Capítulo 28: Es más fácil delatarse de noche
—¿Qué haces? —Le pregunté a Joshua al mismo tiempo que saltaba a su espalda para escrutar en la pantalla de su teléfono.
Él bloqueó el aparato, tras esto se movió y me hizo caer de culo en la arena.
—Deja de andar de curioso —replicó, enfadado.
Soltó un suspiro largo y me ayudó a ponerme de pie.
—¿Tienes el periodo? —Sacudí mis pantalones, odiaba la arena. Temía que se metiera en mis testículos y terminara causándome comezón todo el maldito día.
Joshua cruzó los brazos y bufó. Se ahorró con solo la mirada la explicación de por qué mi broma no fue graciosa. Di media vuelta para enfocarme en la playa, fría y gris. Sus olas eran agitadas, llenas de espuma, furiosas y vehementes.
—Imagino que ya hiciste tu cita con el psicólogo. —Él puso una mano en mi hombro—. ¿Verdad?
—¡¿Cuántas putas veces debo repetirles que estoy bien?!
Estaba harto del tema. Cansado de que lo único que me preguntara Max fuera cómo me encuentro, harto de las disculpas de Lilly y de la insistencia de Joshua de que hiciera una cita en el psicólogo.
Esa tarde, después de haber comenzado a llorar, me llevaron devuelta al departamento como una masa maleable. Terminé sentado en el sillón de Joshua, con la cara embarrada —seguro cubierta de mocos y lágrimas— en su pecho, un hielo en las manos y con todos a mi alrededor repitiéndome que me tranquilizara.
Llegó un momento en el que se debatían si debían llamar a mi padre o llevarme a una sala de emergencias —esa última sugerencia del exagerado de Joshua—. Al final, al ver que empezaba a dejar de llorar y a estar lo suficiente consciente como para negarme, solo me permitieron dormir en el sillón.
—Ya es milagroso que mi padre siga dirigiéndome la palabra después de que me rechazaran. —Estaba lleno de coraje, pero hacia mí mismo—. No puedo salirle con el capricho de que quiero ir a terapia cuando ni siquiera la necesito. —Moví el hombro para que quitara su mano, no volví a mirarlo, seguía enfocado en las olas, deseando en silencio que llegara una con el suficiente tamaño para tragarme.
—No me hagas hacer la llamada del profesor preocupado por el comportamiento de uno de sus alumnos. —Joshua dio un par de pasos y quedó delante de mí.
—Eso sería injusto —vacilé—, estoy bien. Si no estuviese bien, no me iría de fiesta esta noche. Si no estuviese bien, sería como esos chicos que nunca salen de sus casas y se la pasan viendo anime mientras fingen que tienen una novia en uno de esos juegos online.
—¿Al final resultará ser un hombre?
—Uno gordo, calvo y cuarentón.
Ambos soltamos una leve carcajada.
—Y respondiendo a tu pregunta, estoy buscando un nuevo trabajo —confesó Joshua.
—Genial —contesté, sincero—, así lo nuestro dejará de ser una fantasía masturbatoria adolescente y entrará en otro cliché.
Tenía entendido que Hannah y Maddie comparten la semana de cumpleaños, por lo tanto, la tradición era que en vez de juntar ambas celebraciones se hicieran dos fiestas con pocos días de diferencia, tres para ser específicos. Era una competencia por ver quién celebraba mejor, disfrazada del afán adolescente de bailar ebrios en un lugar por el que apenas se puede pasar.
Ese año sería especial, era la última fiesta antes de que todos nos graduáramos, además, ambas cumplían dieciocho.
Usé el dinero que me pagó Lilly y compré una botella de Vodka, también le presté a Jason y a Karen para que pudieran costearse unas cervezas. Hannah no compró nada, se defendió diciendo que ya hacía suficiente con poner el coche y la gasolina para llevarnos hasta la casa de campo que tienen los padres de Maddie.
Algo que también hacía singular ese año era que a Steve lo invitaron y venía con nosotros. Ocupaba un espacio en la parte trasera del coche rojo de Hannah, al lado de Karen y cargando el alcohol. Para fortuna de Hannah y mía, Miranda le canceló a Jason de último minuto y no tendríamos que estar soportando su perorata.
La casa se encuentra a las afueras de la ciudad, entre los espesos bosques de pino, por donde el aire se siente más helado y la neblina es perenne. Mientras íbamos en camino, mi ansiedad crecía; como dije, los sitios así me ponen mal. Cerré los ojos y evité que mis pensamientos se concentraran en ese escenario. Impedirme imaginar que, en vez de un vehículo rojo, fuera un tren, y en vez de pinos, árboles de higos marchitados. El viaje no duró mucho, unos quince minutos. Suspiré de alivio y me propuse emborracharme al nivel de perder la consciencia al regreso.
La casa de Maddie es como una mansión victoriana, no igual a esas que ves en Internet que están retocadas a la perfección, era algo más parecido a una casa de brujas. Para pasar tuvimos que hacernos un espacio entre un grupo de chicas que no dejaban de brincar, ignorando que sus vasos estaban llenos y su contenido caía al suelo. Una vez en el salón, Maddie nos recibió con un trago de tequila e hizo que lo bebiéramos de golpe, todos la obedecimos, incluso Steve. Tanto él como yo nos reservamos el derecho de pedir otro y solo nos lo empinamos.
Maddie no tardó en robarse a Hannah para llevarla con el resto del equipo de porristas, no sabía si mi deber como novio falso era seguirlas o quedarme. No obstante, Karen me retuvo y después señaló a donde un grupo de chicos jugaban a empinarse una botella.
—¡¿Qué?! —le pregunté—. ¡¿Quieres destruirte tan rápido?!
Me golpeó en la espalda, después enfoqué mejor y me di cuenta de que Luke Potts, su exnovio, estaba ahí. Ellos nos saludaron y como Jason los conocía, y no tenía idea de lo que le había hecho ese tipo a su hermana, caminó hasta allá. Steve lo siguió, ya que quería unirse, estaba confiado con que no lo joderían después de que lo adoptamos como uno más en el grupo.
Karen resopló, resignada. Terminamos yendo hasta allá, haciéndonos espacio empujando a algunas personas. Creo que incluso nos insultaron. Steve puso la botella que no se llevó Maddie en la mesa, lo que el resto se tomó como una insinuación para empezar el reto. La música subió de volumen, las luces bajaron y a pesar de estar helando afuera, dentro todos estábamos sudando.
—Cada uno, quince segundos con la botella, así hasta que se acabe —sugirió Luke, noté la sonrisa maliciosa dirigiéndose a Karen.
Ella, en lugar de marcharse, fue la primera en sujetar la botella. Jason resopló y yo agradecí llevarme dieciocho años con mi hermanita y nunca tener que estar en la misma fiesta.
—¡Vale! —exclamó Luke, le pidió la botella con una seña y la abrió—. Recuerda, quince segundos.
Él alzó el recipiente y dejó caer el chorro dentro de la boca abierta de Karen. Todos contamos quince segundos en una sola voz chillona que se fundía con la música electrónica.
Cuando terminó, Karen limpió su boca con la manga de su suéter a rayas. Luke estuvo cerca de tomar su mano para alzarla y mostrarla como una mujer victoriosa, sin embargo, yo me adelanté. El siguiente fui yo. No lo decidieron ellos, yo me ofrecí. Quería que me ahogaran para desmayarme y que después me llevaran a donde Joshua y que él hiciera lo que quisiera conmigo.
Estuvimos así hasta que la botella se terminó; Jason, Karen y yo estábamos más sobrios que ebrios mientras Steve ya se balanceaba. Al parecer, a Luke y a su grupo les causaba gracia ver al bocazas así, entonces comenzaron a darle de todo: cerveza, bebidas energéticas, Whisky y tequila.
—¡Chris! —exclamaron con fuerza, el llamado fue tan intenso que incluso logró destacar entre la música.
Volteé para atrás, encontrándome con Emma haciéndose espacio en la multitud. Ella vestía una falda ceñida a las caderas y un top corto que dejaba al descubierto su abdomen. Su cabello hacía contraste con el conjunto, lo llevaba amarrado en un moño.
—¡Christian! —Volvió a gritar.
Antes de decir algo, se recargó en la mesa, tomó sin permiso uno de los vasos medio vacíos y bebió un trago grande.
—¡Hannah te necesita! —me explicó ella—. ¡Lleva como quince minutos encerrada en el baño de arriba!
El grupo comenzó a imitar gemidos y golpes en la mesa. Karen me empujó para que fuera, aunque no confiaba en su propia voluntad. Estuve tentado a decirle a Jason que cuidara a su hermana, pero supe que así solo ocasionaría que él golpeara a Luke por traicionero.
Emma y yo volvimos a fundirnos con el resto, se sujetó de mi camiseta, mientras yo alzaba la cabeza cada tanto para ver si no me extraviaba. Por fortuna, nadie me empujó o me insultó, solo me golpeé la espinilla contra un sillón viejo.
Al llegar a las escaleras encontré la bandeja de Maddie, todavía con vasos medio vacíos, bebí de uno y después subí con Emma detrás. En el descanso hallamos a una pareja de segundo año comiéndose a besos. Ella tenía la mano en el culo de él, y él las suyas en sus pechos.
—Largo —expresó Emma al mismo tiempo que chasqueaba los dedos.
Ellos obedecieron y nos dejaron el pase libre. Quizá se irían a continuar lo suyo en la cocina.
En las escaleras se amontonó una especie de fila, nosotros caminamos por fuera de ella, y nos detuvimos cuando llegamos a la última puerta a la derecha. La espera era para usar el baño y una chica de cabellos rizados y piel oscura se agarraba la ingle mientras golpeaba la puerta.
—¡¿Estás cagando serpientes?! —preguntó, molesta.
Nadie respondió. Emma los empujó a todos, ignorando los quejidos y abucheos, después golpeó con más suavidad la entrada.
—Hannah, ya estoy aquí —dije con fuerza, también comencé a golpear la madera con el puño.
La puerta se abrió, pero solo un poco. Hice lo mío y entré a pesar de las quejas. Seguro todos pensaban que íbamos a tener una sesión de sexo salvaje en ese baño antiguo, pero poco me importó. Una vez dentro, recargué la espalda en la puerta. Hannah estaba sentada en la tapa del retrete con la cabeza abajo y las palmas cubriéndole la cara.
Me acerqué a ella y me apoyé en mis rodillas para quedar a su nivel. Coloqué mis manos en las suyas, Hannah no se resistió, quería que las retirara. Vi su rostro enrojecido y cubierto de lágrimas, el maquillaje negro lo tenía corrido, dándole un aspecto fantasmal.
—Todo está bien —susurré en su oído, quise sonar sereno, aunque nunca lo estuviera.
La abracé, pegando su cabeza en mi pecho, tal y como Joshua hizo conmigo hace unos días. Escuché sus chillidos y sentí el líquido caliente empapar mi camiseta, acaricié sus cabellos y también su espalda.
—¡Ayer firmaron el divorcio! —gruñó, su voz se escuchaba ronca—. ¡Y Marcus no me ha respondido desde hoy por la mañana!
—No pasa nada.
—¡Me puse tan mal que le conté a todos que mi papá era un infiel!
Imaginé que así también me veía yo, y que incluso las personalidades como la de Hannah llegan a mostrar su lado más imperfecto de esa manera.
—¡No tienes de qué avergonzarte! —exclamé, la separé y la tomé por los hombros para que me viera a los ojos—. No es algo de lo que tengas la culpa.
Hannah limpió sus lágrimas con el dorso de la mano y después me empujó con fuerza, de modo que caí de espaldas al suelo con ella encima. La tenía cerca, su boca embarrada de labial rozaba la mía y mis manos abrazaban su espalda. Nos besamos como lo hacíamos el curso pasado, ella metió sus dedos debajo de mi camiseta y yo moví mis manos hasta su trasero.
Cuando nos separamos nos dedicamos una mirada de culpa, lanzamos un resoplo en conjunto y la ayudé a incorporarse.
—Creo que voy a vomitar —musitó ella.
—¿Tan asqueroso beso?
—Hablo en serio. —Hannah puso una mano en su boca.
Antes de que empezara con las arcadas, la agaché en el lavabo, sostuve su cabello haciéndolo hacia atrás y la escuché sacar todo. Creo que incluso vomitó los panqueques del desayuno, también la sopa de la comida y los nachos que devoramos antes de ir por Karen, Steve y Jason.
Ella alzó la cara, tenía los ojos rojos, vómito verde en la comisura de sus labios y una expresión decadente. Hannah Davies había perdido todo el glamour delante de mí, pero no por eso dejaría de hablarle o verla como alguien diferente, que era el miedo que terminó rompiéndola y el que me acechaba a mí. La ayudé a lavarse la cara, me quité una de las agujetas para que se amarrara el pelo y salimos del baño entre miradas inconformes.
Encontramos a Emma recargada en el muro, fumando.
—¿Dónde se encuentra Maddie? —le preguntó Hannah, su voz seguía ronca, pero volvió a aparentar la fuerza de siempre.
—Está follando —respondió ella al mismo tiempo que señalaba a uno de los cuartos.
Hannah abrió los ojos, cerró los puños y caminó hasta allá. La seguí, ya que me encontraba lo suficiente ebrio como para no importarme estar en medio de la confrontación.
Había uno de primer año cuidando la entrada, pero ella lo empujó y él la dejó pasar. Acto seguido, abrió la puerta con tal ímpetu que esta azotó contra la pared. Hannah se recargó de brazos cruzados en el marco y yo detrás, casi escondiéndome. Todas las luces se encontraban prendidas, había una enorme cama en medio, y sobre esta yacían Maddie y un chico cuyo nombre nunca supe. Él se encontraba desnudo encima de ella, mientras la joven abrazaba su espalda y tenía enredadas las piernas en su cintura.
—¡¿Qué te sucede?! —preguntó, molesta.
—¡Dijiste que me cuidarías! —reclamó Hannah—. ¡Pero no, te importó más que te follaran a que yo estuviera ahogándome con mi vómito!
El chico y yo compartimos miradas, jamás había visto a alguien tan avergonzado.
—¡Pero estás bien y nada pasó! —se excusó Maddie.
Desenredó las piernas, el chico comprendió que debía quitársele de encima y giró hasta quedar acostado junto a ella.
—¡Si tú estuvieras ahogada en el alcohol te cuidaría en lugar de irme a follar con un estúpido! —gritó Hannah.
Él miraba al techo, intentando disociarse del ambiente.
—¡¿Nos dejas terminar?! —le exigió Maddie.
Hannah estuvo a punto de hacer algo más, quizá lanzárseles encima, pero la detuve. La sujeté de la manga de su jersey negro, la jalé para que saliéramos de ahí y cerré la puerta.
—Vamos abajo —resoplé.
—Ojalá pudiera ser tú —susurró—. Te ha pasado de todo y tienes una actitud relajada.
«No, nadie en este mundo quisiera ser igual a mí», le respondí en silencio.
Ella me tomó de la mano y bajamos las escaleras. Lo primero que nos encontramos fue a Karen besándose con Luke. Cuando vi eso sentí que mi labor como confidente había fracasado. Jason, por su parte, se tiró en una esquina, tomaba cervezas y hablaba disparates.
Insuflé y me preparé para ir por Karen con todo y una Hannah alcoholizada. No obstante, antes de que nos metiéramos a la multitud, Steve saltó justo delante de nosotros. Con trabajos y se mantenía en pie, tenía el rostro sudado, los ojos los llevaba rojos y no desaparecía esa sonrisa perturbadora de su boca.
—¡Chris! —expresó él, colocó una mano en mi hombro, puso más peso de lo que debía y me agaché un poco—. ¡Mejor amigo!
—Luego hablamos —le dije al mismo tiempo que lo empujaba.
—¡Estoy harto de que incluso tú me desprecies! —chilló.
—Basta —le exigió Hannah.
—¡No lo defiendas! ¡Chris es gay! —gritó lo más alto que pudo.
Las miradas de quienes estaban cerca se posaron en nosotros, entre ellos la de Jason. Hannah soltó mi mano y yo miré boquiabierto a Steve. No sabía qué hacer, el cuerpo no me respondía y la boca se me trababa.
—¡Que lo sepan! ¡Chris engaña a Hannah! —continuó Steve con su espectáculo.
Apreté los puños, mordí mi labio inferior y solo percibí a la habitación dando vueltas junto con los murmullos de las personas y los dedos señalándome. Steve Walker arruinó todo el esfuerzo que había hecho por formarme una reputación.
—¡No lo niegues! —gritó una vez más—. ¡Yo te vi a ti con...
No alcanzó a terminar la oración, ya que me le fui encima. Steve cayó al suelo de espaldas y con mis rodillas sobre su pecho. Le di un puñetazo en la mandíbula y después uno cerca del ojo. Nunca había hecho algo así, pero me grabé a la perfección los golpes y las patadas de mis excompañeros.
Los repliqué esa vez con la misma furia que aplicaban conmigo.
Hubiera continuado así de no ser porque entre Jason y Luke nos separaron. Le dejé el labio sangrando a Steve, así como la sien y el ojo morado, mis nudillos ardían, pero más mi interior, tenía ganas de ahogarme otra vez en llanto. No soportaba estar ahí y tampoco las miradas morbosas, todas juzgándome y sintiendo repulsión por mí.
Con fuerza logré zafarme del agarre de Jason, él intentó contenerme, pero fui más tosco y acabé por empujarlo, también lo hice con los que me impedían el acceso a la salida. Más que ser brusco, era como un animal apabullado queriendo escapar.
Fuera de la casa helaba, la neblina se extendía hasta lo lejos, solo distinguía las copas de los espesos árboles. No miré hacia atrás, no me importó el frío o mi pánico a los bosques, solo corrí, deseando perderme entre los pinos, no volver a ver a nadie jamás y morir en la soledad de la tierra húmeda por la hipotermia.
Prefería eso un millón de veces a tener que dar la cara y volver a ser el mismo chico al que todos odiaban, el que no poseía amistades y al que, de morirse, no recibiría un atisbo de compasión.
Este capítulo estuvo lleno de lo peor de los chicos a quienes creemos perfectos, incluso una Hannah derrotada. Estuvo un poquito más largo de lo usual, espero no lo hayan sentido pesado.
¿Qué creen que pase con Chris ahora?
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top