Capítulo 21 👑
Alayna
Siempre me había gustado que Luca perdiera el control y dejara salir su lado más oscuro, pero no nos convenía que matara tan rápido a Declan. No cuando Nevin y varios soldados respaldaban al irlandés. El cuchillo en mi muslo no era suficiente para evitar que recibiera otro disparo si cometía un error. No podía permitir que saliera herido. No quería perderlo de nuevo.
—Dejé claro que no intervengo en las guerras de nadie—dijo Luca—. No elijo ningún bando.
Una lenta y sardónica sonrisa se extendió por el rostro de Declan.
—Realmente no sabes cómo funciona esto, ¿verdad? No tienes elección ni salida. ¿Pensaste que Derek te dejaría ir? —Se burló y me miró—. ¿Con ella?
Cada músculo de mi cuerpo se tensó porque sabía cuál era su verdadera intención. No saldríamos de aquí a menos que hiciéramos el trabajo sucio. Matar a Derek por él. Un hombre como Declan estaba acostumbrado a salirse con la suya. Y si eso significaba que tenía que manipular y mover todo a su conveniencia lo haría.
—¿Qué te hace creer que no? —respondí—. ¿Todavía me subestimas, irlandés?
Sus ojos verdes escanearon mi cuerpo de pies a cabeza.
—¿Has olvidado las consecuencias?
Un lado de mi labio se curvó. Había caído tan bajo, insultando mi inteligencia. Me consideraba una estúpida. Luca acabó con su elemento de extorsión. Ellos ya no podían retenerme. El monstruo dentro de mí estaba suelto, ansiosa de sangre.
—Ya no tengo nada que perder. Quítate o perderás tu última cuota de vida.
Los soldados salieron de las sombras, mirándonos como si fuéramos una amenaza. No podía hacer mucho con el cuchillo enfundado en mi muslo, pero al menos me daría el gusto de degollar a Declan. Por supuesto me matarían a tiros después y arrastraría a Luca conmigo.
—El amor ciega a las personas—Se fijó en Luca y volvió a mirarme lentamente—. A mi lado no serías la segunda opción de nadie.
Luca no había pronunciado ni una sola palabra, pero en ese instante reaccionó. Podía sentir la furia fluir de él. El poco control que tenía se fue al demonio.
—¿Qué podrías ofrecerle tú? —escupió Luca—. ¿Una vida de servidumbre donde mata a todos tus enemigos porque no eres lo suficientemente hombre para lidiar con tus propios problemas?
La expresión estoica de Declan se rompió y su mano apretó el arma que sostenía. Si este hijo de puta se atrevía a disparar me encargaría de llevarlo conmigo al infierno.
—¿No es eso lo que hiciste con ella en Italia? —contraatacó el irlandés—. Mató a tu padre y luego la desechaste.
Mi pecho se movió bruscamente y odié que hablaran de mí como si no estuviera presente. Cuanta testosterona, por favor. No tenía tiempo para lidiar con hombres estúpidos que no podían controlar sus temperamentos. Yo no era ningún trofeo.
—Deténganse ahora o los mato a ambos.
Me ignoraron.
—Tú no sabes nada de nuestra relación—Se alteró Luca—. Nunca la conocerás como yo, no sabes de su pasado, sus sueños, sus metas, sus gustos, su comida favorita. No sabes absolutamente nada de ella. Y no sabes por todo lo que hemos pasado para volver a reunirnos.
Un brillo depredador se reflejó en el rostro de Declan.
—Solo sé que fuiste un idiota cuando la dejaste ir.
Lo empujé de golpe, provocando que se tambaleara hacia atrás. Detestaba que abriera la boca porque no tenía ni idea de cómo sucedieron las cosas. No permitiría que siguiera hablando de nosotros cuando era el menos indicado para juzgar.
—He dicho basta—espeté al borde del colapso—. Si no se detienen ahora me iré y dejaré que se maten a gusto.
La mano de Luca se curvó alrededor de mi cintura y me llevó de vuelta a su lado.
—¿Crees que la mereces después de lo que hiciste? La chantajeaste con su mejor amiga—continuó—. La obligaste a trabajar y mataste a un inocente por culpa de tu cobardía.
Declan exhaló.
—¿Sabes cuál es la diferencia entre tú y yo, Vitale? Si ella fuera mía jamás la habría degradado como lo estás haciendo. Nunca la pondría debajo de otra mujer. ¿Qué haces aquí? Después de todo sigues casado y con una familia esperándote.
Una profunda risa retumbó del pecho de Luca.
—A ti no te debo ninguna jodida explicación. Solo a ella y lo haré cuando estemos en privado—Me apretó la mano y su voz se suavizó cuando me habló—. Ven, amor.
Declan se interpuso de nuevo y me miró.
—Hay cientos de hombres afuera.
Y mi hermano mataría a ellos en cuestión de minutos...
—No soy tu problema.
Intentó detenerme, Nevin nos apuntó con su arma.
—Alayna...
Luca lo apartó bruscamente.
—Tócala de nuevo y perderás todos tus dedos.
Puse una mano en su pecho y él se relajó un segundo hasta que Declan volvió a arruinarlo abriendo la boca.
—Ella estuvo encantada en mis brazos esa noche en New York.
Todo sucedió en un borrón. No pude detener el caos cuando Luca golpeó a Declan en la cara con tanta fuerza que lo derribó al suelo. Vi la muerte y el deseo de sangre en sus ojos grises. Su pecho subía y bajaba rápidamente. Su mandíbula estaba tan apretada que temía que lo rompiera. Mierda, nunca lo había visto tan furioso.
—No vuelvas a hablar así de ella—gruñó—. Hazlo de nuevo y te corto la puta lengua.
Los soldados sacaron sus armas apuntándonos, pero Declan levantó la mano y soltó una carcajada mientras se ponía de pie. Era mayor y juraría que tenía más experiencia en el mundo criminal. En cambio, ahora lucía tan insignificante a diferencia de Luca.
—Relájense —Declan se dirigió a los soldados y limpió la sangre que brotaba de su boca—. Los desacuerdos son normales como en cualquier negocio. Ya mismo iremos a hablar con Derek, hemos perdido bastante tiempo.
Y no quería estar un segundo más aquí. Si la salida más viable era eliminando al líder de este clan lo haría. Cumpliría mi promesa de arrancarle la cabeza.
—Terminemos con esto de una vez—susurré.
Luca seguía teniendo la misma expresión y el parpadeo maniático en su mirada. Había cambiado tanto. Estuve pendiente de su vida los primeros meses hacía tres años. Al principio permaneció fuera del ojo público, pero después se convirtió en un hombre despiadado. Mataba a sus enemigos a sangre fría, Laika se daba festín con muchos de ellos. Mi obsesión por él no me había permitido alejarme demasiado.
El príncipe aprendió a defender lo suyo sin importar que sus manos se mancharan de sangre. Ya no era un ser de luz, tampoco se preocupaba por el bienestar de los demás. Le hizo honor a su título de «El Rey Oscuro».
—Primero las damas—Declan se hizo a un lado y me dejó pasar. Luca me extendió la mano y lo acepté.
Cuando pasamos por el salón todos estaban demasiados borrachos para notarnos. Siempre había odiado este tipo de fiestas. Cualquiera podría morir delante de sus narices y nadie se daría cuenta hasta que era demasiado tarde.
Débiles.
Eran débiles.
Incluso Derek que se creía intocable y no se daba cuenta de que años de maltrato despertó el resentimiento de su hermano. Creía que tendría a Declan a su disposición y nunca esperaría más. Tonto iluso. No prestó atención a lo que estaba sucediendo a su alrededor y ahora era tarde. La muerte lo acechaba.
Las llamas de la chimenea se reflejaban en las paredes cuando entramos en la oficina de Derek. Se encontraba sentado en un sofá victoriano y su rostro estalló en una gran sonrisa al ver el aspecto de su hermano.
—Veo que empezaron a divertirse sin mí—chasqueó la lengua y señaló el sofá delante de él—. Siéntense, damas y caballeros. Tenemos mucho de qué hablar.
Luca se puso cómodo en un sofá. Traté de ubicarme cerca de la chimenea, pero no lo permitió. Agarró mi cintura y me sentó en su regazo. Imbécil territorial. Derek estaba más que entretenido con la situación. Declan, en cambio, era otra historia. Su expresión era de rabia mientras se limpiaba la sangre.
Clavé mi codo en el estómago de Luca y él disimuló el gemido de dolor con una tos. Siempre había sido posesivo, pero esa noche excedió los límites. Verme con Declan lo volvió enfermo de celos.
—No me gusta perderme de nada—comentó Derek—. No me gusta que me mientan en la cara como acabas de hacerlo, Vitale.
Se metió la mano en el bolsillo, sacó un cigarro y lo encendió con sus ojos atentos en Luca. El humo se arremolinó en la habitación y arrugué la nariz. Detestaba la sola idea de que siguiera respirando.
—¿Mentirte? —cuestionó Luca—. He sido sincero contigo. No intervengo en la guerra de nadie.
Mi mano bajó lentamente, tratando de agarrar el cuchillo enfundado en mi muslo. Solo teníamos minutos antes de que el desastre explotara. Había diez soldados en la habitación. Si la suerte estaba de nuestro lado Caleb mataría a varios de ellos mientras Luca y yo eliminábamos a los líderes irlandeses.
—¿Seguro? Hace tres días Eloise Pradelli desapareció del hospital y ni siquiera la justicia australiana supo darme respuestas. Su ubicación es un absoluto misterio, pero sé que has intervenido. ¿Qué me dices de Irina? Cerraste un pacto con ella. Elegiste un bando.
El calor del fuego brilló en los ojos de Derek y sonreí. Mi príncipe era un experto en el juego de ajedrez. El orgullo ardió en mi pecho porque movió las piezas a su favor antes de buscarme. Él sabía que Eloise era mi debilidad y ahora ya nadie podría usarla en mi contra. Gracias.
—No me involucro con débiles como tú—dijo Luca con total naturalidad—. Tu sed de poder te hace impulsivo y te lleva a cometer muchos errores. Es cuestión de tiempo para que logren acabar contigo. Vas por el mundo dejando huellas de todos tus crímenes y no te importan las consecuencias. No quiero a alguien así cerca de mi gente. Nunca te daría acceso a mis territorios.
Los dos hombres se miraron el uno al otro y Luca dominó la situación. Líneas de tensión se formaron la frente de Derek y soltó el humo por la boca. Sus siguientes palabras sonaron grotescas:
—Darle la espalda a un hombre como yo significa la muerte.
Mi agarre se apretó en el cuchillo.
—No somos los únicos que lo hemos hecho—Miré a Declan con una pequeña sonrisa y él se estremeció—. ¿No te lo ha dicho tu querido hermano? ¿El trato que me propuso?
Si él quería ensuciarnos primero me encargaría de hacerlo sufrir. Declan había comenzado todo esto. Intervino en mi vida cuando no necesitaba más problemas y me quitó lo único bueno que tenía.
—Te quiere muerto—continué, disfrutando el pánico en los ojos de Declan—. Quiere adueñarse de todo lo que has construido y enviarte directo al infierno.
El peso de la traición golpeó la expresión de Declan, pero yo seguí hablando, escuchando la suave respiración de Luca en mi nuca. Su perfume masculino inundó mis fosas nasales y disfruté la sensación. Se sentía cómo regresar a casa.
—Sé lo que estás haciendo, zorra mentirosa—dijo Derek—. Ponernos a pelear entre nosotros no va a funcionar.
Batí mis pestañas inocentemente. Luca apretó su agarre en mi cintura, molesto por el insulto.
—Me contó las cosas que tu padre te hizo cuando eras un niño—sonreí—. Me contó que eres un pedazo de basura rechazada que llevó a la ruina a su propia familia y violó a una mujer porque no veía nada más detrás de su odio.
Derek golpeó su puño en la mesa y su cara se volvió rojo escarlata. Luca se preparó detrás de mí.
—¡He dicho que te calles, puta asquerosa! —bramó, sus ojos enloquecidos fueron a Declan—. Tú, maldito perdedor... ¿Lo hiciste?
Declan no parpadeó.
—¿No es lo que siempre fuiste tú? ¿Un bueno para nada que lloró toda su vida porque no tenía el amor de padre?
—Bastardo desagradecido...
—Desde un principio debí ser yo quién se quedara con todo, pero te encargaste de impugnar el testamento cuando te dejó en la calle como la mierda que eres. No fuiste apto para lidiar con un cargo tan importante. Eres una vergüenza.
Derek apretó la mandíbula.
—Jamás hubieras podido sacar adelante este negocio como lo hice yo. Eres un fracasado sin ambiciones. Deberías agradecerme por no haberte obligado a trabajar como puta en un burdel.
—¿Lo sacaste adelante? La policía empezó a husmear y es cuestión de tiempo para que estés detrás de las rejas. Has cometido muchos errores, hermano. Es hora de que dejes a los hombres hacer su trabajo.
—¿Cómo planeabas derrocarme? —Derek se mofó—. ¿Contratando los servicios de esta zorra que no ha hecho más que cegarte desde que llegó aquí? Fue idea de ella, ¿no?
Declan rodó los ojos.
—No soy un inservible sin criterio como tú.
—Acabaré con el problema—Derek me apuntó con su arma—. Nunca debimos meterla en nuestra casa, nunca...
El impulso de agarrar su garganta y aplastarla me consumió, pero mi intervención no fue necesaria. Luca le disparó directo en la cabeza y la sangre salpicó mi precioso vestido blanco. Pestañeé con fuerza, indignada de que me hubiera quitado el honor.
—¿Qué demonios? —grité. Era un precioso vestido Valentino. Le había tomado cariño porque hizo que me gustara el blanco.
—¡Abajo! —mandó Luca.
Antes de que pudiera reaccionar la ventana cerca del escritorio se hizo añicos y el chasquido de los disparos se oyeron por toda la habitación. Luca me protegió mientras varios cuerpos cayeron uno por uno. El aire se me escapó de los pulmones por el impacto y me aferré a él. Estaba sobre mí, dispuesto a recibir una bala. Le toqué la mejilla a cambio y cerró los ojos.
—El papel de héroe va a matarte algún día, príncipe—susurré.
Sus labios rozaron los míos.
—Valdrá la pena.
Miré hacia un lado y vi restos de órganos esparcidos en la alfombra de felpa. Caleb y su estilo nunca habían cambiado. Qué asco. El único hombre ileso era Nevin que estaba temblando mientras observaba la puerta. Sonreí.
—No tan rápido, Nieve—Le advertí, poniéndome de pie y apuntándolo con el cuchillo.
Lo usaría en alguien esa noche, no me quedaría con las manos limpias. Se dio cuenta de que tenía intenciones de acabar con su vida así que cargó directamente hacia mí y me acorraló contra una pared. Le clavé el cuchillo en el estómago y luego arrastré una abertura hasta su esternón. Ni siquiera luchó. Su voz fue silenciada, sus ojos lucían vacíos y chorros de sangre se formaron un charco a mis pies.
Aparté el cuchillo y lo dejé caer al suelo con sus entrañas esparramadas. Me enfoqué en Luca con una sonrisa y él me devolvió el gesto.
—Extrañaba los viejos tiempos—suspiré, limpiando el cuchillo en la chaqueta de Nevin—. ¿Dónde está Caleb?
—En algún edificio—contestó él.
Me acerqué a la ventana abierta y levanté la mano ensangrentada a modo de saludo. Sabía que me veía a través de la mira telescópica. Mi hermano no decepcionaba y agradecía que siguiera luchando por mí a pesar de mi insistencia por mantenerlo al margen. Y luego la terca era yo.
Observando los cuerpos inertes y cubiertos de sangre en la alfombra me di cuenta de que por primera vez yo no había peleado sola esta batalla. Vinieron a rescatarme. La emoción que provocó ese hecho hizo que mis ojos picaran. No llores. Era una idiota sentimental.
Un gemido adolorido atrajo mi atención y capté a Declan tirado con el brazo herido cerca del escritorio. Apenas estaba respirando por el dolor. Había recibido varios disparos. Luca inmediatamente lo convirtió en su objetivo.
—¿Cómo sabía Derek que me alié con Irina? —exigió saber—. ¿Quién es el espía?
Declan sonrió.
—¿Por qué debería decírtelo?
Luca tocó el gatillo y lo detuve.
—Dijiste que te importaba por lo que era—musité—. Demuéstralo.
El irlandés gimió y cerró los ojos con agonía. La sangre se escurría de su abdomen y empapaba su camisa blanca. Si tenía suerte sobreviviría.
—El gobernador Fernando Rossi está al tanto de todo lo que ocurre en tu casa y le contó todo a Derek. Planeaba aliarse con mi difunto hermano—jadeó, enfocándose en Luca—. Si fuera tú volvería a Italia y acabaría con él.
Los ojos del príncipe se encontraron con los míos y todavía jadeando, le disparó a Declan dos veces más en la pierna. El irlandés gritó. No respiré. No parpadeé. Me mantuve imperturbable con la sangre empapando mi vestido.
—Si pasas la noche te daré la oportunidad de sobrevivir—dijo Luca con frialdad—. Espero que asumas las consecuencias de tus actos y arregles todo el daño que ha causado tu hermano. Todavía puedes hacer la diferencia y demostrar que no eres un cobarde.
Una parte de mí quería protestar y gritarle a Luca que estaba cometiendo un terrible error al perdonarle la vida, pero era un acto de misericordia. Una deuda que Declan nunca podría saldarla.
—Gracias por el disparo, Vitale—Sus ojos verdes se entrecerraron y sabía que pronto perdería la consciencia—. Si tú no la valoras iré por ella y te la arrebataré.
—Me gustaría verte intentándolo.
Luca suavizó su mano llena de sangre y me la extendió. Lucía como un ángel vengador y jamás había sido tan hermoso. Amaba al príncipe sensible, pero el rey oscuro era mi perdición.
—¿Eres consciente de lo que estás haciendo?
No se inmutó.
—No es ni la mitad de las cosas que haría por ti.
Y entonces salimos juntos, dejando a Declan atrás. Primero recuperé mi celular, luego agarré algunos objetos de la habitación que ocupaba antes de abandonar la mansión. ¿Qué haría a partir de ahora? No estaba segura, pero sabía que seguiría a Luca en cualquier parte.
👑
Luca
Me quité la chaqueta y cubrí los hombros de Alayna mientras salíamos de la mansión. La fiesta siguió su curso con normalidad. La música era tan alta que amortiguó los disparos y nadie era consciente de los hombres muertos en la oficina de arriba.
Caleb había hecho un excelente trabajo y yo me dejé llevar por la sed de sangre. Esa escoria amenazó la vida de Alayna, no merecía vivir. Ella fue enviada a la tierra con el objetivo de volverme loco. No encontraba otra explicación a mi actitud desenfrenada.
—Está todo hecho—murmuré antes de apagar el micrófono conectado.
La adrenalina seguía zumbando en mis oídos cuando le abrí la puerta del auto y Alayna entró. Estaba silenciosa. No sabíamos si habíamos ganado o perdido. No me gustaba la densa situación. Menos después de la confesión de Declan. Fernando una vez más me había traicionado y era el próximo en mi lista de muerte. Usaría el plan B.
Me aseguré de que Alayna tuviera el cinturón de seguridad y luego arranqué, sacándonos de esa mansión como alma que nos llevaba el diablo. Cuando encontraran los cuerpos probablemente nuestras cabezas tendrían un precio a menos que Declan interviniera. Me agradaba saber que me debía la maldita vida. Si sobrevivía debería darme las gracias. Gracias a mí tenía una segunda oportunidad y había eliminado al mayor problema. Le hice un favor.
—¿Cómo te sientes? —pregunté, enfocado mientras nos adentrábamos en la carretera.
Alayna se aferró a mi chaqueta.
—Planeaba matarlos yo misma esta noche—masculló—. No tenías que hacerlo. Ahora te meterás en problemas.
¿No podía simplemente aceptar que era importante en mi vida y que por ella sacrificaría todo?
—No tiene nada de malo recibir un poco de ayuda, Caleb también intervino. No estás sola, Alayna. Ya no.
—La próxima vez pregúntame si quiero que te sacrifiques por mí—dijo, peinándose el cabello con los dedos—. No soy una damisela en apuros y tú no eres mi héroe. Hiciste exactamente lo que Declan quería.
Apreté el volante, activando el limpiaparabrisas cuando la llovizna se volvió más fuerte.
—¿Por qué estás tan molesta?
—¡Porque pudiste haber muerto!
Que el diablo me detuviera de ponerla sobre mis rodillas y azotarla.
—Bueno, estoy vivo y tú también. No hay de qué preocuparse. Puse a salvo a Eloise y maté a Derek. Problema resuelto.
—Mataste al líder del clan. ¿Crees que esto quedará impune? Irán detrás de ti cuando sepan lo que hiciste y Declan no intervendrá. Ese hijo de puta sobrevivirá.
—No les tengo miedo.
—¿Qué hay de tu familia?
—Tú también eres parte de mi familia, Alayna.
Frené de golpe el auto y su cuerpo se sacudió contra los asientos de cuero. Me bajé, sin importar que mi traje se empapara y disfruté las gotas caer sobre mi rostro. Sabía que no sería fácil recuperarla y no podía pretender que ella me aceptara tan pronto. Pero las palabras de Declan habían tocado mi fibra sensible.
Quizás yo tampoco la merecía como creía.
—¿Luca?
Me giré y la contemplé como un hombre destruido. Me devolvió la mirada con la mandíbula firme y los brazos cruzados. El vestido blanco se había vuelto transparente, revelando su ropa interior. El maquillaje oscuro corría por sus mejillas y sus labios temblaban. Había soñado tres años con este momento. No podía creer que era real. Que Dios me ayudara.
—¿Tú pudiste olvidarme? Porque yo no —dije, mi tono áspero—. Tus malditos recuerdos están en todos lados. Ni siquiera puedo fumar un cigarro sin pensar en ti, Alayna. ¿Y esta mariposa en mi muñeca? También es por ti. Todo se trata de ti.
Parpadeó hacia mí con la boca abierta cuando le enseñé el tatuaje y negó.
—Lo he intentado—admitió—. Lo estoy intentando, pero de repente regresas a mi vida después de tres años y pretendes que olvide lo que has hecho. Te casaste con otra, Luca. Formaste una familia.
—¡Tú me dejaste! ¡Fuiste una cobarde y me abandonaste cuando más te necesitaba! —exploté y corrí una mano por mi rostro—. Fui a Londres personalmente. Le rogué a tu hermano y a su esposa que me dieran una mínima pista sobre ti, pero no conseguí nada. Bella me dijo que no querías ser encontrada. Menos por mí. ¿Qué diablos podía hacer contra eso? Asumí que ya no me amabas.
Su labio tembló.
—¿Qué importa lo que siento? ¿No lo ves? No somos buenos el uno para el otro.
¿Cómo podía pensar eso? Debería saber que no la dejaría ir ahora que la había encontrado. Su ausencia fue un infierno y su presencia me recordó que mi amor por ella nunca moriría. Si supiera cuanto control tenía sobre mí, el daño que podía infligirme con una simple oración. Ella era mi destrucción y también mi salvación.
—¿Tampoco te importa lo que yo siento? —Me acerqué, agarrando un puñado de su cabello y apretándola contra el coche—. Lucharé contra el diablo si es necesario, pero no volveré a perderte. Libraré cualquier guerra. No dudaré en matar a cualquier hombre que se interponga entre nosotros.
Apartó la mirada, la lluvia cubría sus lágrimas.
—Tengo miedo, solo protejo a mi corazón.
—Prometo cuidarlo si me aceptas —afirmé. Si tenía que mendigar lo haría—. No me obligues a regresar a esa vida dónde no estás tú. Te necesito, Alayna. No puedo vivir sin ti. Sé que es egoísta por decírtelo, pero es la verdad. Tú eres mi mundo. La única mujer que quiero.
No respondió.
La agarré firmemente contra mí y sus brazos me rodearon.
—¿Cómo fueron esos tres años sin mí?
Ella dejó escapar un largo suspiro resignado.
—Me rompió—aceptó con un suave sollozo—. Cada día sin ti fue un infierno y quise morir.
—Entonces no nos hagas eso de nuevo, por favor.
—Luca...
Puse una mano en su delicada garganta y la besé. Primero despacio, pero luego me volví más exigente. Levanté su cuerpo en mis brazos y la senté sobre el capó del auto. Alayna gimió, abriendo la boca y entrelazando su lengua con la mía. Arrastró la mano bajo mi camisa empapada, rastrillando sus largas uñas en mis abdominales.
—Te necesito tanto—repartió besos por mi cuello y mi pecho—. Te necesito para vivir.
La extendí sobre el capó del auto, admirando la obra de arte. Era como un banquete delicioso. No sabía por dónde empezar. Pude ver sus pezones a través del vestido mojado y me puse duro. El cabello negro cubría su rostro, sus ojos azules llenos de necesidad. Y cuando abrió las piernas me volví loco. Yo era su esclavo.
—¿Tienes idea de cuantas veces me masturbé con esta imagen? —Nuestras bocas danzaron, moviéndose en sincronía. Una coreografía perfecta que solo nosotros conocíamos. Sentí el temblor recorrer su cuerpo, la urgencia del beso. No era suficiente. Ella quería más y yo también. Sus caderas se balancearon hacia mí, incitándome a quitarle cada retazo de ropa que le quedaba. Era una diosa irresistible y yo un simple mortal sometido. Era mi dueña—. Dime a quién le perteneces.
—A ti.
Había soñado con escucharla hablar así. Ahora estaba frente a mí entregándome cada pedazo de ella.
—Alayna... —Recorrí las manos por su espalda desnuda y arrastré las tiras del vestido hacia abajo. Puede que nuestra mejor forma de solucionar los problemas era con sexo, pero no cambiaría la forma que me hacía sentir. Solo ella me provocaba este interminable deseo. Me tendría hambriento hasta el fin de mis días—. Maldita sea.
Sus largas pestañas se agitaron y sonrió. La lluvia era más fuerte y probablemente ambos moriríamos de pulmonía. No me importaba. Quería follarla aquí mismo.
—¿Qué?
Sus tetas estaban libres y eran hermosas como las recordaba. Grandes, perfectas, llenas, apenas cabían en mis manos. El ajustado vestido se acumuló alrededor de su cintura y mi presión arterial se intensificó. Era más delgada, pero su cuerpo seguía tonificado y ejercitado. Mía.
—Las cosas sucias que quiero hacerte... —Mis dedos rodearon su pezón y lo pellizqué. Alayna gimió—. Tantas cosas sucias y obscenas.
Se mordió el labio.
—Muéstrame.
Le quité la pequeña tanga blanca y lo guardé en mi bolsillo antes de desabrocharme los pantalones. Su lengua salió y se lamió los labios cuando vio mi pene erecto. Esos preciosos ojos azules lucían hambrientos y pronto la complacería. Quería enterrarme en su garganta y verla ahogada con mi semen. Qué hermosa visión. Estaba tan duro que dolía.
—Dime lo que quieres, mariposa —Apenas pude pronunciar las palabras.
Mi corazón martilleó en mi pecho y ella dejó salir una exhalación seguido de un jadeo entrecortado. Mía. Observé su rostro y vi la seriedad allí. El ceño fruncido y los labios hinchados. Conocía esa expresión. Me deseaba, pero tenía miedo. Necesitaba aliviar ese miedo y demostrarle que nunca más la lastimaría.
—Alayna—insistí—. Dime lo que quieres.
Se estremeció entre mis brazos y se aferró a mí, como si temiera que la dejara marchar nuevamente. Nunca. Primero moriría antes de que nos separaran.
—A ti —Se rindió—. Te quiero, Luca. Por favor, por favor...
La forma en que suplicó me hizo perder el control. Iba a tomarlo suave, pero era imposible con ella. Estaba sorprendido incluso de que soportara tanto tiempo. Abrí sus piernas ampliamente y con un movimiento brusco, me introduje por completo en su interior. El ruido que se me escapó mientras su calor me cubrió era inhumano. No era un ser racional en ese momento. Era su esclavo. Un adicto que mataría por otra dosis de Alayna Novak.
—Ah—jadeó, ocultando su rostro en mi cuello con una mueca—. Eres muy grande.
Enredé hebras de cabello oscuro en mi puño y la obligué a mirarme. Me detuve un segundo y vi la desesperación en sus ojos. Me gustaba verla necesitaba. Quería que sintiera un poco de mi sufrimiento.
—He soñado tanto con esto. Dime que quieres estar conmigo y nada más importará. A la mierda el resto.
—Quiero estar contigo, príncipe.
Eso es, mariposa.
Alayna arqueó la espalda y agaché la cabeza mientras pasé la lengua por sus pezones. Se endurecieron contra la lluvia y el aire frío. Me incliné aún más, succionando y chupando a medida que me enterraba hasta el fondo en su interior. Ella rodeó mi cintura con sus piernas y me clavó los tacones en el culo.
Me aparté un segundo y me vi entrando y saliendo de ella. Empezó a volverse ruidosa, le apreté el cuello un poco más rudo y sus ojos azules se abrieron ligeramente. Me encantaba cada sonidito y expresión que hacía. Deslicé la mano por cualquier parte dónde había piel, tratando de borrar tres años de soledad. Ella también me estaba tocando. Acarició mi cabello, el rostro, la nariz, los labios, la mandíbula, mi pecho, mis abdominales.
—Desde que te fuiste me he preguntado si existe un mundo dónde eres mía.
Ella se suavizó contra mí, su cuerpo flexible y rendido. Las largas hebras caían sobre su cara y su frente en un lío de mechones enredados. Sus tetas rebotaban. Las gotas de lluvia caían por su garganta. Quería capturar esta imagen por siempre en mi memoria.
—Estoy aquí, Luca. Soy tuya.
Metí mi lengua en su boca y me devolvió el beso ansiosamente. Sus gemidos y los sonidos de la lluvia al caer era lo único que oía mientras la follaba contra el capó. Mi espina dorsal hormigueaba y mi cuerpo temblaba. Estaba cerca. Ella también.
—Por favor—volvió a decir y yo cedí a sus demandas. Era hermoso ver a la mujer más orgullosa y controlada del mundo mendigar por mí. La palabra por favor no formaba parte de su vocabulario, pero ella lo había pronunciado varias veces esa noche y me sentí tan afortunado—. Por favor, Luca.
—Di mi nombre otra vez.
—Luca...
La follé con fuerza, con una necesidad despiadada, rindiéndome a la adicta oscuridad que me consumía cuando estábamos juntos. Con cada embestida su cuerpo tembló y me llevó al límite.
—Dámelo, mariposa—pedí, muy cerca del abismo y a punto de perderme. Bajé la mano entre sus piernas, encontrando su sensible clítoris y frotándolo con un toque impaciente que la hizo retorcerse de placer—. Déjalo salir.
La sentí apretándome, seguido de algunos espasmos. Me deleité con la sensación de estar tan profundo que marcaría su alma después de esa noche. No volvería a dejarla ir. Nunca.
—No hay vuelta atrás después de esto—Le advertí—. Nada de secretos, nada de omisiones, ni mentiras. ¿Entiendes? Solos tú y yo, Alayna.
Asintió. Su mano ahuecó mi mejilla y me jaló para besarme. Tiró mi labio entre sus dientes y lo rompió. Gotas de sangre se mezclaron con nuestro beso.
—Tú y yo—repitió.
Deposité un pequeño beso en su frente con una sonrisa de felicidad.
—Mi hermosa mariposa...
Separé más sus muslos y ella arqueó su espalda contra el capó. Se acarició los pechos, sus dedos jugando con los pezones. Cristo... ¿Era consciente de lo que me hacía? La imagen era suficiente para hacerme perder la puta cabeza. Esta mujer era mi condena.
—Luca...
La agarré por la cintura y le di la vuelta, su cara firmemente presionada contra el capó. Soltó un chillido cuando azoté su trasero. Empujé hacia adelante, apretando la mandíbula cuando me impulsé duro en su interior. Alayna gritó, dejando rastros de sus uñas largas en la pintura del auto y jadeó con la boca abierta. Mierda... No podía respirar.
—No soy creyente, pero tú...
Agarré su barbilla e incliné su cara hacia mí mientras saqueaba su boca. El carmín de sus labios manchándonos por el beso.
—¿Qué, amor?
—Me follas tan bien que podría considerarte un dios—Tembló—. Me siento como si estuviera en el paraíso.
—Estamos en el paraíso.
Llegamos juntos, respiramos al mismo ritmo y nos besamos bajo la lluvia. Nuestros cuerpos seguían conectados, nuestras bocas y caderas unidas mientras todo a nuestro alrededor era un hermoso desastre.
Era el único lugar dónde quería estar.
Justo aquí.
Con ella y nadie más.
👑
Alayna
Mi palma golpeó la ventana empañada y gemí en los labios de Luca mientras se hundía en mí. Era difícil con el espacio reducido, pero no las arreglamos para continuar lo que habíamos empezado bajo la lluvia. El auto se balanceó hacia adelante y hacia atrás con cada embestida. Vagamente escuché sonando Flawless de The Neighbourhood porque mi trasero había tocado los estéreos. Luca sonrió en medio del beso.
—Sí —dijo sin aliento—. Fóllame más duro, mariposa. Sí.
Mis quejidos se convirtieron en gritos. El calor se acumuló entre mis piernas y envolví los brazos alrededor de su cuello, montándolo tan duro que lo escuché gruñir de dolor. Gimió en mi oreja, sosteniendo mi trasero con ambas manos mientras el orgasmo se construyó. No quería parar. No quería despertar si se trataba de un sueño.
—Luca...
Grité su nombre y él gimió, empuñando mi cabello y tirando mi cabeza hacia atrás. Mordió mi cuello y se vació dentro de mí. Se estremeció, amortiguando sus gruñidos contra mi hombro, todavía temblando, jadeando mientras el calor de su semen inundó mis muslos temblorosos.
—No es suficiente—dijo sin aliento—. Nunca será suficiente.
Lo abracé y cerré los ojos.
—Te extrañé—susurré.
Los últimos muros de mi resistencia se desmoronaron a mi alrededor mientras sostenía a este hombre y una vez más le entregaba mi corazón. Lo amaba tanto.
—No vuelvas a irte, no sobreviviría.
Contemplé las ventanas con una pequeña sonrisa y me acurruqué en su pecho. Todas estaban empañadas. El sexo con él era tan bueno. Perfecto. Satisfactorio.
—No me iré de nuevo.
—Júralo.
—Lo juro, príncipe.
👑
AHHHHH. ¿QUÉ TAL EL CAPÍTULO? ¿LISTAS PARA MÁS ESCENAS ASÍ? Porque vendrán varias jajdkja
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