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Yoongi miraba su cabello a través del gran espejo que tenía frente a él. ¿Valdría la pena perder todo lo que tenía por un doncel? Él suspiró mientras se alejaba del espejo para dirigirse a su cama y pensar, tenía un plazo para pensarlo. ¿Pero qué pasaría si este pasaba y él no hiciera nada? Esto era muy difícil para él, pero el doncel se lo había dicho y este parecía no aceptar ser su concubino. Yoongi negó, era un rey y no se iba a dejar manipular por un chiquillo pobre.

Por otra parte, el doncel miraba la espada que tenía un sello y la acarició con sus dedos, cuando la termino de limpiar miro su reflejo en la espada y con esta se cortó su cabello negro, el cual cayó al río. Sus ojos tenían lágrimas mientras leía la carta que había recibido, miró una vez la carta y la rompió en pedazos para dejarla ir en el río.

Se levantó y guardó la espada para seguir con su camino a su nuevo hogar, ya no iba a ir donde estaba antes, ya no más. El pelinegro volvió a tener el cabello corto el cual volvía a resaltar su belleza, llegó a un nuevo pueblo los cuales miraban con curiosidad al chico que había llegado.

—Miren qué lindura de chico. —habló un hombre con intenciones de tocar al doncel.

Jimin sacó su espada y le cortó el cuello al hombre asustando a las demás personas. Los demás hombres al ver la espada la señalaron mientras temblaban de miedo.

—Escuche de una casa en venta. —miro a los pueblerinos. —¿Quién la vende?

Las personas asintieron y le señalaron el lugar, el chico siguió su camino junto con su carreta para ver el lugar, observó la tierra y la tocó, era fértil y perfecta para sus semillas. Admiro todo el espacio y vio que era perfecto, era espacioso y su bebé podría jugar bien, él miró como un hombre con dos más venían donde él.

—Un doncel como tú no podría pagar este sitio. —lo vio de pies a cabeza. —a menos que lleguemos a un acuerdo.

—Supongo que a cambio de comprarlo debería dormir con usted. —dijo Jimin. —solo diga el precio, le aseguro que se le puedo dar lo que pide.

—Cuatro mil monedas de oro niño. —extendió la mano el hombre.

El pelinegro asintió y de su bolsa sacó una pequeña y se la tiró al hombre el cual la tomó y miró las monedas, cuando iba a hablar el doncel mostró el sello que poseía y el hombre con miedo lo vio.

—Supongo que ya es un trato. —sonrió el doncel con inocencia.

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