Глава вторая



Capítulo dos.


A la mañana siguiente, la familia Bernal ya regresaba de su viaje de caza. Sparta y Timba venían comentando lo fascinados que se encontraban por lo que habían logrado cazar.

—Por supuesto, lo prepararemos.

—Lo que sobre podemos curarlo —alargó Sparta, emocionado.

Sin embargo, toda esa alegría se había esfumado al ver lo que le había sucedido a la granja. Flex fue el primero en notarlo, pero todos quedaron igual de sorprendidos.

Timba se acercó a largar zancadas hacia su hogar que ahora se cubría de cenizas negras y un poco de fuego. Mike al verlo se acercó.

—Yo, puedo explicarlo —empezó, tratando de tranquilizar a su padre.

Pero él y sus hermanos ya se estaban acercado hacia lo poco que quedaba. Tantos años de esfuerzo, se habían esparcido con el viento.

—Estaba hurgando en las cenizas cuando escuché unos pasos fuertes, e-era un ogro.

—Mike —lo interrumpió su padre—. ¿Qué has hecho?

—Pero... es verdad. O al menos, eso creo.

Flex se viró hacia Mike, completamente molesto. Mientras tanto, Timba caminaba entre las cenizas. Todo se había destruido:

—Muchacho tonto. Chico... ceniza.

[...]

—No tiene caso —suspiró Sparta, lanzando una vasija quemada al suelo—, no queda nada.

El peliazul escarbó un poco entre la basura, encontrando un retrato roto de la mujer con la que alguna vez soñó una familia.

También estaba roto por la mitad.

—Era el único retrato de ella —habló, con voz neutral.

En ese momento, cuatro jinetes aparecieron en la entrada. La familia salió algo preocupada.

—Buen día, simples campesinos —saludó el príncipe Raptor de Dinamarca—. ¿Han visto a un príncipe pasar por aquí?. Cabalgando un caballo majestuoso, cabello oscuro y corto, muy hermoso. El príncipe, no el caballo.

Sus camaradas rieron con él. Mike sonrió al recordar al chico con el que habló la tarde anterior.

—No la hemos visto —respondió Flex.

Raptor asintió, poco convencido. Después posó su mirada en el chico de sonrisa embobada.

—¿Qué hay de ti? —preguntó, señalándolo con el mentón. Todos se giraron hacia Mike.

—No —contestó, mirando al suelo.

—Miente, mi señor —anunció el chico de cabello blanco.

Raptor hizo una seña al guardaespaldas más alto y fortachón, quien no dudó en cumplir las ordenes de su jefe; bajó de su corcel de un salto y acorraló a Mike contra un poste quemado, apretándolo del cuello.

—Si le retuerzo el pescuezo hablará —gruñó Mayo, ahorcándolo un poco más.

—¿Cómo hablará con el cuello torcido, tonto? —se quejó Raptor. En cambio, colocó la espada de hierro en el cuello del asustado Mike—. Dime lo que sabes.

—Yo no creería lo que él dice —lo defendió Timba, acercándose con cuidado. Volteó a ver a su hijo—: Solo cuenta cuentos de hadas. Justo cuando llegaron nos dijo que vio un ogro ayer.

Raptor empezó a reír y, al dejar de verlo como una amenaza, bajó su arma.

—Entonces cree en ese viejo mito, ¿hmm? —volvió a burlarse Raptor.

Timba frunció el ceño.

—¿Qué si cree en el viejo... ?

—Mito —completó de nuevo.

—Uhm... ¿Mi.. ?

—Mito —repitió Rius, el fiel acompañante de Raptor.

—Oh —reaccionó Timba—. ¿Cuál mito?

—El del príncipe que será raptado por el ogro si no se casa antes de cumplir dieciocho—respondió el príncipe Raptor.

—Aquel que encuentre al príncipe lo tendrá a él y la mitad del reino —completó Rius.

—Y ese seré yo —Raptor sonrió alardeante.

—¿Se lo entregarán a cualquiera? —despechó Mike.

Raptor relamió sus labios, molesto.

—El príncipe se casará conmigo apenas lo encuentre. Todos saben eso y... cuando sea mío, me aseguraré de que sepan cuál es su lugar.

[...]

Para cuando los visitantes se fueron, los hermanos Flex y Sparta ya estaban preparando sus cosas.

—Ten. Es todo lo que tengo —Timba le entregó a Sparta un saquito de tela con las últimas monedas que tenía—. Deben encontrar al príncipe, esperemos que nos recompense —abrazó a sus dos hijos— Reconstruiremos la granja, muchacho.

Flex asintió. Y él y Sparta se dieron la vuelta para emprender el viaje.

—¿Qué hay de mí? —inquirió Mike, temeroso por saber la respuesta.

Timba se giró hacia él.

—A partir de ahora estás por tu cuenta.

—Pero puedo quedarme aquí y ayudarte —insistió, algo desesperado.

—Si quieres ayudarme, lárgate de aquí.

—Pero papá, yo puedo-...

—¡No! Vete, no quiero verte más.

Se fue, dejando a Mike sin saber que hacer.

[...]

—Flex, Flex —Sparta llamó a su hermano mayor, girándose hacia el lado contrario a donde estaban caminando.

—¿Hm?

Flex también se giró para ver lo que buscaba. Allí estaba Mike, siguiéndoles con disimilo de entre las sombras de los árboles.

—Ven —le llamó Sparta, a lo que Mike no dudó en ir. Flex frunció los labios y siguió caminando.

Siguieron andando. Flex y Sparta delante, Mike a un metro más atrás, él iba observando el paisaje.

—Hey, miren lo que encontré —Mike se gachó en la vereda de tierra hasta tomar un espejo rotos, con algunos trozos faltantes.

—¿Qué encontraste?

—Un espejo roto —sonrió, alegre.

—¿Para qué quieres esa basura? —interrumpió Flex con tono irritado.

—Bueno, nunca se sabe —respondió a la vez que lo guardaba en su mochila.

{Unos metros más adelante}

—¡Miren lo que encontré!

—¿Qué encontraste ahora? —preguntó Sparta, mientras él y Flex se giraban para verlo.

Mike se puso un casco estropeado de guerrero que tomó de la tierra.

—Deja eso —bramó Flex.

—Debe servir para algo —susurró Mike de nuevo, guardando el objeto en su mochila.

[...]

—Auxilio, que alguien me ayude.

Los tres chicos se detuvieron al escuchar los pedidos de ayuda que provenían de los arbustos, parecía una anciana.

—Alguien pide ayuda —masculló Mike, preocupado.

—No tenemos tiempo —le recordó Flex. Seguía enfadado con él.

Auxilio.

—No podemos solo ignorarlo —siguió Mike, como queriéndolos hacer reaccionar; alguien necesitaba ayuda y ellos podían dársela.

Pero para Flex, eso no era una opción.

—Ya tenemos suficientes problemas gracias a ti.

Sparta solo observaba.

—Auxilio.

—Iré a ver quién es —dispuso Mike, ésta vez seguro.

—Ven Sparta —alargó Flex, comenzando a caminar de nuevo. No pensaba retrasar más tiempo.

—Pero... —interpuso el menor.

—Vamos —continuó, sin dejar hablar al castaño. Sparta no tuvo de otra —. Adiós, chico ceniza.

En cambio, Mike se adentró al matorral de plantas.




—Ayúdenme —la voz de la anciana se escuchaba más cerca.

—La oigo —avisó el rubio, haciéndola saber que ya se estaba acercando.

Pasó por encima de un tronco tirado, topándose con la persona que pedía ayuda. En efecto, se trataba de una ancianita que no medía más de un metro, cubierta de telarañas y hojas junto a un tronco pequeño.

—Ayúdame... —pidió ésta de nuevo—. Vamos, acércate más.

—¿Hola? —la saludó Mike, sin saber que más decir.

—Gracias al cielo. Iba a cortar un poco de leña y mi nariz se atoró —explicó cuando vio que el chico se estaba acercando.

—¿Nariz? —repitió confundido. Al observarla mejor se dio cuenta de que su nariz era muy larga y, tal como había dicho, se había quedado atrapada en un huequecito del tronco.

—¡No te quedes allí parado mirando, ayúdame!

—Oh, lo.. lo siento.

Se acercó a la anciana y la tomó por los hombros para empujarla y que así pudiera despegarse, pero su nariz estaba más atorada de lo que parecía.

—¡Oye, suelta, suelta! —se quejó adolorida—. Debes usar el hacha.

—Ah si.

El joven tomó un hacha muy pequeña que estaba en la tierra.

—Entonces, ¿quiere que le remueva la nariz?

—¡¿Pero estás loco?! —se exaltó la mujer—. Ensancha la grieta, muchacho tonto.

El rubio musitó un ligero "claro" y se agachó a la altura del tronco, metiendo el hacha entre la grieta para que la anciana pudiese sacar su nariz. Después de batallar un poco, finalmente quedó libre. Y se dio cuenta de que era mucho más larga de lo que aparentaba.

—Estuve atrapada aquí mucho tiempo, sin nada que comer y nada que beber.

Ella alzó la cabeza, y Mike comprendió el porqué de su extraña compostura: era una bruja.

—¡Oh! No tengo mucho, pero tengo ésta papa vieja —musitó, sacando la mencionada de su mochila para entregársela. Ella no tardó más que unos segundos en devorarla.

—¿Qué haces por aquí, tan lejos en el bosque? —preguntó, con su voz rara.

—Estoy buscando al príncipe.

—Ah, ¿así que sucedió? —soltó una risa brusca—, el Rey de la montaña lo raptó como lo predijo el mito.

Mike ladeó su cabeza, curioso.

—¿No es solo un cuento de hadas?

—¿No lo sabes, niño? Siempre hay algo de verdad en los cuentos de hadas. Olvídalo, ya no puedes hacer nada por él.

La bruja se dio la vuelta para regresar a su hogar.

—¡Espera! —la detuvo, girándola por el hombro—, salvarlo es mi única esperanza. O jamás volveré a casa.

La bruja sonrió ligeramente.

—Escúchame niño, escucha con mucha atención. Según el mito, sólo una espada puede penetrar el escondite del rey de la montaña.

»La espada se perdió hace muchos, muuuchos años en un horrible pantano. Hay algo demoníaco ahí.

—¿Dónde está el pantano?

La bruja lo analizó, pero no pudo rendirse ante su mirada perseverante. Así que sacó un mapa que tenía guardado en su túnica.

—Te daré mi mapa, porque fuiste muy amable al ayudarme. Éste mapa te mostrará el camino a donde sea que quieras ir.

Miguel no tardó en extenderlo, emocionado. Pero se topó con la sorpresa de que estaba vacío por ambos lados.

—Gracias...

Eso le sacó una carcajada a la bruja, confundiendo al chico.

—Debes preguntarle al mapa.

—¿Debo-.. —prefirió no protestar más; aclaró su garganta y con voz firme pidió—: Mapa, muéstrame el camino a la espada.

—Uugh, así noo, ¡pregunta con educación!

Miguel comenzó a creer que le tomaba el pelo. Se secó el sudor de la frente.

—Por favor.

Y, como por arte de magia, el mapa se dibujó en el pergamino.

Mike observó maravillado mientras las risas de la bruja empezaban a alejarse.

—Adiós, chico ceniza.






¡Ay, mi nariz!


***

jelou, ¿qué tal? :D

¿les están gustando los capítulos o nah?

quizá hoy haya capítulo en TDH shdusfcm <3

¡nos leemos despuesito! uvu

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