Capítulo 14: Mirando a las estrellas

No sabía si era un insomnio o su tristeza, pero algo le impedía dormir a Dan. Habían pasado solo unos minutos que le parecieron horas desde que oyó conversaciones que señalaban lo que él pensó la primera vez que llegó: no pertenecía allí.

En primer lugar, aunque por fuera ahora parecía un cachorro de león por dentro se sentía como humano, y todos opinaban que un humano era peligroso y no pertenecía a las praderas: Shany, Tiffu, Jasiri, Madoa, Kovu, Kiara y hasta Simba estuvieron de acuerdo en eso. En segundo lugar, aunque pudiera olvidarse de su pasado y pensar que ahora era un león, sus esperanzas para tener una nueva familia se habían desvanecido, pues si Kovu y Kiara iban a tener un hijo propio, Dan no tendría ningún motivo para estar allí, ya que no eran de la misma sangre.

"Así que... ¿por qué no simplemente irse?" pensó.

Dan se levantó con mucho silencio y se dirigió a la entrada de la cueva. En el exterior, el aire frio de la noche lo recibió, acompañado de una tenue luz lunar y varias luces de las estrellas: todo estaba tan calmado que podía oír su pena interior.

Fue entonces cuando notó algo en trozo de césped crecido entre un par de rocas: tres flores blancas que juntas hacían un bello conjunto. Algo apenado por lo que iba a hacer, se encaminó hasta ellas y las tomó con la boca una a una. Luego, volvió a entrar en la cueva.

Con el mejor sigilo, dejó una flor para cada uno de los que mejor había conocido: Simba, Nala, Kovu, Kiara y Shany. Cuando estaba cerca de esta última, se dijo para sí mismo:

"Lo siento Shany, pero si supieras que soy a lo que todos tienen miedo... no me mirarías siquiera"

Una vez realizada su señal de despedida, salió de la cueva llorando, bajó las rocas y se puso a caminar con rumbo hacia el sur. Una nube había cubierto levemente la luz de la luna y las praderas se veían algo más oscuras, pero igualmente siguió su camino.

"No pertenezco aquí" se dijo para sí mismo de nuevo, "Pero hay algo que puedo intentar aún... no puedo permitir que esos cazadores secuestren a los animales que viven como una gran familia. Debo intentar algo"

Pensar así esa una locura claro está. Sin embargo, él ya no tenía nada que perder: si podía morir le daba igual, pues eso significaría descansar eternamente con su familia en el cielo, y morir por una causa justa. Al pensar de esa manera, miró al cielo y contempló las estrellas del firmamento preguntándose si sus padres estarían orgullosos de lo que iba a hacer.

El camino le pareció interminable, pues la ahora escaza luz no ayudaba a distinguir por dónde iba, y al cabo de unos segundos, se encontró perdido. Sin embargo, antes de que pudiera dar unos pasos dudosos, el cielo se desencapotó y la luz lunar le salvo de dar un paso en falso cerca de un barranco.

"¿Por qué mi vida es tan complicada?" pensó Dan algo molesto por su suerte.

Entonces, cambió de rumbo hacia un pequeño lago en un pequeño oasis que brillaba en conjunto a la luz del cielo nocturno. Se detuvo y tomó algo de agua fría pero cristalina. Luego, se puso a mirar el cielo nuevamente. Sin embargo, cuando bajó la cabeza, notó una figura borrosa en el agua. Le era familiar...

Con una garra, tocó la imagen del agua y se arregló como por arte de magia. Fue entonces que vio reflejado a Simba en el lago.

"No deberías estar fuera y tan lejos por la noche" le dijo la voz de Simba severamente detrás de él, "Luego de que notamos que estabas perdido, varios fueron a buscarte"

Dan no respondió: se asustó un poco, pero con el desaliento que tenía, le impedía mostrar miedo al ver que el rey león le había seguido hasta allí. Sin tomar atención de lo que le decían, volvió a mirar al cielo. Simba notó tristeza en su rostro y luego le dijo con voz más calmada:

"Extrañas a los que ya se han ido, ¿no es así?"

"Sí... bastante" respondió Dan sin mirarlo a él.

De improviso, se sintió arrastrado a un abrazo peludo con el león adulto. Por alguna razón, se sintió tan bien que se arrepintió de lo que había estado a punto de hacer.

"Dan, ellos siempre están contigo" le dijo Simba con voz suave, "Mira al cielo un momento, por favor"

Así lo hizo y lo único que pudo ver es las estrellas y la luna.

"Mi padre me contó que todos nuestros seres queridos nunca nos abandonan" explicó Simba, "Ellos siempre nos están cuidando desde el cielo, siempre nos brindan su sabiduría y su apoyo para los que seguimos vivos. Y los vemos siempre en las estrellas"

Dan continuó mirando al cielo con tristeza, esperando alguna señal de que lo que le dijeron era cierto.

"Ahora, ¿me puedes decir porque tes has ido sin avisar?" preguntó el rey león.

Dan no quiso responder, pero debía de hacerlo:

"Tú mismo lo dijiste..." dijo Dan, "Digo... escuché lo que dijiste en la tarde: los humanos son peligrosos y no pertenecen a las praderas. Lo siento, pero todos están asustados con la sola presencia de ellos en las praderas, y yo soy uno de ellos"

"Pues sí, eres... y no lo eres" respondió Simba para el asombro de Dan, "Dan... tal vez crees que eres un humano por dentro, pero... ¿no te preguntaste qué eras por dentro antes de ser un león?"

"Yo..." comenzó Dan, pero se detuvo: la verdad era, que no se había preguntado eso.

"Además, no debes juzgar si no escuchas bien. Dime, ¿te quedaste luego de que escucharas eso?

"Esto... no"

"Lo sabía... pues lo que dije es que 'esos humanos' no pertenecían a las praderas... pero también dije que no todos los humanos son así: hay quienes respetan el ciclo de la vida y la opinión de otras especies. Los que enfrentaste hace horas son bastante diferentes que tú, y eso lo sabes, ¿no es así?"

"Sí... eso creo, pero todos no lo ven así..."

"Claro que saben que eres alguien bueno... lo que no saben es que tú eres un ejemplo de humano bueno. Debes demostrárselos"

"Pero... Shany tiene miedo a los humanos... y ella es la mejor amiga que he tenido hace tiempo... tengo miedo... a que ya no me acepte"

Dan agachó la cabeza mientras decía eso. Simba, al mirar la expresión del cachorro, trató de hacerle entender.

"Dan" le dijo, "Déjame mostrarte algo... dame tu pata"

El cachorro obedeció con bastante duda. Cuando lo hizo, Simba la guio hacia su pecho. Dan pudo sentir el palpitar del corazón del león.

"Dime, ¿Qué sientes allí?" preguntó este.

"Tu corazón"

"Bien dicho" sonrió Simba ante la respuesta. Luego, guio de nuevo la pata de Dan hacia el pecho de este mismo, "Y, ¿que sientes aquí?"

"Mi corazón" respondió Dan bastante confundido.

"Entonces, no somos tan diferentes. No debes escuchar a tu mente para saber lo que eres, debes escuchar a tu corazón. Dime, ¿de dónde viene nuestras acciones? ¿de nuestro pasado, o de nuestras decisiones?"

"Esto..." dijo Dan pensándolo, "... ¿de nuestras decisiones?"

"¿Y de dónde debes tomar esas decisiones?"

Dan lo pensó un poquito, pero encontró la respuesta:

"Del corazón"

"Así es" respondió Simba, "Tanto humanos como animales tienen corazón, y cada uno es lo que su corazón le muestra. No debes mirar hacia atrás, sino en tu interior"

Dan reflexionó sobre esto. Era verdad, esos últimos días había sentido en su corazón que dejaba de ser un humano y se había convertido en león. Apenas recordaba el pasado.

"Un gran amigo en el pasado me mostró  lo fuerte que puede ser un corazón. Gracias a ello, pude superar mis temores"

Pero, aún había algo que le preocupaba en la mente del cachorro de león:

"Esto... Simba..." empezó a decir.

Sin embargo, no pudo continuar: en ese momento, se escuchó un ruido cerca de los árboles. Entonces. el rey león cambió su actitud de sabio a sigiloso: se agachó poniéndole su pata en la boca de Dan para callarlo

"No hagas ruido" dijo con voz baja mientras miraba hacia los árboles a su alrededor, claramente se podían oír voces: voces humanas, "Esos cazadores están cerca"

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