20. "Hacer justicia para ganar (2)"

Julio 02, 2287

Centro médico del
Valle Inutilia

9:36 a.m

Nuevamente una nueva tanda de heridos iba llegando. El ala de guardia estaba saturada y a Sam no le daban las manos. Llevaba más de veintiocho horas sin dormir. Su prioridad tuvo que volverse su profesión y no la ayudantía al protectorado "Anti Sekunder."

—¿Por qué hay tantos heridos...?—preguntó Samantha Morbus, mientras se acercaba para ayudar.

—Dijeron que hubo un accidente en la entrada al valle. Un terremoto o algo similar. Sólo puedo decir que hace mucho frío...

Algo en la mente de Sam se encendió con una inquietud que no podía explicar. Era un presentimiento, oscuro y pesado, como un eco de advertencia. Apretó los labios mientras pasaba la aguja por la piel del paciente. Su respiración se volvió más lenta, controlada, mientras intentaba percibir lo que sus ojos no veían. Escuchó las gotas de agua caer, los llantos de bebés en otra sala, el sonido distante de un auto estrellándose, y luego... el suave crujido de la puerta principal abriéndose.

Alguien había entrado.

El aire de la sala cambió volviéndose más denso, más pesado. El nuevo paciente llevaba una capa oscura que le cubría todo el cuerpo, apenas dejando ver su rostro bajo la sombra de la capucha. Caminaba despacio, con pasos tan suaves que apenas resonaban en el suelo de mármol. Sam no alcanzó a escuchar lo que discutía en recepción, pero la presencia del hombre le erizó la piel, como si el frío del valle hubiera entrado con él.

—Samantha... —murmuró sin apartar la vista de su trabajo—. ¿Puedes acercarte y ver qué necesita ese hombre? El que está... allí.

Señaló con la aguja en la dirección del encapotado.

Samantha accedió y fue, aunque a medida que se acercaba, el ambiente parecía volverse más pesado, opresivo. Había algo en ese hombre... algo que no encajaba. Un olor metálico y agrio flotaba a su alrededor, como bacalao en severa descomposición, una fragancia tan desagradable que le revolvió el estómago.

—Señor... ¿puedo ayudarle en algo? —preguntó tratando de mantener la calma mientras se acercaba.

El hombre dejó de hablar con el secretario y, muy lentamente, giró la cabeza hacia ella. El movimiento fue pausado, antinatural, como si disfrutara del impacto que causaba. Con un gesto deliberado se quitó la capucha revelando un rostro frío y demacrado. Unos ojos vacíos, de un negro profundo, la observaron sin parpadear.

Samantha retrocedió un paso, el terror le paralizó la garganta. Lo supuso. Ese hombre... era un sekunder.

—¡¡¡AAAAAAAAAH!!!—gritó con fuerza, fuerza que después se debilitó.

El grito nunca terminó de formarse en sus labios antes de que sintiera la punzada de una hoja afilada hundiéndose en su abdomen. El mundo pareció detenerse. La sangre comenzó a manchar mameluco mientras la figura del hombre se difuminaba ante sus ojos.

Sam dejó caer la aguja y corrió. Las mesas se volcaron a su paso, el sonido de su propio aliento ahogado era lo único que escuchaba. Tenía que llegar al telégrafo, tenía que alertar a alguien, pero el miedo latía en sus oídos, acelerando cada uno de sus pasos mientras el caos se desataba tras ella.

***

Residencia Roucker

10:05 a.m.

El telégrafo no había terminado de resonar cuando la casa de Anthony ya estaba sumida en el caos. Los seguidores de Folium irrumpieron con brutalidad, arrebatando a los convictos bajo custodia. El miedo llenaba el aire, pero Azul no lo dejó infiltrarse en su mente. Se movía como un rayo gracias a su poder de velocidad transformando el momento en una secuencia borrosa. El sudor cayó sobre su frente mientras recogía sus armas y se enfundaba el uniforme de batalla. Todo estaba a punto de estallar.

Al salir al frente, el aire olía a tierra y a desesperación. El sonar de los pasos frenéticos resonaron en todas direcciones.

—¡Aldavinski, Roucker, Morbus J.! Llévense a los que están rezagados, ¡rápido! —escupió Azul dando las órdenes como si de su voz dependiera la salvación de todos. —¡Lou, Jirano, Morbus L.! Encuentren transporte de inmediato. ¡Los quiero en el consulado Hitachi!

—Voy contigo. —exclamó Willow quien la alcanzó con la respiración agitada, pero decidida.

Azul se detuvo solo un segundo. Sabía que eso no era una buena idea

—No, Willow —susurró, tocando suavemente su rostro—. Quédate aquí. Si vienes conmigo, estarás firmando tu sentencia...

Sin decir más, sus caminos se separaron. Los relojes de equipo no dejaban de vibrar.  Cada pitido era un recordatorio de la amenaza constante. Las calles, antes seguras, se convirtieron en ríos de pánico. Aquel lugar, que siempre había resistido, ahora caía bajo el peso del caos.

El cielo se oscureció como si reflejara la desesperación de los corazones de los Inutilia. No era solo una batalla, era el comienzo del fin, y lo sabían. Los gritos llenaron el aire. Y en medio de todo esto, Azul solo podía pensar en su familia. El mundo a su alrededor se derrumbaba, pero su prioridad eran ellos.

***

Sloan Canyon
10:59 a.m.

—¡Jason! —gritó Hanta por encima del estruendo que los rodeaba. El viento azotaba sus rostros, pero no era solo el viento, sino la presión del tiempo que corría contra ellos.—Dame tu mano... Combinemos nuestros poderes base. No hay tiempo para esperar el avión.

—¿Estás loca? ¡Podríamos morir! —La voz de Jason estaba impregnada de miedo. Sus manos temblaban, y por un segundo, Hanta vio el terror reflejado en sus ojos.

—Cada minuto cuenta... —Ella miró a su compañero con una determinación feroz—. Si morimos, que sea luchando.

—¿Y YO HACIA DÓNDE DEMONIOS IRÉ?—exclamó Luke preocupado por la situación. Hanta lo miró con seriedad.

—Escucha, Lucas. Codifiqué el mensaje que nos envió Afidelé... Tú hermana fue herida en el hospital esta mañana. Ve con ella y de paso lleva a tu hija lejos de aquí... Procura cuidar a tu familia.

Luke totalmente perplejo salió corriendo sin siquiera despedirse o desear fuerte. Los otros dos prosiguieron con lo que les competía.

Con un movimiento rápido, JJ mordió su mano, dejando que unas gotas de sangre cayeran. El dolor se mezclaba con el miedo, pero no podía titubear. Juntos, conectaron su ADN y recitaron la fórmula. El aire a su alrededor pareció vibrar, cargado de energía.

—¡Primer poder base Qiangdam, quinto poder base Inutilia! ¡VUELO, VELOZ!

Jason cerró los ojos con fuerza, esperando la explosión, el dolor, la muerte. Pero en su lugar, sintió el aire a su alrededor moverse, elevarlos. Abrió los ojos lentamente, y allí estaban, volando hacia su destino.

Desde tierra firme, Azul los vio elevarse. El dolor en su pecho era casi insoportable. No era el miedo al enemigo, sino el agotamiento que comenzaba a tomar posesión de su cuerpo. El sudor corría por su frente, pero ella no podía detenerse. Pensaba en Lucrecia, en Arthur, en Liberty... Cada paso la acercaba más al límite.

***

Llanura Meridinam
La Pampa, Argentina
14:26 hora local

El cielo gris parecía un presagio de lo que estaba por venir. Las nubes se arremolinaban sobre la llanura pampeana, oscureciendo el paisaje. Lucrecia observó desde la distancia, su corazón latía con fuerza, y el miedo se apoderaba de ella. El círculo de fuego que rodeaba su villa se cerraba lentamente, como una trampa mortal.

No podía moverse. Sus manos temblaban, y sus pensamientos estaban con sus hijas. ¿Estarían bien? Rezó en silencio, pero sabía que las oraciones no serían suficientes.

Afuera, los sekunders luchaban con una furia que parecía inhumana. Sus movimientos eran calculados, precisos, como si supieran exactamente dónde atacar. El estruendo de la batalla aturdió todo a su paso, pero Lucrecia solo escuchaba el latido de su corazón, un martilleo constante que le recordaba cuán frágil era su vida en ese momento.

Lloró. Las lágrimas corrieron por su rostro mientras se deslizaba dentro de su carpa, volviéndose invisible para el mundo exterior. El miedo la envolvía, pero debía hacer algo, lo que fuera, para proteger a los suyos. Y lo mejor que podía hacer era no abandonar.

***

Gran Cañón

16:22 p.m.

El silencio antes de la tormenta era su mejor aliado. Desde las alturas, Folium observó cómo el caos brotaba y se extendía como una enfermedad que él mismo había sembrado. Cada grito, cada explosión le recordaba por qué estaba allí. No necesitaba apresurarse; todo estaba ocurriendo exactamente como lo había planeado.

Sus ojos, afilados como cuchillas, examinaron el campo de batalla que se estaba desatando abajo. Los soldados de su enemigo resistían con una valentía patética, pero lo que ellos no sabían era que su resistencia no significaba nada. Pronto, el verdadero espectáculo comenzaría. Pronto, Azul y su escuadrón caerían. Era solo cuestión de tiempo.

Folium alzó una ceja, complacido. Sabía que vendrían por él tarde o temprano. No eran idiotas. Sabían que él era la mente detrás del caos que se desataba en cada rincón del mundo, y eso era lo que más le emocionaba. No estaban corriendo hacia una victoria, sino hacia su condena. Los estaba trayendo directamente a donde quería, como corderos al matadero.

Se permitió una sonrisa, un gesto casi imperceptible. El placer de ver a sus enemigos sufrir era algo que no se podía describir fácilmente. Los veía correr, luchar, morir... y nada de eso le importaba. Eran simplemente piezas en un tablero, y él ya había movido todas las fichas necesarias para asegurarse la victoria.

Sentía la satisfacción en lo más profundo de su ser. Había plantado sus secuaces en todos los puntos críticos. Los cimientos de sus planes se sostenían como una estructura perfecta, construída para aplastar a cualquier oponente que intentara detenerlo. Cuando Azul y los suyos llegaran allí, al corazón de su plan, descubrirían que no había salida. Para entonces, sería demasiado tarde.

Folium no necesitaba apresurarse. El caos era su obra de arte, y los horrores aún por venir serían su firma final.

***

El polvo se levantaba en el aire mientras los primeros chasovoys avanzaban hacia Folium. Sabían que era el epicentro del caos, y la orden era clara: neutralizarlo a toda costa. Se movían rápido, formando una unidad disciplinada, preparados para acabar con él de una vez por todas. Pero Folium no era cualquier enemigo.

Un grupo lo divisó y cargó hacia su posición, deseosos de acabar con él. Folium, con su arco en mano, no vaciló. Con una rapidez casi inhumana, lanzó una ráfaga de flechas en su dirección. Los primeros dos soldados cayeron de inmediato, atravesados en el pecho y el cuello. El último, más ágil, esquivó la primera flecha, pero no fue lo suficientemente rápido para la siguiente que lo golpeó en la pierna, haciéndolo caer.

Uno a uno cayeron azotados contra las rocas del cañón. El poder de Folium era devastador. Parecía invulnerable. Por cada vida acabada aumentaba un poco más su sonrisa. Justo cuando se dispuso a disparar la flecha final, algo lo distrajo. Una flecha ajena atravesó el aire y desvió su disparo. Frunció el ceño y miró hacia la colina. Anthony y Aldavinski habían llegado, y no venían solos. Una oleada de soldados, mucho más numerosa de lo que había anticipado, se desplegó a su alrededor. Por primera vez, el pecho de Folium se tensó con una pizca de intimidación.

Aprovechándose de la distracción, un hombre lo tomó por los cuernos y se subió encima de él. Se quejó.

—¿Así que vinieron por mí? —bramó Folium con una calma perturbadora, mirando directamente al hombre quien ahora se le plantó enfrente—. Trajeron refuerzos. Qué predecibles.

—No te vamos a dejar salir de aquí —respondió Jeremy acentuando la tensión en su voz.

Jeremy avanzó sin titubear y con sus ojos clavados en Folium sabiendo que cada segundo contaba.

Por primera vez en mucho tiempo, una pequeña incomodidad lo recorrió. Anthony, Aldavinski y Jeremy no eran oponentes cualquiera. Estaban cubriendo terreno, avanzando implacablemente, y Folium lo sabía: no podría mantener la ventaja por mucho tiempo si continuaban así.

La tensión se apoderó de él por un instante. Su mente comenzó a calcular los riesgos, y la certeza de que la batalla no se estaba desarrollando a su favor. La desventaja crecía con cada paso que daban sus enemigos.

Folium respiró hondo mientras intentaba quitarse a aquellas molestias de encima. No, no permitiría que la situación se le escapara de las manos. Con un gesto, levantó su brazo, y el aire a su alrededor cambió de inmediato. La batalla debía parar, y ahora él tenía el control. Giró hacia la multitud que se acercaba, alzando la voz con una intensidad escalofriante:

—¡Basta!

Desde el otro lado del cañón, un sekunder apareció sujetando en el aire a Liberty...Anthony alzó su brazo para frenar a su batallón.

La joven se retorcía intentando liberarse, pero apenas y tenía fuerzas que le permitieran luchar. Sus labios temblaban, queriendo gritar, pero no podía hacer sonido alguno.

—¿Ven esto? —continuó Folium, apuntando sus escuálidos dedos directamente hacia ella—. Si no detienen esta batalla ahora mismo, o si Azul no viene hasta aquí... ella morirá. Ustedes eligen.
El silencio cayó sobre el campo de batalla, mientras las fuerzas de Anthony, Jeremy y Aldavinski miraban con desconcierto la escena. La ventaja que habían logrado se desvaneció en ese instante, y Folium, aunque aún sintiera esa incomodidad en el pecho, sabía que había recuperado el control de la situación.

Centro médico inutilia

Azul respiraba con dificultad. Sus piernas estaban sintiendo el peso de cada paso mientras corría junto a Sam por las alas del hospital. El centro médico estaba siendo rodeado por un caos infernal. No solo lidiaban los sekunders que estaban intentando atravesar las defensas para llegar hasta Azul, sino que también debían detener los bandidos locales que estaban aprovechándose del momento para saquear lo que podían.

—¡Sam! ¡Cubre la entrada! —gritó Azul esforzando de más su voz.

Un grupo de bandidos, armados hasta los dientes, intentó irrumpir en una de las tiendas cercanas. Azul, con un giro rápido, les lanzó varias flechas, impactando a dos de ellos en las piernas y derribándolos al suelo. Pero por cada delincuente que caía, otros dos aparecían en su lugar. Las cosas comenzaron a descontrolarse.

El auricular en su oído crujió con estática antes de que la voz de Anthony se escuchara:

—¡Azul!...Lib...—se escuchó con dificultad por culpa de la intermitencia.—Sek...

—¡No te entiendo, Thony! Habla más claro.

Tu hermana está en peligro... Y si no vienes será tarde para salvarla...

...

Todo se detuvo.

El corazón de Azul dio un vuelco. Su hermana, su pequeña Liberty en manos de Folium. El mundo a su alrededor pareció desmoronarse por un segundo, el ruido de la batalla rebotó como un eco frívolo. Tenía que actuar, pero la rabia y la desesperación la envolvieron.

—¡Voy para allá! —respondió Azul con urgencia—. Pero necesito tiempo... Hagan lo que sea necesario para distraerlo. ¡No dejen que la lastime! —Cortó la comunicación. El pánico se proyectó en sus ojos.

—¿Qué sucede? —preguntó Sam mientras derribaba a otro enemigo.

—Es Liberty... —murmuró Azul con una mezcla de furia y miedo en su voz—. Está en peligro.

Sabía que no podía perder la calma. Su hermana dependía de ella. Pero entre los sekunders, los bandidos, y la angustia que la consumía, Azul sentía cómo el caos de la batalla comenzaba a devorarla por dentro.

Gran Cañón
17:07 p.m.

Anthony transmitió el mensaje a Aldavinski y Jeremy. Sus expresiones se endurecieron. Sabían que no podían dejar que Folium cumpliera su amenaza. Debían ganar tiempo.

—Manténganlo ocupado —dijo Anthony—. Azul está en camino, pero necesitamos retrasarlo.

Jeremy dio un paso adelante fijando su mirada en Folium.

—¿No te cansas de subestimar a la gente? —preguntó, con una sonrisa retorcida.

Empezó a moverse con una agilidad irreal, lanzando una serie de golpes rápidos que obligaron a Folium a retroceder momentáneamente.

Aldavinski conjuró una barrera protectora alrededor del escuadrón que quedaba, mientras que Anthony desplegaba tácticas de distracción usando sus habilidades de manipulación de la naturaleza, enviando látigos de piedras arsénicas para atraer la atención de los soldados Sekunder.
La batalla no había terminado. Pero el reloj seguía corriendo, y sabían que cada segundo contaba para que Azul llegara.

***

Palacio Sekunder
Múrmansk, Rusia

04:26 a.m (hora local)
Madrugada del 3 de julio

La noche envolvía el palacio Hitachi en una penumbra inquietante. Lou y Jason, exhaustos y confundidos, llegaron al majestuoso edificio sin saber si quiera por dónde comenzar. El vestíbulo alguna vez lujoso, se había convertido en un lugar de sombras y decadencia.

—Esto es mucho más grande de lo que imaginé —murmuró Hanta, mientras sus ojos se movían rápidamente de un rincón a otro. JJ asintió, observando el área con desconfianza.

—Debemos mantenernos alerta. Necesitamos encontrar alguna pista que nos lleve a la familia Hitachi.

Comenzaron a explorar el vestíbulo, avanzando con precaución entre muebles rotos y cortinas descoloridas. Se movieron con sigilo, abriendo puertas y revisando habitaciones. Cada paso resonaba en el vacío intensificando la atmósfera tensa del palacio.

—Mira esto —dijo ella señalando una sala contigua con una gran chimenea de mármol, ahora ennegrecida y cubierta de polvo. —Parece que hubo una vez una gran vida aquí.

Jason se acercó a una estantería rota y comenzó a inspeccionar los objetos caídos.

—Nada aquí. Pero debemos seguir buscando. Debe haber alguna señal de dónde podrían estar ocultos.

Mientras avanzaban se movieron por un largo pasillo adornado con antiguos retratos que, con sus expresiones descoloridas, parecían seguirlos con la mirada. Los pasos de Hanta y Jason eran cautelosos estando conscientes de que cualquier sonido podría alertar a los sekunders.

De repente un ruido sordo y metálico resonó cerca. Hanta y Jason se detuvieron en seco, y ella rápidamente lo empujó a hacia el lado de un alto mueble de roble ocultándose entre las sombras. El silencio fue interrumpido por el sonido de pasos pesados acercándose.

Un sekunder apareció en el pasillo. Se detuvo cerca del mueble donde se escondían Hanta y Jason. Afiló su mirada mientras le echaba un ojo a los recovecos. Miró directamente hacia ellos.

—Töke... ¿Hay alguien ahí?—preguntó una voz alejada.

—No... No hay nadie.—respondió Töke sin dejar de mirar a los ojos de Jason. Continuó su rumbo sin decir una sola palabra.

Hanta y Jason respiraron con alivio.

—Eso estuvo demasiado cerca —susurró él temblando de miedo.

—Sí, pero tenemos que seguir —respondió Hanta, emergiendo del escondite. —Sigamos explorando. Debemos encontrar alguna pista sobre la familia Hitachi.

Continuaron avanzando tomando precauciones para evitar ser detectados. Se adentraron en un pasillo más oscuro, y el sonido de sus pasos se mezclaron con el eco de las paredes vacías. El palacio parecía tener un laberinto de habitaciones y corredores, y su búsqueda se sentía interminable.

De repente, al girar una esquina, se encontraron con una habitación oculta. La puerta estaba ligeramente entreabierta, y al empujarla, descubrieron un espacio pequeño y polvoriento. JJ entró desesperado por ocultarse, tropezándose así con una alfombra vieja en el suelo y, al levantarla, reveló una trampilla de hierro oculta.

—Parece que encontramos algo —dijo Lou con un halo de esperanza.

—Esto podría ser la entrada que necesitamos. Pero debemos estar seguros de que no hay más sekunders cerca.

Con cuidado, levantaron la trampilla y descendieron por una escalera angosta y oscura. El aire se volvía más denso con cada peldaño que descendían, y el silencio se hacía más opresivo.

Al llegar al sótano el ambiente sombrío y húmedo se les echó encima. Manchas de sangre seca decoraban las paredes y el lugar daba aires de abandono. Al final de la habitación, Hanta y Jason vieron unas barandas oxidadas que estaban encerrando a cinco vidas inocentes.

—¡Oh por Diosa! ¡Es aquí!—exclamó Lou por lo bajo —Debemos actuar rápido antes de que algo salga mal.

Jason, aunque cansado, asintió y ambos se prepararon para liberar a la familia Hitachi conscientes de que el tiempo era un factor crucial.

***

La batalla había alcanzado un equilibrio mortal, con ambos bandos luchando con furia sin ceder terreno. A pesar de la paridad en número, la anomalía seguía siendo una piedra en el zapato del escuadrón Anti-Sekunder, una amenaza constante que alteraba el curso de la pelea. El cielo nublado, amenazante de tormenta, parecía reflejar la tensión que se estaba viviendo en el campo de batalla.

Roucker, distraído por las nubes, perdió el equilibrio y fue derribado por una sekunder. La criatura lo agarró del cuello con una fuerza implacable.

—¿Sabes algo? Los mezclas como tú me dan asco... Dos razas... Son un virus en un sistema que contamina la pureza.—gruñó la sekunder, apretando cada vez más. —Tú ni siquiera puedes usarlos a la vez...

Anthony, en medio de la desesperación, cerró los ojos para calmar su respiración. Cuando los volvió a abrir, su pupila derecha, antes era verde, ardió con un intenso color naranja.

—¿Un virus? Déjame mostrarte lo que puedo hacer con la mitad de mi poder...

Anthony dirigió su mirada hacia un cúmulo de rocas cercanas. De allí brotó un chorro de lava que impactó a la sekunder, enviándola a volar y dejándola consumir por el furor de la naturaleza. Roucker continuó con determinación, enfrentando los desafíos con renovado vigor.

La batalla seguía desatada, con el caos dominando cada rincón del Gran Cañón, pero no todos los equipos coordinaban sus decisiones con armonía. Jeremy y Aldavinski, atrapados en su disputa, estaban por mantener el control de la situación. Jeremy, frustrado, le gritó a Aldavinski quien simplemente estaba intentando seguir su propio ritmo.

—¡TE DIJE DE LOS PIES!—bramó Jeremy.

—¡NO ME DISTE TIEMPO A ACTUAR, ANIMAL! ¡TU MODO DE BATALLA ES MUY EGOÍSTA!

—¡VETE Y DÉJAME CUBRIR ESTO SOLO, LYUBITELZHIZNI! ¡No te necesito!

Aldavinski, con la respiración agitada, lo miró con una mezcla de enojo y decepción. No estaba en su naturaleza abandonar a alguien, pero las palabras de Jeremy resonaron en su mente. Sin embargo, supo que no podía permitir que esas diferencias los destruyeran. Se apartó, buscando algo más grande que su frustración para guiarlo. Inspiró profundamente, miró a su alrededor y, con una voz poderosa, hizo un llamado a todos los combatientes cercanos.

—¡ESCUCHEN TODOS!—gritó con una autoridad que atravesó el caos captando la atención de los guerreros cercanos. —¡HOY ESTÁN LUCHANDO POR SU NACIÓN Y POR SU LIBERTAD, PERO NO SOLO PELEAMOS POR RECUPERAR ESAS CONVICCIONES! ¡PELEAMOS POR CADA PADRE, CADA HIJO, CADA HERMANO QUE NOS ESPERA EN CASA!

Los soldados pararon el oído para atender aquellas palabras de aliento sin distraerse de sus objetivos.

—¡PELEEN!—continuó Aldavinski, con la pasión de un líder que no solo buscaba ganar una batalla, sino cambiar el curso del destino. —¡PELEEN CON EL CORAZÓN Y NO SOLO CON SUS MANOS! ¡PORQUE AL FINAL DE TODO, LA JUSTICIA NO SE LOGRA MANCHANDO SUS FLECHAS DE SANGRE, SINO CON CONVICCIÓN E INTELIGENCIA!

Hubo un momento de silencio, donde las palabras de Aldavinski parecían haber tocado algo profundo en cada uno de ellos. Las caras llenas de temor ahora se llenaron de una nueva resolución, una determinación de hierro. Y entonces, con una fuerza arrolladora, lanzó su grito de batalla:

—¿¡QUÉ HAREMOS!?—rugió, con una intensidad que sacudió el aire.

—¡HACER JUSTICIA PARA GANAR!—respondieron varios a su alrededor, llenando el ambiente con un estallido de energía que recorrió el campo de batalla.

Anthony, desde el otro lado de la montaña, escuchó el eco de las palabras y también lanzó su grito, deseando ser parte de esa fuerza imparable.

—¿¡QUÉ HAREMOS!?

—¡HACER JUSTICIA PARA GANAR!—respondió su escuadrón, eufóricos, sintiendo en sus venas la convicción que Al había sembrado en ellos.

Jeremy escuchó todo desde la distancia, y aunque el coraje y la unidad llenaban el campo de batalla, una extraña sensación de soledad lo invadió. A pesar de los gritos de unidad a su alrededor, se sintió desconectado, como si la pelea que enfrentaba no fuese solo externa, sino dentro de él. Era como si todo el mundo estuviera unido por una causa común, mientras él prefería hacerlo solo.

Fue entonces cuando la tierra comenzó a temblar bajo sus pies. Un surco se abrió repentinamente, dejando que el suelo se desplomara a su alrededor. Jeremy intentó activar sus poderes, pero nada respondió. Desesperado, estiró su mano hacia el filo del risco. Resbaló.
Por un breve instante sintió miedo de que allí se acabaría de no haber sido por la mano que lo rescató de morir. No pudo ver quién era por la malformación rocosa, pero quién lo salvó se asomó para mirarlo.

—¡Basta de pelear entre nosotros!—gritó Aldavinski con su voz distorsionada por el viento, pero llena de firmeza. —¡Peleemos juntos!

Jeremy lo miró y algo dentro de él cambió. Tomó la mano de Aldavinski con ambas manos, quien lo levantó con un gesto de camaradería. Los dos se miraron durante un instante antes de chocar los puños, sellando la tregua.

—¡Tú por la derecha y yo por la izquierda!—gritó Jeremy, y juntos, sin mirar atrás, se lanzaron al combate, decididos a defender sus ideales y a cada uno de sus compañeros de batalla.

Folium observó cómo su amenaza parecía no haber sido suficiente. La risa había desaparecido de sus labios, sustituida por una tensión creciente que le apretaba el pecho. Sabía que el tiempo se le estaba acabando. Los problemas se acumulaban y cada minuto que pasaba traía consigo la sensación de que su control sobre la situación se estaba debilitando. Voló hacia el acantilado proyectando su figura imponente sobre el caos que había creado.

—Folium, un comunicado—dijo el sekunder que mantenía a Liberty atrapada—. La familia Hitachi ha escapado del consulado.

—Déjalos... Tenemos problemas más graves aquí...

Alzó la vista, sintiendo una energía voraz acercarse lentamente. Esa sensación solo podía significar una cosa: Azul había llegado. Folium tragó saliva ocultando su incomodidad bajo su semblante calmado.

Azul se detuvo frente a él sin vergüenza alguna de mostrar su furia interna. El resentimiento brilló en sus ojos.

—Terminemos lo que empezamos, sekunder—dijo ella, con la voz entrecortada por la rabia—. Pero antes, devuélveme a mi hermana.

Por un instante, los dedos de Folium temblaron antes de chasquearlos. Su secuaz acercó a Liberty a Azul, pero no la soltó. Anthony, desde su posición, percibió la sombra de algo terrible por suceder.

—¡DEVUÉLVEME A MI HERMANA! —gritó Azul, con una mezcla de dolor y desesperación.

Azul corrió hacia Liberty, pero antes de que pudiera llegar a ella, ocurrió lo impensable. Frente a sus ojos, el sekunder que la sostenía le quebró el cuello. La risa de los sekunders resonó a su alrededor, pero Folium no se unió a ellos. Sus ojos permanecieron fijos en Azul esperando aquello que debía suceder.

Azul se detuvo en seco, cayendo de rodillas junto al cuerpo sin vida de su hermana. El mundo a su alrededor se volvió distante, borroso. Su respiración era entrecortada, como si el aire se negara a llenar sus pulmones. Todo se derrumbó. Las lágrimas resbalaron por su rostro, pero sus manos permanecieron firmes mientras tocaba el pecho inerte de Liberty.

—Cedo mi oportunidad de vivir enteramente para darle a un alma arrebatada la oportunidad de seguir—susurró entre sollozos. Sekunder entrecerró los ojos, observando con interés la luz que emergía del cuerpo de Azul quien por un segundo, contuvo la respiración.

Mas la luz se extinguió, y Liberty no se movió. Azul había dado lo poco que le quedaba, y aún así, no había servido de nada.

Los ojos de Folium brillaron con una satisfacción oscura. Esto era exactamente lo que había querido: romperla, hacerla sufrir. Y lo había conseguido.

Con el cuerpo sin vida de Liberty en sus brazos, Azul se levantó. Sintió pesadez en cada movimiento, pero se mantuvo de pie con una determinación que ahora quemaba en su mirada.

—No necesito tener vidas infinitas para vencerte—masculló entre dientes, con la rabia colándose en cada palabra—. Con una me basta y me sobra.

Desenvainó su arco y flecha con una ferocidad que hizo temblar al aire. Folium sonrió, deleitándose con el odio que emanaba de ella. Descolgó el talismán negro de su cuello mostrando su sonrisa retorcida.

—Adelante, pequeña... —respondió con una tranquilidad macabra—. Pero antes, dejemos todo en el equilibrio correcto.

Folium alzó el talismán al aire. Hizo retumbar el cielo.

—Cancelación. Absoluta. Del. Poder. 

Un estruendo estremeció la tierra cuando el poder de Sekunder explotó en el campo, lanzando a todos, incluso a sus propios secuaces, al suelo. El talismán vibró en el pecho de Sekunder con una fuerza incontrolable, irradiando una presión que aplastó a todos a su alrededor. Los combatientes, ya sin poderes, no tenían ninguna esperanza. El campo de batalla se transformó en un espectáculo dantesco: cuerpos inertes, algunos levantándose con dificultad, otros completamente inmóviles.

Azul, apenas capaz de levantarse, miró el desastre con ojos empañados por las lágrimas. Todo estaba perdido. Las almas de los caídos ya habían partido, y lo poco que quedaba en pie luchaba sin un propósito claro. ¿Qué sentido tenía seguir peleando sin poderes? Se preguntó en silencio.

Pero entonces, miró a Anthony. A pesar de su problema auditivo, de su fragilidad, él no cedía, seguía luchando. Se resistía a la presión que los sometía, no con fuerza física, sino con pura voluntad. A su lado, Jeremías y Aldavinski peleaban como si hubieran estado esperando este momento durante años, juntos en una sincronía perfecta, resistiendo a pesar del horror que se les venía encima.

Azul cerró los ojos por un instante, respirando profundamente. Dolor y esperanza se mezclaron en su pecho como dos fuerzas opuestas tironeando en direcciones contrarias. Recordó lo que Fareed había dicho: "No pueden pelear contra lo desconocido." Tenía razón. Pero, a pesar de todo, ella no se rendiría. Sekunder estaba al borde del abismo, y si ella se aventaba con él no tenía otra opción que ascender o caerse con ella.

Él pisó el suelo con furia, provocando una nueva onda de choque que hizo que el aire pareciera más denso, más pesado. El campo de batalla entero parecía estar bajo su control. Sekunder caminó hacia ella, altivo, sabiendo que la ventaja estaba de su lado.

—Tú y yo estamos destinados a terminar esto, Azul —exclamó con una voz impregnada de satisfacción—. Pero ahora, con igualdad de condiciones, ¿quién va a salvarte?

Azul apenas pudo sonreír de dolor. A pesar del suplicio, la pérdida, y la impotencia, todavía estaba de pie. El odio que había sentido hacia Sekunder no había disminuido, pero ahora lo acompañaba algo más profundo: la resolución. Sabía que podía morir aquí, pero moriría luchando.

Sekunder la alzó por los cielos para apartarla de todos, pero en ese momento algo extraño le sucedió.

Liberty apareció como una ráfaga de viento que empujó a Sekunder hacia un lado en un acto desesperado. El choque fue breve pero brutal. Sekunder se desvió unos cuantos metros más lejos. Azul lo miró con incredulidad, mientras el rostro de su hermana, pálido y melancólico, se materializó frente a ella.

—Prométeme que volverás por mí... —susurró Liberty con un tono desgarrador, antes de desaparecer tan rápido como había aparecido.

Azul cayó en picada, lanzada desde una altura vertiginosa. El suelo se acercaba demasiado rápido, y su cuerpo estaba debilitándose por la presión. Sin poderes, no había forma de que pudiera salvarse.

—¡NOOO! ¡AZUUUL!—gritó Aldavinski con la mitad de su rostro no aplastado.—¡HAY QUE AYUDARLA!

—¡NO PUEDO MOVERME!—chilló Anthony entre lágrimas. 

Aldavinski la vio y una desesperación lo consumió por completo. Ya la había perdido antes. Había soportado años de sufrimiento, años de una ausencia que lo había dejado vacío, y ahora, ahí estaba otra vez. Inmóvil, inútil. Su cuerpo no le respondía, como si fuera una máquina rota. No podía hacer nada mientras ella se deslizaba hacia el vacío, y la impotencia lo destrozó por dentro.

Los recuerdos lo invadieron. Cada momento juntos, cada palabra que compartieron... Su pérdida de memoria había sido un golpe devastador, pero más le dolió haber tenido que ganar su confianza de nuevo, paso a paso, sabiendo que ella no recordaba quién era él. Todo lo que estuvieron construyendo en ese tiempo sería arrastrado al abismo si no lograba hacer algo.

Sintió una furia y una desesperación que no podía controlar. El poder sekunder lo mantenía como una marioneta, pero él peleó contra aquello, contra la inercia que lo estaba sujetando. Gritó en silencio por el dolor que lo atravesaba, por la angustia de perderla otra vez. Sintió como si su cuerpo se desgarrase por dentro, pero aun así no se rindió. Con un grito final, logró soltarse.

—¡NO CON LA MUJER QUE AMO!—rugió mientras corría con la energía que apenas le quedaba. Los sekunder que lo estaban rodeando retrocedieron atónitos. No entendían cómo podía moverse, pero él no les dio importancia.

Folium apartó a Liberty con furia, descendiendo en picada en un intento desesperado por frenar a Aldavinski. No llegó a tiempo. Nadie lo hizo. Liberty, desesperada, gritó algo que quedó ahogado en el caos. Todos los sekunders explotaron en polvo, inclusive ella.

Aldavinski no se detuvo. No dudó. Dejó que su instinto lo guiara y se lanzó al vacío. No miró hacia abajo, solo hacia Azul... Y entonces voló. Voló por ella por primera vez en su vida.

Cuando sus manos se encontraron con las de Azul, sus fuerzas se unieron. Aldavinski la sostuvo como si, de soltarla, desapareciera para siempre. Sus ojos comenzaron a brillar de un rojo intenso, un rojo que nunca había visto antes. Era la marca de un hitachi valiente, de alguien que lo daría todo por amor.

Azul lo miró. Y entonces, todo se arregló dentro de ella. Como si la fuerza de ese rojo hubiera abierto una puerta en su alma. Los recuerdos comenzaron a inundarla, primero como destellos y luego como una marea incontenible. Vio al niño que Aldavinski había sido, vio al amigo fiel, al hombre que nunca dejó de buscarla. Los momentos felices y los más amargos pasaron por su mente. Cada palabra de aquellos que le aseguraron que él siempre la había amado ahora cobraba sentido.

Sintió cada emoción, cada pérdida, cada promesa rota y cumplida. Finalmente, recordó. No solo quién era Aldavinski para ella, sino quién era ella misma. Todo lo que había olvidado regresó, golpeando su corazón como un trueno que partía el cielo en dos. La verdad la llenó de una tristeza inmensa, pero también de una paz inesperada.

Por primera vez en mucho tiempo, Azul volvió a sentirse completa.

—¡Aldavinski, por dios! ¡Yo sí te recuerdo!—gritó de alegría.

Esas palabras llenaron el corazón de Aldavinski, pero su alegría no duró. La enorme fuerza que había usado para salvar a Azul y el esfuerzo titánico que había puesto en cada movimiento cobraron su precio. Su cuerpo no pudo soportar más. En un instante, se desmayó en el aire, dejando a Azul atrapada entre la desesperación y el horror.

—ALDAVINSKI, ¡NO! —gritó Azul quebrada por el pánico mientras lo abrazaba con fuerza.

Su propio cuerpo, agotado y debilitado, no respondía. La gravedad tiró de ellos con una fuerza implacable. Cayeron en picada hacia el fondo del precipicio con el rugido del viento azotando en sus pieles.

La oscuridad los envolvió en un abrazo frío y cruel. El abismo pareció tragarlos por completo, dejando atrás el eco de sus últimos pensamientos y la sensación de vacío que se apoderaba de todo. Ambos cuerpos, ahora inertes, descendieron sin rumbo por el abismo sin fin, dejando atrás el rastro de una esperanza que se había encendido brevemente solo para apagarse en la vastedad de la oscuridad.

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