El fin justifica los medios
- No pienso traicionar a Aizawa - escupió de forma seca, tajante. - No importa si todo el jodido reino se va a la mierda, hay algo que se llama lealtad, ¿la conoces?
Ignoró totalmente lo que la espeluznante declaración: yo no quiero morir. Sabía que si se concentraba en esa declaración empezaría a divagar y, consecuentemente, a flaquear porque, quisiese o no, ese maldito bastardo no le resultaba molesto. Era un estúpido traidor, no había duda, pero su agilidad para manejar las conversaciones y su inteligencia para tratar situaciones y personas eran de admirarse.
No cabía duda que tuvo que aprender esas habilidades y quién sabe qué más para sobrevivir. A su forma, él creía que Eijirou también era un guerrero. Sin embargo, eso no justificaba una traición, en sus tierras eso era castigado con la amputación de sus pulgares y meñiques o, en caso de ser mujer, la desfiguración del rostro.
El contrario se encogió por un momento ante el peso de su mirada, fue corto el gesto pero suficiente para observar vulnerabilidad y muy pronto este desvió la mirada observando hacía la profundidad del bosque. Los árboles crujieron de forma poco natural y casi pudo jurar que las grandes copas se inclinaban hacía el joven príncipe como protegiéndolo.
- Me equivoqué - murmuró al fin el pelinegro, dándose vuelta hasta darle la espalda y empezando a alejarse de él de forma lenta. - Vete, nocturnal. Ya no es necesario que vengas a este bosque, terminaré con tu pendiente. Esta es la última vez que estamos solos.
Se quedó ahí, en su posición, observando unos segundos más cómo Eijirou se alejaba. No iba a ir tras de él pero de pronto la encomendación de Aizawa llegó a su mente como reproche. Chasqueó la lengua y giró en dirección contraria a la del príncipe y caminó deprisa con el estómago y cabeza caliente, enojado por su reacción pero aún más con ese idiota que resultó ser todo lo contrario a lo que esperaba.
¿Ahora qué haría?
[...]
Cara redonda mintió muy pobre cuando su maestro le preguntó por el pelinegro. Al menos una vez al día el próximo monarca se daba una vuelta por el castillo, nunca interactuaba con ellos de forma directa pero la noticia, por parte de los trabajadores domésticos de ahí, sabían que su preciado integrante de sangre real rondaba por los pasillos, la cocina, el estudio o el salón principal. Él en lo personal creía que Kirishima rondaba por ahí buscando algo con cada visita, era extraño incluso para ellos ese comportamiento tan... sospechoso.
Ni hablar de Aizawa que se encontraba más cerrado con ciertos asuntos, al parecer la coronación también estaba estresando a su maestro quién lucía más cansado que de costumbre. Por lo mismo, ni siquiera comentó su falla en la misión de mantenerse cerca del príncipe.
- Necesito hablar con él - insistió el mayor. - ¿Ni a las caballerizas o al jardín de atrás ha visitado? Solo necesito un momento.
La mujer negó. Luego ocurrió algo muy curioso porque la fémina miró de forma peculiar, nerviosa, como preguntando algo a Deku y este le devolvió una mirada cargada de significado. Obviamente se estaba comunicando y le extrañó muchísimo el acto en sí.
- ¿Cómo come entonces? -fue ahora él quien intervino, acabando con ese molesto gesto cómplice de ambos. - ¿Se baña, estudia, dónde se prepara para recibir el trono?
Uraraka se mordió el labio y tras otro vistazo al peliverde, volvió a negar.
- Perdone, señor Aizawa, pero el príncipe en este momento tiene una agenda muy llena aunque no lo parezca. Si gusta, yo puedo darle su mensaje.
Aizawa negó y por fin la consejera se retiró. La comida se volvió pesada luego, con un ambiente tenso.
- ¿Qué pasa con él? - la voz del nocturnal mayor resonó en todo el espacio. - Tú estás a cargo de acercarte a él y por lo que presumiste hace una semana, ya ambos se soportan. ¿Dónde está?
Se forzó a tragar la papilla de garbanzos mientras maquinaba algo creíble para decir. Por suerte para él, Midoriya se le adelantó.
- ¿Lo dice por el hijo bastardo del rey? Sabe algo, ¿no es así? - ante tal declaración miró con intensidad al hombre de melena negra. - Me... he enterado de algunas cosas.
- ¿Apareció? - no pudo evitar preguntar.
El mayor los miró a ambos por un rato antes de responder.
- El reino del atardecer le tiene un resentimiento a este reino por razones económicas y políticas, por ello se cierran a comerciar. El hijo del rey Sol huyó a aquellas tierras y ha difundido la noticia sobre su origen, muchos burgueses se han interesado en la oportunidad que significa la existencia de otro heredero.
- ¿Invasión? - murmuraba su compañero. - Aizawa, ¿cree que esto sea posible? Si es así debemos dejar atrás el plan mantener todo bajo la mesa e informarle al joven Eijirou, el reino del sol debe de preparar-
- No - interrumpió el mayor. - Por ahora solo son burgueses de la frontera con este reino, con no más de cientos de personas integrando sus ejércitos personales. Necesitarán más para siquiera tratar de arrebatarle el trono a Eijirou.
Hasta él asiente ante la afirmación.
- Pero no negaré que resulta un problema potencialmente mayor - agrega recargándose en el respaldo de la silla. - Debo ir personalmente allá y arreglarlo. Tengo conocidos que me deben favores, grandes favores y tendrán que apaciguar lo que esta pasando en las fronteras.
- Iremos contigo entonces - concluye mientras aleja su plato de comida vacío.
- No - vuelve a comentar su maestro. -Con más razón ustedes deben de estar cercas de él. Probablemente la gente del atardecer ya enviaron a personas para espiar o crear caos dentro del reino e incluso involucrarse con el heredero. Así como a nosotros nos queda claro que en guerra la victoria de las tierras del atardecer es difícil, ellos también lo saben; por eso trataran de irse por el camino fácil.
- Es imposible un golpe de estado - habla Deku apoyándose en la mesa. - Lo sé, ésta gente le tiene un respeto y cariño al príncipe, aún más desde que este participa activamente en las tradiciones... pero tal vez, si la gente del ocaso se le acerca, un asesinato es lo más lógico. Kacchan, ¿qué tan fácil crees que pueda ocurrir? A mí se me ha hecho imposible hablar de otra cosa cuando el príncipe me ha hablado, la forma en que se pone a la defensiva... es difícil sacarlo de esa actitud una vez que se le han encendido las alarmas.
Desconocía completamente que Deku haya tenido un acercamiento con el heredero al trono y eso, de alguna manera, le remitía a su última conversación en el bosque. Eso significaba que de ambos o quien sabe de cuántos más, él salió vencedor para la confianza del este aunque, bueno, eso no salió nada bien.
"Me equivoqué" las palabras hicieron eco en su mente, haciéndole saber que él no era el indicado para lo que sea que el hombre tuviera planeado.
Aunque... ¿realmente el príncipe se había equivocado? Era listo, así que tras luego de sus encuentros en el bosque, algo le animó a intentar romper con ese estúpido juego que llevaban desde su encuentro en la biblioteca. Un avance que ni él se atrevió a hacer en todo ese tiempo por más que le molestara la situación. Entonces, viéndolo así, ¿no había sido él el que se equivocó?
Mierda. Mierda. Mierda. Cómo odiaba no haberse calmado y escucharlo como tanto le solicitó , de esa manera podría hacer más por su maestro, por la misión, por todo. No pensaba bien con los sentimientos a flor de pie y ahora que analizaba lo sucedido, podría afirmar que fue un tonto.
- Él no pasa la bola en la conversación y si lo hace, son en los temas más banales del mundo - aclara mirando a ambos de manera intercalada. - Pero hasta él sabe que hay peligro.
- ¿Te ha dicho algo más? - por la forma en que Aizawa habló, supo que el tema ha tratar requería discreción, aún más que un puto golpe de estado o asesinato. - Katsuki, es de suma importancia que si te dijo algo me lo hagas saber.
Tuvo que morderse los labios para no maldecir o escupir que, de hecho, tuvo la gran oportunidad de tener más información pero que la dejó pasar por sus cuestiones morales.
- No me ha dicho nada - mintió y se sintió mal. - ¿Qué cosa debería de decirme que no sepamos ya? Sé que no es un estúpido ignorante, pero tú tienes informantes en todo el reino, estás más informado que cualquiera, incluso él.
- Nadie está más informado que él, ni siquiera los siete soles - afirma el pelinegro sin quítale la mirada de encima. - Este es su reino, recuérdalo. Eijirou esconde muchos secretos, aún desde niño y es bastante bueno. Secretos muy importantes y lo sé por la manera en que su madre me los hizo saber.
- ¿Se los dijo? - cuestionó el pecoso con el iris brillándole por la excitación del misterio. Ese maldito bastardo y sus fetiches raros.
- No, pero me hizo jurarle con sangre que cuidaría de su hijo. La reina y él tenían secretos que, si se llegan a saber, tal vez realmente la cabeza de heredero esté en riesgo... eso me dio a entender la última vez que hable con ella.
[...]
Luego de que Aizawa partiera, aprovechó para recorrer el pueblo para despejar su mente, además no quería ver al idiota de su compañero después de tan acalorada discusión donde le cuestionó que clase de asuntos llevaba con la consejera del príncipe:
"- Ella me ha dado su confianza para ayudarla en ciertos temas delicados. No te metas - le siseó el mojigato peliverde. - Hacemos lo que podemos, ya que cierta persona no pudo ni siquiera hace bien su tarea.
- ¿Qué me estás queriendo decir, Deku? - bramó más cólerico.
- Digo que sé que el príncipe y tú no se hablan desde hace tres días, ella me lo dijo. No sé cómo la hayas cagado pero arréglalo.
Río de manera irónica, la sangre le empezaba a burbujear.
- ¿Y qué más te dice ella? - cuestionó amenazadoramente. - ¿Cómo lograste que te diera información? - hubo una silenciosa guerra de miradas, se notaba que su amigo de la infancia ya no intimidaba con facilidad; sin embargo, su ridícula defensa no lograba hacer que desistiera de soltar comentarios mordaces. - ¿A caso te la cojes por información?
- ¡No voy a permitir que hables así de Uraraka! - alzó la voz e intentó zafarse del agarre. -Y si fuera así qué. Estoy haciendo mi tarea, en cambio tú-
- Cuidado -advirtió. - Todavía puedo romperte la cara.
- ¿Qué pasó entre los dos? Uraraka me dijo que tal el príncipe te había dejado acercarte por otra razón. Tal vez quiere que le ayudes.
- Ayudar a qué, maldita sea. Háblame claro porque parece que toda la puta gente de aquí dice las cosas a medias - alega con fastidio, soltando por fin a su compañero bruscamente del cuello donde lo tenía agarrado.
- Ni ella lo sabe, pero como dijo Aizawa, Eijirou es un sujeto con muchos secretos. Nuestro trabajo es protegerlo, así que ve y arregla las cosas con él. No puedo hacer las tareas de ambos, yo ni siquiera me puedo acercar a él. Sé que eres un persona sumamente moral pero, ¿tanto te cuesta doblegarte un poco?"
No entendió con que fin le preguntó lo último, ¿doblegarse a qué? Aunque eso le confirmaba una sola cosa: el imbécil de Deku estaba tanteando por malos pasos. Bueno, tal vez era una exageración de su parte pero indicaba que hasta su correcto compañero tenía que, precisamente, doblegar, sus principios para seguir en el juego.
Aquí no había reglas que indicaba quien era del bando blanco o negro, se había olvidado de ese detalle.
Cuando los pies le dolieron, aceptó que solo estaba retrasando lo inevitable. Debió buscarlo al día siguiente e intentar fingir estar de acuerdo, doblegarse. Sin embargo, su orgullo pudo más que su palabra que le dio a su maestro al momento de aceptar esta misión.
Ayudar a su hijo, con esas exactas palabras le había vendido la propuesta de acompañarlo en las tierras extranjeras.
Se dirigió al bosque rojo con la esperanza de que aún fuera bienvenido, si todo iba bien tal vez podría estar cercas del príncipe para evitar una tragedia. Tardó casi una hora para llegar a ver esas copas coloridas y un poco más en ver esa cabaña de la que tanto se enorgullecía ese pelinegro.
Durante todo el trayecto formuló una disculpa lo más creíble para que, al menos, no recibiera una sentencia de muerte en la guillotina. Tocó dos, tres, seis veces, pero la puerta jamás le fue abierta y cuando pensó que Eijirou no le abría porque era él, se percató que este estaba en el arrollo, podría escuchar el chapoteo con claridad.
No lo pensó y se dirigió rumbo a este, los árboles cubrían muy bien el sol por lo que le permitió quitarse las lentillas para tener una conversación lo más directa posible.
- Eijirou - habló fuerte para ser escuchado antes de ser visto - He venido a disculparme y hablar contigo.
Salió de ese arbusto enorme que le impedía verlo y se detuvo en seco al ver al príncipe de cabellos rojos. Rojos... ¿qué?
Este estaba quieto, de espaldas y a pesar de no ver su rostro, estaba segurísimo que se trataba del príncipe. La espalda de este tenía una finas gotas de color negro y el agua que rodeaba sus piernas tenían el mismo color.
- ¿Qué haces aquí, te dije que ya no era necesario que vinieras, nocturnal? - seguía sin darle la cara pero su voz sonaba seria, casi irritable. -Vete. Ahora.
Hizo caso omiso y dio tres pasos al frente, solo tres pues una cuchilla pequeña y bastante delgada le rozó un costado de su rostro como advertencia. Fue un movimiento tan rápido, tan imprevisto que se detuvo por un sentido de mera supervivencia. Esta vez el hombre le daba la cara y no lucía despreocupada como en otras ocasiones, sino en alerta.
Lucía como un animal enjaulado y lejos de resultar asustadizo, se apreciaba más agresivo que nunca. Como una bestia muy lista de las tierras de la noche, peligrosa y hermosa. Sí, muy hermosa porque ahora que veía bien ese cuerpo podía decir que con o sin piel blanca, para los más quisquillosos con los estándares de belleza de su tierra, tendrían que aceptar que el heredero al reino del día era hermoso.
Sin embargo, había otra cosa más importante que seguir pensando el la belleza gallarda del príncipe como, por ejemplo, su vida. Por eso razón preparó su arma que siempre estaba en su cinturón para desviar cualquier otra cuchilla que le fuera arrojada. No tenía intensiones de pelear pero no deseaba algo encajado en un órgano vital de su cuerpo.
Obviamente eso no pasó desapercibido para el pelirrojo quien de la nada, materializó otra chuchilla delgada y filosa entre sus dedos. La manera en que las manejaba era hilarante, podía perderse en el brillo de la afilada hoja contra los rayos del sol. Nuevamente los árboles crujieron y casi desvía la mirada al sentir movimiento debajo de sus pies, como serpientes moviéndose bajo tierra.
- ¿No obedeces a tu rey?
- Tú no eres mi puto rey.
La daga le fue lanzada directamente a la cabeza y para ser más exactos, justo entre sus cejas. Con una agilidad que era envidiada por los otros cazadores, destrozó la daga con un extremo de su arma con precisión. La hizo pedazos y no podría sentirse más orgullosos. El príncipe era ágil y veloz, sí, pero él lo era aún más.
Sonrió con mucho goce, eso había sido increíble, hace muchísimo que no tenía tanta acción. La adrenalina subió y su vista se agudizó cuando otra daga, esta vez más rápida, le era lanzada. Esquivó con facilidad e incluso se atrevió a lanzar un golpe con el otro extremo de la arma aunque tuvo la precaución de no ser tan descuidado, no quería partirle un puto hueso.
Sorprendentemente este lo esquivó con gracia y, aún más increíble, con elegancia. La piedra de su herramienta de caza chocó contra el agua, provocando que mucha de esta saltara en todas direcciones a manera de gotas. Con poca fuerza hizo que ese extremo regresara hacía él para poder volver a arrojar un golpe de ser necesario.
- Eres pelirrojo - habló. - Cómo...
- Tú no deberías estar aquí - la voz era más tranquila pero la postura no cambiaba. - Y mientras estés en este reino yo soy tu rey. Para estas tierras tú te declaraste de mi propiedad.
- No he hecho ningún puto voto - aclaró bajando su arma en señal de paz aunque poco convencido. - Serás mi rey hasta entonces, no antes, no después. Si quieres mi lealtad debes ganártela.
Silencio. Ambos se miraban y él solo podía pensar en por qué no se ponía una prenda en cima. No estaba acostumbrado a ver gente desnuda y cómo hacerlo, si con el frío de allá a uno se le congelaba el culo aún con las pieles.
- ¿Un traidor como yo podría ser digno de tu confianza? - frunció la boca al escuchar el tono en que lo dijo, bien, si le reprochaba aún tenía oportunidad de remediar su error.
- Soy un extranjero, ¿por qué quisieras mi maldita lealtad? Tiene a un reino completo a tus pies - quiso darle otro giro a la conversación, ser el atacante pasivo y no el atacado.
- Ya no la quiero - aseguró el pelirrojo. - te lo dije aquella vez: yo me equivoqué. No necesito nada de ti, nocturnal. Tú no me sirves.
Sí, lo sé. Realmente creía a regañadientes que Kirishima estaría bien aún sin ayuda pero... si este lo había buscado era por algo y eso significaba mucho.
- Perdón, yo... no debí haber reaccionado así - se disculpó, esperando que la palpable agresividad de la conversación se amenizara un poco. - Pero quieras o no ahora sé algo que tú no quieres que nadie sepa, tómalo como una señal o el jodido destino, no lo sé.
- ¿Qué tratas de decirme?
- Digo que tal vez no te equivocaste pero yo sí.
- ¿Cómo saberlo? - y ahí estaba su pequeña oportunidad. Kirishima dejaba una pequeña brecha y se sentía mal, solo un poco, porque eso significaba que el contrario estaba desesperado.
Sea como sea, sabía bien lo que tenía que decir: revelar información a manera de tregua, a manera de traición y, también, como garantía de que habrá confianza y complicidad. Solo de esa manera podría arreglar un poco del cagadero que hizo días atrás.
Debía jugar sus cartas aún si eso significaba sacrificar un poco sus principios.
Un salto de suerte.
- Hay un bastardo rondando por la frontera de tu reino y el del atardecer - aclaró. - Aizawa vino aquí una vez que se volvió a obtener noticias de él. Estamos aquí para cazarlo.
Los ojos de Eijirou se abrieron y supo que ese dato estaba muy lejos de ser parte de los conocimientos de este. Supuso que, a pesar de haber traicionado la regla número uno de su maestro, de algo debía saber revelarle la información. Si Deku se cogía a la consejera, él podía jugar también con el entorno para su favor.
- ¿Aún deseas que traicione a mi maestro? - continuó. - Creo que debo ser el indicado si sabes esta nueva información, ¿no? Si me lo permites, te ayudaré a que no mueras.
El príncipe asintió y en sus ojos cansados apreció un poco de paz, solo así fue consiente del estrés que cargaba el príncipe. Observó como el pelirrojo se acercó a él a paso lento y no podía evitar pensar en una extraña metáfora al comprar la vez que Eijirou le dio la espalda y se alejó.
Era como si este regresara a él, como si fuera una especie de salvador.
- No quiero morir - repitió quedito, mirándolo fijamente a los ojos. - ¿Me ayudarás aún si tienes que traicionar a Aizawa?
Si Eijirou no moría sin importar como jugaba sus cartas no sería traición para Aizawa, por lo tanto, lo único que importaba era el resultado, ¿no? el fin justificaba los medios, justificaba algunos de sus principios.
No dudo en responder y se sintió bien al hacerlo.
- Sí.
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