Capítulo 6 👑

Alayna

—¿Sabes qué te hace igual a mí, Alayna? Estás muerta por dentro. Tu incapacidad para amar te ha convertido en quién eres y es gracias a mí. ¿Dónde estarías si jamás te hubiera encontrado? En la maldita calle y muriéndote de hambre...

Me puse de puntillas, estirando los brazos detrás de mí, moviéndome a través de la vacía habitación mientras sonaba la melancólica sinfonía de Pyotr Ilyich Tchaikovsky. Veinte años desde que esas palabras fueron dichas y me habían condenado para siempre. Me marcó por el resto de mi existencia.

Él era un monstruo que no sabía nada de mí y no tenía idea de lo que significaba amar a alguien. Probablemente se retorcía en su tumba sabiendo que le había entregado mi alma y mi corazón a un hombre. Ese bastardo quería verme sola y lo peor de todo es que le di el gusto. Permití que dictara mi destino y mi felicidad.

Él ganó y yo no podía hacer nada.

Siempre ganaría.

No importaba si estaba muerto. Su voz seguía en mi cabeza como un veneno sin antídoto.

Mantuve la espalda recta y alargué el cuello. Guié a mi cuerpo y levanté una pierna estirada hacia atrás en un arabesque. El ballet era una de mis más grandes pasiones. Si no fuera una asesina probablemente hubiera sido una exitosa bailarina en Rusia. Talya dijo lo mismo una vez.

Aprendí a bailar a los diecisiete años cuando me asignaron a una misión. Debía infiltrarme en una obra de teatro. Para lograrlo necesitaba conocer las básicas posiciones del ballet y así matar al maestro. Meses de entrenamiento me ayudaron a lograr mi objetivo y también despertaron mi pasión.

Era imposible dedicarme a esto como quería, pero algún día abriría mi propia academia de ballet. Con cada pirueta y salto, pensé en la niña que fui una vez, en la mujer que me había convertido. Luché para conseguir mi libertad. Enfrenté retos que parecían imposibles de superar. ¿La más difícil? Enamorarme de un hombre que no podía tener.

Mi cuerpo estaba aquí en Rusia, pero mi corazón seguía en Italia.

Aterricé al suelo con las piernas extendidas y la respiración agitada. ¿Qué pasaría si volviera a verlo? ¿Me rechazaría? Claro que sí. Él estaba casado y yo no era nadie en su vida. Me costaba entenderlo. Todavía no le encontraba explicación a su rápida superación. Yo seguía en un callejón sin salida mientras Luca tenía una nueva familia.

Cambié la canción a una de The Neighbourhood. A Little Death sonaba cuando escuché mi celular vibrar en la mesita. Me acerqué con un suspiro y gemí al ver el nombre de Eloise. Lo que menos deseaba ahora era hablar con ella. Si supiera que estaba metida en problemas nuevamente y su vida corría peligro. No me lo perdonaría.

—¿No fui clara la última vez? Basta de llamadas frecuentes, Eloise.

—Qué agradable eres—dijo con sarcasmo—. Me encanta saber que me extrañas tanto como yo a ti.

Puse los ojos en blanco y me senté en la colchoneta con las piernas cruzadas.

—¿Qué quieres?

—Solo hablar, tonta. ¿No puedo?

—Es peligroso...

—Vivo en Australia desde hace tres años y no me ha pasado nada. Soy una persona muy feliz y es gracias a ti, Alayna.

Le había dado una suma considerable para que empezara nuevamente en otro país y dejara atrás Italia. Ella decidió abrir su propio restaurante ubicado en las playas de Sídney. Yo me pudría en una ciudad congelada mientras Eloise disfrutaba el mar con su novia. Me aterraba que perdiera todo por mi culpa.

—Eloise, yo...

Cerré la boca porque no quería arruinar su felicidad. Si todo salía como planeaba, su vida no se vería afectada. Prefería actuar en silencio sin necesidad de preocuparla.

—¿Sí?

—También te extraño—dije a cambio.

—Lo sé, reina de hielo. Sé que tu corazón negro me quiere—Soltó una risita—. Mi cumpleaños es el próximo mes y debes venir. Sabrina planeará una fiesta en la playa que no puedes rechazar. Vamos a divertirnos mucho.

¿Cuándo iba a rendirse? Había perdido la cuenta de todas las invitaciones que me hizo durante tres años y rechacé cada una. Eloise era una mujer persistente y testaruda.

—Imposible.

—Alayna...

—Es demasiado arriesgado, duende. Confórmate con las llamadas y en algunas ocasiones los vídeos. Odio repetirte que mi vida es jodida.

Exhaló.

—¿En qué estás metida? ¿Volviste a los viejos hábitos? —No respondí—. Alayna...

—No te daré los detalles, dejemos el tema—mascullé—. Me alegra que tu vida esté marchando bien porque no hay nadie que lo merezca más que tú.

—Ese discurso también aplica en ti.

Sonreí.

—Tonta duende. Eres de las pocas personas que ve algo bueno en mí.

—¿Acaso no te miras en un espejo? Luca también lo veía. Él sabía que eres una joya invaluable.

La cabeza me daba vueltas. Sentía que me ahogaba, sumergida en el agotamiento y el dolor. La simple mención de su nombre me provocaba ese efecto.

—Voy a colgar —amenacé.

—No, no lo harás —me desafió—. Nunca entendí cómo pudiste renunciar a tu verdadera felicidad por la opinión de un viejo decrepito que no vale nada. ¿Y todo para qué? ¿Para seguir hundiéndote en el vacío inmenso que es tu vida?

Mis dedos se enroscaron en un puño y mis uñas se clavaron dolorosamente en la palma de mi mano. Eloise sabía dónde y cómo golpearme.

—Renunciar a él fue lo mejor que pude hacer—dije—. Tú lo sabes muy bien, Eloise. Le hice un inmenso favor al alejarme. ¿Has visto cómo es su vida ahora?

Pensé en algunas noticias que leí en internet. Él se veía inmensamente feliz con su esposa. Me imaginé que lo era aún más con su hijo. Estuve pendiente de Luca, siempre queriendo saber más de su vida. Era una masoquista. Veía sus fotos con ella dónde asistía a eventos, los besos compartidos en entrevistas. El orgullo que demostraba sus ojos cada vez que hablaba del pequeño Thiago.

Luca ya no me necesitaba.

—Tomaste esa decisión por él. No tenías derecho, Alayna.

Mi labio se frunció con rabia. ¿Por qué seguía escuchando esto? Estaba cansada de que me recordara el pasado.

—Luca tiene una familia, es feliz. ¿Sabes por qué? Porque yo lo quise así.

—¿Cómo sabes qué es feliz?

Una sonrisa triste vino a mis labios.

—Porque su esposa pudo darle el cuento de hadas que yo jamás podré. No soy la princesa, Eloise. Soy la villana y estoy bien con eso.

—La vieja Alayna que conozco jamás se rendiría. Siempre ha luchado por lo que quiere.

—Él me superó, Eloise. Es hora de que yo haga lo mismo —dije con pesar—. No puedo seguir viviendo del pasado. Se ha terminado para siempre.

—Alayna...

—No quiero hablar más de él —Le interrumpí—. Te llamaré otro día. Adiós.

Colgué la llamada y me tumbé de espaldas, mirando el techo. Cuando empecé de nuevo aquí en Siberia me dije a mí misma que viviría como si fuera el último, pero me sentía como la niña que reclutaron en la organización.

Me mordí el labio, sacudiendo la cabeza. Luca era un simple cliente, pero conforme lo iba conociendo aprendí mucho de él. No me costó enamorarme perdidamente. Y cuando menos me di cuenta se adueñó de mi corazón. ¿Lo peor? Jamás iba a recuperarlo.

Era inolvidable e insuperable.

—Me arruinaste, príncipe —susurré—. Me arruinaste.

Justo en ese instante, el timbre sonó. Me acerqué a la ventana de mala gana para ver de quién trataba. Había un hombre parado en el portón con un paquete en la mano. No recordaba haber comprado algo. Genial. Era el regalo que había mencionado Declan.

Me puse un abrigo antes de ir a recibirlo. Le di un generosa propina y agarré el paquete. Una vez dentro me encargué de abrirlo con impaciencia. Era un hermoso vestido de color dorado, guantes de seda blanco y peluca rubia. ¿Acaso pretendía que me disfrazara de princesa? Rodando los ojos, leí la pequeña nota incluida.

"Un vestido digno de una reina. Brillarás más que nunca en esa fiesta, será precioso ver como la manchas de sangre después"

—Declan G.

El vestido no era mi estilo, pero no iba a negar que era bonito. Luciría como una mujer inocente, un alma pura que pedía a gritos ser corrompida. ¿Y Boticelli? Caería en mis garras. Su muerte ya estaba anunciada.

👑

Luca

Sabía que era un error aceptar sus peticiones. Este viaje no sería de placeres, más bien de negocios que podrían resultar catastróficos. Tendría que duplicar la seguridad con la presencia de Isadora. No quería estar preocupado por su vida en el evento.

Evento que duraría horas.

Leí informes sobre Boticelli. Su historial en el mundo criminal estaba muy sucio como el de cualquier mafioso: tráfico de órganos y personas. ¿Por qué demonios debería involucrarme con un hombre repudiable? Me enfermaba. Yo no era un santo, pero jamás había caído tan bajo para obtener dinero.

Si me negaba él podría atacarme, lo tomaría como un asunto personal. Lo sensato era hablar personalmente con Boticelli y dejar claro mis puntos. No era un cobarde. No ignoraría el problema. Eric no estaría de acuerdo con el rechazo, pero seguía mis instintos desde que tomé mi posición.

Ya nadie iba a imponerme su voluntad.

Yo seguía mis propias reglas.

Me froté los hombros y disfruté la canción en mis oídos mientras corría en la cinta. El sudor se escurría por mi pecho desnudo. Pronto solucionaría este inconveniente. Mi tío jamás debió pensar en la posibilidad de que negociaría con Boticelli. Prefería que las cosas se mantuvieran como estaban.

—¿Luca?

Quité los auriculares de mis oídos, apagué la cinta y contemplé a Isadora con un suspiro agitado. Ella me tendió una sonrisa mientras sostenía una carpeta contra su pecho. No se veía enojada porque anoche evité dormir en la misma cama.

—¿Necesitas algo? —inquirí, acercándome y limpiando el sudor de mi rostro.

—Le hice una visita a mi padre y me enteré de algunas cosas.

Arqueé una ceja. No me agradaba la idea de ella sola en la mansión de su padre. Desde que lo conocí personalmente dejó ver su verdadera personalidad. Era un hombre violento que atormentaba a su hija. Se volvió peor cuando murió su amada esposa.

—¿Estás bien?

—Lo estoy—sostuvo Isadora—. Él ya no puede herirme, Luca.

—Es peligroso.

—Lo sé, pero debo aprender a enfrentarlo si quiero ser libre—Me entregó la carpeta y lo acepté con el ceño fruncido—. Yo conozco sus debilidades mejor que nadie.

No disimulé la sorpresa. La mayor parte del tiempo actuaba como una mujer amable, comprensiva y dulce. Nunca había visto este lado de ella.

—¿Cuál es tu punto?

—Aproveché su ausencia y robé información—dijo con un encogimiento de hombros—. Podrás encontrar sus balances de cuentas y sabrás en qué gastó hasta su último euro. También escuché que frecuenta a Lucrezia Rizzo. ¿Te suena?

El shock fue repentino y me costó responder. Lo último que supe de Lucrezia fue que decidió irse a vivir en Alemania. ¿Por qué estaría en contacto con Fernando? Eric me había asegurado que ella no tomaría represalias por lo sucedido con su hija y estaba empezando a dudarlo.

Era la madre de Marilla después de todo. Querría venganza en algún momento.

—No estamos en buenos términos.

—Sé que no—Isadora asintió—. No quiero que mi padre esté cerca de Thiago. La única manera de mantener a salvo a nuestro hijo es matando a la amenaza.

Los latidos de mi corazón sonaban tan fuertes que me lastimaban el pecho.

—No tienes nada que temer.

—Conozco a mi padre—insistió—. Él te dejó formar parte de su familia para mantener su posición en Palermo, pero cuando ya no seas útil buscará al mejor postor. ¿Quién será su garantía? Yo—Se tocó el pecho—. En el peor de los casos usará a Thiago y no puedo permitirlo. Solo lee los informes, Luca. Debemos adelantarnos antes de que Fernando lance su primer ataque. No puede llegar a mi bebé. No puede.

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Diversas teorías cruzaron mi mente después de mi conversación con Isadora. No podía estar tranquilo. Sabía que Fernando tarde o temprano tramaría algo en mi contra. Primero su banquero me robaba y ahora frecuentaba a Lucrezia. No me agradaba este giro inesperado. Me sentía perdido y la posibilidad de buscar nuevos aliados como había sugerido mi tío no sonaba tan descabellado.

Si tenía que recurrir a escorias para mantener a salvo a mi familia lo haría. Recurrir a Boticelli era una opción y no podía descartarlo. Ya no, maldita sea.

Una sonrisa se formó en mis labios mientras observé a mi hijo en su cuna. Estaba entretenido con el chupete, sus grandes ojos grises resplandecían. Thiago era perfecto. Él permanecía en mis pensamientos a todas horas: cuando estaba en el trabajo, estudiando, entrenando o incluso cuando soñaba.

Veía mucho de mí en él. Sería honesto al respecto: me gustaba la idea de que el niño fuera alguien que yo nunca pude ser. Salvaría su inocencia. Crecería de la manera correcta y solo él decidiría qué hacer con su vida.

Quería lo mejor para Thiago y tenía que asegurarme de que siempre fuera así. No me importaba seguir enfrentando a hombres despiadados, lidiaba con ellos todos los días. Y aunque cada vez se volvía más difícil, luchaba hasta el último aliento y recordaba que mi hijo estaba esperándome en casa.

—Hey, campeón—Él agitó sus pequeños brazos hacia mí así que lo acuné en mi pecho—. Mañana iré de viaje con mami, pero te prometo que regresaremos el mismo día.

Succionó el chupete, sus manos se entretuvieron con los botones de mi camisa. No podía explicar la sensación que me hacía sentir cuando estaba en mis brazos. No quería ser padre. No estaba preparado, pero sucedió y fue una de las mejores experiencias que me dio la vida.

—Viaje—dijo Thiago.

—Sí—Mi sonrisa era amplia—. Iré de viaje y te traeré nuevos juguetes.

Él chilló como si escuchar eso fuese lo mejor que le había ocurrido en el día. Tenía una colección permanente de juguetes que nunca terminaría de contar. Era un niño muy consentido y seguiría siendo así mientras viviera.

—La semana pasada le compraste nuevos juguetes de Lego —suspiró madre, adentrándose en la habitación—. Ni siquiera sabe usarlos, pero sí romperlos.

Me reí y besé la mejilla de Thiago. Él me miró con la boca abierta.

—Si mi hijo quiere el mundo entero, yo voy a comprárselo —respondí sin quitar los ojos de mi bebé—. El dinero no es un problema.

Madre negó y pretendió cargar a Thiago, pero él se aferró más fuerte a mis brazos.

—Estoy orgullosa de ti, Luca —dijo ella—. Hoy eres dueño del imperio que te pertenece y tienes un hermoso hijo. Cuidas a tu familia como a nadie, mejor de lo que pudo haber hecho Leonardo. Hiciste que nuestro apellido recupere el respeto que habíamos perdido.

Mi corazón se tiñó con violencia cuando oí el nombre de ese monstruo. Jamás le diría a mi hijo que me odió e hizo de mi vida un infierno. Leonardo Vitale no existiría en el mundo de Thiago.

—Me desagrada que hables de él, madre —refunfuñé—. ¿Debería prohibir su nombre para que no vuelvas a mencionarlo? Esa basura no debe ser recordado en esta casa nunca más. No merecía nada excepto el final que tuvo.

Las últimas palabras me provocaron escalofríos. La imagen del sótano vino a mi cabeza, ese regalo inolvidable que no podía sacar mi mente. Ella lo cortó miembro por miembro. Le arrancó la cabeza. Por mí.

—No podemos ignorar el pasado, Luca.

La rabia hirvió a fuego lento dentro de mí.

—Si haces el intento de superarlo, estaré muy agradecido —Thiago eructó y me hizo reír—. No quiero que le hables de ese monstruo a mi hijo. Leonardo no vale la pena.

Madre puso una mano temblorosa sobre su pecho.

—¿Ni siquiera le hablarás sobre ella? ¿Alayna Novak?

Mi corazón cayó en picadas.

Tristeza. Dolor. Dos cosas a las que estaba acostumbrado a sentir cuando nombraban a Alayna Novak. El sentimiento familiar me destrozaba.

—Eso no es de tu incumbencia —Deposité a Thiago en su cuna porque estaba alterándome—. Te amo, pero estoy cansado de que interfieras en mi vida. Le hablaste a Isadora sobre mi viaje y ahora quiere ir conmigo.

Su rostro se enrojeció.

—Lo siento—Se disculpó—. No creí que te molestaría.

Tomé una respiración profunda para intentar calmarme.

—¿Le dijiste algo relacionado a Alayna? —inquirí. Silencio—. ¿En qué demonios estabas pensando?

La pena rozó su expresión.

—Isadora preguntó, quería entender el amor que sientes hacia ella...

Detuve cualquier palabra cuando indiqué silencio. Thiago continuó en su cuna, ajeno a la discusión que ocurría a su alrededor. No quería armar un show frente a mi hijo. Sufrí muchos de estos episodios cuando era un niño.

—La próxima vez evita el tema si vuelve a pedirlo —Me pasé la mano por el pelo en un gesto enojado—. No tolero que intente comprender algo que está totalmente fuera de su alcance. No hará que mis sentimientos hacia Alayna cambien.

Madre asintió.

—Sé que no puedes olvidarla por mucho que hagas el esfuerzo.

El dolor punzó en mi corazón, haciéndome estremecer. Ya no quería seguir con esta conversación. Hablar de ella era doloroso, destructivo, insano. Nunca iba a superarla, no importaba cuando me esforzaba.

—Mañana iremos de viaje a New York y quiero que cuides a Thiago —evadí el tema—. Trataremos de volver ese mismo día cuando termine el evento.

Me hubiera encantado contar con los servicios de Amadea, pero ella renunció el año pasado. Decidió jubilarse y actualmente vivía en Florencia con su madre enferma. La echaba de menos. Prometí visitarla pronto.

—Por supuesto que voy a cuidarlo con mi vida —sonrió—. Cuenta con mi apoyo.

Me acerqué a ella y besé su frente.

—Sé que te preocupas por mí, pero no pretendas solucionar mis problemas con Isadora. Ella y yo tenemos un matrimonio concertado. No hay amor aquí y jamás habrá.

Murmuró otra disculpa.

—No volverá a ocurrir, cielo.

—Bien.

Me aparté y le eché un vistazo a Thiago. Sus ojos se entrecerraron lentamente, una señal de que estaba durmiéndose.

—Te amo —dije en voz baja—. Eres lo más preciado de mi vida.

👑

Alayna

El gran día había llegado.

Mastiqué el crujiente croissant cuando un lujoso auto estacionó frente a mi casa esa mañana. Bebí un sorbo de café mientras la ventana se abrió y me saludó Declan. Estaba vestido con un elegante traje, gafas de aviador y sonrisa de idiota. No le iba a durar mucho tiempo si planeaba retenerme después de esta misión.

—¿Lista para nuestra aventura?—preguntó.

—No hagas preguntas estúpidas.

Le entregué el vaso vacío de Starbucks al chófer y entré a sentarme al lado del irlandés. En cuestión de segundos nos dirigimos al aeropuerto. Me comentó que tenía su propio jet privado y el viaje a New York sería placentero. Algo que dudaba. Me estaba obligando a trabajar. Leí con atención el plan que le arrebataría la vida a Boticelli y me resultó aburrido. Nada sangriento, Derek quería algo rápido y efectivo. ¿Dónde quedó la diversión?

—Dime que por lo menos te gustó mi regalo.

—Lamento darte malas noticias, pero la respuesta es no.

Sus hombros se sacudieron por la risa.

—Elegí un atuendo adecuado que atraerá a Boticelli —comentó—. A él le gustan las rubias y mujeres modestas.

Todo lo opuesto a mí, no me interesaba.

—Hablamos mucho de cómo vamos a matarlo, pero no leí nada sobre el plan de huida.

—Improvisaremos —dijo Declan—. Ambos somos profesionales.

¿Ambos? Solo yo.

Llegamos al aeropuerto en quince minutos. El jet era pequeño y lujoso. El interior tenía todas las comodidades: asientos de cuero sin rasguños, una mesa ovalada que ofrecía aperitivos y bebidas. La azafata era exageradamente hermosa. Los asistentes de vuelo se hicieron cargo de mis maletas mientras me ponía cómoda con Declan. La fiesta era mañana, aunque el irlandés me explicó que prefería ir un día antes a New York para asegurarse de que todo marchaba bien.

—Señor Graham —saludó la azafata y me miró con una sonrisa—. Señorita.

—Hola, Alexa —dijo Declan—. Ella es Alayna y quiero que estés a su entera disposición el tiempo que dure el viaje.

La chica asintió sin borrar su brillante sonrisa. Piel oscura, ojos marrones y perfectos rizos adornaban su cabeza. Una belleza que nadie podría ignorar.

—Por supuesto, será un placer —contestó Alexa con una inclinación.

—Gracias —musité.

—No es nada. ¿Necesitan algo en especial?

Observé la exquisita comida y bebida sobre la mesa. Tuve suficiente con el croissant y el café.

—Estoy bien —Le hice saber.

Ella miró a Declan.

—¿Y usted, señor Graham?

—Nada por el momento, pero más tarde sí —Le dio una mirada sugerente que la puso un poco temblorosa—. Retírate.

—Que tengan un buen viaje, señor.

¿Se acostaba con ella? Por supuesto que sí. Alexa se retiró mientras Declan se servía una copa de cóctel con aceituna. El día estaba hermoso: soleado y nubes celestes. Nada que ver al clima frío de anoche.

—Estamos listos para despegar, señor Graham —Un asistente de vuelo se acercó.

Declan sonrió.

—Perfecto, Gustav—Me echó un vistazo—. ¿Te gusta volar?

—Depende de las circunstancias —aclaré—. Ahora mismo no.

Las turbinas sonaron y luego el Jet empezó a impulsarse para ascender.

—Haré que este viaje sea más que satisfactorio, Alayna —afirmó con una sonrisa—. Lo prometo.

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