Capítulo 10: Creando vínculos
Al día siguiente de conocer a Shany, Dan se levantó muy temprano para dar un vistazo al amanecer de las praderas. La vista era siempre estupenda, pues todo se veía tan libre y normal. Había algo en el aire... algo que hacía sentirse a uno libre de preocupaciones. En otras palabras, como un paraíso.
"Buenos días, Dan" le dijo una voz a sus espaldas. Al voltear, vio a Kovu, quien se le acercaba para admirar las vistas con él.
"Buenos días, señor Kovu" le respondió el cachorro.
"Vaya, ere bastante cortés. Y bueno... ¿bonitas vistas, no es así?"
"Sí..." dijo Dan volviendo a ver las vistas de las praderas en el amanecer, "Todo se ve tan hermoso... "
Kovu fijó su atención en Dan como si le hiciera recordar a él mismo. La verdad era, que se había sentido así la primera vez que despertó en la roca del rey luego de haber salvado a Kiara del incendio.
"Dan" le dijo, "Kiara me contó lo que le dijiste sobre tus padres, pero... ¿qué recuerdas de ellos?"
Dan bajó su cabeza tristemente: a pesar de haber pasado solo unos días en las praderas, esos recuerdos le parecían tan lejanos y cercanos al mismo tiempo. Pero, a la vez, le eran muy dolorosos.
"Eran muy cariñosos, eso sí lo recuerdo" respondió finalmente, "Eran como ustedes... protegían a los demás porque ellos creían que todos los animales eran iguales"
"Entonces queda claro que el cariño de tus padres fue realmente único..." dijo Kovu. Sin embargo, parecía que se lo decía a si mismo, pues se tocaba el ojo en el cual tenía la cicatriz.
Dan, al fijarse en lo que estaba haciendo, se atrevió en preguntar:
"¿Cómo te hiciste esa cicatriz?"
Kovu no quería hablar de ello, pero debía decirlo:
"A diferencia de ti, no tuve mucho cariño por parte de mi familia. Mi madre era una allegada a Scar y cuando nací yo, él me había nombrado como siguiente en la línea del trono. Pero cuando Simba derrotó a Scar, mi madre, yo y el resto de mis hermanos fuimos desterrados por haberle apoyado"
Dan escuchaba atentamente la historia de Kovu.
"En un acto de venganza, mi madre me entrenó para matar a Simba" continuó Kovu, "Pero... me enamoré de Kiara y eso hizo dejar mi deseo de venganza atrás. Mi madre en castigo, me arañó la cara, haciéndome la cicatriz"
"Vaya... él también tuvo una familia complicada" pensó Dan, "Al igual que yo, estaba siendo educado para cumplir unos deseos egoístas"
"Y, ¿qué paso con tu madre?" preguntó Dan, "Acaso está..."
"Terminó su camino en el ciclo de la vida" declaró Kovu, "Simba me perdonó y a todos los desterrados. Pero, mi madre aún deseaba venganza y eso la llevó a su fin: desapareció después de caer al río. Si hubiera sobrevivido, le hubiera dicho que... yo la perdono"
"La familia es complicada" le dijo Dan, haciéndole cambiar de cara a Kovu, "Posiblemente ella hubiera aceptado el perdón si hubiera tenido más tiempo" luego, se detuvo y preguntó algo que quería saber: "¿Puedo hacerte una pregunta? ¿qué fue lo que te hizo sentir seguro de ser parte de esta familia?"
Kovu miró a Dan con bastante fascinación: para solo ser un cachorro, era muy comprensivo e inteligente. Dan, por otro lado, quería conocer la respuesta a esa pregunta, porque era la que necesitaba.
"El amor, eso me hizo sentirme seguro" contestó el león, "Fue Kiara que le dio confianza a que podía ser bueno, a que no era necesario pelear, a que... no era tan diferente a ellos"
Dan miró a Kovu por unos momentos y luego, le sonrió.
"Gracias, por compartir todo eso conmigo" dijo alegremente.
"Fue un placer amiguito" le respondió Kovu. En ese momento, se le ocurrió una idea bastante buena: "Bueno, veamos que tal son tus habilidades"
Dan se preguntó mientras acompañaba a Kovu: "¿Habilidades?"
(Un poco más tarde...)
El entrenamiento comenzó en un claro de la sabana donde se encontraban varios troncos caídos, restos de antiguos árboles que el viento y el tiempo habían derribado. La suave brisa movía las hojas secas que decoraban los troncos, y los primeros rayos del sol matutino pintaban sombras alargadas sobre el suelo terroso.
Kovu llevó a Dan hasta uno de los troncos más grandes, un desafío adecuado para un cachorro de su edad. El león adulto, con sus movimientos seguros y ágiles, se situó frente al tronco y le indicó a Dan que observase con atención.
—Bien, Dan, —dijo Kovu con una sonrisa alentadora—, el truco está en mantener la cabeza en alto y las patas traseras bien firmes para impulsarte. No dudes; confía en tu cuerpo y en tu salto.
Kovu tomó una pequeña carrera y, con un movimiento fluido y elegante, se elevó por el aire y aterrizó limpiamente al otro lado del tronco, como si el obstáculo no fuera más que una pequeña roca en su camino. Dan observó asombrado, impresionado por la facilidad con la que Kovu había completado el salto.
"¿Ves? Es solo cuestión de práctica," dijo Kovu al darse la vuelta, animándole, "Ahora, inténtalo tú"
Dan tragó saliva y avanzó nervioso hacia el mismo tronco. Miró hacia donde estaba Kovu, quien asentía con confianza. Respiró hondo y retrocedió unos pasos para tomar impulso, intentando recordar las instrucciones de Kovu: cabeza en alto, patas firmes.
Dio unos pasos rápidos hacia el tronco y saltó, pero la inseguridad le ganó en el último momento. En lugar de superar el obstáculo, sus patas delanteras lograron llegar al borde del tronco, pero sus traseras quedaron atrapadas. Dan no consiguió el impulso suficiente para cruzarlo y, para su sorpresa y vergüenza, se quedó encaramado a mitad del tronco.
"¡Vaya!" exclamó con frustración mientras trataba de bajar del tronco, sintiendo cómo su orgullo se hacía pedazos con cada segundo que pasaba atascado allí.
Kovu se acercó rápidamente para ayudarlo, usando su hocico para empujarlo con suavidad hasta el suelo. Dan, con las orejas caídas, evitó mirar a Kovu a los ojos. La decepción lo abrumaba y sentía que había fallado por completo. Todo el entusiasmo que había acumulado se desvaneció de repente, como una llama apagada por un viento fuerte.
"Lo siento... soy un desastre" dijo Dan cabizbajo, pateando la tierra con una pata.
Kovu, sin perder la calma, se sentó a su lado y colocó una pata sobre su lomo para calmarlo.
"No te disculpes, Dan, todos comenzamos siendo novatos," le dijo con voz serena, "Yo también me caía y fallaba en estos saltos a tu edad, pero cada vez que me levantaba, era un poquito mejor. Esto no se trata de hacerlo perfecto a la primera. Se trata de intentarlo de nuevo y de no darte por vencido"
Dan lo miró, sorprendido por aquellas palabras. Nunca se había imaginado a Kovu como alguien torpe o inseguro; verlo ahora hablarle de sus propios errores lo hacía sentir un poco menos solo en su lucha.
"Vamos a intentarlo de nuevo" insistió Kovu, "Esta vez, no pienses en saltar el tronco; piensa en seguir adelante, en llegar al otro lado sin detenerte"
Dan asintió con un suspiro, aún sintiendo un nudo en el estómago, pero dispuesto a intentarlo una vez más. Se movió hacia la posición inicial, tratando de dejar de lado sus dudas y concentrarse en las instrucciones de Kovu. Se repitió a sí mismo que debía mantener la cabeza en alto y las patas firmes. Estaba listo para volver a intentarlo, porque sabía que no había nada de malo en fallar si estaba dispuesto a levantarse y seguir adelante.
Kovu observó desde el otro lado del tronco, esperando pacientemente, con la certeza de que su joven aprendiz pronto descubriría que, con práctica y perseverancia, cada obstáculo podía ser superado.
Dan observó a Kovu saltar el tronco caído con una facilidad asombrosa, como si fuera algo completamente natural. Al terminar la demostración, Kovu se dio vuelta y le indicó a Dan que lo intentara.
El cachorro de pelaje marrón claro tomó aire profundamente, tratando de llenarse de confianza. Corrió hacia el tronco con todas sus fuerzas, y al llegar, se impulsó hacia adelante. Pero al saltar, no logró superar el tronco por completo y quedó enredado sobre él, con las patas delanteras al otro lado y las traseras aún en el punto de partida. Se quedó allí por un segundo, antes de caer al suelo con un suave "¡plop!".
Dan se levantó rápidamente, sacudiéndose el polvo con vergüenza y decepción. Sin embargo, antes de que los pensamientos de fracaso lo invadieran por completo, escuchó la voz de Kovu:
"No estuvo nada mal para un primer intento, Dan. Sólo necesitas más práctica, no te preocupes. Inténtalo de nuevo, pero esta vez no te fuerces tanto en el salto, deja que tus piernas hagan su trabajo."
Dan asintió, aunque la inseguridad seguía en su mirada. Volvió a prepararse, respiró hondo y empezó a correr nuevamente hacia el tronco. Esta vez, quiso poner más energía en sus patas, saltando con todo lo que tenía. Pero el impulso fue tan grande que, al aterrizar, no pudo mantener el equilibrio y terminó rodando hasta un pequeño arbusto cercano.
Kovu observó la caída y no pudo evitar reírse, pero lo hizo de una manera amable y alentadora. Se acercó a Dan, quien se sacudía las hojas y las pequeñas ramitas del pelaje.
"¡Ja, ja! No fue un mal intento, Dan," le dijo Kovu mientras lo ayudaba a levantarse. "Pero no necesitas ponerle tanta fuerza al salto, solo fluye con el movimiento. Los leones somos naturalmente ágiles, pero la clave está en controlar tu impulso, no en forzarlo."
Dan, aún algo mareado, le devolvió una pequeña sonrisa y asintió con la cabeza. Kovu, viendo que el cachorro ya estaba más calmado, decidió pasar a la siguiente parte del entrenamiento.
"Ahora, quiero enseñarte algo más," dijo Kovu mientras caminaba unos pasos más adelante. "Sígueme, Dan."
Dan siguió a Kovu hasta un claro donde podían ver algunos pájaros descansando sobre las ramas bajas de los árboles cercanos. Kovu se detuvo, observando los movimientos de las aves con atención. Dan lo miró curioso, sin entender muy bien qué seguía.
"Vamos a practicar un poco de caza," le explicó Kovu, señalando a los pájaros. Pero Dan frunció el ceño, mostrando su incomodidad.
"Señor Kovu... no me gusta cazar," dijo Dan, bajando la mirada. "No creo que esté bien hacerle daño a alguien."
Kovu lo miró por un momento, entendiendo las palabras del cachorro. Recordó lo que Kiara le había contado sobre Dan y cómo él era un león con un corazón muy puro. Así que Kovu sonrió, mostrando comprensión.
"Lo entiendo, Dan. Es difícil ver esto de esa forma al principio," le dijo suavemente. "Pero debes aprender que la caza no es algo malo si se hace de la manera correcta. En este momento, solo estamos practicando, pero debes saber que algún día tendrás que valerte por ti mismo y alimentarte. No siempre habrá alguien para cazar por ti."
Dan lo escuchaba con atención, sus orejas se movían un poco, aún indecisas.
"No se trata de hacer daño porque sí," continuó Kovu. "Se trata de entender que somos parte de un ciclo, y cuando lo hacemos de manera justa, equilibramos el mundo a nuestro alrededor. Lo malo es cuando se abusa de ello, como lo hicieron las hienas cuando Scar las trajo aquí. Ellas comían todo y no dejaban nada para los demás, y eso destruyó el equilibrio de estas tierras."
Dan levantó la vista, mirando a Kovu como si comenzara a comprender mejor la situación.
"¿Lo entiendes, Dan?" le preguntó Kovu. "Si algún día te quedas solo, no querrás depender de que otros te alimenten. Necesitas ser capaz de cuidarte y cuidar a los demás."
Dan suspiró, aún un poco dudoso, pero finalmente asintió. "Lo intentaré," dijo con voz firme, aunque algo nervioso.
Justo cuando Dan se armaba de valor para intentar la caza, un ave bajó del árbol y comenzó a picotear el suelo, distraída. Kovu levantó ligeramente una pata y le hizo una señal a Dan para que se agachara. El cachorro lo imitó, bajando su cuerpo hasta casi rozar el suelo, con las orejas y la cola tensas.
"Primero, debes sentir el suelo bajo tus patas," le susurró Kovu, con un tono bajo y suave. Dan observó cómo Kovu extendía sus garras lentamente, haciendo que la tierra se escurriera entre ellas.
"Deja que tus garras toquen el suelo con firmeza, pero sin hacer ruido," continuó Kovu, observando atentamente a Dan mientras el cachorro intentaba imitar sus movimientos. El león mayor sonrió al ver el esfuerzo del pequeño y luego le dio una pequeña instrucción final. "Ahora, quiero que te acerques despacio... siente tus instintos. No pienses demasiado, solo muévete con el viento y el césped. Relájate un poco, siente la frescura del suelo bajo tus patas y cálmate. Y lo más importante: no tengas miedo"
Dan asintió con la cabeza, tragando saliva para calmar los nervios. Al principio, quería obedecer a Kovu, pero conforme se inclinaba hacia adelante, un deseo instintivo comenzó a despertar en su interior. Sentía la hierba alta rozándole los costados mientras avanzaba lentamente, y sus patas se movían con una delicadeza que él mismo no creía poseer.
El ave seguía distraída, y Dan comenzó a acercarse, con sus pequeños músculos tensos y el corazón latiéndole con fuerza. El cachorro se movió a través del césped, usando el follaje como cobertura. Cada paso que daba le hacía sentir una emoción nueva, una mezcla entre emoción y la adrenalina de la caza.
Pero cuando estaba a unos pocos pasos de su objetivo, Dan pasó junto a un par de flores de diente de león que se mecían suavemente con el viento. De repente, sintió un cosquilleo en su nariz, y antes de que pudiera controlarlo, un fuerte estornudo escapó de su boca. "¡Achís!"
El ave, asustada, batió sus alas rápidamente y se elevó en el aire, alejándose con un par de graznidos alarmados. Dan se quedó paralizado por un momento, mirando con ojos abiertos cómo su objetivo se desvanecía en el cielo.
La decepción lo invadió rápidamente y bajó la cabeza, sintiéndose torpe y torciendo la boca con frustración. Sus hombros caídos mostraban claramente cómo se sentía.
"Soy un tonto..." murmuró, sintiéndose incapaz de lograr algo tan básico.
Kovu, que había observado todo desde atrás, se acercó al cachorro con una expresión calmada. Aunque Dan había fallado, Kovu no vio en ello una razón para desalentarse.
"Dan," le llamó Kovu con una voz amable pero firme. El cachorro alzó la mirada, esperando una reprimenda, pero en lugar de eso, encontró una sonrisa en los labios de Kovu. "Lo hiciste bien para ser tu primer intento. Te moviste con cautela y seguiste tu instinto. Eso es un buen comienzo."
"¿De verdad?" preguntó Dan con un hilo de voz, aún inseguro de sí mismo.
"Por supuesto," afirmó Kovu con convicción. "Cazar no es algo que se aprenda en un solo intento. Es cuestión de práctica y paciencia. Y aunque el estornudo fue desafortunado, eso no significa que no puedas mejorar."
Dan seguía un poco cabizbajo, pero la actitud positiva de Kovu comenzaba a infundirle algo de confianza.
"¿Sabes?" continuó Kovu, "Yo también fallé mis primeros intentos de caza, y no fue por un estornudo, sino porque no tenía la paciencia suficiente. Aprendí que la caza no es solo velocidad o fuerza, sino también calma y concentración."
Dan levantó ligeramente las orejas al escuchar esas palabras.
"Entonces, ¿lo intentaré de nuevo?" preguntó Dan, ahora más determinado.
"Claro que sí," respondió Kovu, asintiendo con orgullo. "Sigue practicando, y te prometo que la próxima vez te irá mejor."
Después de varios intentos de caza, Kovu decidió pasar a la siguiente lección. Observó a Dan y, con un gesto serio pero amistoso, le indicó que se acercara.
"Bien, Dan," comenzó Kovu. "Ahora quiero que me muestres tu rugido."
Dan parpadeó, confundido. "¿Mi rugido?" preguntó, inclinando la cabeza.
"Sí," asintió Kovu. "Es algo que todos los leones deben aprender. El rugido es una forma de mostrar tu presencia y fuerza, pero también es útil para llamar a otros leones cuando es necesario."
Para darle un ejemplo, Kovu respiró profundamente y, tras un breve silencio, soltó un poderoso rugido que resonó en toda la pradera. El sonido era tan fuerte que los pájaros que aún descansaban en el árbol cercano salieron volando, asustados por la fuerza del rugido.
Dan se quedó asombrado por un momento, sus orejas temblaron ante la vibración del rugido de Kovu. Sin embargo, aún dudaba de si él sería capaz de hacer algo así.
"Ahora tú," lo animó Kovu con una sonrisa, esperando ver el esfuerzo del cachorro.
Dan respiró hondo y cerró los ojos por un momento, tratando de concentrarse. Abrió la boca y trató de rugir, pero lo que salió de su garganta fue apenas un pequeño maullido. Un sonido débil que contrastaba bastante con el poderoso rugido de Kovu. Al darse cuenta de ello, Dan se sonrojó y bajó la cabeza, avergonzado.
"Lo siento," murmuró con un tono arrepentido. "Nunca antes he tenido que rugir..."
Kovu observó al cachorro, notando su vergüenza y su inseguridad. Pero no lo regañó ni se mostró molesto; en lugar de eso, sonrió comprensivamente. Sabía que había algo diferente en Dan, pero también entendía que cada león tenía su propio ritmo para aprender.
"No te preocupes," le dijo Kovu, manteniendo un tono tranquilo y alentador. "Es normal. Lo importante es que aprendas a hacerlo, porque el rugido no solo es para intimidar, sino también para comunicarte con los demás. Un rugido fuerte puede reunir a la manada, avisar de peligros o demostrar que estás aquí para proteger lo que es tuyo."
Dan lo miró con curiosidad, notando lo serio que Kovu era en este aspecto. Pero al mismo tiempo, podía sentir que sus palabras no eran una mera lección, sino algo importante para un león.
"Vamos, abre la boca," le pidió Kovu.
Dan obedeció, abriendo su boca tímidamente.
"No tan poco, más grande," le insistió Kovu.
Dan abrió un poco más, tratando de seguir las indicaciones.
"Más grande," repitió Kovu con un toque de paciencia.
Finalmente, Dan abrió su boca completamente, y Kovu asintió con satisfacción. "Muy bien," dijo. "Ahora, intenta rugir de nuevo, pero esta vez toma aire y siente la fuerza en tu pecho."
Dan respiró profundamente, y con un poco de nerviosismo, trató de rugir nuevamente. Esta vez el sonido fue algo más fuerte que antes, pero aún no era lo que Kovu esperaba. Sin embargo, el progreso era evidente.
"Mejor," dijo Kovu, reconociendo el esfuerzo del cachorro. "Pero aún puedes mejorar. Escucha bien, Dan: quiero que tomes una gran bocanada de aire y que sientas el rugido venir desde aquí." Kovu se dio un pequeño golpe en el pecho con su pata, mostrando el lugar desde donde debía salir la fuerza.
Dan lo observó atentamente, y asintió con seriedad. Respiró hondo una vez más, cerró los ojos y dejó que el aire se llenara en su pecho. Trató de recordar las enseñanzas de Kovu, enfocándose en dejar salir esa fuerza desde lo más profundo de su ser. Cuando estuvo listo, abrió la boca y soltó un rugido mucho más fuerte que los anteriores, aún no tan potente como el de un león adulto, pero sí como el de un joven león que empezaba a encontrar su voz.
Kovu sonrió orgulloso y asintió. "¡Eso estuvo mucho mejor, Dan!" exclamó con entusiasmo. "Eso es un rugido de verdad. Recuerda siempre rugir con todo tu corazón."
Dan miró a Kovu, y sus ojos brillaban con emoción. Por primera vez, sintió que había logrado algo importante, algo que le hacía sentir más como un verdadero león.
"Gracias, señor Kovu," dijo Dan con una sonrisa agradecida.
Kovu se acercó y le dio un ligero empujón amistoso con su cabeza. "No hay de qué, pequeño. Solo sigue practicando y pronto serás tan ruidoso como el resto de nosotros."
Dan soltó una pequeña risa, sintiéndose más confiado que antes.
(Más tarde...)
El sol comenzaba a descender, tiñendo las praderas con tonos cálidos y anaranjados. Kovu miró al horizonte y notó cómo el tiempo había pasado rápidamente durante el entrenamiento. Observó a Dan, quien parecía extenuado pero feliz, con su pecho aún elevándose por la emoción de su último rugido.
"Creo que es hora de regresar," dijo Kovu, señalando el sol que ya casi se escondía tras las colinas. "No querrás perderte la cena."
Dan asintió, aunque por dentro se sentía un poco triste de que el entrenamiento terminara. Había disfrutado el día a lado de Kovu, y aunque sus intentos no fueron perfectos, él nunca lo había hecho sentir mal por ello. Al contrario, siempre lo había alentado.
Comenzaron a caminar juntos de vuelta a la Roca del Clan. Los últimos rayos de sol proyectaban sus sombras en el suelo, alargándolas como si fueran dos grandes leones caminando codo a codo. Durante el trayecto, Dan no dejaba de pensar en todo lo que había aprendido, pero también en algo más. Una sensación cálida crecía dentro de él, una que le hacía ver a Kovu de una manera diferente.
Finalmente, al reunir el valor necesario, Dan decidió hablar. "Señor Kovu..." empezó con algo de timidez.
"¿Sí?" respondió Kovu, mirándolo de reojo con curiosidad.
Dan tragó saliva y luego levantó la mirada hacia el león que había pasado todo el día enseñándole con tanta dedicación. "Yo... me divertí mucho hoy," dijo con sinceridad. "Y... me preguntaba si... bueno, ¿puedo llamarte... 'papá'?"
Kovu se detuvo en seco. Sus ojos se agrandaron por un instante, sorprendido por lo que acababa de escuchar. Dan lo miró con cierta preocupación, temiendo haber dicho algo que no debía. Pero esa preocupación pronto desapareció cuando vio cómo la expresión de Kovu cambiaba lentamente a una sonrisa cálida y llena de orgullo.
"¿De verdad quieres llamarme 'papá'?" preguntó Kovu con un tono suave y un brillo especial en los ojos.
Dan asintió lentamente, bajando un poco la cabeza, esperando la respuesta. Kovu se acercó a él y, con ternura, colocó una pata sobre la cabeza del cachorro, despeinándole el pequeño mechón de pelo con un suave movimiento.
"Por supuesto," dijo Kovu con una sonrisa amplia. "Puedes decirme como quieras, Dan."
Las palabras de Kovu hicieron que el corazón de Dan se llenara de alegría. Era la primera vez que se sentía verdaderamente parte de una familia, y ahora tenía la confianza de saber que tanto Kiara como Kovu lo aceptaban y lo querían de la misma forma que a un hijo.
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