Capítulo 9: Intentando adaptarse

"¿Qué es un circo?" preguntó Simba confundido.

"Pues... donde nosotros estamos" respondió la cachorra, "Por cierto, me llamo Maya... ¡Oigan chicos! ¡Miren al recién llegado!"

La zona oscura de donde había venido Maya era en realidad una caja grande que servía como cobijo a otros 2 cachorros de león: un macho y otra hembra.

"Te presento a mis hermanos: Dalila y Nabil" le presentó Maya, "Chicos, él es Simba, el nuevo"

"Hola Simba" le saludó Dalila, "Vaya, eres bastante guapo"

"Er... gracias, creo..." respondió este, algo incómodo.

"¿Estás bien? ¿Qué te hicieron en la pata?" preguntó Nabil.

"Una boca filosa y dura en el suelo" explicó Simba, "Creo que le llaman trampa"

"¿Para qué querrían una trampa para un animal de traslado? O... ¿de qué zoológico vienes?"

"¿Zoo... qué? Me capturaron en las Tierras del Reino"

"Y... ¿dónde queda eso?"

"Bueno, en..." intentó decir Simba, pero recordó que no sabía nada, "Muy lejos... en las praderas"

"Quieres decir... ¿Qué eres salvaje?" preguntó Dalila, "¡Eso es fantástico!"

"Oye, salvaje es decir mucho... mi papá me enseñó que los salvajes son los que no respetan el ciclo de la vida y comen sin tener ningún respeto en la vida"

Ante esa explicación, los tres cachorros de león empezaron a reírse, pues nunca habían escuchado tales cosas. No obstante, una cuarta voz, un poco más ronca le sorprendió. Esta provenía de una jaula en la cual había un león viejo y aparentemente agotado.

"Solo un rey león habla de esa forma" se rio el viejo. Sin embargo, no era en tono de burla, sino más bien felicidad nostálgica.

"¿Usted sabe de las praderas, viejo Remus?" preguntó Maya.

"¿Quién es el?" preguntó Simba.

"Es el viejo Remus" explicó Nabil, "Se dice que solía ser un león libre en su juventud, hasta que..."

"Que me capturaron igual que a ti, joven príncipe de las praderas" terminó Remus, para la sorpresa de los demás cachorros.

De inmediato, las miradas de ellos cambiaron de risa a sorpresa.

"¿En serio eres un príncipe?" se alegró Dalila, "¡Eso te hace más especial!"

"¿De verdad?" le preguntó Maya.

"Bueno... sí, mi papá y mamá son los reyes" respondió Simba, "Tengo también una hermana, dos primos y mis tíos. Ah, y mis amigos de las lejanías. Por cierto, ¿dónde están sus padres?"

Pero los cachorros parecieron desanimados cuando Simba tocó el tema. Maya, teniendo que ser sincera, le respondió:

"No sabemos. Nos separaron de ellos cuando éramos pequeños. Nunca los volvimos a ver. A decir verdad, solo somos hermanos de amistad: crecimos juntos, pero nacimos de diferentes madres"

"Y solo conocemos lo que es el circo" continuó Nabil, "Y ahora que lo pienso, tenemos que descansar: mañana tenemos práctica"

"¿Práctica? ¿de qué?" preguntó Simba.

(Mientras tanto...)

En un barco de carga a punto de zarpar, Ono volaba alrededor, tratando de buscar a Dan en el lugar acordado.

"Espero que no se haya ido sin mí..." dijo, posándose al lado de un bote salvavidas cubierto de una tela.

"Pst, Ono" le asustó la voz de Dan. Al darse la vuelta, se encontró a este, escondido en el interior.

"¡Hapana! Ah, era usted señor Dan... ¿qué hace ahí?"

"Pues un león adulto no puede andar por la cubierta sin que alguien grite" respondió mientras le indicaba a Ono que entrara. El interior era como una pequeña carpa lo suficientemente espaciosa para el león. Un detalle era que había un par de bistecs y unas salchichas en el interior.

"¿Y esto?" preguntó Ono.

"Hice una pequeña cacería en las cocinas. Los espíritus me dan fuerza para superar el agotamiento, pero no para superar el apetito. Ahora escucha..."

Dan procedió a contarle todo cuanto había averiguado.

"¡Woah!" exclamó Ono, "¿Entonces este transporte sobre el agua va a su hogar natal?"

"Es un barco, pero sí" respondió Dan, "Recuerdo conocer ese circo y es probable que allí esté Simba. Ono... a partir de este trayecto, dejaremos todo lo que conoces atrás, ¿seguro que quieres continuar?"

"Por usted majestad, lo que sea" respondió este, haciendo reverencia.

"Eres bastante leal Ono, pero no te lo pregunto como tu rey.... sino como tu amigo"

"Pues eso reafirma mi lealtad, Dan. Somos amigos, y siempre estaré con ellos cuando más lo necesiten"

"Gracias Ono. Ahora, descansemos hasta que lleguemos"

El atardecer llegó, y los dos viajeros permanecieron escondidos en el bote salvavidas cubierto. Para su suerte, ninguno de los tripulantes se dio cuenta de sus polizones, aunque si encontraron extraño la desaparición de un par de jamones y un par de coles de la cocina. Al principio, Ono no estaba muy contento de aquello porque lo consideraba robo, pero luego Dan le calmó diciéndole que los barqueros guardaban aún más comida que la que consumían y no lo compartían con otros seres vivos... robar 'un poco' no les afectaría.

"Además, como te lo dije, estamos en territorio desconocido" le dijo Dan, "Y las leyes de la selva no se cumplen en el mundo de los humanos. Hay que cambiar un poco las costumbres"

(Al día siguiente, en el circo...)

Simba estaba muy tranquilo descansando por la mañana en el suelo de paja cuando un sonido nuevo, semejante al grito de un elefante, pero más pequeño y agudo, interrumpió su sueño.

"¡Ay!" gritó Simba, molesto por despertarse tan abruptamente. "¿Qué es eso?"

"Es solo una trompeta," le explicó Maya con una sonrisa, "Las focas suelen practicar con ellas."

"¿Y eso qué es?" preguntó Simba, frunciendo el ceño.

"Ven, mira." Maya le señaló a través de los barrotes de la jaula, mostrándole a un grupo de focas que chapoteaban y hacían malabares con pelotas en una charca. Simba se sorprendió un poco por estos animales. Fuera de su jaula, había elefantes que realizaban trucos de equilibrio, tigres que se paseaban con gracia en sus jaulas, y cebras que, aunque llevaban cadenas alrededor de sus cuellos, mostraban un poco de energía al trotar en círculo, deseando escapar.

Justo entonces, escuchó el chirrido de las rejas de la jaula abrirse. No era el niño humano, sino otro sujeto bastante fornido.

"¡Salgan, peludos!" les dijo con una voz áspera.

Maya y Dalila de inmediato corrieron fuera, pero Nabil se quedó lo suficiente para ver que Simba no se había movido en lo más mínimo.

"¿Qué te pasa?" preguntó Nabil, "¿No quieres acostumbrarte al lugar?"

"No creo que me acostumbre. Además, tengo hambre y no he comido nada desde que me atraparon," dijo Simba, con una leve queja en su tono.

"Pues ven entonces, también es el momento de comer," respondió Nabil, animándolo.

Sin tener más opciones, Simba siguió a los demás. Sin embargo, cuando estuvieron los cuatro fuera de la jaula, le pusieron un collar con una cadena, atándolo a Maya. Por otra parte, Nabil fue encadenado junto a Dalila.

"Esto es bastante incómodo," le dijo Simba, sintiendo el tirón en su cuello.

"Una vez que te acostumbras, se siente normal," le explicó Maya, resignada. "En fin, ¿dijiste que querías comer algo? Mira, acá están las cubetas."

Simba miró con curiosidad. Había unos objetos de metal que desconocía, y en su interior había un olor a pescado bastante fuerte. De inmediato, los tres cachorros se apresuraron a comer aquello, dejando al joven príncipe bastante contrariado.

"¿Qué pasa? ¿No tenías hambre?" preguntó Nabil, con un trozo de pescado en la boca.

"Pues... no sé porqué comen eso," respondió Simba, haciendo una mueca. "Eso huele... extraño."

"Es lo mejor que puedes comer aquí," le dijo Maya. "Y deberías comer lo que puedas antes de que ese pajarraco venga a coger su parte."

"¿Pajarraco?" Simba preguntó, justo cuando un graznido tan agudo y molesto resonó en el aire que hizo temblar sus orejas. Un gran buitre de aspecto malhumorado y lleno de cicatrices se posó exactamente frente a las cubetas de pescado.

"¡Hora de mi parte!" dijo maliciosamente, apoderándose de los pescados. "¡Largo!"

Los cachorros entendieron el mensaje, pero Simba no soportaba que otros abusaran o robaran de los demás.

"¡Oye!" le gritó, ante la sorpresa de los demás. "¿Por qué robas? ¿Acaso no puedes conseguirte tu propia comida?"

"¿Quién eres tú?" le preguntó el buitre en tono de burla, "¿Eres nuevo? Escucha, niño: primera regla de este lugar..."

Sin avisar, le golpeó con su ala, arrojándolo a un abrevadero para elefantes, y como estaba encadenado con Maya, ella también fue arrastrada, cayendo ambos cachorros al agua.

"...yo tomo lo que quiero!" completó el buitre con una risa burlona.

Chapoteando y escupiendo agua, ambos cachorros salieron del abrevadero, empapados y confusos.

"Serás..." intentó decirle Simba, planeando lanzarse a por él, pero Maya lo detuvo.

"No, no pelees con Kasai, es el favorito del dueño," le dijo, saliendo del agua y secándose. "Además, estamos encadenados y no podrías tocarle una de sus plumas."

"¡¿Y piensas dejar que se coma vuestra comida?!" le preguntó Simba, enfadado y sacudido por la injusticia.

"¡Ya lo sé, pero él es más fuerte que cualquiera de nosotros!" respondió Maya, frustrada.

"Em... chicos..." interrumpió Dalila, mirando hacia las cubetas vacías. "No es necesario que se peleen."

Simba, decepcionado, vio cómo el buitre se alejaba con su festín. Con el estómago aún rugiéndole, se dejó caer en la paja, sintiéndose impotente.

"Toma, guardé esto para ti," le dijo Nabil, ofreciéndole un pescado que había escondido. "No debes desperdiciar la comida."

"Gracias..." respondió Simba, sintiéndose un poco mejor. Aunque no quería admitirlo, la necesidad lo obligó a probar el pescado. Sabía a rayos y centellas, pero lo tragó para llenar un poco su estómago.

"Bien, ahora que estás con energías, espero que lo demuestres en la práctica," le dijo Maya, acercándose a una pelota grande de circo.

"Díganme otra vez de qué se trata," respondió Simba, con curiosidad pero también con desconfianza.

Maya le empujó la pelota y se subió a ella, mientras que Dalila con Nabil empujaron a Simba, subiéndolo encima. El cachorro de inmediato se encontró luchando por el equilibrio contra Maya, haciendo rodar la pelota con ellos encima de un lado a otro.

"¡Hey! ¡Mantén el equilibrio!" le gritó Maya, riendo mientras Simba intentaba no caer.

"¡Yo no sé hacer esto!" le gritó él, frustrado.

"Pues necesitas entretener al público," explicó Dalila, "Es lo que solemos hacer. A, y tienes que aprender porque tenemos una función esta noche..."

Simba seguía sin entender del todo, lo que lo llevó a perder el equilibrio y caer de nuevo al abrevadero, volviendo a mojarse.

"Yo creo que tardará bastante en acostumbrarse..." comentó Nabil, riendo mientras los demás lo miraban, empapados y frustrados, pero con una chispa de esperanza de que algún día Simba podría adaptarse a su nueva vida.

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