El harén del Eijiro
Creía que el vestuario que portaba era exagerado y se notaba que el príncipe le había hecho el favor de escogerlo. Era de color verde oscuro, uno que favorecía bastante a su tono de piel y los accesorios incluidos en plata reluciente solo potenciaba su colorimetría.
— Lo estás poniendo mal — la voz proveniente de su ventana le hizo saltar de forma tan ridícula que se sonrojó. Giró rápidamente con una mueca de total enfado, una contrastante a la sonrisa radiante del imbécil del próximo Sol. — Vine por ti. Eres capaz de no ir y prefiero tener a mi persona de confianza cercas de ahora en adelante.
No respondió, solo le dio la espalda para seguir intentando acomodarse el traje. Las telas eran moletas a la hora de mover los brazos, estorbaban demasiado.
— Lo estás acomodando mal.
— Por la gran luna, ¿quieres callarte? Eres jodidamente molesto — el trato que le empezaba a dar a su atuendo se volvía cada vez más violento. — No sé porqué me obligas a portar esta mierda de ropa. Las mías son más cómodas.
— Vamos nocturnal — la voz del príncipe que escuchaba más cercas que antes, por lo que se vio obligado a levantar la mirada al espejo para ver su ubicación exacta que era, perturbadoramente, muy cercas de él. — ¿Cómo un próximo miembro del consejo solar se niega a portar las prendas distintivas del pueblo? Si me dejas te ayudaré y te enseñaré para que esto ya no sea un inconveniente para ti.
Su boca se mantenía tensa, necia a aceptar la ayuda. Sin embargo, aceptaba que su las jodidas telas no se veía tan bien acomodadas como las del príncipe y si iba a salir de su habitación con eso puesto, lo haría luciendo bien. El orgullo derivado de la autonomía de los nocturnales era siempre un tema debatible entre las otras tierras, por ello su pueblo se creaba fama de ser muy difícil de tratar o un buen ejemplo a seguir. Su cultura la tenía impregnada hasta en la sangre así que...
— Hazlo.
... le era difícil pedirla o aceptarla así porque sí, pero no tenía opción y Kirishima parecía honesto en querer brindarle su ayuda. Si viera un pequeño atisbo de burla o lástima, lo rechazaría sin más, pero no era así, Kirishima era un tonto que hablaba cosas irrelevantes la mayor parte del tiempo pero no era una personas sin valores u opiniones falsas. No era un bruto, así que se percataba de esas señales o intentos de este por hacerle sentir cómodo como ahora. Le ofrecía su ayuda para que se sintiera, de alguna forma, procurado.
Por ellos dejó momentáneamente la autonomía de su cuerpo para volverse un muñeco de trapo, voluble y flojo ante los movimientos del monarca. Sentía como entre cada roce, la tela que le cubría la parte superior, se aflojaba más y mas. Hubo un momento en donde empezó a sentirse incómodo y apartó la vista hacía la ventana donde hace unos minutos el rey había entrado por ahí.
Dejar su torso desnudo con alguien más en la habitación era más le ponía más inquieto de lo que pensó.
— ¿Por qué entraste por la ventana? — cuestionó para romper con el silencio tenso que le pulverizaba la mente.
— ¿No puedo? — soltó el aire de forma brusca por la pregunta.
— Sabes a lo que me refiero.
— Sí, lo sé... me estoy escondiendo de unas personas.
Esa pregunta ambigua le hizo chasquear la boca. El futuro rey era un jodido inmaduro si tenía que jugar a esas niñadas y no enfrentar todo cara a cara, aunque si analizaba lo que sabía del príncipe podría ser otro caso. Es decir, tal vez solamente se trataba de algo incómodo o evitable hasta cierto punto.
— ¿Debo preocuparme?
— Eso depende.
Luna, dame paciencias para esas estúpidas respuestas.
— ¿De qué? Habla claro, principillo. No soy alguien de paciencia y te juro que tú no tienes una clase de cupón que te haga inmune.
— Primero presta atención.
Dejó de mirar por la ventana y, al hacerlo, se encontró frente a frente con el rostro de Eijirou mirándole de forma suave como la pluma de un ave. Tragó en seco por reflejo y su mente dejó de pensar, incluso las maldiciones para arrojarle le abandonaron. Los bellos de la nuca se erizaron conforme las miradas se mantenían firmes, como si se tratara de una guerra de las mismas pero sin serlo.
Las pecas del puente de su nariz reflejaban la luz deliciosamente, nunca había visto algo igual. Una nariz perfilada, linda; mejillas suaves y un poco coloreadas con tonos rosas muy parecido al rosado de sus labios que brillaban como si tuviera una clase de cera encima. Podía apreciarlos como nunca antes y se notaban suaves como un pétalo de cualquier flor del reino.
Kirishima también le estaba estudiando con la mirada, ¿qué estaría pensando él de su rostro? Se sintió débil y ansioso cuando la cercanía aumentó y ningún comentario de mal gusto llegó a romper el momento. "Me estás viendo de más, me sonrojaré" "Nocturnal, ¿realmente no sabes cómo me estás viendo?" "Nuevamente esa mirada tuya... ¿poso para ti?", eso y muchísimos argumentos más pero, ¿solo era él? Claramente no y aún así la respuesta era la misma: pensar en eso era ridículo.
Un carraspeó por parte del príncipe lo trajo nuevamente a su cordura y razonamiento. El momento al fin se había roto.
— Primero tienes que envolver la espalda baja con una vuelta. Procura que no esté apretada o será un problema, porque te sentirás incómodo cuando te sientes, o bailes, o corras... — miraba las manos que maniobraban la tela verde con gran habilidad y eficiencia como si fuera la cosa más importante del mundo. Necesitaba su mente distraída parra no ser hiperconsciente del momento, de la cercanía ni del tacto forzosamente necesario.
Si no fuera porque Kirishima apartó la mirada, él seguiría enfrascado, correspondiéndole a no sabe qué cosa y eso le aterraba. No debió aceptar su maldita ayuda, ahora no sabía como lidiar con esto.
— Nocturnal, concéntrate.
Acató sin rechistar y apuntó mentalmente todos lo movimientos que hacía para que la prenda se colocara como debía ser a su cuerpo. Cuando el contrario acabó, se apartó en seguida dando dos pasos hacia atrás, dándose cuenta que la tela ya no le resultaba incomoda al realizar cualquier movimiento.
— ¿Duda de alguna vuelta, cómo se hace algo?
Él negó y optó por mirarse en el espejo, dándole así la espalda. Se veía bien, bastante bien. El color verde le iba y su cuerpo del que tanto se enorgullecía se veía vigoroso y deseable.
— ... masculino.
— ¿Eh?
— Dije que te vez muy masculino.
— ¿Y con eso qué quieres decir?
— Que me gusta. Si algo es masculino, me gusta inevitablemente — tontamente volvió a tragar en seco y ahora lo que dejó de funcionar fueron sus estúpidos pulmones. Lo seguía mirando por el espejo, pero aún así su cuerpo reaccionó de forma tan abrupta que le hacía pensar muchísimas cosas que no quería pensar.
— No olvides que mi cultura es jodidamente diferente a la tuya — siseó con voz tensa, mírandole con molestia.
— ¿Me tomas por estúpido que me lo repites cada vez que puedes?
— Te aseguro que la palabra "estúpido" no hace justicia por lo que verdaderamente te tomo. Regalar putas flores o decir esa clase de palabras a alguien de las tierras de la noche significa algo más serio. No porque esté aquí tengo que soportar tus juegos tontos de cortejos, bastardo.
Bastarda mi maldita boca.
Pensó inmediatamente de acabar la oración. Eijirou le había confesado sus sospechas de ser un hijo ilegítimo y él con su bocota llamándole bastardo.
— Si yo soy un estúpido bastando, tú eres un idiota denso. Así son las cosas, ¿puedes lídear con ello?
Bufó con la boca girándose para verlo. Odiaba seguirle el puto juego sin siquiera saberlo, ahora discutían por algo que ni entendía. Otra guerra de miradas empezó, una meno letal como las que han tenido y más corta de lo que se esperó.
— Cambie de respuesta — dijo el monarca.
— ¿A qué te refieres? — cuestionó ya sin siquiera molestarse en tomar en serio la conversación. Por él, que Eijirou Kirishima se pudriera.
— Ya no es "depende" a mi respuesta sobre si debes preocuparte por las personas que estoy evitando, creo que tú solo podrás contestarte más adelante a tu pregunta.
Asintió y se mantuvo callado, concentrado en ponerse las joyas en brazos, piernas, tobillos y garganta. Estaba casi nuevamente de buen humor por cómo se veías cuando el infeliz pelinegro interrumpió su feliz momento.
— No dejes que mi harén me saque fuera de la fiesta, ¿entendiste?
[...]
Nunca había visto el castillo tan lleno de personas y tampoco toda la gente concentrada en las orillas de gran pueblo como una clase de dona, aunque eso último se explicaba debido que de cierta hora de la tarde en adelante el castillo se movió únicamente alrededor del pueblo.
La gente entraba al castillo y otras salían para seguir la celebración en los alrededores donde había mesas llenas de comida, música, bebida, etc. La acción se repetía una y otra vez, y en lugar de que todo se tranquilizara en cierto momento, el ambiente ameno y vivaz se mantenía constante. Él ya había perdido la cantidad de veces que había sido saludado y su estómago ya no podía con ningún bocadillo más.
Había visto a Midoriya desde lejos, casi al otro extremo del gran salón con Uraraka, pero así como lo vio, lo perdió entre la multitud. Lo que no perdía de vista era al príncipe que se mantenía muy cercas de él, a veces escuchando las tonterías que le dirigía, otras haciéndose el tonto cuando éste platicaba con la gente del gran pueblo.
Era obvio que ellos estimaban mucho al monarca y éste se mostraba amigable, coherente y divertido con ellos, un líder totalmente amoroso con su pueblo. Mientras que él fingía ser una pared más para que nadie más le notara, analizó a profundidad esa máscara de Eijirou. Muchas veces se dirigió a él con esa faceta y le resultaba molesta ahora que podía reconocer más esos juegos sobre su actuar.
No podía clasificarlo como un hipócrita o un doble cara porque Kirishima estaba obligado a ser así. Era cierto que no entendía mucho cuando le explicó gran parte del lío en la cabaña, pero sí entendió que ser como él mismo era algo prácticamente imposible. Más si el gran rey Sol se mofaba de tener vigilado a su heredero desde cierto tiempo para acá.
— ¿Él?
Pestañó un par de veces para salir de su trace cuando se percató que Eijirou y otras dos personas más le miraban. Se puso alerta e intentó mirar hacia el lado contrario. En verdad que no quería hablar más. Su pila social estaba agotada.
— Pero... ¿por qué esos colores, Kiri? Marca tanto a diferencia entre ustedes dos, harás que los altos mandos nieguen lo que...
Miró de reojo su vestimenta y sus accesorios plateados de los cuales se sentía cómodo en toda palabra y luego procedió para ver a los de el heredero: color rojo intenso, como la sangre y adornos color oro. En definitiva el contraste era evidente a toda costa.
— ¿Por qué no? Se ve bien — frunció la boca al percatarse que se perdió pare del diálogo anterior.
— Pero no es lo que tu padre odia que...
— Él se ve bien. Espectacular — le interrumpió el pelinegro, mirándole fijamente de nuevo. — Y no está mal. Además, él estará presente dentro del palacio de ahora en adelante y lo que mi padre imponga ya no importa.
El futuro monarca le hizo un gesto que le indicó que se acercara, lo cual era raro porque en toda la velada no le vio con la más mínima intensión de unirlo a sus conversaciones. No obstante, no tenía más opción que acercarse y de pasó aprovecho para ver a las personas que estaban con él. Debía estudiar los rostros porque teniendo en cuenta la meticulosidad del príncipe, daba por hecho que no lo acercaba solo porque le caía bien.
La primera persona que observó se trataba de una mujer que no poseía una piel acanelada o totalmente oscura, sino de un rosáceo muy parecido a cuando su piel se expone al sol. No, en definitiva el color rosa de la mujer era más bonito, como el rosa que decora el cielo entre la frontera de sus tierras con las de las tierras del día y luego observó al hombre a lado de esta que también sobresalía por sus características tan particulares. Ellos resaltaban más que el resto de la gente dentro del salón y eso ya era decir muchísimo.
— Oh, ya te diste cuenta, Sho — la voz de Eijirou interrumpe su escaneó por los dos individuos. — Katsuki, él es Shoto y tiene características de tu pueblo. Su madre una nocturnal y su padre un ocasar. Shoto, él es un nocturnal.
Eso explicaba el color rojo que le recordaba al color natural de monarca. No pudo evitar verlo, en específico su cabello que ahora era negro, y buscar un poco de rojo, fue decepcionante. No había ningún rastro de ese color vibrante.
— Mina, en cambio, viene de las tierras del amanecer. Tiene decendencia de los diurnales, por eso tiene pecas y lunares dorados pero en su mayoría posee características de los aurores*.
Asintió pero no observó más, no estaba de humor y, para ser sincero, no estaba interesado. Quería preguntar sobre esa innecesaria presentación, la razón del porqué lo hacía y, además, decirle que él ya quería irse, por lo tanto, le iba a exigir que ya se fueran. Si era un desconsiderado al estar escondiéndose de todos, dormir y comer la mayoría de las veces en su cabaña fea para no ver a nadie, irse no sería problema.
— Momo no pudo venir, así que nos espera en el gran palacio — para su mala suerte la mujer se le adelantó en hablar.
Eijirou asintió.
— ¿Les dieron las indicaciones sobre sus habitaciones las hadas del viento?
— Sí, también los regalos — les respondió el hombre. — Al fin llegó el día, ¿eh?
No entendía nada sobre lo que estaban hablando y nuevamente se veía excluido de la conversación, pero lejos de incomodarlo le molestaba. Estaba a punto de irse a su lugar de antes cuando Eijirou le tomó de la muñeca, impidiendo que se fuera.
— Me alegra tanto verlos, de verdad. Lo extrañé a cada uno de ustedes.
La expresión del príncipe era inesperadamente sincera, lo que le hizo cuestionarse realmente el papel de estas personas en el juego. No lo pensó demasiado si era sincero, la respuesta era clara desde el inicio: ellos formaban parte del mentado harén de su alteza: el principillo. Pensó que serían personas con raíces únicamente de su reino pero su suposición se equivocó totalmente.
Al parecer los gustos de Eijiro son muy pintorescos...
— ¿Bailarás conmigo?
— Claro, Shoto.
Eijirou le soltó suavemente de la muñeca no sin antes acercarse a él y susurrarle: no te vayas y vigila a Mina por favor. Y sin más lo vio retirarse con el hombre que vestía de color azul marino a la pista donde comenzaron a danzar. Se limitó a observar aquella danza, aceptaba que era la segunda vez que apreciaba algo parecido, aunque esta vez el monarca se movía menos... sensual. Aun así, era imposible o darse cuenta de que ambos tenían tanta química que se expresaba en un simple baile.
Ambos se deslizaban como los copos en el aire en las nevadas: elegante y hermoso.
— Por un momento pensé que serías un nuevo integrante del harén.
¿Qué?
Miró a la mujer horrorizado y ella rió tenuemente al verle, negando suavemente con la cabeza.
— Perdón, lo dije sin pensar — gruñó ante la pobre disculpa de la rosada. — Estaba preocupada porque eso significaría que ya has estado a solas con él... apostaría que también Shoto, pero ahora él está ahí, bailando con el gran futuro Sol.
Frunció en ceño manteniendo su mirada fija en el par, necio a verla. No entendía a dónde quería llegar la fémina con su deducciones estúpidas.
— No me malentiendas, no soy una egoísta monopolizadora, pero-
— No te preocupes, es todo suyo de esta noche en adelante — habló de mala gana, interrumpiéndola cuando ella volvía a balbucear del mismo tema. — Su vida sexual de ustedes tres no me interesa.
— Eso... — la mujer de piel rosada se sonrojó furiosamente mientras se hacía chiquita en su lugar, producto de la vergüenza. — Eijirou no ha tocado a ninguno de los tres, aún.
— ¿Pero son su harén, no?
— Oficialmente no, solo hasta que nos nombre luego de su coronación. Pero vinimos aquí porque ya queríamos verlo, por lástima Momo no pudo venir con nosotros... pero eso acabará una vez que lleguemos al palacio dorado. Los cuatro estaremos juntos.
Por cómo ella se expresaba, pudo contestar a una de sus muchas preguntas con total seguridad, pero aún así preguntó.
— ¿Estás enamorada de él? — fue directo pero algo le decía que debía averiguar las verdaderas intensiones de los miembros de harén. Si estaban enamorada, podía ser algo favorable o muy contraproducente.
"Tú podrás responderte a tu pregunta", esa respuesta resonó en su mente, se refería a eso, ¿cierto? A tenerlos en la mira pero hasta Eijirou parecía apreciarlos y... quererlos. Mierda, le encabronaba bastante que el principillo ese no le haya comentado nada al respecto.
Su compañera tardó un momento en contestar, mirando atentamente a Eijirou y al otro bailar tan majestuosamente por la pista. Hizo lo mismo, los miró y cuando menos pensó, en un giró rápido Kirishima le dio la cara y para su sorpresa, este le observó. Fue un momento, solo un instante que le impulsó a recordar nuevamente la respuesta, solo que esta vez era la anterior y también otras.
"Depende" le había dicho... "Sé la diferencias entre tu cultura y la mía", "Me gusta lo masculino".
Y yo tengo un cuerpo masculino, según él... No, este tipo quiso decir una cosa tras las palabras en ambas repuestas a mi pregunta. Lo sé.
— Todo lo estamos — admitió en un susurró, interrumpiendo su razonamiento. — Al menos yo estoy contenta de ser parte de su harén, pero Shoto es el favorito. Ha estado con él desde hace mucho, aún así me consuela ser parte de su salvación.
Su respuesta resultó más misteriosa de lo que alguna vez, ¿salvación? De qué estaba hablando. Estaba por preguntarle cuando el par los abordó, era casi como si Kirishima detectara que estaban hablando de temas que no deberían.
— ¿Quieres bailar tú también, Mina? — ofreció Kirishima.
— Sí, me gustaría mucho.
No pudo volver a hablar con ella por más que lo intentó.
[...]
— ¿Por qué no querías que ellos te sacaran de la fiesta? — cuestionó mientras caminaban por el pasillo donde se ubicaba su dormitorio. A esas alturas de la noche solo estaba resentido, solo un poco por toda la información que no sabía y más porque Kirishima no le había permitido indagar más.
— Porque es peligroso — dijo sin más. — No ellos, sino las personas que se colaron al castillo sin levantar sospechas. También van detrás de ellos, ¿sabes? Creo que ese plan ya salió a la luz y no quiero más sangre en mis manos. Me enteré de su llegada cuando ya estaban en el castillo y como muchos aún no los conocen, no quería que me vieran con ellos tanto como me fuera posible.
No dijo nada, esperando que siguiera hablando y funcionó, Kirishima paró cuando llegaron a su habitación y se adentró junto con él sin pedir el permiso. Si no fuera el futuro rey, ya lo habría golpeado por su grosería.
— El harén es un recurso para no tener que casarme. Serán como... un poliamor real, que dé herederos, ¿me entiendes? No estar ligado a una mujer que ni siquiera quiera y que, además, esté aliado con el enemigo.
— ¿Qué estupideces estás diciendo? Y yo que hago aquí entonces. En el bosque me decías que estabas en peligro porque te iban a obligar a casarte. Tú. Me. Has. Mentido.
El tono de su voz se escuchaba peligroso. Odiaba los engaños y las mentiras, maldición.
— No te he mentido. No es seguro que acepten ese nuevo cambio, nada de lo que te dije ha cambiado, pero debes reconocer que es estúpido solo tener un plan, nocturnal.
Ambos quedaron en silencio, no se miraban pero se daba por hecho que estaban observando al contrario.
— Mira, tengo tantos planes como me sea posible. No te lo tomes personal, si algo cambia lo sabrás porque eres el único que sabe cuatro de mi secretos que nadie más conoce, ¿bien? Tienes derecho a enojarte, claro, pero ya no hay vuelta atrás.
— ¿De qué hablas? — cuestionó, cansado por todo, sobre todo por la estresante fiesta. — Diurnal, a mí no me gustan las verdades a medias porque todo se puede ir al carajo.
— Seré rey y mis ganas de vivir no desaparecerán por más baches que me pongan en el camino. Tú, ellos y otras tres personas son las que he podido reunir para armar todos mis planes a, b, c, hasta la z, pero a nadie sacrifico o desecho porque no me sirven en cada plan. Al contrario, trataré de proteger a cada uno de ustedes.
— Estás loco.
— Tal vez.
— Si me traicionas te mataré porque también estoy sacrificando cosas — aseguró. — Ni mi mentor podrá persuadirme.
— No lo haré. Si eso pasa, yo mismo te daré una espada para que me decapites. Incluso puedes reportarle lo que quieras a Aizawa, ya no importa. No me mires así, sé que lo seguirás haciendo.
— Bien. Suficiente por hoy. Largo, necesito dormir.
— Bien, me voy. ¿ya te despediste de tu amigo?
— No es de tu incumbencia. Ve a donde tu harén y déjame en paz.
La sonrisa en el rostro de Eijirou le hizo saber que en su mente se formulaba, pero para su sorpresa el pelinegro no dijo nada y se marchó. Brevemente se pregunto si realmente se dirigía con alguno de su harén.
* Aurores: gentilicio del pueblo del amanecer.
* Ocasares: gentilicio del pueblo del atardecer.
.
.
.
Gracias por leer. <3
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top