Capítulo 15: Todos para uno
Sin embargo, la victoria aún no llegaba. Al huir los humanos, otros ruidos comenzaron a escucharse... y, no eran precisamente gritos de felicidad: los perros habían regresado y eran una manada gigantesca.
"¡No avanzarán!" gritó Geno, lanzando su luz hacia los perros. No obstante, solo podían darle a uno a la vez, y parecían cientos.
"¡Son muchos!" gritó Gurri al ver que no podrían usar con todos su magia.
Pero no había tiempo para pensar, pues la manada de perros se abalanzaba sobre el grupo sin ninguna piedad. A pesar de que los dos cachorros y los dos cervatillos consiguieron hacer retroceder a unos cuantos, con su magia, el número aún les superaba y fueron Bambi y Simba que se encargaron de ahuyentarles de alejarles de los niños. Aún con su apoyo, los perros continuaron abrumándoles hasta el punto de separar a los cervatillos contra un tronco de un árbol.
"¡Geno! ¡Gurri!" gritó Bambi, pero los perros continuaban estorbándole el camino.
Geno aún no se rendía e iba proceder con usar su magia, cuando entonces, en un arbusto que los separaba de los perros, una cola muy familiar apareció y, al segundo siguiente, un olor tan fuerte inundó el aire que espantó a los perros.
"¡Rosa!" exclamaron los cervatillos.
Efectivamente, la pequeña mofeta había parecido en el mejor momento, sonriéndole a sus amigos.
"¡Los estaba buscando!" dijo ella.
Al mismo tiempo cuando Bambi estaba a punto de ser atrapado por los perros, una lluvia de piñas secas empezó a caer sobre ellos, una de las cuales les dio a uno de los canidos en un ojo, molestándole lo suficiente para ver al travieso: Tambor junto a sus niñas, quienes les estaban arrojando aquellos frutos secos.
"¡Oigan colmilludos!" les gritó a los perros, llamando la atención, "¡Por aquí!"
Los perros cambiaron de objetivo ante los molestos conejos. Sin embargo, al igual que Rosa, Flor y sus dos hijos también les sorprendieron y lanzaron todos juntos un chorro de su aroma hacia los perros, haciéndolos huir.
"¿Flor? ¿Tambor?" preguntó Bambi, "Vaya, gracias"
"Sabes que siempre puedes contar con nosotros, Bambi" le dijo Tambor.
"Sí, todos estamos para defender nuestro bosque" comentó Flor.
En ese momento de descuido, un perro se había acercado lo suficiente para atacar al grupo de amigos. Sin embargo, este fue golpeado por las patas de Faline, quien le tomó por sorpresa.
"¡Faline!" le exclamó Bambi, "¡Pensé que estarían escapando!"
"No Bambi, no por ser el Gran Príncipe del Bosque tienes que hacerlo solo, TODOS, estamos aquí para ayudar" respondió Faline.
Se tuvo que enfatizar 'TODOS' por una sencilla razón: los habitantes del bosque se habían unido a la refriega. Los que volaban distraían a los perros desde el aire (incluso Sr. Búho estaba entre ellos), mientras que los demás lanzaban piñas desde los árboles. Por un lado, se podía ver un puercoespín rodando de un lado para otro pinchando a los canidos.
"¡Y hay más agujas de donde salieron esas!" les gritaba al verlos huir.
Por su parte, aún Simba tenía complicaciones, pues los perros le tenían sujetos casi las cuatro patas. Para su suerte, Nala apareció y con un par de zarpazos liberó a su pareja para luego acabar con ellos juntos.
"¿Siempre metiéndote en problemas?" se rió Nala.
"Al menos seguimos siendo un buen equipo" contestó Simba.
"¡Abuelo Simba! ¡Abuela Nala!" se reunió con ellos Dan y Shany.
"¿Se encuentran bien, cachorros?" preguntó la leona, "¿Eh? ¿Y esas hojas?"
"Larga historia, te diré luego" le aclaró Simba, "Ahora, terminemos con esto"
Ahora, Nala también se había unido a la lucha contra los demás perros. Los animales del bosque ya no estaban en nada asustados, lo que marcó su victoria contra los perros: siempre era los hombres y sus canidos los que les perseguían, los que les sacaban de sus hogares, los que les cazaban. Con el miedo echado, eran como si se hubieran invertido los papeles y ahora los perros eran los que escapaban. Cuando no quedó ninguno, se sintió un momento de respiro en el aire.
Pero, desafortunadamente, fue arruinado por otra maquinaria... mejor dicho, con la madre de las máquinas de deforestación: una gran cosechadora de madera móvil que actúa cuya apariencia de boca eran dos grandes sierras que destruirían todo lo que entrara allí. Era impulsado por un potente motor que expulsaba una gran cantidad de humo. Se movía sobre un par de bandas de rodadura con púas que proporcionan una tracción eficaz en el bosque. En el medio, por encima de la boca, estaba la cabina donde estaba el capataz, molesto seguro por las intervenciones de los animales (a decir verdad, tenía planes demasiado ambiciosos para esas áreas del bosque; tantas que no había forma de que detuvieran sus planes).
"¡La detendremos!" gritó Geno junto a su hermana.
Ambos usaron su magia. Sin embargo, esta no causó el menor daño a la máquina, como si fuera piedra contra acero. El miedo volvió a cundir entre los habitantes del bosque y todos volvían a correr hacia el bosque.
"¡Niños, corred!" gritó Simba.
El grupo de leones y cervatillos también comenzó la retirada. Pero, para empeorar las cosas...
"¡Ay!" gritó Shany. Al girar la mirada, todos vieron su pata sangraba pues estaba atrapada en una trampa para osos. Y, como para empeorar aún más las cosas, la máquina se le acercaba.
El instinto se apoderó de Dan... saltó hacia su amiga atrapada y, por una fracción de segundo, encontró algo que podía ayudar: el hacha de uno de los hombres que había escapado. Intentó levantarla, pero era un poco pesada para su boca.
"¡Te ayudo!" le dijo Geno, quien había llegado a su lado y ambos levantaron el arma, lanzándole a la boca de aquella máquina mortal.
Si bien el mango de madera terminó destrozado, la parte de hierro atascó los aparatos internos. Eso les dio tiempo a Dan y Geno para intentar liberar a Shany.
"¿Estás bien?" le preguntó Dan.
"Duele... mucho..." le dijo ella.
Mientras lo intentaban, Capataz maldecía a su máquina desde el interior intentando que se desatasque. Por otro lado, Simba llegó a su lado y, parecía más fuerte para liberar a la cachorra de la trampa, pero tomaría un par de minutos que, por los sonidos de la maquinaria, no tendrían.
Dan miró un momento a Shany y luego a la pieza atascada dentro de la máquina. Entonces, tuvo una idea: corrió rodeando aquella monstruosidad y saltó hacia la puerta del maquinista que estaba entreabierta (grave error). El Capataz intentó coger su arma, pero el cachorro de león le mordió la mano, cosa que no le gustó al hombre y le dio una patada.
El joven cachorro pensó que en cuanto aquel hombre agarrara su arma, sería su fin. Pero cuando logró enfocar la cabeza sus ojos encontraron al hombre mareado, por un cabezazo recibido por Geno desde la ventana del otro lado abierto (otro grave error).
"A que eso te dolió, ¿no?" le preguntó al desmayado hombre, "¿Estás bien?"
"Un poco" le respondió Dan.
"¿Por qué te subiste a esto?"
"Bueno..." dijo Dan mientras con sus garras abría una pequeña puertecilla al lado de los pedales, "Tal vez no podamos hacerle nada desde afuera, pero desde dentro..."
La puertecilla metálica se abrió, mostrando un pequeño espacio donde había calor y pequeñas piezas que se movían. Dan levantó su pata y lanzó un diminuto rayo que hizo un corto circuito en el interior.
"¡Corre!" le indicó a Geno.
El cervatillo entendió y procedió a bajar de aquella monstruosidad mientras las chispas y los rayos inundaban la cabina. Por su parte, Simba había conseguido sacar a Shany y, cuando se reunió con Geno y su nieto, todos corrieron a donde estaban Bambi y Faline. Mientras que, habiendo recuperado sus sentidos, el Capataz intentó controlar la máquina de nuevo, ignorando las claras fallas (tercer grave error). Cuando los animales estuvieron lo suficientemente lejos...
¡KABOOM!
La máquina taladora explotó, resonando en los oídos de todos los animales como un ruido bastante doloroso. Cuando acabó, todos pudieron respirar tranquilos (aunque a algunos les resonaba el eco en sus cabezas) Bambi observó lo que había dejado:
"Oh, tenemos otro problema" dijo.
Si bien la destrucción de aquella monstruosidad había sido lo mejor, el fuego que había dejado ahora representaba el próximo problema: con solo la explosión ya había abarcado bastante área y en unos pocos minutos llegaría al bosque. No había fuentes de agua cercanas... ¿qué iban a hacer? Mientras Dan curaba a Shany como lo había hecho con Bambi, esta comentó:
"Hay... como duele..." le dijo, "Me gustaría refrescarme la pata luego en la nieve de las montañas Theluji..."
"Sí, seguro que podrás..." empezó a decir Dan, pero se detuvo, "Un momento... Shany, ¡eres un genio!"
"¿Qué? ¿A qué te refieres?" preguntó ella, muy confundida.
Dan no respondió inmediatamente, sino se apresuró a curar a Shany. Una vez repuesta, el cachorro de león reunió a Geno y Gurri con ellos, en una 'reunión grupal'.
"Niños... ¿qué están..?" iba a interrumpir Bambi, pero Simba le interrumpió.
"Espera, veamos lo que hacen" le dijo.
Bambi entendió y se limitó a esperar. Cuando acabó la reunión, Simba preguntó:
"¿Se les ha ocurrido algo?"
"Sí, abuelo Simba" respondió Dan.
"¿Podemos ayudar en algo?" preguntó Bambi.
"Sí papá" respondió Geno.
"Sí" repitió Gurri, "Necesitamos a todos de nuevo"
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