6. "Reclutamiento"

30 de abril 2286
Valle Inutilia, Nevada
EEUU


Una de las cosas favoritas de Anthony era mirar por las ventanas de su oficina. Después de una larga jornada nocturna como general y guardia, ver el alba le devolvía las energías que necesitaba para enfrentar un nuevo día. El cuartel de chasovoys, uno de los edificios más importantes del valle, ocupaba dos manzanas enteras y estaba lleno de actividad desde temprano.

Bajó tres pisos hasta la entrada principal, donde Azul lo esperaba con una sonrisa ansiosa, lista para continuar con una parte crucial del reclutamiento.

—Buenos días, general. —se burló, llevándose la mano al costado de su cabeza en un saludo exagerado.

—Cállate. —rió él, sacudiendo la cabeza. —¿No te parece muy temprano para hablar de esto?

—No podía esperar... Me impresiona que hayas terminado tan rápido con tus planos. Quiero verlos.

Anthony sacó el plano doblado del interior de su morral, lo enrolló y la golpeó suavemente en la cabeza con él.

—Los verás cuando tengas al cuarto miembro. Han pasado más de diez días y todavía no tienes a nadie. —su tono se volvió más serio. —Así como Sam y yo estamos cumpliendo con nuestros deberes, tú también deberías cumplir con los tuyos.

Azul lo miró, claramente fastidiada.

—Ahora —continuó él, ignorando su expresión—, estuve de guardia toda la noche. Quiero descansar un poco. Te daré hasta las dos de la tarde para encontrar a la pieza que falta... —miró su reloj rápidamente. —Iré al aeropuerto al mediodía para recibir a Jason. Y tú hazme el favor de ir a esta dirección —le entregó un papelito con una calle y un número. —, dile a esa muchacha que se reúna conmigo en mi casa. —Hizo una pausa antes de dar media vuelta. —Y no te desvíes de tu objetivo del día.

Anthony se fue dejándola con una sensación de frustración e impaciencia. Como una niña pequeña, refunfuñó, enojada, mientras se dirigía de vuelta a su casa. En retrospectiva, levantarse tan temprano había sido una pérdida de tiempo.

***

La tarde se acercaba, y Azul se encontraba cada vez más indecisa. Tachaba nombres de su lista con un fibrón, descartando opciones rápidamente. Encontrar al cuarto miembro estaba resultando más difícil de lo esperado. Conocía a muy pocas personas en el valle, y sus intentos por buscar entre los conocidos no estaban dando frutos. Su madre, Lucrecia, la observaba preocupada desde el otro lado de la mesa.

—Mi amor... ¿Estás bien?

—Sí, ma... Solo que este trabajo me tiene agotada. Desde que regresé, apenas he tenido un momento para mí. Pero al menos puedo disfrutar estos ratos en familia.

Lucrecia acarició su cabello suavemente.

—¿En qué estás trabajando exactamente? —preguntó mientras observaba la hoja.

—¿Recuerdas lo del equipo de los cuatro miembros? —Su madre asintió. —Tengo al guerrero y al médico: Sam y Anthony. Pero me está costando mucho encontrar al moralista. He preguntado por todos lados, pero las opciones que he encontrado no tienen ni una pizca de ética.

—Bueno, tal vez no estás buscando en el lugar correcto. A veces, los mejores candidatos simplemente se ofrecen, sin que los busques. —Su madre leyó algunos de los nombres tachados y sonrió suavemente. Miró el reloj en la cocina. Se le ocurrió una idea. —Aunque también creo que necesitas descansar un poco. Dormir o, al menos, salir a caminar.

—Es que me queda poco tiempo. Debo encontrar a alguien antes de las dos de la tarde.

—Está bien, amor. Pero aquí sentada no vas a encontrar mucho. —dijo con calma mientras se sentaba frente a ella. —Oye, ya que estás sin mucho éxito, podrías ir a comprar un poco de leche en el negocio Paxton. Está a buen precio, podríamos aprovechar la oferta.

—¡La venden vencida, mamá!

—Entonces haremos yogur. Anda, ve. —Sonrió mientras le pasaba unas monas para la compra.

Azul se levantó, tomó su chaqueta y salió a regañadientes. El negocio Paxton estaba a quince calles de distancia. Mientras caminaba, su mente divagó sobre las cualidades que un buen moralista debía tener. ¿Sabía siquiera qué era lo que estaba buscando? Suspiró cansada. Había pasado tantas horas con eso en la cabeza que no había comido nada. El hambre comenzó a distraerla, y agraciadiamente un aroma delicioso llegó a su nariz. Provenía de la esquina.

Se detuvo discretamente para echar un vistazo a los precios de la comida. La idea de gastar el dinero en un plato caliente en lugar de la leche comenzó a parecerle atractiva.

—¡Azul! ¿Qué estás haciendo por aquí? —Una voz familiar la sorprendió.

—¡Oh! Hola, Aldavinski... —respondió, algo nerviosa. —Sólo... me llamó la atención el divino aroma de esta sopa. —Se acercó un poco más, bajando la voz. —Aquí entre nos... ¿me harías un descuento por un plato?

Aldavinski soltó una carcajada que resonó por toda la vereda. Se quitó la cofia y la dejó sobre la mesa.

—¿Sabes en qué zona estás? —preguntó, aún riendo. Ella negó con la cabeza. —Esta es la zona baja del sur, la más vulnerable del valle.

—¿Eso hace la comida más cara? —preguntó incrédula.

Aldavinski sonrió y señaló un cartel detrás de él.

—Es el centro de ayuda comunitaria. Aquí no vendemos la comida, la repartimos.

—¿No te pagan? —preguntó, sorprendida.

—¿Nunca fuiste a un centro comunitario? —preguntó algo preocupado. —Mi mejor paga es ver que un niño tenga un plato de comida al final del día. Prefiero alimentar corazones en vez de mis bolsillos. ¿Lo entiendes?

Una realidad cayó sobre Azul como una ficha que finalmente encajaba. ¿Cómo es que no lo había considerado desde un principio?

—¡Oh, Diosa mío! ¡Te encontré! —exclamó, sorprendida, llamando la atención de todos. —Lo siento... —murmuró, recuperando la compostura. —Aldavinski, ¿puedes ir a la casa de Anthony pasada las dos de la tarde?

Tengo que ver mi horario, pero… ¿Por qué?

—Tenías razón, no debí haber omitido al cuarto miembro. —Apoyó su mano en el antebrazo de él. —Estuve toda la mañana buscando al indicado, pero casi cometo el error de meter a cualquiera a lo que supone que es mi más íntimo escuadrón… Aldavinski, quiero que seas el miembro ético que me hace falta. No te conozco casi, y lo admito, pero tienes todo lo necesario y la total capacidad de hacer esto con nosotros. —Sus ojos brillaron. —Entonces, ¿puedes ir a la casa de Anthony a las dos..?

Él sonrió ciertamente confundido. Sin embargo, aquella valoración y distinción le dio un poco de gusto, más viniendo de su parte. Consultó su horario de voluntariado.

—Sí, claro. Los veré allí. —respondió con una sonrisa sin hacer muchas preguntas.

Azul salió del centro con una nueva energía pero con su estómago aún vacío. Sin embargo había ganado algo más importante. Había caminado solo una cuadra antes de darse cuenta de que se había olvidado de la leche. Suspiró, resignada, pensando en cómo le explicaría eso a su madre.

***

La euforia de su descubrimiento casi le hizo olvidar que tenía otra tarea pendiente. Anthony le había pedido encontrar a una mujer en una dirección desconocida. Aunque no lo admitiera, sentía miedo. Sin embargo, aquello era parte de su trabajo.

Llegó al lugar indicado en el papel... y se sorprendió al observar su alrededor. La escena era casi desoladora: una puerta oxidada, rodeada de hierba crecida y latas esparcidas. No esperaba nada tan... desolado.

Golpeó el hierro con fuerza, esperando que hubiera alguien adentro, pero solo el eco le respondió. Observó la cadena que bloqueaba la entrada y, sin pensarlo demasiado, recogió una roca y rompió el candado. "Lo siento", murmuró al aire antes de empujar la puerta lentamente.

El interior no era mucho mejor. Apenas había una silla maltrecha en el centro de la habitación y, en ella, una mujer sentada de espaldas. Azul tragó saliva.

—¿Hola? —preguntó. Su voz resonó en el vacío.

La mujer ni se movió.

—¿Quién eres? —preguntó con un tono tan frío que erizó la piel de Azul—. ¿Debería preocuparme por ti?

Azul sintió un nudo formarse en su garganta. No estaba segura de cómo seguir. Tragó saliva, tratando de encontrar su voz.

—Soy Azul... Azul Vancouver —empezó, con un tono algo más vacilante de lo que le hubiera gustado—. Trabajo con Anthony Roucker. Estamos formando un esc...

—¿Roucker? —interrumpió la mujer sin girarse. Su tono estaba aún calmado pero con una clara desconfianza—. ¿Y por qué demonios te envió aquí?

Antes de que Azul pudiera contestar, la mujer extendió sus alas lentamente. Grandes, majestuosas, como las de un águila en pleno vuelo. Azul apenas podía apartar la vista. Nunca había visto a un Qiangdam de cerca, y la presencia de esta mujer, con sus alas desplegadas, la dejó sin palabras por un instante.

—Te lo explicará mejor él —balbuceó aún asombrada—. Pero básicamente cree que serías esencial para... el equipo.

—¿Qué gano yo con eso? —preguntó la mujer con un deje de codicia.

Azul dio un paso atrás, incómoda con la creciente tensión. No sabía qué decir, y no había previsto que la situación fuera tan... intimidante.

De repente, la mujer saltó de su silla, rompiendo la madera bajo sus pies, y en un rápido vuelo se situó justo frente a Azul. La luz del día iluminó su rostro, revelando los ojos encapotados, típicos de los Qiangdam.

—Si decido ir contigo... —dijo la mujer lentamente—, más te vale que no seas una impostora. Respeto a los verdaderos guerreros, y me aseguraré de que estés diciendo la verdad.

Azul trató de mantener la compostura, aunque su corazón latía con fuerza.

—Te lo digo con sinceridad... Esto es importante.

La Qiangdam la observó con detenimiento, y Azul no pudo evitar sentirse vulnerable bajo esa mirada. Entonces, sin previo aviso, la mujer se desplazó rápidamente hacia la salida, desapareciendo dejándola desconcertada.

—¿Dónde diablos se metió?

—Vancouver, detrás de ti.

Azul dio un respingo y se giró, encontrándosela justo detrás. No pudo evitar soltar una pequeña risa nerviosa.

—Vaya... qué maravilla...

La mujer inclinó la cabeza, pero no dejó de observarla de cerca.

—El honor es mío, Azul Vancouver. Poder trabajar contigo es una experiencia que muchos envidiarían. Tu nombre ya es bien conocido —dijo, haciendo una inclinación formal—. Soy Hanta Lou, de la nación Qiangdam.

—El gusto es mío, Lou —respondió Azul, aún un poco desconcertada—. Bueno, creo que debemos ir a la casa de Anthony.

—Te sigo.

Avanzaron juntas por la desierta calle del vecindario. El silencio se hizo más pesado a cada paso. Azul no sabía cómo continuar la conversación, y el constante golpeteo de Hanta en su muslo no hacía más que aumentar su incomodidad. Miró de reojo sus piernas, tratando de entender el comportamiento de su compañera.

—¿Por qué me miras las piernas? —preguntó Hanta de repente, sin siquiera voltear.

Azul se sobresaltó, atrapada.

—¡A-Ah! No, yo solo... —intentó pensar rápido—. Es que... Me gusta mucho tu atuendo de cuero.

Hanta levantó una ceja, aunque aún no la miraba.

—No es un tic nervioso, y no afectará en nada.

—¿Cómo sabes que estaba pensando eso? —preguntó Azul, sorprendida.

—Azul Vancouver, no soy estúpida —dijo Hanta, con una voz tranquila pero firme—. Esto es solo una manera de contar mis pasos, nada más. Deja de preocuparte por cosas sin importancia.

El silencio volvió a apoderarse de ellas mientras caminaban hacia la residencia de Anthony. Apenas habían pasado del horario previsto, pero para Azul, aquel corto trayecto había parecido mucho más largo de lo que realmente fue.

Entraron sin tocar la puerta. Adentro, Anthony, Sam, Aldavinski y un muchacho desconocido conversaban en voz baja. Anthony levantó la vista, como si esperara una explosión en cualquier momento.

—Hasta que llegaron, chicas —dijo Sam desde su asiento estirando los brazos. —Ya podemos empezar formalmente a mostrar los planos. —Miró de reojo al muchacho rascándose la cabeza. —Azul, Hanta... ¿Verdad? —Hanta asintió distraída. —Él es Jason Jirano, o JJ, si prefieren la versión más abreviada.

Jason se volteó. Tenía un rostro bastante amable con facciones peculiares: estaba lleno de manchas. A Azul no pareció importarle.

—Es un placer, J…

—¿¡Y tú qué mierda haces aquí, Jirano!? —interrumpió Hanta de golpe lanzándose hacia él como si el suelo fuera de lava. Jason se levantó de un salto, abriendo  sus ojos como platos.

—¿¡Qué hago aquí!? —respondió, señalándose a sí mismo con el dedo—. ¡Tú dijiste que te retirarías y me vengo a enterar por Anthony que estuviste encubierta trabajando para él todo este tiempo!

Los cuatro presentes se quedaron atónitos. Se sintieron como en una obra decadente de romance dramático.

—¿Ustedes ya se conocían? —preguntó Azul en un susurro temiendo destapar la caja de Pandora.

—¡Esta mujer! —Jason la señaló con el dedo dramáticamente—. Es una traicionera, Thony. No confíes en ella.

—¿Traicionera? —Hanta bufó con una risa amarga—. Tú de valiente no tienes nada. ¡Te ofrecí una relación seria y volaste al otro lado del mundo como si te hubieras enterado que tengo una enfermedad contagiosa!

—Creo que podríamos calmarnos un poco… —intentó apaciguar Sam acercándose a Hanta con una sonrisa nerviosa.

—¡Yo no trabajaré con esta mujer! —gritó Jason, cruzando los brazos—. Es una rompecorazones. No me sorprendería que nos abandonara en cualquier momento.

Hanta, sin perder el ritmo, se adelantó y le dio un ligero bofetón en la mejilla a Jason. Fue lo suficientemente fuerte como para despeinarle los mechones de cabello oscuro. Aldavinski lo sujetó antes de que se tambaleara al suelo.

—Yo no trabajaré con él. Solo sabe faltarme el respeto. —gritó Habrá como si Jason hubiera cometido un crimen de guerra.

—¡HEY! ¡HEY! —gritó Anthony, metiéndose entre los dos como si estuviera separando a dos niños en el recreo. —¡No tengo tiempo para sus tormentos infantiles! No hagan que me arrepienta de mi decisión. ¡Esto no es una telenovela!

Hanta y Jason se lanzaron miradas fulminantes como si estuvieran en una competencia de quién aguantara más sin parpadear. Se sentaron en extremos separados sin dejar de mirarse.

Anthony desplegó el plano sobre la mesa. Miró a los muchachos..

—Bueno, ¿podemos empezar ahora o alguien más quiere pelear por quién dejó a quién?

Hanta y Jason levantaron las manos en un gesto de liberación de la culpa. Sus ojos se despegaron de uno del otro para enfocarse en el dibujo desplegado frente a ellos.

—Wow... Es hermoso —dijo Azul admirandolo con asombro.

Anthony se cruzó de brazos, esbozando una ligera sonrisa antes de comenzar a explicar.

—Bah, lo importante no es que sea bello, sino funcional —corrigió, tomando una varilla corta de madera para empezar a señalar las distintas secciones del plano—. Aquí, en la planta baja, estarán el comedor común, el baño y los vestidores. —Su varilla golpeó suavemente las áreas señaladas—. Este espacio central, este cuadrado vacío, será el patio de entrenamiento. Está ubicado estratégicamente en el medio del fuerte para facilitar el acceso desde cualquier punto.

Hizo una pausa y subió la varilla hacia la representación en altura del edificio.

—En las plantas uno, dos y tres tendremos las habitaciones. —Continuó señalando las plantas superiores—. Serán un total de veinte por cada planta, lo que nos permite albergar hasta ciento veinte soldados. Dos personas por habitación nos dará una buena densidad sin hacinamiento.

Tomó un respiro, asegurándose de que los demás estuvieran siguiendo su explicación, y luego volvió a señalar con la varilla, esta vez en las esquinas del plano.

—Estos puntos que ven aquí, marcados como nodos, representan las torres de vigilancia. Hay cuatro en total, ubicadas en los puntos cardinales clave para maximizar el campo de visión en los alrededores. Desde cada una de estas torres se tendrá una vista de 360 grados, lo que nos permitirá detectar cualquier movimiento hostil a tiempo.

Anthony se puso firme, moviendo la varilla una última vez sobre la estructura en su totalidad.

—Lo he llamado "Refugio Anti-Sekunder". El perímetro es compacto, pero reforzado, lo que nos permitirá resistir acometimientos prolongados. Además, la distribución interna de los espacios facilitará la movilización rápida de las tropas desde cualquier área hacia el punto de conflicto.

Hizo una pausa y miró a los presentes, asegurándose de que comprendieran la importancia de cada detalle.

—Así que, más allá de la estética—miró directamente a Azul—, lo que ves aquí es un sistema funcional que protege tanto a quienes están dentro como a quienes podrían estar cerca en caso de ataque. Cada sección fue pensada para tener la mayor eficiencia en recursos y en defensa.

—Sí que has pensando en todo...—dijo Vancouver con orgullo. —Bien. —aclaró su voz. —Envía una copia de esto al palacio Hitachi. Necesitaremos gente que esté especializada en la creación, y deberemos de pagarles, así que tenemos un gran presupuesto que pasarles. —Se dirigió a los demás. —De ahora en más hay que empezar a reclutar, muchachos. Quiero que sean conscientes de a quienes les ofrecen esto. Una vez que tengamos el fuerte construído, citaremos a todos los presentes para entrevistarlos.

—¿Mientras tanto... Podemos seguir con nuestros labores diarios? —preguntó Sam.

—Sí. Pero... No olviden que esto también es importante.

Azul tomó el papel del plano con la punta de sus dedos, sintiendo el peso simbólico de lo que representaba. Cerró los ojos, dejando que los pensamientos de los sekunder y la guerra inminente la invadieran. Su pecho se apretó por un instante; el miedo estaba ahí, pero no había más opciones. Lo único que le quedaba era prepararse.

Era el momento de comenzar a planear el contraataque.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top