Capítulo 3 👑

Luca

La cara de Kiara estaba pálida, su cuerpo era tembloroso y sus ojos se llenaron de lágrimas. Era como si la sangre hubiera dejado de bombear en sus venas. No sabía cómo tomar su reacción. Algo la atormentaba y por alguna razón no quería decírmelo. ¿Por qué? Le asustaba hablar.

—¿Qué sabes sobre Alayna? —La miré fijamente y eso pareció intimidarla—. Pasaron tres años y dudo que haya algo que no sepa. ¿Verdad, Kiara?

Apartó los ojos.

—Tienes razón, pasaron tres años—susurró y agachó la cabeza—. No tiene sentido escarbar en el pasado.

Mi mano se aferró a su brazo cuando intentó darme la espalda. En silencio estaba gritándome miles de secretos, pero tenía la sensación de que diría nada. ¿Qué la detenía? Pensé que había confianza entre nosotros.

—¿No tiene sentido qué? —inquirí, enojándome—. ¿De qué diablos hablas? Ya abriste tu boca, será mejor que termines cualquier cosa que tenías en mente. Tú misma me dijiste que ella se fue del hospital sin despedirse de mí. Me dejó porque no le importo.

El miedo se profundizó en su rostro mientras retrocedió lentamente.

—Sí —dijo despacio—. Es lo que sucedió.

Mis ojos se detuvieron en la mirada de pánico en su rostro. El sentimiento de traición recorrió mi cuerpo, la rabia hirvió en mis venas. ¿Por qué la mencionaba? ¿Por qué hablar de ella cuando trataba de superarla? ¿No podía ver cuánto me lastimaba?

—¿Estás segura de que es solo eso? —presioné.

Me dio un débil asentimiento.

—Sí —contestó con rigidez—. Debo ir a estudiar. Que tengas una buena noche, Luca.

Se zafó de mi agarre y la vi desaparecer en su habitación. Mi corazón se contrajo mientras apoyé mi espalda contra la pared y cerré los ojos. No pensaría sobre el asunto, no le daría relevancia, Kiara no me ocultaba nada.

Y ella...

Se fue, nunca volvería a verla, mucho menos entraría a mi vida.

Alayna Novak estaba muerta.

Lo estuvo desde el día que me abandonó en el hospital y destrozó mi corazón.

👑

Pasé las siguientes horas encerrado en mi oficina. Leí apuntes, bebí whisky más de lo normal y observé la noche desde mi ventana. Sabía que pronto debía ir a buscarla. ¿Estaba entusiasmado? No, pero necesitaba hacer que nuestro matrimonio funcionara de algún modo. Avanzar y no estancarme en este laberinto que no tenía salida.

Cuando dije sí en el altar, prometí que la haría feliz, pero sentía que estábamos en nuestro peor momento. Isadora lloraba constantemente y yo me encontraba perdido. No podíamos seguir así, ambos nos hacíamos daño. No quería que Thiago creciera con padres que apenas toleraban tocarse.

No la amaba.

Nunca podría.

No quería que Isadora me tuviera rencor, aunque no la culparía si fuera el caso. Ya había soportado muchos de mis desplantes y la cuota de paciencia se estaba agotando. La única salida era el divorcio y matar a Fernando para que no le hiciera daño.

¿El problema? Isadora insistía en que nuestro matrimonio tenía salvación. Yo no. A veces solo deseaba tomar el primer avión y buscar por mi cuenta el jardín donde se encontraba la mariposa. ¿Valía la pena seguir aferrada a ella cuando no dudó en abandonarme?

La respuesta me aterraba.

Regresé a mi escritorio y le eché un vistazo a la galería de mi celular. Contemplé la foto del último evento que habíamos asistido juntos. Ella con su hermoso vestido blanco mientras nos mirábamos con adoración. Tenía la misma expresión que reflejaba mi rostro. Eso era amor. ¿Cómo pudo renunciar a mí fácilmente? ¿Nada de lo que vivimos juntos significó algo para ella?

—Me estoy volviendo loco sin ti, mariposa—susurré.

La puerta de mi oficina chirrió cuando se abrió y vi a Isadora ingresar vestida con nada más que una bata. Su cabello rubio estaba suelto, sus ojos marrones llenos de tristeza. ¿Cuánto tiempo estuvo esperándome? ¿Cinco? ¿Seis horas? Ya casi era de madrugada. Mierda.

—No fuiste como prometiste —musitó.

Me froté los ojos, agotado de estar encerrado en este frío lugar. Necesitaba ir a la cama, pero no con ella.

—Lo siento —me disculpé—. No me fijé en la hora. Firmé varios papeles y leí algunos apuntes de mi próximo examen. No soy consciente del tiempo desde que empecé a estudiar.

Había decidido cumplir mi sueño de estudiar medicina. Llevaba tres años de carrera avanzada y mi más grande anhelo era obtener el ansiado título. Algunos creerían que era estúpido debido a mi profesión de mafioso, pero confiaba en que algún día dejaría esta vida y me dedicaría a lo que realmente quería.

Los exámenes no eran fáciles y consumía la mayor parte de mi tiempo. Agradecía que mis primos y mi tío Eric me ayudaran con los negocios. Nunca podría solo con tantas responsabilidades. Igualmente pensaba pausar mis estudios hasta el invierno. Quería dedicarme a Thiago y resolver algunos asuntos que necesitaban mi intervención.

Todo era demasiado complicado. Entre lidiar con mi matrimonio, criar a mi hijo, seguir en la mafia y cuidar a mi familia me estaba volviendo loco.

—Siempre tienes una excusa, ¿no? —Isadora me miró con los ojos entrecerrados—. Si no son tus estudios, es tu trabajo o tu madre. Estoy cansada, Luca.

Guardé el celular en mi bolsillo y me froté el rostro.

—Yo también estoy cansado, Isadora—Mi voz sonó ronca—. Discúlpame, no han sido buenos días. Solo... dame espacio.

Sus labios temblaron. La culpa y la angustia me consumieron. Carajo, no debí hacerle una promesa que no podría cumplir.

—¿Quieres que te dé espacio? —Se cruzó de brazos, indignada y dolida—. Me dijiste que esta noche serías mío y al igual que todas tus promesas quedaron en la nada. Si te resulta tan insoportable tocarme, nunca debiste darme falsas esperanzas. ¿Por qué me mientes? ¿Es muy difícil decir que no?

Negué con tristeza.

—Isadora, yo...

Mientras colocó una mano sobre su pecho, con lágrimas en los ojos, dio un paso cerca de mí y tocó mi mejilla cubierta de barba. El movimiento me tomó desprevenido. ¿Por qué era tan comprensiva? ¿Por qué seguía poniendo su fe en mí? No merecía su afecto, mucho menos su amor.

—No vamos a funcionar nunca —murmuró, alejándose—. Quedó demostrado más de una vez. Fue tonto de mi parte presionarte a hacer algo que no quieres. Lo siento, no volverá a suceder. La próxima vez buscaré a mis amantes para ahorrarme otra humillación.

Si la dejaba ir ahora, mañana sería peor. ¿Y yo? El mismo desastre que reprimía sus emociones por una mujer que ya no estaba presente en mi vida y nunca volvería.

—Sí, sí quiero —solté—. No te vayas.

Se detuvo en la puerta para mirarme.

—¿Qué dijiste?

Tragué saliva, no había vuelta atrás. ¿Qué daño podría hacernos un último intento?

—Quiero estar contigo.

Me miró y estaba seguro de que había arruinado las cosas o había dicho algo incorrecto. ¿Por qué la ilusionaba? Me prometí a mí mismo que no volvería a hacerlo. Isadora sabía que mi corazón le pertenecía a alguien y jamás iba a recuperarlo.

—Shh... no llores —Me acerqué y limpié la lágrima que cayó por su pálida mejilla—. No derrames ni una sola lágrima por mí. No lo merezco, Isadora.

Sacudió la cabeza entre sollozos.

—¿Por qué me haces esto? —preguntó—. Sé que Thiago es lo único que nos une, pero no quise perder mis esperanzas. Creí que eventualmente nuestro matrimonio funcionaría. La tonta aquí soy yo, no tú.

Cerré los ojos un segundo.

—No eres ninguna tonta —afirmé—. Eres una mujer maravillosa que merece ser amada incondicionalmente. No recibir sobras de un imbécil que está jodido y marcado.

—Me hubiera gustado conocerla, saber cómo es la mujer que logró robarte el corazón. ¿Qué tiene ella que yo no?

Un tenso silencio se produjo entre nosotros, el latido de mi corazón pareció detenerse. Ella sabía cuánto significaba cierta mariposa en mi vida. Le había contado todo, las experiencias que compartimos, el amor que sentía por esa mujer. Nunca me juzgó, mucho menos se expresó mal de Alayna y tampoco le guardaba rencor.

Isadora era una gran persona. Me ayudó a salir de la depresión, sostuvo mi mano en tiempos difíciles y me impulsó a asistir a terapia. Me animó a perseguir mis sueños sobre la medicina y criaba a nuestro hijo con mucho cariño.

—Nunca te compares con ella—mascullé—. No vuelvas a hacerlo.

—Lo siento.

Corrí una mano por mi cabello y regresé al escritorio para servirme otro vaso de whisky con hielo.

—Voy a encontrar una manera de librarte para siempre de tu padre —expresé, bebiendo un trago—. Después te enviaré a un lugar donde podrás hacer lo que quieras si deseas irte. Serás una mujer libre, Isadora. Retoma tus estudios, diviértete, conoce a otros hombres que realmente te aprecien.

Soltó un aliento entrecortado.

—¿Qué sucederá con Thiago si eso llega a ocurrir?

—Vamos a encontrar una manera de criarlo juntos —respondí—. Siempre he dicho que él no tendrá la misma infancia que yo.

Isadora me abrazó y envolvió los brazos alrededor de mi cintura. Apoyó la cabeza en mi pecho, el olor de su perfume me rodeó. Era injusto darle esperanzas, pero esta noche quería olvidar. Ya mañana volvería a torturarme porque no tenía a quién quería realmente.

—Eres un gran hombre, Luca.

Nunca volvería a ser el mismo de antes. Tenía la mente en ruinas y mi corazón estaba roto. Había una oscuridad creciendo dentro de mí. Se alimentaba de mi dolor, ennegreciendo mi alma. Me estaba quebrando, no estaría satisfecho hasta que me destrozara completamente.

—Quiero ser un buen hombre por nuestro hijo.

Sonrió.

—Ya lo eres.

—Y esta noche me gustaría estar contigo.

Se estremeció.

—Luca...

—Te dije que sería tuyo.

La ilusión resplandeció en sus cálidos ojos marrones.

—¿Estás seguro? —inquirió—. No debes sentirte obligado...

Puse una mano en su nuca y aplasté mis labios contra los suyos. Esa era la respuesta que obtendría de mí. Isadora me devolvió el beso desesperadamente y la levanté en mis brazos, llevándola hasta la habitación. Sus gemidos eran jadeantes, dulces, ansiosos, mientras los míos profundos, casi desquiciados.

Aterrizamos en la cama y ella fue directamente hacia mi camisa, rasgando los botones. Yo me encargué de quitarle la bata mientras observé cada detalle de su cuerpo. Su piel era hermosa y suave a pesar de las estrías. Demasiado pequeña, vulnerable. Sabía que se sentía insegura después del parto, pero a mí no me importaba las imperfecciones.

—Te deseo tanto—gimió.

No respondí mientras buscaba un condón en la cómoda y me lo puse. Otro bebé no estaba en mis planes. Solo quería una cosa de Isadora ahora mismo e iba a tomarlo. Pasaron tres meses desde que estuve con una mujer, pero se sintió como un largo siglo. La última vez que sucedió fue con ella, de hecho, en el sofá de mi oficina. No había tocado a una mujer desde entonces. No podía obligarme a hacer nada con nadie más, no cuando todo lo que veía eran grandes ojos azules y sonrisa seductora.

—Luca... —Se quebró Isadora—. Te quiero.

—Shh...

Una vez desnudos, me posicioné entre sus piernas abiertas y aparté la mirada. Cada parte de mí temblaba y no sabía la razón. Mi pene estaba duro cuando posicioné la punta dentro de ella y empujé sin ningún cuidado. Apreté la mandíbula y cerré los ojos. Mi fuerte gemido fue inesperado, incluso para mí. El sexo se sentía vacío desde hacía tres años. No había pasión, solo deber.

—Mírame—suplicó Isadora—. Soy yo, somos nosotros.

Acunó mi rostro con las manos y me besó dulcemente. Con la intimidad del beso, me relajé y traté de concentrar mi mente en ella. Me moví despacio, buscando algo que había perdido. Isadora jadeó más alto contra mis labios cuando me moví.

—Nadie se sentirá como tú —musitó entre jadeos—. Nadie me provocará el mismo efecto que tú. Te amo, Luca.

Mi estómago se revolvió y mi corazón rugió contra mi esternón. La intensidad con la que me contemplaba era tan fuerte que me perturbaba. Odiaba no corresponder a sus sentimientos. Si pudiera amar a otra mujer, esa definitivamente sería Isadora Rossi.

—Isadora —Le advertí con los dientes apretados—. No digas nada, por favor.

Clavó las uñas en mis hombros.

—¿No te gusta escuchar que eres el único hombre de mi vida?

La observé con los ojos entrecerrados, viéndola retorcerse y morderse el labio inferior. Sus tetas rebotaban, sus pezones marrones estaban erectos, suplicando atención. Los apreté con mis puños y fui compensado por más gemidos de necesidad.

—No, no me gusta escuchar que me amas —admití—. No cuando jamás podré corresponder a tus sentimientos.

Me dio una expresión herida, pero era todo lo que pude soportar. Se aferró a las sábanas cuando volteé su cuerpo y la obligué a ponerse de espaldas a mí. Ahogó sus gritos con una almohada y miré como su trasero rebotaba cada vez que embestía contra ella. Sus gritos eran más desesperados, su espalda se arqueó mientras empujaba desde atrás. Era la posición que solía usar con ella. Prefería no ver su rostro durante el acto porque conocía mi mente y era capaz de traicionarme pronunciando su nombre.

—Luca...

Con varios embistes profundos, logré encontrar el punto dónde quería alcanzar. Mi orgasmo llegó duro y rápido, no había forma de detenerlo. Isadora me siguió segundos después mientras culminaba en el condón y salía de su interior. Maldita sea.

Me acosté en la cama, mirando el techo con la respiración agitada. El sudor cubrió mi frente, mi pecho y cada centímetro de mi piel. ¿Eso era todo? Había follado con otra mujer, pero tarde o temprano regresaba el familiar vacío. Nada lograba satisfacerme excepto la masturbación mientras imaginaba su hermoso rostro.

Alayna Novak me había jodido de mil maneras posibles.

—¿Alguna vez funcionaremos y seremos felices? —preguntó Isadora sin aliento, acurrucándose a mi lado.

—No lo sé, Isadora—susurré y me cubrí el rostro con el antebrazo—. No lo sé.

👑

Desperté temprano para pasar la mañana con mi hijo. Pronto debía hacerle una visita al gobernador y hablar sobre los próximos planes de la ciudad. El negocio iba muy bien. Los prostíbulos abrieron, pero no había menores de edad trabajando porque me aseguraba de eso. Muchas mujeres regresaron porque creían que no tenían mejores opciones o era todo lo que conocían. La diferencia era que ahora escogían a sus clientes y nadie usaba la violencia en ellas.

Entendí que no podía controlarlo todo por mucho que me enojara. No era mi elección. Hoy tenía un hijo y era mi mayor preocupación. Su seguridad y educación era lo más importante en mi vida. Los demás quedaron en segundo plano.

Me dirigí al jardín con Thiago en mis brazos mientras Laika y sus dos cachorros nos seguían. Milo y Coco. El año pasado tuvo cuatro crías con el nuevo perro de Gian. Peleé con mi primo a causa de eso porque ningún perro ordinario había tocado a mi amiga hasta ese día. Yo me hice cargo de dos cachorros y Gian conservó al resto.

El patio de la mansión lucía asombrosa con las flores que Kiara se había encargado de plantar. Ella tenía cierta fascinación por la jardinería y desde la muerte de Leonardo llenó nuestra casa de rosas, girasoles y margaritas. Thiago amaba pasar las mañanas aquí.

Kiara se había convertido en una mujer hermosa. Varios pretendientes se presentaron a tocar nuestra puerta cuando cumplió la mayoría de edad, pero ella hizo su elección y Luciano ganó su corazón. Le prometí que jamás la controlaría. Ella era libre de hacer lo que quisiera y si deseaba estar con Luciano no iba a prohibirle nada. Era una adulta.

—¿Alguien te ha dado golosinas esta mañana? —pregunté con sospecha y él negó con la cabeza rápidamente—. No me mientas, campeón.

Thiago alcanzó mi corbata y jugó con él. Sus ojos grises observaron con curiosidad la tela mientras balbuceaba algo sobre chocolates y adiviné al instante quién le había dado golosinas. Tenía que ser obra de mi madre. Esa mujer lo consentía más de la cuenta.

—Algo habrás hecho para sobornar a tu abuela—suspiré con cansancio y él se rió.

Cada día me sorprendía lo mucho que se parecía a mí. Era mi copia. A pesar de que no fue planeado en absoluto lo amaba y jamás lo consideraría un error.

—Papi...

Mis labios se estiraron en una sonrisa y lo acuné en mi pecho. Su perfume de bebé se convirtió en mi aroma favorito. No podía esperar para enseñarle más cosas: jugar al balón, estudiar, defenderse y cómo ser un buen hombre. Él sería todo lo que yo nunca pude.

—Sí, soy papi —dije—. Eres mi mundo entero, Thiago.

Nos acercamos a una perfecta rosa justo cuando una mariposa azul y con alas negras hizo lo mismo. Inhalando un fuerte aliento, traté de componerme. ¿Por qué seguía en todas partes? La veía en mi habitación, mi cama e incluso en mis sueños.

Recordé sus ojos azules, sus labios carnosos curvados en una sonrisa perversa. El movimiento de su cuerpo cada vez que caminaba con una confianza que nadie poseía. La recordé a ella, su risa, sus bromas crueles, sus comentarios sarcásticos cuando estaba muy enojada o la forma que me suplicaba por más cuando la follaba.

Alayna...

Los lloriqueos de Thiago me hicieron regresar a la realidad y lo dejé sobre el césped. Mi pequeño hijo corrió, Laika y sus cachorros atentos a él.

—Vuela, mariposa —susurré—. No regreses a mi corazón nunca más.

👑

Alayna

La nieve se había derretido un poco y el sol resplandecía en el cielo. Me puse la capucha y corrí más rápido mientras Born To Die de Lana Del Rey sonaba en los auriculares. Ocho grados de frío, pero si me quedaba un segundo más encerrada en las paredes de mi casa me volvería loca. Necesitaba despejar mi cabeza.

Aún no le había dado una respuesta concreta a Declan, pero el tiempo se agotaba y la vida de Eloise estaba en peligro. No podía dejarla a su suerte. Nunca me lo perdonaría. Llamé a Caleb y le pedí información sobre los hermanos Graham. Prometió tenerlo listo hoy mismo.

Quería saber todos los detalles sobre ellos, estudiar a mis enemigos. El trato era claro: yo mataba a Boticelli y dejaban en paz a Eloise, pero sabía que no era tan simple como lo hacían ver. Me convertirían en una esclava y no me dejarían ir.

Tenía que recurrir al plan B.

Me ganaría la confianza de ambos, sería la mercenaria que necesitaban y después los mataría. Era la única forma de garantizar la seguridad y el bienestar de Eloise. ¿Cómo haría para borrar la diana de su espalda? Pronto aparecerían otros enemigos y la usarían nuevamente en mi contra. Odiaba aceptarlo, pero condené a Eloise cuando me acerqué a ella. Maldita sea. Su vida nunca volvería a la normalidad.

Mi celular me alertó de una llamada y ralenticé los pasos mientras contestaba.

—Hola, Caleb.

—Dime que es una maldita broma, Alayna. ¿Qué hiciste para involucrarte con la mafia irlandesa?

Su tono molesto me obligó a detener los pasos y me senté en un pequeño banquillo de la plaza. Algunas personas me miraban raro por mi ropa deportiva, pero soporté cosas peores que el frío. Fui electrocutada y ahogada en una piscina con hielo como método de entrenamiento. Correr bajo la nieve con una temperatura mínima no era nada.

—Cálmate, ¿de acuerdo? No es mi culpa esta vez, lo prometo—suspiré—. No quería involucrarte de nuevo, pero estoy siendo extorsionada y necesito tu ayuda. ¿Qué averiguaste de ellos?

—En efecto, Derek Graham es el bastardo hijo de puta más temido de Irlanda. Su fuente de dinero son las drogas, pero también la trata de blanca. Perdió clientes cuando salvaste a las chicas porque varias de ellas lograron identificar a sus secuestradores y gracias a sus testimonios rescataron a otras víctimas que él mantenía cautivas.

—¿Qué me dices de Declan?

—No hay mucho de él—explicó—. Me dijeron que solo se involucra en los negocios cuando es necesario. El líder es Derek.

—¿Cuál es la relación que tienen con Alberto Boticelli?

Hubo una breve pausa.

—Hay una larga historia detrás, un asunto personal. El padre de ambos, Cian Graham, era amigo de Boticelli, pero en 1996 se desató una guerra y adivina quién fue la causante.

Sonreí.

—Una mujer.

—Exacto. La familia Graham está en guerra con la familia Boticelli desde entonces y se puso peor cuando Cian decidió quitarse la vida. Derek ha intentado matar a Alberto para vengar a su padre y no pudo conseguirlo.

—Nada nuevo, por supuesto—Rodé los ojos—. Rechacé la oferta de trabajo y usaron a un recurso muy bajo. Me extorsionaron con Eloise. Si no accedo van a matarla o venderla al mejor postor.

—Hijo de puta...

—Te juro que no tengo otras opciones, Caleb.

—¿Piensas que van a dejarte ir fácilmente? Cuando mates a Alberto querrán más de ti. Escuché esta historia antes, Alayna. No voy a permitir que esos bastardos jueguen contigo.

Me concentré en una pareja enamorada que se besaban con pasión bajo la nieve.

—Puedo sola. Mataré a Boticelli y luego iré por los hermanos Graham.

—No eres invencible.

—Auch, tu poca fe en mí me conmueve. ¿Alguna vez he fallado?

—Siempre hay una primera vez para todo—suspiró—. Recuerda que me tienes a mí, ¿de acuerdo? No estás sola, Alayna. Ya no.

La emoción obstruyó mi garganta y sonreí. A pesar del tiempo jamás perdería su toque de hermano sobreprotector. Él velaría por mí sin importar que tuviera ochenta años. Estuvo más pendiente desde mi ruptura con Luca y llamaba todos los meses para saber cómo estaba. Nos pasábamos horas hablando de tonterías que terminaban en risas y anécdotas nostálgicas. Caleb era el mejor hombre que había conocido.

—Lo sé—musité—. Dile a Melanie que la quiero mucho y mándale saludos a Bella de mi parte. Espero visitarlos pronto.

—Estarán encantadas de recibirte.

—Hasta pronto, Caleb.

Finalicé la llamada y miré de nuevo a la pareja. Él le susurraba algo y ella reía con las mejillas sonrojadas. Lucían adorables y perfectos. Me pregunté si tenía la misma expresión cuando Luca me hablaba o hacía sus comentarios fuera de lugar.

El amor lucía bonito, engañoso, una mentira para disfrazar la verdadera realidad. Era una trampa mortal y destruía cada parte de ti cuando terminaba. ¿Lo peor? Nunca volverías a ser la misma persona.

No existía vida después del amor.

Eso lo había comprobado.

👑

Regresé a mi casa trotando y me encontré con una desagradable sorpresa. Vi a Declan parado cerca del portón con las manos cruzadas detrás de su espalda. Saqué la navaja de mi bolsillo y avancé hacia él. Puse el arma nivelada en su cara, lista para rebanar su piel si era necesario. No apreciaba que invadieran mi espacio personal. Tres años escondida y este bastardo creía que podía venir aquí sin invitación.

—Tienes cinco segundos para retirarte de mi propiedad—advertí—. Largo de aquí.

Mantuvo las manos en el aire, actuando inocente e indefenso.

—¿Esa es la manera de hablarle a tu nuevo amigo?

Mis labios se apretaron con desdén.

—Vete de aquí —siseé—. Tú y yo no somos amigos. Has cruzado una línea peligrosa y no estás perdonado. Eras tú, ¿verdad? Me espiaste en el cementerio.

Sonrió.

—Te veías hermosa fumando.

Arrastré la navaja por su barbilla y una gota de sangre manchó su piel. Declan no respiró y tampoco se defendió. Me examinó de pies a cabeza antes de lamer sus labios. Incluso con todas esas increíbles cualidades de su cuerpo, no podía quitar mi atención de sus ojos. Eran de un verde pálido, hermosos, hipnotizantes. Sus cejas eran el rasgo prominente y lo que la gente probablemente notaba. Gruesas y arqueadas, oscurecían su expresión.

—Te condenaste a ti mismo, Graham. Tu error fue creer que podías desafiarme y salir ileso después sin afrontar ninguna consecuencia—Me nivelé a su altura, hablando cerca de sus labios—. Despertaste al demonio y es hora de correr.

Sus labios se estiraron hasta formar una amplia sonrisa. Me recordaba a un depredador, siempre atento para devorar a su presa. Aunque yo no era una presa.

Era la cazadora.

—No quiero correr—dijo con naturalidad—. Quiero ir a una cita con la mujer más hermosa de Rusia.

Me tensé.

—Sal de mi propiedad. Ahora.

—No hasta que me digas que sí—insistió—. Tú y yo necesitamos hablar de negocios que nos beneficia a ambos.

No había ningún testigo cerca. Podría matarlo y desaparecer el cuerpo, pero luego tenía que lidiar con su hermano que iría detrás de Eloise. Era mejor acercarme al enemigo y fingir que este trabajo no me molestaba tanto. Demostrar tus verdaderas emociones eran un error y yo lo sabía más que nadie.

—Dame treinta minutos y estaré lista.

Declan se rió.

—¿Al menos me invitarás a pasar? Hace frío.

Aparté la navaja.

—No estás invitado—dije, dando marcha atrás—. Soy una chica y me gusta verme bien. Ponte cómodo.

—Soy capaz de esperar una eternidad —Su tono era seductor —. Cualquier cosa por una mujer tan hermosa como tú.

Sentí sus ojos en mi culo mientras le daba la espalda y entraba en mi casa. ¿Me deseaba? Era obvio y lo usaría a mi favor.

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