.
— ¿Qué idioteces dices? Hazte a un lado.
— No.
— Bien, entonces habla ya, maldita sea. ¿En verdad crees que soy un hombre con valores tan bajos como los tuyos que podré traicionar tan fácil a mi maestro? Creo que escogiste un buen momento para mostrar tu verdadero yo porque, carajo, comenzaba a creer que en verdad eras alguien rescatable.
— No me hables así — exigió el monarca, con un notable enojo. — Entiendo que seas de un carácter explosivo pero nada justifica este trato. Estoy tratando de buscar ayuda, ¿no entiendes? ¿Por qué no tratas de calmarte? Regresemos a la cabaña.
No se movió.
— Katsuki.
No.
— Por favor. Yo no quiero morir.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top