Capítulo 11: Paseo y reencuentro inesperado
"¿Cómo es que puedes aprender a hablar?" preguntó el niño al igual de sorprendido cachorro.
"Yo siempre supe hablar... ¿cómo es que tú me puedes entender?" le preguntó Simba al confundido niño humano.
"Wow, esperen un segundo" les detuvo Nabil, "¿Desde cuando Milo puedo hablar con los animales? Digo, ¿me entiendes?"
Pero, por alguna extraña razón, el niño humano no entendía al otro cachorro de león, y solo oía los típicos maullidos de un animal así.
"¿No has escuchado a Nabil, Milo?" preguntó Simba al niño.
"No... parece que al único que puedo entender es a ti" le respondió este.
"¡Fascinante!" mencionó el viejo Remus, "Nunca, en toda mi vida, había visto u oído algo semejante. Simba, parece que estás lleno de sorpresas"
"¿En serio?" preguntó Maya, interesada. Pero luego recordó que se había puesto molesta por Simba, "Bueno, es increíble. Oye... lo siento por lo de antes"
"No te preocupes, entiendo" le respondió este.
Remus movió los oídos al escuchar un par de sonidos.
"Simba, dile a Milo que se esconda bajo el carro" le advirtió Remus, "Los otros humanos se acercan"
"De acuerdo" respondió Simba. Luego, se volvió a Milo, "Milo, escóndete bajo el carro, los otros humanos se acercan"
Milo obedeció y se escondió justo cuando un par de hombres pasaron cerca de la jaula. Por fortuna, habían terminado con todo el pescado y escondido la cubeta debajo de un pajar. Se pudo escuchar una pequeña conversación.
"...¿el jefe se deshará de los leones?" preguntó uno.
"Tal vez del viejo sí" respondió el otro, "Pero no puede con los pequeños, aunque él o nosotros queramos hacerlo... ¿no escuchaste las noticias temprano? El lote de animales se escapó y no habrá reemplazos"
"¿Qué pasó en realidad?"
"Son rumores... unas horas antes se vio un león en la aldea cercana al almacén. Y luego los cazadores dijeron que vieron al mismo león antes de que perdieran la vista. Al parecer, tenía una cicatriz y eso es todo lo que recuerdan de cómo era. Cuando despertaron, sus animales se habían escapado. Pero ahora, cada vez que intentan agarrar un arma, pierden la vista, como si no les permitieran cazar nuevamente."
"¡No me digas! Creo que ese león valdría un mineral, pero a ese costo... Preferiría no encontrármelo"
"A mi tampoco. Bueno, ya es tarde me voy a dormir..."
Los dos hombres se retiraron, pero la conversación que escuchó dejó a Simba pensando: ¿sería posible?
(Mientras tanto, a kilómetros de allí...)
Cerca del mar, el claxon de un barco anunciaba la llegada de su transportador. Al arribar, los tripulantes decidieron irse a descansar y bajar su mercancía por la mañana. Aprovechando aquello, los dos polizones bajaron del bote donde se habían escondido y tocaron el solitario muelle.
"Woah, luces en árboles" comentó Ono al acercarse a un poste de luz.
Mientras salían de aquel lugar, Dan le explicó a Ono bastantes cosas que los humanos habían inventado, como la electricidad, los vehículos, los edificios... todo lo que conocía del mundo humano. No obstante, no estaban de visita: debían encontrar a Simba. Para ello, debían encontrar un mapa o alguien que los guiara hasta allí.
Como Dan lo había previsto, los callejones eran perfectos para atravesar la ciudad sin ser vistos. Un máximo de 3 a 4 humanos paseaba por las calles, pero se las arreglaron para pasar sin ser vistos. No obstante, si no hacían pronto algo para guiarse, entonces solo caminarían en círculos.
"Sé que este circo está en esta ciudad..." se decía Dan mientras caminaba por un callejón, evitando en todo momento contacto con humanos, "Pero, ¿Cómo llegamos a él?"
"Podría probar en volar alto para intentar ver..." sugirió Ono, dando un vuelo alto.
Pero el problema era que, las luces de la ciudad eran demasiado brillantes y había demasiado que ver en una ciudad para fijarse en un solo detalle. Una cosa eran las zonas abiertas de las Tierras del Reino y otra muy diferente era la gran ciudad. Aparte de eso, la vista de Ono no era tan buena como en su juventud.
"Lo siento, Dan" le dijo al aterrizar, "No tengo tan buena vista como antes"
"No te preocupes Ono" le respondió amablemente Dan, "Es otro lugar que tu no conoces. Pero... creo que puedo hacer algo por ti... Tío Kion me dijo que tu vista se dañó hace tiempo con cenizas, ¿verdad?"
Antes de que Ono pudiera contarle los detalles a Dan, este le había puesto su pata en la cara mientras resplandecía levemente como antes. Cuando acabó, Ono parpadeó un par de veces hasta que se dio cuenta de la diferencia.
"Mis... ¡mis ojos!" exclamó sorprendido, "¡Se han recuperado completamente! ¡Gracias Majestad! Pero... ¿cómo?"
Dan miró su pata, igualmente sorprendido. Lo que había hecho era solo instintivo, pero parece que sus nuevos poderes podían devolver la luz y cegar con ella la oscuridad. Recordaba que era menos poderoso que el rugido, pero igual de sorprendente.
Sin embargo, antes de continuar, un sonido les hizo estar alerta: era una sirena parecida a la de una ambulancia, pero estaba pegada a un camión blanco y gris. Dan creyó recordar esos vehículos cuando vio a un perro pequeño y blanco corriendo de él. En su boca, llevaba un jamón que seguramente había robado.
"¿Qué está pasando, Dan?" preguntó Ono, extrañado de ver aquella escena, "¿Qué es ese animal? ¿También hay cazadores en este lugar?"
"Es un perro, y lo está persiguiendo un perrero" explicó Dan. En su mente se debatía: ¿había que ayudar?
El pequeño perro corrió rápido y se acercó al callejón. Dan, al saber que los humanos le descubrirían, ordenó a Ono que volara hacia el poste de luz y se quedara quieto, mientras que él se tuvo que esconder detrás de un contenedor de basura.
El cachorro corrió a través del callejón, pero la red del atrapa-perros cayó sobre él, inmovilizándole de inmediato.
"Te tengo perrito..." gruñó el hombre. Por su apariencia, se podía decir que no era en lo absoluto alguien agradable.
"Ayuda... por favor, ayuda..." lloró el perrito.
Eso fue suficiente para que Dan se sintiera decidido: saltando atrás del contenedor, puso su mejor cara agresiva, cosa que hizo temblar al hombre, antes de ser cegado por la luz. Lo más rápido que pudo, Dan llamó a Ono, quitó la red y tomó al cachorro lo más lejos posible antes de que el hombre se recuperara.
Cuando estuvieron en un callejón pocamente iluminado solo por la luz de la luna, Dan soltó al perro, quien también estaba aterrado, pues estaba frente a un león.
"Por favor, toma el jamón y no me comas..." suplicó el cachorro.
"No te preocupes, no te haré daño" le consoló Dan, "Tampoco quiero tu comida, tú la necesitas más que yo"
"Es cierto, su majestad... es decir, Dan no se comería a los necesitados" explicó Ono.
Tomó un par de minutos para tranquilizar al perro, pero finalmente lo consiguieron. Una vez que este les agradeció, Dan y Ono se presentaron debidamente. Ante el descubrimiento de que era un rey en sus tierras, este se sorprendió.
"Me llamo Sam, y soy callejero desde que nací" les dijo el perro, "A mis padres se los llevó el perrero... y, nunca los volví a ver. Ahora, mi abuelo me cuida. Vengan, si quieren los puedo llevar con él"
"Gracias de verdad, pero estoy buscando un circo" le dijo Dan, "Creemos que allí han llevado a mi hijo"
"¿Los humanos se lo llevaron?" preguntó el cachorro. Al parecer, sentía amargura por los humanos, "Siempre... siempre se llevan todo lo que queremos"
"No digas eso..."
"No los puedo perdonar... Hum, ¿dijiste un circo? Creo que mi abuelo sabe de él, pues ha recorrido toda la ciudad"
"Eso sería estupendo" mencionó Ono.
Habiéndolo decidido, el cachorro recogió el jamón que había robado y llevó a Dan y Ono a través de callejones oscuros pues, al tener a un león adulto de su parte, los otros perros agresivos o gatos del callejón no se atrevían acercarse ni a Sam u Ono.
Luego de un rato de recorrido, llegaron a un pequeño terreno vació, donde los humanos habían dejado abandonados varios tablones de madera y tubos de drenaje. Al parecer, había sido destinado un lugar de construcción, solo que lo abandonaron y nunca retomaron su proyecto.
"¡Abuelo!" gritó Sam, "¡Tengo a dos amigos que quiero que conozcas! ¡Y por favor, no te asustes al ver a uno!"
Un viejo perro flaco con movimientos torpes y que, desde el punto de vista veterinario, estaría al final de sus días, salió de uno de los tubos y caminó hacia ellos. No era muy parecido a Sam, así que era difícil pensar que era su abuelo. Sin embargo, a Dan se le hizo un nudo a la garganta, pues este viaje estaba repleto de caras de antaño que reaparecían: el perro viejo que estaba frente a él era el mismo al que una vez le dio de comer cuando era humano.
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