Глава третья

Capítulo tres.

El chico rubio caminó a través del bosque, guiándose por el camino que se había dibujado en el mapa mágico de la bruja. Estuvo andando por varios minutos, sin seguir ninguna vereda, hasta que se topó con un peculiar brillo saltando en el suelo, en un curioso agujero entre el césped.

Era un broche brillante color dorado, y por las condiciones en las que se encontraba, estaba seguro de que pertenecía al príncipe. Sentía que cada vez estaba más cerca de encontrarlo.

Con una sonrisa satisfecha, lo guardó en su mochila y siguió andando siguiendo el mapa, sin siquiera darse cuenta de que el agujero no era un "agujero" natural, si no que se trataba de una huella. Una huella de un pie muy grande.

{Mientras tanto, muy lejos en el castillo.}

—No. No lo voy a hacer. No quiero.

—Escúchame, ¡yo soy el rey! Te casará con Raptor.

—¡No quiero casarme!

En la cabeza del rey todavía se repetía la discusión con su hijo. De cierta manera, se sentía culpable de su desaparición.

Toda la mañana los empleados de la realeza y los mismos reyes habían estado buscando al príncipe Trollino, pero simplemente no había ninguna pista de su paradero. Los murmullos del debate frente al mapa terminaron por hartarlo, lanzó un gruñido a la vez que les hacía un ademan a sus criados para que se alejaran de la sala.

—Quizá la raptaron unos ladrones —supuso la reina, una vez que quedaron ellos dos frente a los tronos.

—Por favor, querida. Sabes que hay cosas peor en ese bosque.

—¿Otra vez con lo del ogro? —la reina resopló molesta—. Sabes que solo es un viejo mito.

—El ogro la obligará a casarse con él. Será una esclava por el resto de sus días.

La reina agitó los ojos, ella no creía los cuentos de hadas que contaba su marido, todo eso le parecía una enorme burla.

Antes de que pudiese seguir discutiendo, la puerta de la sala se abrió, dejando ver a un hombrecillo que parecía cansado. Era el cartero real.

—Su majestad —bramó, apresurándose a llegar hacia ellos. Lanzó un tosido y se inclinó en sus rodillas antes de seguir—, señor —otro tosido, esta vez llamando la atención de el rey y la reina—, su merced.

Llegó hacia la mitad del salón, pero se apresuró a recuperar el aire que había perdido en la caminata. El pobre actuaba con si sufriera alguna enfermedad pulmoníaca.

—Encontramos su caballo —anunció, volviendo a tomar aire. Dio un última tomada antes de acercarse a ellos—. O más bien sus restos, en el valle Verm. Pero no es todo, también hallamos esto, esto de aquí, señor.

El cartero destapó algo que tenía bajo el brazo. Era una especie de circulo disparejo, del tamaño de una cabeza humana, color amarillento.

—¿Qué diablos es eso? —exclamó el rey, sorprendido.

—Creemos que es un diente.

Todos se asustaron ante tal afirmación. La reina, por instinto, volteó a ver a su esposo. Pero él sólo pronunció cinco palabras:

—El Rey de la montaña.

{De regreso en el bosque.}

La noche ya empezaba a caer, por lo que Mike decidió que era buena idea tomar un descanso. Así que paró junto al tronco de un árbol, dejó sus pertenecías y juntó ramillas de alrededor para encender una fogata.

No se le dificultaba, pues ya estaba acostumbrado a hacerlas durante las noches, en la granja. Ah, la granja. Todavía se sentía culpable por los destrozos. Y su padre... lo había decepcionado una vez más.

Ahora también había perdido el rastro de sus hermanos.

Antes de dormir, calentó en el casco oxidado lo poco de comida que había empacado. Lanzó una risa afligida al recordar que Flex no le tuvo fe a ese mismo casco.

Como fuera, solo esperaba que sus hermanos estuvieran a salvo.

Y, donde fuera que se encontrara, esperaba que el príncipe Javier también lo estuviera.

{En otro lugar.}

El bramido de una cabra lo despertó. Cuando abrió los ojos, lo primero que vio fueron tres de esos animales.

Soltó un quejido al sentir los dolores en su cuerpo, al levantarse sintió el suelo rasposo. Fue ahí cuando recordó lo que había pasado.

Se levantó casi de golpe y observó a su alrededor; parecía esta en medio de una roca gigantesca, era como un cuarto con paredes muy grandes, incluso había eco.

Al darse la vuelta, vio un pequeño hueco en una de las paredes. Del otro lado alguien había obstruido el paso, de manera que formaba una puerta. La diferencia es que ésta no podía moverla, por más fuerza que pusiera.

"Calma, Javier, estarás bien" pensó para tranquilizarse. Aunque no funcionaba demasiado.

Tenía miedo.

{Si, otra transición :D}

Para cuando Mike despertó, se sintió lleno de energía. Se sintió reconfortado después de su descanso. Ahora faltaba seguir andando, el pantano ya no quedaba muy lejos.

Mientras seguía su recorrido, cayó en cuenta de que no recordaba haber pasado antes por esa zona; todo lucía más verde, y también un poco más grande.

Los abetos y flores de colores se distribuían por todo el campo verde.

. . .

—Flex, ¿hace cuanto comimos?

—Hace mucho.

—Ya empiezo a sentirlo en mi estómago —se quejó Sparta. Ya llevaban varias horas caminando hacia ningún lugar en específico desde que despertaron.

Fue entonces cuando se toparon con una canasta decorada con florecillas blancas repleta de manzanas, manzanas doradas.

Ambos dieron un vistazo a los lados, pero no parecía haber nadie.

—¿Crees que sean de alguien? —preguntó Sparta con tono travieso.

—No lo notarán si solo tomamos... una —respondió su hermano.

—¿Una?

Flex asintió. Se inclinaron hacia la canasta y cada quien tomó una manzana. No dudaron en darle una gran mordida, soltando un jadeo de satisfacción.

Quizá fue por el hambre, pero esas manzanas tenían un sabor diferente. Eran las mejores manzanas que habían probado.

—Un color bastante inusual —comentó Flex, todavía masticando la comida—. Están muy buenas.

—¡Son las mejores manzanas que he probado!

—¡Sin duda!

Bastaron apenas unos minutos para que la canasta se vaciara por completo. Con cada mordida, inexplicablemente se sentían más felices.

Sparta dio otra mordida cuando sintió que una mano se reposaba en su hombro.

—¿Les gustan nuestras manzanas? —una voz femenina salió de su espalda. Pertenecía a una joven de cabello rizado y dorado, con un rostro angelical y un lindo vestido blanco.

—No sabíamos que tenían dueño —masculló Flex, encantado con la chica.

De pronto, los rodearon otras dos muchachas, parecidas a la primera, todas sonriente.

—De donde venimos hay tantas manzanas como las que puedan comer —contestó una de ellas.

—¿Tantas como pueda comer? —repitió Sparta asombrado.

La primera de las muchachas asintió, sin borrar la sonrisa de su rostro.

—¿Les gustaría venir?

Debían admitirlo, sus risas eran contagiosas. Así que, sin siquiera pensarlo dos veces, se dejaron llevar por el hambre. O la locura, cualquiera de las dos.

. . .

Mike se encontraba encima de una roca, buscando a la lejanía algo de donde ubicarse para seguir su recorrido, cuando una risa femenina muy linda llamó su atención.

Parecía venir desde abajo. Se asomó un poco, sin dejarse ver por completo. A lo lejos pudo distinguir a cinco figurillas caminando, tres de ellas con figura de mujer, riendo. Llegaron a un cruce de rocas y flores lavanda, donde no había más camino, solo una pared enorme.

—¿Dónde están todas las manzanas? —inquirió Sparta, algo receloso.

Las muchachas se limitaron a pasarles otra manzana que ninguno dudó en comer.

Después de otras mordidas, vieron como un pasadizo se abría detrás de la puerta.

. .

Para cuando Mike llegó al mismo sitio, solo escuchaba las mismas risas. Algo extraño, ya que parecían escucharse de otro lugar, como si estuvieran detrás de la roca.

Estuvo a punto de darse vuelta y seguir andando, cuando vio una manzana de color peculiar en el suelo. Por el hambre que tenía, le dio una mordida.

Entonces, la roca se desplegó por un lado, dejando ver un hermosos camino lleno de arbusto verdes y con flores de colores.

Caminó por un pequeño pasillo siguiendo las risas, sintiéndose feliz de repente, hasta que llegó a una mesa. Ahí estaban sus dos hermanos rodeados de tres muchachas angelicales, con una cola parecida a la de un león saliendo por debajo de su vestido.

—¡Mira, es Mike! —exclamó Flex al verlo, con la boca llena de comida.

Una de las muchachas se acercó al rubio.

—Hola —le tomó de la mano y lo llevó hacia la mesa—, ven a sentarte, hay para todos.

Mike estaba maravillado con la vista: ¡la mesa estaba llena de comida!

Flex comía una zanahoria y Sparta devoraba una pieza de pollo. La chica que lo atrajo le sirvió algo que parecía té de manzanilla en una copa de cristal.

—¡No nos vayamos de aquí nunca! —clamó Sparta totalmente hipnotizado.

Todo parecía sacado de un sueño, chicas lindas, comida infinita, y una alegría inexplicable. Mike pronto se dejó llevar por la emoción.

Sin embargo, cuando estiró el brazo para tomar una fresa de un tazón dorado, por un microsegundo apareció en su lugar un plato lleno de escarabajos vivos. Después, las fresas regresaron, como si nada hubiera pasado.

Soltó un ligero grito asustado, llamando la atención de la muchacha que estaba a su lado. Le tomó unos segundos volver a su compostura, todavía algo conmocionado.

—¿Todo bien —preguntó ella, con un gesto algo preocupado.

Mike asintió y tomó la fresa sin tratar de titubear y le dio una mordida crujiente.

Alto, ¿crujiente? Las fresas no crujen.

—Quizá te apetezca... otra manzana —sugirió, extendiéndole una manzana dorada. Por un segundo, le pareció que los ojos de la chica eran completamente negros—. Vamos cómela.

Miguel le dio un vistazo a sus hermanos; ellos estaban terminado de comer una manzana antes de lanzar otra risa, contentos. La chica seguía insistiendo con la manzana.

—Vamos, cómela —repitió.

Mike asintió, ésta vez algo desconfiado. Tomó la manzana y fingió darle una gran mordida después de una mirada de satisfacción. Después, sin querer volver a tocarla, la tiró con sigilo abajo de la mesa.




***
¿quién sigue despierto? :D okya.

sorry, pero ya tenia ganas de actualizar por aquí. si las cosas van bien, la próxima semana se vienen actualizaciones por aquí jsjs<3

tengo frío c:

nos leemos mañana, en Scare 7v7r

wuwuwu, bai, los loveo y bonita noche/mañana¿ ✨💞

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