Capítulo 18: Embarque de vuelta a casa
Mientras que Simba lloraba por su padre, quien creía muerto, un pequeño resplandor emanaba de él y salía gota a gota en cada lágrima.
"Simba, ¿qué te sucede?" preguntó Maya, haciendo que el cachorro se detenga por un momento y notara también aquel extraño fenómeno.
De repente, suave y cariñosamente, una pata se posó sobre su cabeza.
"Muchas gracias, Simba" le dijo su padre, quien le miraba desde el suelo y se veía bastante bien.
"¡Papá!" exclamó Simba antes de lanzarse a abrazarle, cosa que le hizo caer de nuevo, "¡Estás bien!"
Dan finalmente consiguió levantarse completamente.
"No me iré todavía con nuestra familia en las estrellas" le explicó a su hijo, "Después de todo, tú me necesitas y nuestros nuevos amigos nos necesitan a ambos"
"Uff, menos mal..." comentó Sam, "Ya tenía miedo de que te pasara lo mismo que mi abuelo"
"Majestad, se siente bien, ¿verdad?" le preguntó Ono.
"De maravilla" se rio el rey león, "Ahora, salgamos todos de aquí"
Los cachorros de león y el de perro siguieron a Ono y Dan hacia la salida, evadiendo al resto de inconscientes cirqueros (se dice que perdieron toda memoria, teniendo que cambiar de empleo y, si intentaban alguna cosa mala o deshonesta, sufrían de fuertes dolores de cabeza). Cuando pudieron salir por la puerta principal, se dieron cuenta de que el resto de animales no habían escapado inmediatamente.
"¿Qué sucede?" preguntó Badil, pues conocía casi a todos.
"Tenemos miedo de que nos vuelvan a atrapar los humanos" dijo un elefante, "Pero no conocemos la ciudad y va a amanecer muy pronto"
"¿Tienen una forma de salir de la ciudad?" preguntó una cebra.
"Podríamos ir como llegamos, pero..." opinó Ono.
"Somos demasiados para ir en un pequeño bote..." completó Dan.
Todos se pusieron a pensar, hasta que el nuevo Milo recordó algo importante:
"¡Oh, lo tengo!" dijo, "Sharp iba a alquilar un barco para irnos por mar a otro circo. Podemos usarlo para ir a África"
"¡Es una buena idea!" le felicitó Dalila a Milo. No obstante, aún había un problema:
"Es cierto, es buena idea" dijo una de las jirafas, "Pero estará lejos"
"Sí, y pasar con los cocodrilos de nuevo no parece buena idea..." dijo Ono.
"¡Lo tengo!" opinó Sam, "¿Y si usamos los carros del circo? Los he visto bastantes veces en la calle y los humanos no sospechan nada"
"Suena bien, pero necesitamos a alguien que conduzca" dijo Dan, "Milo, ¿puedes hacerlo?"
"Solo sé un poco" respondió el mandril, "Nunca me han dejado conducir bastante y con este cuerpo ahora..."
"No te preocupes te ayudaremos" luego, se giró hacia los demás animales, "Ya escucharon, vuelvan a las jaulas para poder ir de forma segura. Les prometo, que esta será la última vez de esas prisiones"
Los animales aceptaron gustosos de la idea y, opuestamente a lo que hubieran hecho en el pasado, ayudaron a terminar el montaje de las jaulas con los carros, guiados por Milo, pues el tenía la experiencia en hacerlo. No demoraron mucho, pues los humanos ya los tenían casi listos antes de la fuga. Cuando terminaron, Dan abrió completamente el portón y luego se subió al vehículo principal, el cual encadenaba uno a uno todas las jaulas.
El carro principal tenía las ventanas arriba y como Milo, ahora convertido en mandril con alcanzaba los pedales, Sam tuvo que ayudarle mientras Ono vigilaba de que no llamaran la atención. Por fortuna, no muchas personas andan por las calles a horas de la madrugada y los semáforos no fueron un gran impedimento.
"Listo, el puerto" les dijo Milo cuando hubieron llegado.
"¡Hapana!" exclamó Ono, "Hay un par de humanos cerca del barco que queremos abordar, ¿alguna idea más?"
"¡Tengo una!" gritó Simba antes de salir corriendo, "Vayan subiendo"
"¡Simba!" gritó Dan al ver la locura que acababa de hacer.
"Descuide señor Dan, yo iré por él" le dijo Sam, "Vayan abordando"
"Espera, también te ayudaremos" apoyó Maya, "Simba también es nuestro amigo"
"Sí, y el nos prometió la libertad, así que no lo dejaremos" le siguió Dalila.
"Nos encargaremos" terminó Badil, también yendo a por él.
Los cachorros se unieron a Simba y los humanos, al ver aquello, se fueron a perseguirlos por pensar que se les habían escapado 'por accidente'. Dan quería ir por ellos, pero sabía en su interior que Simba estaría bien y la prioridad por el momento era ayudar a todos a embarcar.
El rey bajó del vehículo y abrió nuevamente las jaulas con suma velocidad con la ayuda de . Ono se encargó de la cuenta de cada uno de los animales para que no faltaran ninguno, y también se aseguró de que no hubiera más humanos sobre el barco.
Por su parte, Simba y sus amigos corrieron alrededor de los dos hombres que sostenían redes con tal de atraparlos (sin haber notado el desorden animal que habían dejado). Finalmente, uno de ellos consiguió atrapar al grupo de cachorros, pero Sam llegó repentinamente y le mordió el trasero, obligándole a soltarlos.
"¿Necesitan una pata amigos?" preguntó el perro.
"Muchas gracias Sam" le dijo Simba, "Me agrada que seamos amigos..."
"Ah... chicos..." interrumpió Dalila.
El otro hombre había ayudado a su compañero y tenía lista una red aún más grande, lista para lanzarla sobre los cachorros de león y el perrito, quienes estaban gruñendo, listos para tener que enfrentarlo. Sin embargo, cuando estaban a punto de atraparlos, dos macetas cayeron sobre ambos y los desmayaron.
"¿Se encuentra bien, niños?" les dijo una voz encima de ellos.
"¡Ono!" exclamó feliz Simba.
"El barco está listo, tu papá dijo que te apresures"
"¡Genial!" exclamaron los otros cachorros.
La garceta guio a los cachorros de vuelta al barco, mientras se empezaba a escuchar la sirena de emergencia del puerto. En unos segundos, estaban ya abordando junto con los demás animales.
"¡Papá!" exclamó Simba al reunirse de nuevo con su padre.
"Bien hecho, hijo" le agradeció Dan, "Es hora de zarpar"
En la parte de 'zarpar' fue un poco difícil controlar el barco, pero Milo logró hacerlo zarpar debido a que los controles eran muy parecidos a los de una grúa que había visto en el circo. Además, todos los animales (no los más grandes porque no cabían en la cabina) le apoyaron para manejar de frente, en la dirección que señaló Ono.
(Unas horas más tarde...)
Para cuando los hombres llegaron a la escena del crimen, el barco ya se había perdido completamente en el horizonte. A bordo, los animales andaban felices de su nueva libertad y deseosos de llegar a África tan pronto como fuera posible para disfrutar de tan ansiada nueva vida. Tal era la alegría que montaron una pequeña celebración con los recursos que algunos habían traído de las bodegas (no hay que olvidar que era el barco donde iban a ser trasladados).
Por su parte, Dan solo logró encontrar unos cuantos...
"¿Pescado otra vez?" preguntó Simba al ver la comida.
"Era de esperarse..." se lamentó Badil.
"Bueno, al menos este está fresco" comentó Maya al darle una probada, "Aunque está frío"
"A mí me gusta" le apoyó Sam.
Dan, quien no se preocupó por los comentarios de los chicos, tomó uno de los pescados, y se lo comió de un solo bocado.
"Woah, papá..." exclamó Simba
"No tienes que sorprenderte" le bromeó Dan, "Esto no es mucho en comparación a ver una competencia de comer gusanos hace años"
"¿Qué?"
"Es... una historia para contar otro día"
"Majestad" le preguntó Maya, "¿De verdad no será molestia que nos acepte en su manada?"
"¿Molestia? ¡Por supuesto que no, niños! La fuerza de la manada reside en la unión y será un orgullo que todos formen parte de ella. Más que una manada, serán parte de la familia"
"¿Y no hay reglas?" preguntó Badil.
"Claro que las hay" interrumpió Ono, posándose en el hombro de Dan, "Todas para mantener firme el ciclo de la vida y tendrán tiempo de aprenderlas en un ambiente mucho mejor del que han vivido hasta ahora"
"Pero, ¿y si nos perdemos?" preguntó Dalila.
"Pues Simba les puede ayudar a explorar a las Tierras del Reino. Aunque..."
"Aunque tendrá primero que recibir el sermón de la reina apenas llegue..." rio Ono.
Eso no le gustó nada al cachorro.
"Bueno, hablaremos más tarde" declaró Dan, "Ahora, disfruten lo que tenemos por ahora"
(Tiempo después...)
Caía la noche mientras que el grupo de animales dormía abajo y el cachorro de león, Simba, estaba observando el horizonte frente a ellos.
"Regresaré a casa... pero..." se preguntaba.
"¿No deberías estar dormido?" le preguntó Dan, quien se había acercado detrás de él.
"Papá... ¿mamá estará molesta conmigo?" preguntó Simba.
Dan negó con la cabeza alegremente.
"Bueno, tal vez estés uno o dos minutos con ella" respondió, "Además, tu pata ya está curada, así que creo que todo estará bien"
"Sí, Milo me curó"
"Hum..." pensó Dan, "Quizá tu amigo pueda ayudar a Rahisi como su nuevo aprendiz. Además, creo que sería un buen Mjuzi real para ti, ¿no crees?"
Simba miró cabizbajo hacia abajo, donde las olas golpeaban suavemente el barco.
"No sé si podría ser un buen rey... un amigo murió por mí y... tú también casi mueres" dijo, arrepentido de sus acciones.
Sin embargo, se calmó cuando sintió el contacto con el pelaje de su padre en un abrazo.
"Sé lo que se siente perder a alguien sin poder hacer nada" le dijo, "Pero tu bisabuelo Simba me enseñó que podía huir del pasado o aprender de él. Crecí preocupándome por los demás y guiado por los espíritus de los que me apoyaron. Juré que protegería a mi familia... con todo mi corazón y alma"
"Entonces, ¿qué debo hacer?" preguntó el cachorro.
"Me has salvado y protegido a tus amigos, creo que vas por buen camino, mi pequeño príncipe. Ahora, a descansar: llegaremos mañana a África"
"¿Cómo lo sabes?"
Dan señaló al cielo, donde cuatro estrellas brillantes que formaban un diamante que destacaba sobre las demás.
"Las cuatro estrellas"dijo, "Rahisi y Koda me hablaron sobre ellas. Te lo aseguro: estamos cerca"
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