Capítulo 26 👑

Alayna

Sentí una especie de Deja vu cuando el taxi me dejó frente a la mansión Vitale y me quité las gafas de sol. Hacía tres años vine a esta casa por razones completamente distintas. Mi única misión era acabar con Leonardo Vitale, pero no esperaba enamorarme de mi protegido.

Y ahora estaba de regreso para recuperar lo que siempre fue mío.

Avancé a la caseta de vigilancia y los soldados me miraron conmocionados. Muchos de ellos todavía me reconocían. Alguien habló por los auriculares y en cuestión de segundos me dejaron pasar. Mis botas con tacones resonaron contra el asfalto y me mordí el interior de la mejilla.

Cada matiz de la extravagante mansión blanca era llamativa y bien cuidada. Arqueé una ceja al ver a los francotiradores en los tejados. Bien. Con el ataque de Fernando el príncipe había duplicado la seguridad, pero no fue suficiente. Siempre había algo que podía escapar de sus manos y en ese caso Luca no tuvo en cuenta que su propia gente no era fiable.

Tardé un minuto en llegar a la entrada principal. Las ornamentadas puertas de cristal permanecieron abiertas por dos soldados mientras me acercaba. Haciendo caso omiso de sus presencias entré a la sala de estar. Vi la figura de Kiara en la escalera circular que conducía al segundo piso. Su chillido emocionado curvó mi boca en una sonrisa.

—¡Dios mío! —Bajó corriendo las escaleras y vino a recibirme—. ¡No podía creer cuando los guardias me dijeron que Alayna Novak estaba aquí!

La abracé torpemente y le di palmaditas en la espalda.

—Hola, Kiara.

Se apartó sin soltar mi mano con una flamante sonrisa. Ya no era la adolescente de hacía tres años. Era una mujer joven. Mejillas suaves, labios rosados y entreabiertos. Sus ojos grises resplandecían con júbilo. Nuestro último encuentro aquel día fue doloroso. Si tan solo hubiera escuchado sus súplicas...

—No puedo creer que estés de regreso—titubeó y contuvo el sollozo—. Tengo tantas cosas qué decirte.

—Me encantaría beber un café contigo. ¿Puede ser en otra ocasión?

—¡Oh, claro! —exclamó—. Mi hermano lleva toda la mañana ansioso por verte. Entonces volvieron, ¿eh? Estoy tan feliz por ustedes, nunca debiste irte.

Sus palabras hicieron que la tristeza pesara más y sentí como mi corazón se quebraba por milésima vez. Lamentaría esa decisión el resto de mi vida.

—Definitivamente tenemos mucho qué decirnos en ese café.

Kiara se sonrojó.

—Sí, por supuesto. Luca está en el jardín—Me guiñó un ojo—. Ya conoces el camino.

—Gracias, Kiara.

Empecé a avanzar, pero su voz me detuvo.

—Cuando Luca regresó de ese viaje en Irlanda nunca lo había visto tan feliz, Alayna.

La miré sobre mi hombro.

—Él me devolvió las ganas de vivir.

Con eso me alejé y avancé al jardín de la mansión. Fui atraída por el sonido de una risita infantil. Me quedé en la distancia mientras veía a Luca jugar con su hijo. La cara del pequeño irradió con las mejillas sonrojadas y no pude evitar la sonrisa en mis propios labios ante la imagen. Era una adorable visión.

Viendo a Luca en esa etapa me di cuenta de que Eric tenía razón. Yo jamás podría darle ese momento de felicidad. Él estaba orgulloso de su niño y juraría que no cambiaría ningún evento del pasado porque eso significaría que Thiago no existiría.

Para ya, Alayna.

Me costó encontrar el valor de acercarme. Necesitaba apagar las inseguridades de mis pensamientos antes de que me llevara a rincones oscuros que no quería explorar. El príncipe me amaba y me había demostrado de muchas maneras que yo era suficiente para su felicidad. Mató por mí. ¿Qué otra prueba de amor era mejor que esa?

Caminé despacio hasta detenerme frente a ellos. Luca sostuvo a su hijo en un gesto protector como si tuviera miedo de mi reacción. ¿Qué esperaba? ¿Una serpiente venenosa que atacaría? La idea me ofendió y mi rostro se convirtió en una máscara inalterable. Se me cerró la garganta y él me miró con cautela.

—Pensé que no vendrías—dijo, su voz grave y ronca.

Las emociones que me absorbieron en ese instante eran demasiado. El niño era una réplica exacta del hombre que amaba. Sus ojos grises llenos de vida me miraron atentamente. El cabello castaño era un poco más claro, pero cuando sonrió me recordó mucho a Luca. Era perfecto, dulce y gentil. Podía jurar que fue criado con amor y dedicación. Sin violencia ni terror.

—Es él.

El niño se chupó el pulgar y me robó otra sonrisa. Pude ver cómo los hombros de Luca se relajaron al instante.

—Sí—respondió—. Alayna, te presento a mi hijo Thiago.

No sabía cómo actuar ni qué decir. Así que solo me quedé en silencio mientras el diminuto humano agitaba sus brazos hacia mí. Miré horrorizada a Luca quién se mordió el labio para contener la sonrisa.

—¿Quiere que yo lo cargue? —inquirí con ojos amplios—. Olvídalo.

—Por favor, no le niegues ese capricho.

—¿Cómo se carga a un bebé? Nunca toqué uno y no quiero lastimarlo.

—No vas a lastimarlo, Alayna.

—¿Qué pasa si vomita?

—Thiago es un niño educado.

—Pero...

—Cállate, no vas a herirlo. Míralo, él ya te ama.

Thiago no se rindió. Sus ojos grises se entrecerraron en dirección al collar de mariposa en mi cuello y ahí lo entendí. Luca me había comentado la fascinación que tenía por ellas. Con mucho cuidado acepté la oferta y lo tomé en mis brazos. Olía tan bien. A inocencia y pureza. Me daba miedo tocarlo con las mismas manos que había arrebatado cientos de vidas y estaban sucias.

—Se parece a ti—comenté—. Es tu pequeño clon.

El diminuto humano alargó la mano y sus deditos empezaron a tirar el collar de mariposa. Si no amara tanto el regalo de su padre se lo daría, pero tenía un valor sentimental así que lo aparté con cuidado de su alcance.

—La mayoría de las personas que lo ven opinan lo mismo—sonrió Luca.

Elevé un poco a Thiago que soltó otra risita de felicidad. Luego me arrebató las gafas de sol y empezó a tironear mi cabello.

—Es tan hermoso—musité—. Solo mira sus ojos.

Le ayudé a ponerse las gafas que lo hizo ver como una mosca de lo grandes que eran y estallé en carcajadas. Luca me acompañó en la broma.

—Le gustas—dijo—. No suele sonreír con extraños.

Lo apreté un poco más fuerte contra mí.

—Él también me gusta.

Extendí al pequeño hacia su padre y Luca lo cogió en sus brazos. Acercándolo, le dio un beso en la cabeza. Thiago lo abrazó y bostezó. ¿Cómo pasó por su mente que yo podría rechazarlo? Lo amaba y eso significaba aceptar cada pedazo de él. Lo quería en todas sus facetas. Príncipe, rey, padre. Era mío.

—Nunca lloré tanto en mi vida cuando Isadora me dio la noticia de su embarazo—Se rió con dolor y una especie de nostalgia—. La mayoría de los hombres se sienten felices en un momento como ese, pero yo pensé que te perdí para siempre.

La culpa ardió en su mirada. No lo abandonaba cada vez que me daba explicaciones.

—Tú mismo lo dijiste. Él no es un error.

—Me aterraba—continuó—. Me aterraba no amarlo porque no fue concebido con la mujer de mi vida.

—Para—presioné un dedo en sus labios—. Todo eso forma parte del pasado y te prometí que íbamos a superarlo. Thiago es tu hijo y aprenderé a amarlo. Bueno, debo admitir que acaba de conquistarme—La sonrisa vino de inmediato—. Le encantan las mariposas.

Me miró con una sonrisa en la cara.

—Eres perfecta, Alayna Novak. Estoy muriéndome por besarte como el adicto que soy.

Retrocedí, sacudiendo la cabeza.

—No delante de él—Le advertí. Thiago agitó los brazos mientras Luca lo bajaba al suelo con mucho cuidado. Dos pequeños cachorros se acercaron al notar mi presencia y me miraron con las orejas elevadas. Eran idénticos a Laika—. ¿Cómo se llaman?

—Milo y Coco.

Me agaché y acaricié a ambos en las orejitas. Al principio fueron un poco tímidos, pero una vez que encontraron la confianza me saltaron y lamieron mis manos. Saldría de aquí apestando a perros. Lástima. Me había esmerado tanto con mi aspecto.

—Suficiente—dije, pero ellos no se detuvieron.

Escuché la risa de Luca cuando algo impactó contra mi cuerpo a la velocidad de un rayo. Una lengua húmeda lamió mi mejilla y me tomó dos segundos notar que se trataba de Laika. La terrorífica Doberman con orejas puntiagudas y cola corta. El animal soltó un gemido angustiado por no haberme visto en mucho tiempo y me sorprendió que me siguiera recordando. Se lanzó al pasto boca arriba con la panza descubierta sin dejar de mover la cola.

—Tranquila—La arrullé, pero ella continuó lloriqueando—. Alguien me extrañó.

—Lo hicimos—corrigió Luca.

Sacudí mi ropa y me paré su lado. El niño empezó a correr por el jardín, persiguiendo las mariposas. Era tan adorable que solo quería protegerlo de todo mal.

—¿Crees que su madre estará de acuerdo? Te advertí que no lo vería si no contaba con su aprobación. Esto ha sido una excepción.

Luca me atrajo a su cuerpo sin poder resistirse e inmediatamente me perdí en el aroma de su colonia.

—Ella no te prohibirá nada. Isadora es una buena persona.

—No pretendo ocupar su lugar.

—Lo sé, amor.

—Pero quiero que mi relación con Thiago sea buena mientras tú y yo estemos juntos.

Me apartó y me miró con el ceño fruncido.

—Tú y yo siempre estaremos juntos. Vas a lidiar con mi trasero incluso cuando sea un anciano obsesivo.

—En ese entonces ya no seré tan atractiva.

—Tú siempre serás hermosa.

Rodé los ojos.

—Sí, claro.

—Hablo en serio, Alayna. Eres hermosa y mía—sentenció. Aprovechó que Thiago no nos veía para besarme y arrastró la mano a mi trasero—. Jesús, quieres volverme loco. ¿Qué traes puesto hoy?

Sabía que le gustaría mi atuendo. El mono enterizo me quedaba increíble y se ajustaba a cada parte de mi cuerpo. La mejor parte era que resaltaba mi trasero. La nueva debilidad de Luca.

—Es solo ropa.

—Lo amo, pero será difícil quitártelo—suspiró con frustración.

—Guárdatelo en tus pantalones, Vitale.

—Imposible contigo vestida así.

—Idiota pervertido—Me agarró la barbilla y me robó otro beso con mordiscos en los labios. Ansiaba mucho más, pero no estábamos en el sitio adecuado. No quería que fuera raro para el pequeño. Él estaba acostumbrado a ver a una mujer con su padre y esa era Isadora—. Luca...

—¡Papi! —Thiago regresó y nos apartamos como si estuviéramos en llamas—. ¡Mira! ¡Mira!

Sostenía un gusano de aspecto repugnante en la mano y sonreí orgullosa. Era una oruga.

—¿De dónde lo sacaste? Te dije que no toques cosas que pueden ser peligrosas—Luca le quitó el gusano de la mano—. Es asqueroso.

—Asqueroso —repitió Thiago.

Era tan lindo.

—En realidad son inofensivas mientras permanezcan en su capullo de oruga —expliqué—. Otras no tanto. La especie más peligrosa de las mariposas se llama Quelonias. Son hermosas con inmensas alas que no pasan desapercibidas en ningún lugar. Ni siquiera los depredadores se acercan a ellas por miedo a morir intoxicados.

Thiago me escuchó con atención, Luca negó con una sonrisa en la cara.

—¿Ahora nos darás clases sobre mariposas?

—Son mi especialidad, será un honor.

Besó la frente de su hijo.

—Lo llevaré con Kiara un segundo. Necesita un baño urgente —dijo en tono de disculpa —. Quédate aquí.

Resoplé. Este hombre no olvidaría fácilmente las veces que hui.

—No voy a correr.

—Más te vale.

Lo vi irse con su hijo y los perros siguiéndolo. Apreté el collar en mi puño y solté el aliento que estaba conteniendo. No salió tan mal como creía. Thiago era perfecto. No tenía experiencia con los niños. Melanie fue la primera que se ganó mi corazón y mi protección, pero cuando miré a esa criatura sabía con certeza que haría cualquier cosa para protegerlo.

—Es un niño muy travieso—Luca regresó—. Te dije que era bueno con las primeras impresiones.

Sonreí.

—Eres un padre increíble.

Miró el inmenso jardín, su expresión era una de melancolía.

—Quiero que cumpla cada uno de sus sueños. Quiero que sea un hombre honesto y no se dedique a este nefasto mundo. Thiago merece mucho más.

—Sé qué harás lo correcto.

Alcancé su mano y uní nuestros dedos. Sus ojos se iluminaron, ofreciendo una de sus verdaderas y sinceras sonrisas.

—Lo hiciste muy bien—susurró, pasando los nudillos por mi mejilla—. Estaba nervioso por tu reacción.

—Él no tiene la culpa de nada.

—No sé cómo lo logras, pero haces que me enamore más de ti cada segundo que pasa. Eres maravillosa.

—Solo contigo.

—Te mostraré un lugar. Ven conmigo—Me tendió la mano y acepté mientras avanzamos lejos del jardín. Apreté el bolso contra mi hombro y traté de seguirle el ritmo. Sus pasos eran apresurados, casi desesperados.

—¿Qué estás tramando? —Llegamos a una pequeña casa de madera cubierta por flores y árboles. Empujó la puerta chirriante y me di cuenta de que aquí se guardaban varias herramientas de jardinería. Había muebles viejos, cortinas mohosas y ventanas empañadas—. Luca...

Apenas pude procesar lo que estaba sucediendo cuando me puso de espaldas a él y empezó a trabajar en el cierre de mi ropa. Sus ásperas manos acariciaron mi piel y me arqueé ante su toque. Yo también lo anhelaba. Me gustaba que nunca pudiera contenerse a mi alrededor.

Me agarró la barbilla, inclinándola hacia su boca para poder reclamar la mía. Gemí mientras me rendía y escuchaba el susurro de la tela abanicándose alrededor de mis piernas. Quedé casi desnuda excepto por la pequeña tanga negra.

—Alayna...—Su boca se alejó de la mía y no pude evitar inclinarme hacia él, necesitando más. Podía sentir la aspereza de su chaqueta de traje contra mi espalda desnuda—. Pasarán años y yo nunca me aburriré de ti. ¿Cómo es posible que esté tan hambriento?

Enganchó los dedos en el fino encaje de mi tanga y tiró de él. La tela se deshizo, dejando un escozor en mi piel. Apoyé las palmas en la puerta y lo miré por encima del hombro. Nuestros ojos se conectaron todo el tiempo mientras trabajaba en la cremallera de su pantalón.

—¿Has pensado en mí de esta manera durante estos tres años? —preguntó—. ¿Cuántas veces te quedaste despierta deseando que esté entre tus piernas?

—Todo el tiempo—confesé con un débil gemido—. Me he tocado pensando en ti.

Gruñó.

—Deseé que estuvieras desnuda en mi cama, esperándome después de tener un día fatídico. Estaba dispuesto a hacer un pacto con el diablo para que me cumpla la fantasía.

—Ya no tienes que fantasear, estoy aquí a tu merced. Fóllame, príncipe.

Mi cabeza cayó sobre su hombro cuando una de sus manos bajó hasta mi clítoris y lo pellizcó. Con un gemido, retiró los dedos y lo sustituyó con su pene. Se introdujo profundamente dentro de mí haciéndome temblar. Mis uñas se hundieron en la puerta, mi boca se abrió en un jadeo silencioso.

—Ah... —Me llenó de escalofríos y una sensación de plenitud—. Nunca nadie se ha sentido como tú. No sé qué me has hecho, Luca.

Escuché su fuerte respiración en mi oreja, la forma en que su pecho subía y bajaba. Se salió un segundo antes de volver a introducirse de golpe y me tapó la boca con la mano para callar mis gritos. Noté como estiraba mis paredes y sentí un leve pinchazo de dolor por su tamaño. Maldito infierno.

—¿Quieres que pare?—jadeó.

Negué, el sudor resbaló por mis sienes.

—Te mataré si lo haces.

Me agarró por la cintura y empezó a penetrarme. Mi columna vertebral se arqueó y ya no pude soportar el peso de mi propio cuerpo. Luca colocó una mano en mi nuca mientras me ponía sobre mis manos y rodillas en la polvorienta alfombra. Estaba más profundo en esa posición.

Y me folló.

Me folló tan fuerte que me hizo ver estrellas. Levanté el trasero mientras él golpeaba duro. Lo miré sobre mi hombro, gimiendo por su expresión. Sus ojos grises estaban atentos en su erección, que entraba y salía de mí. Estaba demasiado ida. Lo necesitaba así siempre. Quería sentirlo todo. Reclamar cada centímetro porque él era mío.

—Míranos—exigió Luca y forzó mi barbilla a la izquierda dónde un espejo mostraba nuestros cuerpos desnudos—. Mira lo bien que encajamos. Mira lo preciosa que eres.

Mis ojos azules brillaban en la tenue iluminación y mi boca estaba hinchada a causa de los besos. El cuerpo de Luca se curvó sobre el mío mientras me follaba. Su cabello castaño cubría su frente sudorosa, su mejilla manchada por el labial rojo. Sus abdominales se flexionaban con cada embestida. Era tan erótico. Era un dios.

—Luca...

La humedad se acumuló entre mis piernas, mi mente se quedó en blanco cuando un orgasmo feroz era arrancado de mí y desgarró mi cuerpo con un grito de placer.

—Sí—jadeó Luca, golpeando sus caderas contra las mías—. Sí, mariposa.

A través del espejo vi cómo apretó la mandíbula mientras retorcía mi cabello en su puño y me follaba brutalmente. Su cuerpo se agitó de tensión y no pudo prolongar el orgasmo. Sus ojos se oscurecieron, gritó mi nombre y se apartó dejando que restos de su semen ensuciaran mis piernas débiles.

—Mía —dijo, la posesión llenó su voz—. Eres mía, Alayna.

👑

Nos acurrucamos desnudos en el viejo sofá. Pasamos mucho tiempo besándonos y explorándonos con las manos como si volviéramos a conocernos. Mi cuerpo seguía temblando por las réplicas de placer y lo odié un poco porque tenía que enfrentar pronto a su familia. ¿Qué pensarían cuando me vieran en esas condiciones? Me burlé de mí misma por darle importancia a algo tan estúpido.

—¿A cuantas mujeres has follado aquí?

Luca se rió.

—A ninguna.

—¿Ni siquiera a tu esposa?

Esa pregunta fue suficiente para arruinar el momento y me arrepentí por soltarla. Luca se puso tenso.

—No, Alayna. Solo a ti—dijo—. Nunca se sintió así con ella, nunca fue intenso ni consumidor. Las veces que sucedió lo hice por deber.

Un gusto amargo inundó mi boca.

—Siento haberte causado todo ese dolor.

—Ya lo has recompensado desde que nos reconciliamos—sonrió—. Y recién estamos empezando.

Puse los ojos en blanco y me enderecé para buscar mi ropa. Luca siguió mi ejemplo, besándome el hombro.

—¿Todavía quieres irte a Rusia?

—Mmm...—dije, recogiendo mis zapatos y me los puse con rapidez—. Tal vez.

Proseguí a ponerme con paciencia el mono mientras Luca me ayudó con la cremallera.

—La demanda de divorcio sigue en curso y con los contactos adecuados me llevará máximo dos meses—Me rodeó con sus brazos—. La justicia se pondrá del lado de Isadora si utiliza el adulterio como excusa y harán que el proceso sea ágil.

—¿Qué hay de tu hijo?

—Vamos a compartir la custodia. Ambos llegamos a ese acuerdo hace un tiempo.

—Quiero que todo salga bien, quiero estar contigo sin que ese maldito papel esté en medio. Odio pensar que de algún modo todavía le perteneces a ella.

—Sabes que no es así—presionó mi mano en su pecho desnudo dónde latía su corazón—. Esto es solo tuyo, siempre será tuyo.

Me mordí el labio.

—Sería mejor si ella no tuviera tu apellido.

Apareció esa sonrisa presumida y petulante en su apuesto rostro.

—No debería excitarme tanto que seas territorial.

—Si tuviera el apellido de otro hombre no sería gracioso, ¿verdad?

Su mano inmediatamente me rodeó el cuello y me aprisionó contra la puerta.

—Ninguno de ellos quedará tan bien como el mío—hundió sus dientes en mi barbilla—. Alayna Novak de Vitale suena increíble.

—No más que Luca Vitale de Novak.

—Mmm... —dijo con una ligera sonrisa de suficiencia—. ¿Por qué no ambos?

—Lo debatiremos en otra ocasión. Tu familia debe estar preguntándose qué estamos haciendo.

—No es incumbencia de nadie, ya no permito que interfieran en mi vida.

Lo aparté y alcancé mi bolso para buscar un labial rojo. También me apliqué un poco de perfume en un intento de disimular su esencia en mi cuerpo. Todavía tenía restos de semen entre mis piernas y el pensamiento me hizo ruborizar. Luca se puso la camisa y la chaqueta.

—Gian y Liana me han recibido muy bien, Kiara también—admití—. Tu madre supongo que será otra historia.

Su suspiro detrás de mí me alborotó el cabello.

—Mi madre fue la primera persona que me alentó a buscarte en Irlanda. Ella ya no es la misma mujer que has conocido hace tres años. La muerte de mi padre la ha cambiado para bien.

—Nunca la consideré una mala persona. Es bueno saber que aprovechó la segunda oportunidad que le ha dado la vida—dije—. El único que tiene mi profundo odio es Eric. ¿Dónde está? Dudo que nuestro reencuentro sea civilizado.

—Está muy ocupado en Sicilia.

Ese cobarde no era lo suficientemente hombre para enfrentarme.

—Él no vale la pena, no vale ni un segundo de mi tiempo. A menos que sea un traidor y necesitas que lo mate. Solo dame la orden.

Frunció el ceño.

—Recuerda que ya no eres mi guardaespaldas.

—Tengo una deuda pendiente con él.

—Lo pagará. De un modo u otro lo pagará.

Me tendió la mano y salimos juntos de la pequeña casa. En la sala encontramos a Kiara con Thiago en sus brazos y Luciano a su lado. Este último levantó las cejas con diversión cuando vio nuestros aspectos.

—Bienvenida de nuevo, Alayna—Avanzó hacia mí y me besó en ambas mejillas—. Muchos de nosotros esperábamos tu regreso.

Sonreí.

—Bueno, eso es inesperado.

—¿Por qué? —inquirió Kiara y sostuvo a Thiago en su cadera—. Eres nuestra heroína y te debemos todo.

—No me deben nada.

—Te debemos la vida—dijo.

¿Qué demonios debería responder? Salvé a Luca cuando me di cuenta de que no podía ser la misma sin él. Estaba profundamente enamorada y más que dispuesta a quemar el mundo hasta los cimientos con tal de recuperarlo.

Maté a su padre para que pudiera ser feliz.

No me importaba si no era conmigo.

—No me deben nada—insistí—. Lo hice porque quise y el resultado valió la pena.

Thiago levantó los brazos en busca de atención y Luca lo cargó inmediatamente. La imagen me provocó un vuelco en el corazón. Era el niño más amado en esta tierra. Consentido y mimado. Su padre daría la vida por él.

—Me equivoqué sobre ti, Alayna y lo lamento muchísimo —Se disculpó Kiara—. Pensé que con tu partida ayudabas a Luca, pero lo ha destruido. Me alegra que estés de regreso.

Los nudos de mi estómago se retorcieron.

—Las disculpas no son necesarias. Todos cometimos errores, nadie está libre de defectos. Yo mucho menos.

—Las disculpas sí son necesarias—intervino Luciano—. Mi padre debería arrodillarse por tu perdón.

La imagen mental que me produjo su comentario fue satisfactoria.

—Me gustaría ver eso—sonreí.

El celular de Luciano sonó y frunció el ceño mientras leía el mensaje. Mala señal. Kiara también se preocupó.

—¿Qué pasa? —preguntó Luca.

La tensión se agrupó en la habitación cuando hubo una breve pausa y luego Luciano habló.

—Fernando Rossi acaba de anunciar su compromiso con Lucrezia Rizzo.

Compartí una mirada con Luca que se puso pálido. Sus ojos grises muchos más nítidos, tan claros que parecían de cristal. Mi cabeza poco a poco se despejó cuando procesé la información y ese nombre me trajo viejos recuerdos. Una mujer a quién le había arrebatado su única hija.

—Mierda—dije y solté una bocanada de aire.

¿Lucrezia Rizzo? ¿La madre de la ardilla a quién rebané su linda garganta? Ese anuncio era una alianza. Un pacto entre dos personas que tenían algo en común. Compartían el mismo odio hacia Luca.

—¿Por qué no me dijiste que ella está de regreso? —Le reproché a Luca.

—Solo apareció ocasionalmente y ya no eres mi guardaespaldas. No tienes que preocuparte por mis asuntos.

—¿Sabes lo que ella quiere? —pregunté con voz tranquila y gélida. Mi atención se dirigió a Thiago—. Quiere aplicar el famoso refrán "ojo por ojo". No vendrá por ti, Kiara o tu madre. Su objetivo es tu hijo.

La furia hirvió en su expresión. Tan caliente que su pecho parecía un volcán en erupción por el movimiento errático que provocaba su respiración agitada.

—Intentó acercarse a él, pero Isadora no lo permitió.

—¿Debo recordarte lo que hice? Maté a su hija por ti y ella quiere cobrar esa deuda. Quiere que sientas su dolor.

Kiara apretó la mano de Luciano.

—Thiago es nieto de Fernando. ¿Por qué se casaría con esa mujer? Su familia debería ser prioridad.

—Lamento mencionar esto, princesa, pero tu padre fue el claro ejemplo de que compartir sangre con un individuo no significa que le importes.

—Lucrezia tiene contactos y heredó una gran fortuna con la muerte de su marido. Fernando está en quiebra—dijo Luca—. Ha invertido mucho de su dinero en negocios turbios y necesita una nueva inversión.

—La viuda va a dárselo. Este anuncio desviará la atención que ha traído la exposición de esas fotos comprometedoras y pronto el público ignorará que el gobernador es un degenerado. La sociedad machista funciona así.

—No me importa cuánto intente mantener su poder. Él está muerto—sostuvo Luca—. Cuando deje de esconderse detrás de mil hombres y dé la cara por lo que hizo lo mataré yo mismo.

Luciano silbó.

—Con la seguridad que ha contratado es una tarea complicada.

Estaba preparado para la guerra y lo había demostrado cuando envió a esos asesinos en el tren. No era un hombre que tomaba las cosas a la ligera, pero tanta vigilancia pronto llamaría la atención de los periodistas y él no sabría explicarlo. Tratará de reducirlo una vez que las masas se calmaran.

—Puedo destruir sus muros—expuse—. Matar a varios de sus hombres será una gran pérdida para él y le costará recuperarse. Los servicios de un asesino a sueldo cuestan millones de euros. Él no tiene el fondo suficiente y probablemente debe su vida por recurrir a un favor tan costoso como este. Averiguaré qué organización está detrás antes de destruir su fortaleza.

Luca me agarró la muñeca.

—Ya no eres mi guardaespaldas—repitió.

Le sostuve la mirada y me zafé de su agarre.

—Y tú ya no eres mi jefe—Miré a Thiago—. Su protección es más importante.

—Estás arriesgando tu vida.

—Hey, hey—Luciano interrumpió el enfrentamiento y nos apartó—. Nada de eso tiene que salir mal si trabajamos en equipo y armamos un plan perfecto. Fernando sabe que estás aquí, Alayna. Es una gran desventaja.

—Puedo desviarla. Le haré creer que regresé a Rusia y bajará la guardia.

—Inteligente.

—Necesito información de sus rutinas, las coordenadas de la propiedad dónde se esconde y un rifle con muchas balas—sonreí—. Haré que sus soldados caigan del techo como muñequitos de juguete.

El fuego seguía resplandeciendo en el rostro de Luca, pero no trató de detenerme. Yo era un desastre natural. Nadie podía controlarme. Ni siquiera él.

—Tendrás lo que necesites a tu servicio—dijo Luciano con un asentimiento y un brillo emocionado en sus ojos azules.

—Ahora debo irme —Ajusté el bolso contra mi hombro y toqué la nariz de Thiago—. Fue lindo conocerte, pequeño humano.

Su respuesta fue darme otra tímida sonrisa y ocultó la cara en el pecho de su padre.

—Te has ganado un nuevo admirador—comentó Luca un poco más relajado—. Pone mala cara cuando los extraños tratan de mimarlo y tú le has robado sonrisas.

Mi corazón se ablandó un poco más dentro de mi pecho. Luca ya no era el único que me había robado ese órgano en particular. Los Vitale y sus encantos...

—Espero verte pronto, Thiago.

Le guiñé un ojo y me dirigí a la puerta. Kiara cargó de nuevo a Thiago mientras Luca me seguía.

—¿Regresarás al departamento de Gian? —preguntó a mi espalda—. Organizaré un vuelo en un par de horas si todavía quieres ir a Rusia.

—Me vendría bien ir a registrar cómo está mi casa. Tengo cosas importantes ahí y no permitiré que tu gente los toque. Son valiosos.

Soltó un suspiro resignado.

—No quiero más distancias entre nosotros, Alayna.

—Esta será la última—Le aseguré—. Cuando regrese a ti ya no habrá nadie que se interponga en nuestra relación.

Toqué el pomo de la puerta, pero se abrió antes de que hiciera otro movimiento y Emilia Vitale entró a la habitación. Movió las cejas en señal de interrogación y le sostuve la mirada. Nunca sería santa de su devoción, pero me agradecía que hubiera salvado a su familia. Me había ganado su respeto y ya no tenía la necesidad de arrancarme los ojos.

—Alayna Novak.

—Señora Vitale.

Se veía diferente. Más joven gracias a la ropa moderna y el maquillaje elegante. Más relajada y libre. La muerte de Leonardo fue una bendición para esta familia y si el infierno existía esperaba que se pudriera ahí.

—Jamás imaginé que volvería a verte por estos lares.

—Estoy de paso—respondí—. Ya me iba.

—Qué lástima. Me hubiera encantado ponerme al día contigo con dos tazas de té. Son mi especialidad.

Forcé una sonrisa. Odiaba el té.

—Será en otra ocasión.

Le di un asentimiento y seguí avanzando a la salida. Su voz suave me detuvo a mitad del camino.

—Me alegra que tú y mi hijo estén juntos. Son perfectos el uno para el otro.

Me quedé paralizada un segundo, procesando sus palabras. No necesitaba su aprobación para estar con Luca, pero de algún modo se sintió bien.

—Gracias, señora.

Llegué a la caseta de vigilancia y los portones abrieron para dejarme salir. Luca me abrazó desde atrás antes de que diera otro paso. Su toque calmó a mis demonios y esa oscuridad que lentamente me consumía.

—Es jodidamente difícil dejarte ir.

—Lo sé, pero estoy haciendo esto por nosotros. Desde Rusia podré mover algunos hilos a nuestro favor y Fernando bajará la guardia un poco.

—Confío en ti—cedió—. ¿Me llamarás?

—Cada minuto del día.

—¿Y si quiero hacer algo más que escuchar tu voz? ¿Verte por vídeo llamada?

—Te esperaré desnuda.

Inclinó mi rostro hacia un lado y su boca devoró la mía como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Me besó con tanta fuerza que me lastimó los labios, pero no me importó. Si pudiera me quedaría aquí el resto del día y regresaría a esa pequeña casa del jardín. Le suplicaría que me follara hasta perder el sentido. Le rogaría que me usara y me quitara todo lo que quisiera. Le entregaría mi alma. Cada parte de mí sin resistencia.

—Regresa a mí, Alayna—dijo apartándose. Su dulce aliento mentolado abanicándose en mi mejilla.

—Siempre, príncipe. Siempre.

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