Capítulo 1 👑
Tres años atrás, Palermo, Italia.
Luca
Mi cuerpo estaba recuperando a un ritmo muy lento la energía que había perdido. Recibir esa bala en el pecho me mantuvo más de un mes ingresado, pero no quedó ninguna secuela grave excepto un corazón destrozado.
Un hombre resentido con la vida.
Un hombre que esperó cuarenta y cinco días que ella regresara, pero me quedé con la ilusión.
Todo se sentía vacío sin Alayna.
Mi tío Eric se hizo cargo de la ciudad en mi descanso con la ayuda del gobernador. Me llegó informes y pruebas de que las chicas regresaron con sus familias. Fue lo más reconfortante que había sucedido entre tanta tragedia. La policía cerró el caso después de encontrar muertos a los responsables.
La vida seguía su curso, pero yo no podía olvidarla. Menos el hecho de que ella regresó a Palermo por mí e involucró a su hermano cuando siempre fue muy reservada desde que nos habíamos conocido.
Enfrentó a Ignazio y a mi padre por mí. ¿Sirvió de algo? No cuando me abandonó, hubiera preferido que se quedara en Inglaterra. Estaba muerto de cualquier forma. No importó cuántas veces grité su nombre en mis pesadillas e imploré que no se diera por vencida.
Nadie me escuchó.
Tenía que acostumbrarme a su ausencia de una vez, pero me negaba a aceptarlo pronto. Quería hacer el último intento.
—Bienvenido a casa, Luca —Madre me recibió con un abrazo afectuoso y apoyó la cabeza en mi pecho sin lastimarme—. Estamos muy felices de verte.
Kiara sonrió mientras Laika sacudía su cola. Era bueno tenerlas a ellas a pesar de las pérdidas. Muchos hombres murieron a causa de esta guerra absurda, otros decidieron huir antes que servirme, pero pronto serían cazados como ratas.
—Gracias, madre—Me aparté y toqué su mejilla. No había hematomas, ni cortes en su rostro. Tampoco esa tristeza que siempre traía cuando mi padre estaba cerca. Era una mujer libre—. Te ves deslumbrante.
Una sonrisa genuina tiró de sus labios.
—Vencimos al monstruo —Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero eran de felicidad—. Él no volverá a herirnos, Alayna acabó con cada pedazo que le pertenecía.
Alayna...
La puñalada que recibí ante la mención de su nombre fue mucho más violenta esta vez. Se clavó en mi herida, haciéndome sangrar de nuevo. No superaría pronto a esa mujer, no creía que lo lograra algún día.
—Madre... —Kiara le dio un tono de advertencia—. Teníamos un trato, ¿recuerdas?
La sonrisa de mi madre se esfumó.
—Lo siento, pero no puedo olvidar su lucha. Llegó a nuestras vidas como un ángel vengador. Nos salvó de tu padre y estaré eternamente agradecida.
Mi madre sonaba como una mujer diferente. No soportaba a Alayna cuando vino aquí por primera vez, pero me ponía feliz que su perspectiva cambiara. La mariposa no solo había traído desgracias. También libertad y la oportunidad de un nuevo comienzo. Sin ella.
—¿Dónde está el Consigliere? —pregunté—. Quiero que me dé más detalles de los eventos que sucedieron en mi ausencia.
Kiara apretó mi hombro y nadie volvió a mencionar a Alayna. Todos en esta casa sabían cuanto me afectaba. Durante mi descanso en el hospital tuvieron que sedarme para que no cometiera locuras que implicaban ir a buscarla.
No podía dejar de pensar en ella. Los primeros días fueron los más difíciles. Se presentaba a torturarme en mis sueños. Arrancarla de mi corazón era imposible. Se metió ahí y nunca iba a irse. La amaba con cada parte de mí. La amaba tanto. Alayna Novak era mi mayor obsesión.
—Tu tío se encuentra en tu oficina —informó madre—. Está esperándote.
—Gracias —asentí.
Pasé una mano por mi cabello mientras subí las escaleras y me dirigí a mi oficina. Pensaba qué hacer, cómo arreglar el desastre que quedó en la ciudad. Aún debía pelear muchas batallas y matar a aquellos que nunca me respetarían. Me subestimaban por ser joven, pero estaba dispuesto a demostrarles que se equivocaban.
El príncipe había muerto.
Nació un rey oscuro.
No quería preocuparme por la situación tan pronto. Estaba a salvo de las responsabilidades en el hospital, pero había llegado la hora de trabajar y pensar en las próximas decisiones qué debía tomar. Qué lazos romper y cuáles conservar.
Sacudiendo la cabeza para liberarme de los pensamientos tortuosos, atravesé la puerta y entré a mi oficina para encontrarme con el Consigliere. Estaba revisando y firmando varios documentos. Se veía tenso.
—Luca—murmuró sin mirarme—. Es bueno tenerte de regreso en casa. Bienvenido de nuevo.
Cerré la puerta y me mantuve de pie. Lo único que me interesaba era escuchar la información que llevaba esperando durante días. Él prometió encontrarla, prometió traerla a mí.
—¿Sabes algo de ella?—pregunté, mi voz ronca por la ansiedad.
Apartó su atención de los papeles y enarcó una ceja.
—Te dije que serías el primero en saberlo.
La rabia me invadió, surgiendo a través de mis venas. Su breve respuesta me confirmó lo obvio.
Nada.
Sin rastros de Alayna.
Alcancé la botella de whisky sobre el escritorio y llené el vaso. Ignoré la mirada reprobatoria de mi tío y fuiste hasta el balcón. Estaba harto de que me juzgaran en esta casa. ¿Por qué no podían entender mi desesperación?
—¿Nada? —Miré la noche relucir en el cielo.
Escuché un pesado suspiro detrás de mi espalda.
—Olvidas a quien intentamos buscar —dijo—. Es Alayna Novak. Deberías olvidarla, Luca.
Apreté el vaso de whisky antes de darle un trago. ¿Olvidarla? ¿Hablaba en serio?
—Nunca la olvidaré —contesté con determinación—. No puedo y tampoco quiero.
La silla crujió cuando se puso de pie y se paró a mi lado.
—Fue muy clara cuando estuvo ese día en el hospital. Ella no quiere ser encontrada y hará todo lo posible para descartar las pistas. Estamos lidiando con una profesional.
El músculo de mi mandíbula tembló con enojo.
—Entonces busca la forma —exigí—. No me creo ni por un segundo que se fue sin despedirse de mí. Alayna me ama.
—Es una asesina.
Un fuego incontenible se estaba gestando en mi estómago y pronto haría arder todo a su paso. No me gustaba que hablara de ella como si fuera un robot sin sentimientos. Alayna demostró ser más humana que cualquier bastardo ambicioso que había conocido.
—No renunciaré a ella fácilmente y lo sabes.
—Vamos a seguir buscándola a pesar de sus deseos —murmuró—. Ella empezó de nuevo sin ti, Luca. Es hora de que hagas lo mismo.
Me aclaré la garganta para disimular mi furia. Cada vez que inhalaba, sentía como si unas cuchillas de afeitar me estuvieran rebanando.
—¿Cómo sabes eso? Es muy pronto para sacar conclusiones, han pasado casi dos meses.
—Lo suficiente para que una persona sepa lo que quiere —Alzó los hombros—. Ella saldó su última deuda contigo y lo demostró con el regalo que dejó en tu sótano.
Mi corazón se apretó y una frialdad se instala en mi pecho, atormentándome.
—¿Qué regalo?
Sonrió maliciosamente.
—Ven conmigo.
👑
Las suelas de mis zapatos italianos hicieron clic en el suelo de mármol de la habitación. Todo estaba tranquilo y silencioso. Estar en este sucio y podrido sótano me traía recuerdos. Mi mente reprodujo el trágico evento dónde torturé a Carlo y Gregg. Me volví indiferente respecto a la muerte, ni siquiera me importó ensuciarme las manos. Solo quería justicia y lo conseguí.
—Tiene mis respetos —comentó Eric y señaló la enorme caja ensangrentada—. Ella lo hizo pedazos.
Las palabras de mi madre cobraron sentido.
"Vencimos al monstruo. Él no volverá a herirnos, Alayna acabó con cada pedazo que le pertenecía"
Me cubrí la nariz a medida que di un paso cerca de la caja. Fabrizio estaba parado cerca de ella, esperando mi orden.
—Ábrela—manifesté y aparté la mano de mi nariz.
Fabrizio levantó la caja de plástico y entonces lo vi.
Ahí, dentro de la caja y lleno de moscas, estaba la cabeza de mi padre. Sus ojos bien abiertos y la lengua afuera. El olor a putrefacción casi me hizo vomitar, pero me contuve. Necesitaba ver, no me perdería ningún detalle. Los gusanos eran una agradable decoración.
—¿Lleva aquí más de un mes? —cuestioné.
—Sí —respondió Fabrizio—. Le prometí que tú lo verías personalmente.
Mi pulso se aceleró.
—¿Ella te pidió que lo vea?
Asintió.
—Dijo que será su último favor.
Forcé una sonrisa, sin querer retenerla más tiempo. Sonaba tan Alayna.
—¿Qué sucedió con el cuerpo?
Fabrizio apuntó el barril con ácido.
—Sus restos fueron derretidos.
¿Sentía pena? ¿Remordimientos? Absolutamente no. Era el hombre que arruinó mi vida, pero también era el hombre que me crió. Alguien que a pesar de cada horrible incidente, siempre había deseado tener su aprobación, incluso si sabía que nunca lo conseguiría.
Fui una decepción en su vida, él también en la mía.
Pensé en mi versión más joven, enfrentando cada humillación y menosprecios. Pensé en sus golpes, los gritos de mi madre, el llanto de Kiara cuando veía actos atroces. Maté por su culpa, perdí mucho de mi humanidad. Todo este odio, el rencor, la indiferencia y frialdad lo aprendí de él.
Mi abuelo arruinó su vida y padre hizo lo mismo conmigo. Años y generaciones en la mafia endurecían el corazón de un hombre, lo necesario para gobernar una ciudad. Sabía de los sacrificios que debía hacer. Sabía que debía usar la violencia y derramar más sangre para sobrevivir.
Nada había terminado.
Era el inicio de mi reinado.
—Deshazte de eso y busquen a los traidores —ordené—. Quiero muertos a todos aquellos que no cumplen mis órdenes.
Eric asintió con determinación y sonrió. ¿Querían de regreso al Luca que mató sin piedad a Carlo Rizzo? Les daría el gusto.
—En cuanto a Alayna... —dictaminé—. Continúen con la búsqueda. Quiero a mi mujer a mi lado.
—Por supuesto.
Pero pasaron meses, incluso tres años y ella nunca regresó.
Nunca.
👑
Actualmente...
Hacía tres años no me imaginaba en este escenario, pero no quería estar en otro. Me había ganado cada logro, respeto y gloria. Todos en Italia sabían quién era.
A mis veintiséis años, me encargué de tener rendida a Palermo bajo mis reglas. Mi difunto abuelo estaría orgulloso. Acepté su última voluntad: hoy era un temible líder italiano, un rey, una réplica del diablo en la tierra. Aprendí a mover muy bien las piezas del ajedrez en el tablero. Todos eran mis peones, incluso el gobernador y su hija cuando acepté casarme con ella por cuestiones políticas. Fue un simple acuerdo.
Ella no quería comprometerse con un viejo abusivo que la golpeara y yo buscaba una esposa para asegurar mi posición. Una fachada para conservar mi imagen de hombre respetable, alguien que me mantuviera en mi nueva realidad. Una realidad dónde la esperanza ni el amor existían.
Solo violencia, muerte y sangre. Poder y mucho dinero también.
Era un buen esposo, cumplía con mis deberes y la cuidaba cómo habíamos acordado. A veces cuando no tenía suficiente lo buscaba en otros hombres. No me importaba y tampoco me dolía. Mi único interés seguía en una mujer de cabello oscuro y ojos azules. Lo más real que tenía con Isadora era él.
Thiago.
Nuestro pequeño hijo de un año.
El primer mes de matrimonio no quise consumarlo, pero una vez que sucedió ya no pude detenerme y afronté las consecuencias. Isadora fue mi consuelo, fue la calma de mi tempestad. Con ella y Thiago no me sentía tan solo.
Mi hijo me motivaba a despertar todos los días y a seguir luchando. A veces pensaba muy seriamente en su futuro y me deprimía. No me gustaría que Thiago tuviera el mismo destino que yo, pero aprendí la lección.
Un Vitale jamás escaparía de la mafia, menos de la Cosa Nostra. La cuestión era aprender a manejarlo. No amaba a Isadora, pero a veces deseaba hacerlo. Sobre todo, cuando me había dado una felicidad que nunca terminaría de pagarle.
—¿En qué piensas? —Mi esposa entró a la habitación con una sonrisa.
Rizos rubios desbordaban hasta su espalda y acariciaban su cintura. Si pudiera definir a alguien como un ángel esa definitivamente sería Isadora Rossi de Vitale. Era una mujer encantadora, amable, dulce y comprensiva. Muy pocas veces tuvimos nuestras diferencias, pero siempre tratábamos de solucionarlo con diálogos.
Sabía que no podía corresponder a sus sentimientos y jamás me había reprochado. Al contrario, me daba apoyo incondicional. Las noches no se sentían tan frías gracias a ella.
—Thiago despertará si haces mucho ruido —sonreí y toqué la mejilla de mi hijo. Estaba dormido con el chupete en la boca y aferrado a su muñeco de Spiderman.
Todo familiar afirmaba que era una réplica mía. Heredó el mismo cabello castaño e intensos ojos grises. A pesar de tener solo un año y dos meses, se convirtió en un hombrecito exigente. Abandonó su biberón muy rápido y le gustaba lucir trajes caros de bebés.
Fernando había dicho que era un niño malcriado, pero no permitía que nadie interfiriera en su crianza. Los únicos con ese derecho éramos su madre y yo. Thiago sería criado bajos reglas justas. Estaría con él cuando tuviera sus caídas y le enseñaría a levantarse por su cuenta. Sin violencia. No cometería los mismos errores que mi padre.
Thiago sería un hombre amado y honorable.
Hablar con mi hijo se había convertido en un ritual matutino. Mientras su madre dormía fuera de mi habitación charlaba con él sobre cualquier cosa. Thiago me escuchaba y se reía cuando le hacía cosquillas. No me imaginaba una vida sin él.
—Nuestro aniversario se acerca —Los brazos de Isadora rodearon mi cintura y besó mi espalda —. Dos años como casados, Luca.
No quité mis ojos de Thiago.
—Lo sé.
—Tenemos que celebrarlo, una fiesta por todo lo alto —Sus manos lentamente bajaron hacia la cremallera de mi pantalón—. Invitaré a mis amigos, cada persona que forma parte de la élite de Palermo. Hablarán de nosotros durante meses.
—Isadora...
—Cubriremos las tapas de las mejores revistas —continuó, emocionada—. Somos la pareja perfecta.
Detuve su mano cuando intentó llegar más lejos y escuché su quejido. La última vez que tuvimos sexo fue hace tres meses. ¿La tenía frustrada? Sí, pero no podía reclamarme. Formaba parte de nuestro acuerdo. Cada uno era dueño de su propio placer y deseos.
Ante las cámaras fingíamos que nos amábamos y que teníamos el mejor matrimonio de Palermo. ¿Qué pasaba en la intimidad? Éramos vacíos, no había nada de amor. Solo placer y compromiso. Veía a Isadora como una amiga.
—Puedes organizar la fiesta que quieras —indiqué—. El dinero lo tienes a tu disposición.
—Pero no a ti —susurró con dolor—. Te extraño, Luca. ¿Hasta cuándo seguiremos así?
Aparté mis ojos de Thiago y la observé atentamente. No me gustaba que sufriera por mí, no me gustaba que esperara amor. Esa parte de mí lo robó alguien y jamás podría recuperarlo. Mi corazón ya tenía dueña.
—Creí que esto quedó claro entre nosotros —Hablé más bajo para no despertar a Thiago —. ¿Acaso no tienes suficiente con tus amantes?
Sus ojos marrones brillaron con las lágrimas retenidas y sus labios pintados de rojo temblaron. Por favor, no llores.
—Si acudo a ellos todo el tiempo, la gente empezará a sospechar. ¿Qué pasará si los paparazzi me toman desprevenida en un lugar inapropiado? Mi reputación será destruida.
Cerré los ojos un breve segundo.
—No habrá problemas si eres cuidadosa.
—Para ti es muy fácil decirlo porque eres hombre y nadie cuestiona lo que haces. Yo... tengo necesidades y no hay nada de malo que lo busque en mi marido. Estamos casados, Luca. Soy tu esposa.
Thiago soltó un gemido angustiado y rápidamente fui hasta él para calmarlo. Se relajó ante mi toque y se acurrucó en su cuna. Sonreí ante la imagen. Era mi orgullo, mi único heredero.
—No me presiones —advertí—. Y no te atrevas a hacer esto frente a mi hijo.
—Nuestro hijo—corrigió.
Chequeé por última vez a Thiago antes de agarrar el brazo de su madre y sacarla de la habitación. Desde que era un niño, presencié las peleas que tuvieron mis padres y eso trajo secuelas en mi infancia. Ya no pude verlos de la misma forma, me asustaban cuando estaban juntos y sufría por mi madre. No quería lo mismo para mi hijo.
—¿Será necesario que te repita nuestro acuerdo? —siseé bajo y enojado—. Esto no es amor, Isadora.
—¿Y tampoco sexo? —Me acarició el pecho y besó mi cuello—. Soy la madre de tu hijo, no un simple peón en tu vida. Merezco consideración, Luca. Te necesito tanto, sueño con tu toque cada día. No me prives de tu cuerpo.
Sus besos se volvieron más ansiosos a medida que me quitaba la chaqueta y trazaba mis abdominales. Como de costumbre, nada en mí respondió. Estuve bloqueado sexualmente durante mucho tiempo. El sexo no volvió a ser lo mismo de antes. No desde ella.
—Hoy —dije, odiando hacia dónde se dirigía mi traidora mente.
Isadora me miró con ilusión y entusiasmo.
—¿Hoy?
—Hoy me tendrás en tu cama —prometí—. Seré tuyo.
Me desarmó ver la gratitud en sus lindos ojos. No debería ser de esta forma, ella no merecía las sobras de un hombre que fue destrozado. Ella no merecía solo pedazos.
—Te a... —Presioné un dedo sobre sus labios y ella agachó la cabeza en decepción.
Tampoco tenía permitido pronunciar las palabras porque me haría sentir más culpable.
—Déjame revisar algunos papeles y después me tendrás.
—Voy a esperarte.
—Bien.
La aparté torpemente y la vi retirarse a su habitación. Algunas noches ni siquiera compartíamos la cama. ¿Por qué era tan difícil corresponderle? Me daba todo, era una mujer excepcional. ¿Cómo diablos podría liberarme de este amarre que fue impuesta por una maldita mariposa?
—Bueno, escuché eso desde la biblioteca —Se burló Kiara con un libro en la mano—. ¿Le sigues negando sexo a tu esposa, Luca?
A veces olvidaba que ya era mayor de edad. El mes pasado cumplió dieciocho y Luciano había estado merodeando su ventana como un cachorro. Ese imbécil estaba muy perdido por mi hermana.
—No es asunto tuyo, ocúpate de tus estudios—respondí tajante.
Kiara sonrió más ampliamente.
—La gente de servicio también sabe que el matrimonio de ambos es una fachada —prosiguió —. Si no fuera por el niño, tú hace tiempo pedirías el divorcio.
Froté mi rostro.
—Sabes que el divorcio no es posible. Fernando es capaz de prometerla al viejo cascarrabias abusivo. Yo la salvé de una tragedia.
—Lo sé.
—¿Entonces por qué mencionas el tema?
Me dirigí a mi oficina y Kiara me siguió los pasos.
—Prefieres a una muñeca inflable antes que tocar a Isadora. Ninguno es feliz y odio que estén atrapados en un callejón sin salida. Ella es muy buena, merece más que tus sobras.
Mi rostro se calentó por la ira. No me agradaba que se metieran en mi vida privada.
—¿Crees que no lo sé?
—Ya no eres el mismo de antes, no desde que Alayna se fue.
Su nombre.
La cólera chocó contra mí como un maremoto. ¿Cómo se atrevía a pronunciar su nombre cuando estaba prohibido? Me lastimaba y no lo notaba.
—No vuelvas a hablar de ella. ¿Entiendes?
Pero mi hermana no mostró ni un gramo de culpa ante la dureza en mi voz.
—Estoy cansada de verte muerto por dentro. Sé que tienes a Thiago y te hace muy feliz, pero nunca creí que tú renunciarías tan rápido a tu verdadera felicidad.
Las venas de mi sien se tensaron. Me estaba enojando, ¿por qué la mencionaba? Nadie lo hizo en muchísimo tiempo. Cuando no encontré ninguna pista de su paradero, Alayna Novak estuvo muerta en mi vida. Ella no me quería a su lado y quedó demostrado.
—Pasaron tres años, Kiara. Ya lo superé.
Su expresión me dijo que no me creía. Yo tampoco lo hacía. Era una mentira que intentaba desesperadamente hacerla realidad.
—¿En serio? Te he visto perdido durante tres años. Te estás convirtiendo en nuestro padre. Isadora y Thiago no merecen esta versión de ti, tampoco que los retengas contigo. Eres destructivo.
Me acerqué a ella y la hice retroceder. Podía aceptar cualquier cosa, menos que me comparara con Leonardo. Eso nunca.
—Si vuelves a decir algo como eso, lo lamentarás. Mi hijo pertenece a mi lado.
Apretó los labios.
—¿Isadora no? Deberías buscar la manera de liberarla.
—No sabes cómo funciona nuestra relación y las consecuencias que traería si la dejara ir.
Dejó salir una risa irónica.
—Todo el mundo lo sabe, Luca. Menos tú. A veces me pregunto cómo sería tu vida si supieras la verdad.
Fruncí el ceño.
—Estás diciendo locuras.
—No —sentenció—. Estoy cansada de guardarme esta horrible carga, quiero hacer el intento de abrirte los ojos de una vez.
Me faltaba el aliento con cada palabra que salía de sus labios. ¿Por qué me decía estas cosas justo ahora? Cristo, pasaron tres años desde su partida.
—¿De qué carga estás hablando?
La culpa era evidente en sus ojos grises.
—¿Qué harías si supieras que todas las cosas que te dijeron sobre Alayna son puras mentiras?
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