Capítulo 4 👑

Tres años atrás. Londres, Inglaterra.

Alayna

Escuché sus gritos angustiados mientras exclamaba mi nombre. Reuní cada fuerza de voluntad para no abrir la puerta del armario y correr a sus brazos. Debía renunciar a él antes de que ambos terminemos hundidos en este océano de sufrimiento.

Yo no era buena para él y jamás podría darle lo que necesitaba. Además, tenía nuevas metas que seguir y quería combatir a mis demonios por mi cuenta. No iba a lograrlo con Luca. Necesitaba renacer. Necesitaba empezar de nuevo sola.

Estaba en un callejón sin salida.

—¡Alayna! —gritó él—. ¡Sé que estás aquí!

Me cubrí la boca con las manos y calmé los latidos de mi frenético corazón. La ansiedad era demasiada y estaba tentada a enfrentarlo. ¿Por qué no lo hacía? Temía cometer errores que lamentaría después. Prefería vivir con su odio antes que seguir arrastrándolo a mi oscuridad. No quería consumirlo.

—Puedes registrar todos los rincones, pero no la encontrarás —incitó Caleb—. Alayna no está aquí.

—¿Se fue sin decirme nada? ¿Sin despedirse? —Escuchar el padecimiento en su voz me rompió el corazón—. Ella no es ninguna cobarde.

Sollozos con hipo escaparon de mis labios y las lágrimas caían libremente de mis ojos. Permanecí inmóvil en el armario, deseando morir en ese instante. ¿Cobarde? No me consideraba una, pero sí tenía el valor suficiente para renunciar al amor de mi vida. Luca merecía a alguien mejor.

—Alayna tiene otros planes y tú no formas parte de ellos—dijo Bella—. Olvídate de ella y sigue con tu vida, Luca.

—Alayna me ama y solo puedo ser feliz con ella a mi lado.

—Tu insistencia es inútil. No la encontrarás, vete.

—¡No hasta que me digas dónde está! —insistió él—. ¡¡Alayna!!

Pasos se aproximaron hacia el armario dónde permanecí escondida y lo vi desde la grieta que tenía la puerta. Su cabello castaño estaba alborotado, su pecho subía y baja por la ira y el dolor. Lucía tan destrozado que tenía la necesidad de volver a reconstruirlo. Ojalá pudiera unir sus piezas sin herirlo, pero sabía que era imposible. Era defectuosa.

—Cuando Alayna mete una idea en su cabeza es difícil quitársela —suspiró Caleb—. Ella no quiere volver a verte.

Los hombros de Luca cayeron en derrota.

—Quiero que me lo diga ella misma. Quiero que me mire a los ojos y me jure que no me ama. No renunciaré fácilmente.

—Por favor... —imploró Bella—. Deja de hacer esto.

Era incapaz de recuperar el aliento a través de mis lágrimas, mi cuerpo temblaba incontrolablemente. Dejé que mi mente divagara con la esperanza de poder bloquearlo todo. Deseé desaparecer ahí mismo. No podía vivir con este dolor.

El dolor que significaba vivir sin él.

—Estuvo aquí hace dos semanas y se fue sin decirnos a donde iba—murmuró Caleb.

Luca observó cada parte de la habitación y me sentí aliviada de que no tocara el armario. No me creía capaz de esconderme aquí. No creía que caería tan bajo.

—¿Están seguros de que no saben nada?

—Soy la primera persona que los apoya como pareja y amaría que estén juntos—continuó Bella con pesar—. Pero ella no quiere ser encontrada, menos por ti. Lo siento, Luca. Vive tu vida y olvídala para siempre.

👑

Estudié mi reflejo mientras pintaba mis labios. El vestido azul marino con mangas largas abrazaba mis curvas a la perfección y me quedaba como un guante ajustado. La abertura del lado izquierdo mostraba el muslo lo suficiente para distraer a cualquiera. El maquillaje era pesado y oscuro al igual que mi cabello. Me puse un par de tacones con tiras para completar mi increíble apariencia.

Declan no me quitaría los ojos de encima y ese era el plan. Quería meterme en su piel hasta que no tuviera opciones de complacerme en todo. Se convertiría en mi títere, un peón obediente. Caería en mis redes y nadie lo salvaría.

No era competencia para una mujer peligrosa.

Me puse un abrigo de piel sintético y después me encontré con Declan en la salida. Estaba recostado contra su auto, fumando un cigarro para entrar en calor. Sus ojos adquirieron un brillo lujurioso cuando me vio llegar. Apreciaba cada parte de mí. Lucía lo más cerca a la perfección. Yo era hermosa físicamente y siempre fui consciente de mi aspecto.

—Te ves impresionante—dijo un poco sin aliento y contuve la sonrisa—. Tus fotos no te hacen justicia.

—Los acosadores no son atractivos—respondí a cambio y soltó una carcajada.

Caminé hasta su auto y me abrió la puerta, disimulando ser el caballero que no era.

—No me voy a disculpar, es parte de mi trabajo.

—Extorsionarme, claro. Excelente trabajo.

—No soy tu enemigo, Alayna.

—Tampoco eres mi amigo—Le recordé.

Se frotó la mandíbula y señaló el asiento del pasajero.

—Déjame llevarte a cenar y luego podrás juzgarme el resto de la noche.

—Ya lo hice cuando te vi por primera vez—sonreí—. Solo invítame la mejor botella de vino y terminemos con esto. Muéstrame que eres digno de mi tiempo.

Su risa sonó divertida y profunda.

—¿Te han dicho que eres excesivamente egocéntrica?

Me encogí de hombros.

—Egocéntrica no es la palabra que yo usaría —mascullé—. Se llama confianza y yo la porto muy bien. Varios hombres y mujeres me han dicho que es mi cualidad más atractiva. ¿No crees lo mismo, Declan?

—Estoy seguro de que tienes otras cualidades que te hacen aún más atractiva.

—Tengo muchas —acepté—. Soy una mujer excepcional.

Se mordió el labio.

—Apuesto a que sí.

Entré en su lujoso Bentley mientras me abrochaba el cinturón de seguridad y él se posicionaba en el asiento del conductor. Puso el auto en marcha, encendió el estéreo y pronto una canción de Bon Jovi llenó el espacio. Tenía buen gusto con la música, le concedía eso.

—¿Dónde planeas llevarme? —pregunté, curiosa.

—A uno de los mejores restaurantes de Siberia, según Google.

—Solo conozco una y hay que llamar con antelación para conseguir una reservación.

—Lo tengo bajo control.

—Oh, ya lo veremos—dije—. Pensé que planeabas matarme y lanzar mi cuerpo al río más cercano. Siempre se puede cambiar de opinión, ¿no?

Alzó las cejas y me miró brevemente.

—¿Realmente crees que quiero matarte? No está en mis planes por ahora, no cuando antes deseo arrancarte ese vestido.

Ahogué la risa que quería salir.

—¿Y quién dijo que voy a permitir eso?

Asintió con seguridad y sonrió.

—Sucederá —aseguró—. Tú y yo lo sabemos, Alayna.

No contesté y observé las calles pasar mientras él conducía. Pensé en la vieja Alayna, esa que no desperdiciaba la oportunidad de divertirse con la primera persona que le atraía para un revolcón casual. Sin embargo, últimamente todo se sentía insignificante.

Nadie volvería a marcarme como lo hizo Luca.

👑

Declan estacionó el auto frente a Most y definitivamente era el restaurante que solía concurrir. Examinó mi expresión y sonrió con altanería cuando asentí y admití que tenía buen gusto. Idiota fanfarrón. Le dio las llaves al valet y yo salí sin esperar que me abriera la puerta.

—Vamos —Me ofreció su brazo y acepté.

Caminamos juntos hasta el interior cuando la anfitriona se acercó. Sus ojos amables miraron a Declan y después a mí.

—¿Tienen reservación? —preguntó con cautela, esperando la respuesta.

Declan se aclaró la garganta y respondió con un fluido ruso que me sorprendió.

—Por supuesto. A nombre de Declan Graham.

La joven leyó su nombre en la lista y después nos sonrió.

—Adelante, por favor. Tienen reservada la mesa diecisiete, segundo piso.

Se necesitaba al menos una semana de antelación para reservar una mesa en este restaurante, pero no me sorprendía que Declan lo consiguiera. Le sobraba dinero y tenía un talento para convencer a las personas. Un atributo que noté en él cuando lo conocí noches atrás. Era un excelente manipulador.

—Gracias—Le guiñó un ojo a la anfitriona y ella se sonrojó.

El irlandés puso una mano en mi espalda y me condujo al segundo piso con paredes de cristales que tenía una vista de la ciudad y copos de nieve caían lentamente. Me deslicé en una silla mientras Declan se sentaba frente a mí.

—Estabas muy convencido de que aceptaría tu invitación—comenté—. Y luego dices que yo soy excesivamente egocéntrica.

Me miró por encima del menú, sus labios se arquearon en una sonrisa triunfal.

—Me gusta pelear por lo que quiero.

Crucé mis piernas bajo la mesa.

—No lo dudo.

La camarera apareció con una botella de vino tinto en la mano. Le quitó el corcho con precisión antes de verterlo en las dos copas.

—¿Qué van a ordenar? —inquirió.

—He oído bastante sobre el pelmeni de cordero con salsa blanca—contestó Declan—. Acompáñelo con ensalada de lechuga.

La camarera anotó su pedido en la libreta y me observó.

—A sus órdenes, señor Graham. ¿Algo especial para usted, señorita?

—Sopa de capeletti con pollo—ordené—. Que el plato no esté lleno, por favor.

—Estarán listos en diez minutos. Volveré pronto—anunció, retirándose.

Moví la copa de vino entre mis dedos ante la atenta mirada de Declan. El ambiente era agradable y relajante. Extrañamente se sintió bien tener compañía.

—Dijiste que teníamos negocios de qué hablar—Bebí un pequeño sorbo de vino—. ¿Qué podrías ofrecerme además de tu descarada extorsión? Después del mal trato que he recibido de los Graham dudo que desee algo con cualquiera de ustedes.

La comisura de sus labios se torció.

—Me disculpo de nuevo por el desafortunado primer encuentro. Derek no debió ordenar que te golpearan—Sonaba arrepentido—. Le advertí que empezamos con el pie izquierdo.

—No espero mucho de monstruos como tú y él.

Hizo una mueca.

—No golpeo a mujeres.

—No, solo las vendes y prostituyes. Qué gran diferencia.

Soltó una brusca exhalación.

—Hay muchas diferencias entre Derek y yo. Más de lo que crees—explicó—. No me entrometo en sus negocios, pero esta fue una excepción.

Arqueé una ceja.

—¿Porque Alberto Boticelli está involucrado?

—Ya veo que investigaste por tu cuenta.

Lamí la gota de vino en mi labio superior.

—Soy una mujer precavida.

Una mirada intrigante cruzó sus rasgos.

—No esperaría menos de ti—dijo—. Nada escapa de tus manos, ¿eh?

—Nunca he dejado vivo a mis objetivos, nadie ha sido la excepción.

Se rió. Era una risa ronca y genuina, un hoyuelo se asomó en su mejilla.

—Entonces me convertí en uno de tus objetivos.

—¿Qué esperabas? ¿Un pase libre a mi cama después de que me amenazaste con vender a mi mejor amiga? —El enojo circuló por mis venas—. Te metiste con alguien que me importa y nunca lo olvidaré. Estás advertido, Graham.

La camarera regresó con nuestros platos. El delicioso aroma de la sopa subió a mi nariz, pero quería terminar con esto lo antes posible y largarme.

—Espero que disfruten la cena—La joven hizo una reverencia.

Declan le sonrió y yo asentí.

—Gracias.

El irlandés fue por la ensalada mientras yo bebía otro trago de vino.

—Fuimos alertados sobre ti hace dos años—masculló Declan después de tragar con cuidado—. El rumor de que derribaste varias redes de tratas en Europa se extendió rápidamente y Derek estaba alarmado. Sabía que irías por él tarde o temprano.

No podía luchar contra la sonrisa que se extendió por mi rostro.

—Una rata escurridiza como él pudo librarse muy bien. Mi objetivo era rescatar a dos chicas, pero una cosa terminó en otra y no me resistí a destruir varios negocios en el camino.

—También mataste a todos aquellos que considerabas una amenaza para el bienestar de tus protegidas—Sonaba fascinado mientras hablaba—. Entregaste a los mafiosos más buscados y rescataste a cerca de cien víctimas.

Levanté mi copa de vino.

—Veo que estás enterado de mi historial y me da gusto saberlo. El siguiente serás tú si no te quitas de mi camino.

No se inmutó por la amenaza y continuó disfrutando su cena. Era impredecible y eso lo hacía más peligroso que Derek. Ocultaba su verdadera personalidad detrás de su amabilidad mientras su hermano era una bomba destructiva que no se contenía.

—Derek no va a dejarte ir. Cuando mates a Boticelli, seguirá obligándote a cumplir su voluntad. Te convertiste en un reto para él, quiere domarte.

—Lo sé, no será el primero ni el último que lo intente.

Masticó con calma.

—Fascinante...

—¿Qué quieres de mí exactamente?

—Tus servicios —contestó—. Cuando matemos a Boticelli, podemos seguir trabajando juntos. Derek no será ningún problema, yo me haré cargo de él. Ni siquiera notarás su existencia. Estoy ofreciéndote protección y dinero, Alayna.

Qué propuesta más corriente.

—El caso es que... —dije, mirándolo fijamente—. Yo soy mi propia protección y no necesito ninguna. En cuanto al dinero, tengo de sobra. Fui muy clara con tu hermano, no trabajo para nadie.

Asintió.

—Derek sabe que eres valiosa y no te dejará ir. Estuviste escondida tres años aquí en Siberia y nadie ha sido capaz de encontrarte hasta él.

Ni una fibra de miedo se movió en mí.

—Puedo usar mejores medios. Todo tiene solución en esta vida excepto la muerte.

—Viajaremos a New York dentro de cinco días para acabar con Boticelli —expuso. El idiota asumió que aceptaría y no se equivocó—. Organizará una fiesta y veremos la forma de entrar. Mientras tanto, tienes tiempo de pensarlo, Alayna. Únete a mí o habrá consecuencias. Derek no es alguien fácil de matar.

Hundí la cuchara por primera vez en la sopa y le di una probada. Seguía caliente. Nada mal.

—Como dije antes... —sonreí perversamente—. No hago excepciones, Declan. Nadie escapa de la muerte cuando se acerca. Ni siquiera tu amado hermano podrá.

👑

Luca

La sala de reuniones estaba llena.

Después de la muerte de Leonardo, nos volvimos muy unidos en la familia. Asumí el papel de Don y Capo. Los cargos más importantes de la Cosa Nostra mientras mi tío Eric era el Consigliere. Gian y Luciano se convirtieron en respetados subjefes. Todo estaba bajo control.

Con el apoyo del gobernador y una buena reputación, mi negocio cada día era más fructífero. Ni siquiera le había dado oportunidad a la competencia. Moretti tenía a Roma, ¿pero yo? Próximamente iría por toda Italia.

El primer año fue difícil. Mi recuperación era lenta y levantarme de la cama fue un reto que me costó superar. Había dejado de lado los negocios porque mi principal objetivo era encontrar a Alayna.

Meses de búsqueda se convirtieron en frustraciones y finalmente me rendí cuando me reuní con Caleb en Inglaterra. Él me pidió que renunciara a Alayna. Me aseguró que ella no quería ser encontrada por mí. Era su hermano y la conocía mejor que nadie. Lo tomé como un mensaje de Alayna.

Ella había tomado su decisión y yo también.

¿Por qué aferrarme a alguien que no estaba segura de sus sentimientos por mí?

No quería un amor a medias.

Quería un amor sin miedos ni dudas.

—Fernando se ha vuelto imprudente—comentó Luciano—. La semana pasada fue captado saliendo de un prostíbulo. Nos está perjudicando con sus estupideces.

El año pasado murió su esposa y no había vuelto a ser el mismo desde entonces. Algunas de sus transacciones salieron mal y ganó varios enemigos en Palermo. Tuve que intervenir porque de lo contrario sería el siguiente en la tumba. Creí que necesitaba tiempo para procesar la pérdida, pero sus actitudes demostraban lo contrario. Derrochaba dinero en prostitutas y apuestas, las estadísticas de las próximas elecciones no estaban a su favor y desquitaba su ira con Isadora. Odiaba que la tratara mal. No quería a ese bastardo cerca de mi familia, mucho menos de mi hijo.

—No quiero que nadie intervenga en esto—Aparté mis ojos del ordenador y puse los codos sobre la mesa—. Fernando se ha convertido en una molestia que pronto debemos eliminar.

Gian sonrió.

—Qué conveniente. Si el gobernador está muerto serás libre de darle el divorcio a tu esposa.

No lo negué.

—Eso no debería ser prioridad—alegó mi tío Eric—. Fernando aún tiene influencias en Palermo y puede hundirnos si se lo propone.

—¿Entonces qué sugieres?

—Su alianza no durará para siempre y debemos evitar posibles enfrentamientos. En este caso es mejor buscar a otro proveedor que nos garantice seguridad y estabilidad.

—¿Tienes un nombre en mente?

—Recibí varias llamadas de su parte, pero no concluyó en nada. Pidió hablar contigo personalmente—informó—. Pensé que podrías invitarlo en tu aniversario de boda como cortesía.

Apreté la mandíbula.

—¿Sabes cuál es mi regla principal? No involucro a mi familia en los negocios—declaré—. La fiesta de aniversario es importante para Isadora y no voy a arruinarlo trayendo a mafiosos en mi casa. Descarta esa jodida invitación.

Levantó las manos.

—Bueno, te tocará ir hasta él. Es un aliado potencial y no deberías desperdiciar esta oportunidad.

—¿De quién estamos hablando?

—Alberto Boticelli.

La mayoría de sus consejos me ayudaron a lo largo de tres años, pero siempre venían con precios muy altos. No solo había perdido a la mujer que amaba, también gran parte de mi libertad. No estaba seguro de si quería tomar los siguientes riesgos. Alberto Boticelli era repugnante y la última persona en quién recurriría.

—Solo olvida mi aniversario—dije con un suspiro—. Los medios de comunicación estarán presentes y debo actuar como un esposo feliz. No necesito más estrés ese día.

Gian reventó la goma de mascar en su boca y sonrió socarronamente. Luciano permaneció en silencio, observando. Solo daba su opinión cuando lo consideraba oportuno.

—Liana quería presentarte a algunas amigas para ayudarte con tu problema de impotencia —masculló con burla—. Ella está obsesionada de que tengas un orgasmo y olvides a la innombrable.

La rabia escoció mis entrañas. Primero la mariposa en el jardín y ahora Gian la traía a nuestra conversación. ¿Por qué sus recuerdos no podían dejarme en paz?

—Dile a Liana que no necesito ningún favor —espeté—. Te sugiero que cuides tu lengua la próxima vez. Puedes perderla, Gian.

Se rió más fuerte y mi molestia aumentó.

—Olvidé que es un tema sensible.

—Cierra la boca.

Eric se aclaró la garganta y me tendió una carpeta con diversos papeles. Ese tema debía quedar en el olvido o perdería mi poca compostura. Me ponía de mal humor cuando alguien la mencionaba.

—Dejemos de lado tu obsesión con Alayna Novak —murmuró y me enfurecí. Me estremecí ante la rabia desenfrenada que se dirigió hacia mí. Odiaba que él hablara de ella. Una parte de mí no lo toleraba. ¿La razón? No lo sabía—. Necesitas enfocarte en los negocios. Cada día llegan nuevos acuerdos.

Leí varios artículos de contrabandos siendo incautados en el puerto de Palermo. No era mío, pero me generaba intriga. ¿Quién salió perdiendo esta vez?

—Moretti domina Roma y solo su mercancía se encuentra en la ciudad —explica Luciano—. Tenemos prohibido la entrada ahí y perdimos una cifra incalculable. No somos los únicos, también los antiguos socios de tu padre.

Me puse cómodo en la silla.

—Ahora ellos buscan mi ayuda.

Gian asintió.

—No pueden meter sus mercancías en Roma, pero pretenden hacerlo en Palermo y Sicilia —añadió—. Alberto Boticelli quiere reunirse contigo en New York pronto y hablar más de su propuesta. Todas sus mercancías fueron saboteadas apenas llegaron al puerto y está furioso.

—Moretti le propuso un trato, pero quiere llevarse el cuarenta por ciento del contrabando —dijo Luciano entre risas—. Maldito bastardo.

Moretti siempre siendo una molestia. ¿Cuándo desaparecería este tipo? Había causado muchos problemas desde que llegó a mi vida. Le agradecería eternamente su ayuda con las chicas. Gracias a él y mi tío Eric ellas regresaron con sus familias, pero el rencor aún prevalecía.

—¿Qué recibo a cambio en el caso de que permita sus mercancías en mi territorio? —cuestioné.

Eric levantó las cejas.

—No quiere decírtelo por teléfono, prefiere hablarlo en privado.

—Organizará una fiesta en su casa, vive en New York —dijo Gian—. Estamos más que invitados.

Suspiré a pesar de que no me convencía. ¿Qué otras opciones teníamos en la mesa? Ninguna.

—Confirma mi presencia, quiero saber que tan buena es su propuesta.

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