13. "Marginado"
22 de julio, 2050
Múrmansk, Rusia
Ahora todo se veía bien. Los ríos y mares volvieron a ser habitables; el suelo volvió a ser fértil.. volvieron a nacer. A lo lejos las edificaciones volvían a ser vistas, y más y más 'humanos' seguían apareciendo de quién sabe dónde.
En aquel distrito perdido que hasta ahora no tenía nombre, todos los habitantes poseían alas bellísimas. Vigorosas y blancas alas que les permitían tomar vuelo. Parecían pájaros que andaban en bandadas probando y levitando por los anchos terrenos deshielados que rodeaban el Oblast de Múrmansk.
Era una raza entera plagada de poderes extraños, y su jefe era...
—¡Boris Hitachi!—gritó en ruso un joven de cabello rubio a lo lejos— ¿Así dijiste que te llamabas?
—Sí. ¿Qué precisas...
—Sergei, Sergei... No lo sé. Aparecí aquí la semana pasada—Rascó su nuca—. Algunas personas nuevas tienen dudas sobre dónde están o qué son. Y cómo eres el más antiguo aquí pensé que quizás podrías resolver sus dudas.
—Gracias, creo que podría ayudarlos. ¿Quieres venir conmigo? Seguramente necesitaré un ayudante...
Muy cercano al lugar, Folium Sekunder permanecía sentado sobra una malformación rocosa atento a lo que hablaba aquél ser que tanto le recordaba a su madre. Se veía muy diferente a como había llegado a ese mundo, muy distinto.
Antes por lo menos podía esconder su aspecto demoníaco bajo ese bello rostro y cabello estilizado de origen, pero ahora en cuestión de días ya parecía un nombre maduro cercano a la mediana edad. Y ni hablar de sus diferencias con aquel Hitachi... Él era gris, no blanco. Él tenía alas esqueléticas como un murciélago, no de plumas como un ángel. Sekunder no era querido por nadie, Boris sí.
Durante los primeros días, los que se parecían a Folium lo seguían sólo a él. Cuánta más gente aparecía con su morfología, más grande se le hacían los cuernos que tenía en su cabeza, los cuales le molestaban bastante. Más adelante con el pasar del tiempo, los autodenominados sekunders comenzaron a pasarse del otro lado de la frontera hasta llegar a Múrmansk en donde ya no era el reinado de Folium, sino que era el reinado de Hitachi. La Nación Hitachi.
La voz corría rápido por la población. Más y más personas diferentes se acercaban a Múrmansk como punto de referencia para saber quiénes eran y qué hacían ahí. Una mujer de un pueblo llamado Narvia, según ella, se acercó a decir que su nombre era "Lavernya" y que algo extraño le estaba sucediendo a su cuerpo y, que si la ayudaban, ella prometía servir y serle fiel a Boris. Él accedió desinteresado y bastante solidario, pero jamás logró aprenderse el nombre de la mujer; así que sólo le decía Verny. Entonces nació la Nación Verny: la raza metamorfa fiel a los Hitachi.
Todo el año eran ellos, los únicos tres, los tres primeros. Los únicos tres hasta seis años después.
08 de abril, 2056
Merkenes, Suecia.
—«Folium te necesitamos en la sala... No traigas a tus secuaces...El nombre "Exanimun" que propuso Lavernya nos gustó a todos...—Folium acercó y alejó la carta que tenía en sus manos. No comprendía aquella cursiva— Tenemos que discutir sobre los nuevos. Atentamente, Boris de la Nación Hitachi.» Genial, llevaba tiempo que no me invitaban a una junta. Esto será fenomenal.
Folium vistió una camisa elegante y unos pantalones negros que combinaban con el color de sus cuernos. No usaba calzado, jamás le gustó hacerlo.
Salió de su cueva camino al palacio de los Hitachi. Le parecía algo bastante exagerado y engreído que Boris haya optado un lugar tan extremista para vivir. Él prefería las modestas cuevas húmedas que los resguardaban en Finlandia.
Al llegar a Múrmansk los habitantes hitachi lo observaron con desprecio. Folium no se molestó. Ya estaba acostumbrado a las miradas altaneras de sus vecinos.
Entró desinteresado al palacio pisando fuerte. Su altura era mayor a la del promedio, convirtiéndolo en el más alto de la comisión presente. Los invitados tomaron asientos al rededor de una mesa oval.
—Privet a todos. —saludó Boris—. ¿Cuántos somos? Uno... dos... catorce en total, bien... —Se levantó con calma—. Todos ustedes están aquí por una razón. Porque, al igual que yo, escucharon ser nombrados por la voz de una mujer. Así como Lavernya llegó aquí guiada por ese efímero susurro, ustedes también han tenido el honor de sentarse en esta mesa conmigo... el Primero.
Su énfasis en la palabra "primero" fue una daga bien afilada, una que pesaba y clasificaba a quienes llegaron antes que los otros.
—Señor Boris, soy Cápac, de la nación que se encuentra por debajo del meridiano... No sabemos lo que somos. Somos muy diferentes entre nosotros. —La voz tímida de él rompió el silencio tenso.
—Estamos ante la presencia de habilidades que nos hacen grandes, señor Cápac. Nacimos siendo grandes. Hoy somos civilizaciones —dijo Boris, como si sus palabras fueran un decreto inquebrantable—. Aquí, ustedes, representan a sus grupos. ¿No es así, Folium?
Folium, distraído por el resplandor del cabello de la mujer a su lado, apenas notó el cuestionamiento. La señora se hizo invisible, en una reacción casi automática.
—No asustes a la Clausa, Folium. Es una mujer reservada. —La voz de Lavernya cortó la tensión con una simple advertencia.
—Solo estaba... admirando sus trenzas, lo lamento. —Folium sonrió torpemente, pero no fue suficiente para ocultar su incomodidad.
—Te entendemos —dijo Boris con una sonrisa cruel—. Seguro anhelas tener una melena, pero, claro, tu calvicie y tus cuernos no te permiten cumplir ese deseo, ¿verdad? —Las risas se esparcieron como veneno en la sala. Folium intentó sonreír, pero la burla se le clavó en el orgullo como una espina.
—Creo que todos los cuerpos son bellos... —dijo una voz suave, casi imperceptible desde el otro extremo de la mesa. Era un joven que apenas destacaba entre los demás.
—Esto no es un debate sobre cuerpos, muchacho. —Boris se dirigió a él con arrogancia —. Estamos aquí para discutir los poderes que nos hacen diferentes. ¿Quién eres tú, de nuevo?
—Elijah de Vancouver, señor Hitachi... —El muchacho bajó la mirada—. Vengo de occidente, de Canadá.
—Ah, claro... el bufón. —La sonrisa de Boris se tornó aún más afilada—. Viniste hace un año a mostrarnos tus siete "increíbles" poderes, de los cuales no manejas ni dos. ¿Ya los dominas?
Elijah tragó saliva. Sintió que todas miradas estaban sobre él.
—No, señor Hitachi... pero estoy aquí porque me gustaría que mi porción de tierra lleve mi nombre: Elijaland...
Las risas estallaron en la sala, más ásperas y crueles de lo que Elijah había anticipado. Cada carcajada era un golpe a su dignidad.
—No tienes el porte de un gobernante, niño. —Boris dejó caer sus palabras con el mismo desprecio con el que uno aplasta un insecto—. Deberías regresar a tu mundo de fantasía donde es el único lugar que sería posible. Eres patético. Increíblemente inverosímil. En escencia... eres inútil.
—Tal vez podrías considerar el nombre "Inutilia" para tu nación, les queda bastante bien. —burló la Clausa haciéndose visible.
Folium permaneció en silencio. Sabía que debía hablar y defender al muchacho, pero el deseo de encajar, de ser aceptado en ese círculo, lo enmudeció. No iba a arriesgar lo poco que había ganado. El desprecio de Boris ya era suficiente carga.
La junta continuó, como si la humillación de Elijah fuera solo otro punto en la agenda. Se acordaron tierras, fronteras e idiomas, una partición que marcaría el destino de las catorce naciones de Exanimun. Pero en la cabeza de Folium, algo resonaba, y eso era su propia cobardía.
6 de marzo, 2064
Aldea Hitachi en
Molochny
Los años de exclusión tomaron peso en el último tramo de su paciencia. Ya habían sido varias las veces en las que sus acciones eran sacadas de contexto por los hitachi y juzgadas para marginarlo socialmente. Estaba cansado. Cansado de la burocracia Hitachi, cansado de ser visto como un ser desquerido, cansado de tener que explicar una y otra vez que sus intenciones con y para el pueblo de Exanimun eran buenas. Quería ser carbón y no ceniza, pero ya lo estaban quemando vivo.
—No, Boris. Yo jamás haré trato con ese maligno...¿Ya has visto lo que le hacen a los superhumanos que no saben volar?—Escuchó Folium desde la cima del árbol en el que estaba posado.
—Verny, sé que los sekunders pueden verse tan odiosos pero es la oportunidad que tenemos para robar sus tierras... No nos conviene tenerlos al mando, son muy crueles y estoy tratando de que esto se mantenga en paz. —Espetó Boris.
—Asegúrate de que no toque las tierras verny porque las pagará caro...
Por primera vez en su vida una lágrima cayó de sus ojos. Recordó cuando sus alas brotaron y lo desgarraron, y ni siquiera eso se comparó con el dolor del puñal que le estaban clavando. Respiró agitado dejándose dominar por la ansiedad y la ira del momento. Quiso enfrentar sus argumentos en ese momento, pero no era buena idea hacerlo. Si atrás de él iban a hablar, por detrás iba a responder.
Combinó sus dos poderes y voló sin ser visto de nuevo a su nueva cueva ahora en Finlandia.
Solo se aisló lejos de su gente quienes sólo lo buscaban para seguir haciendo cosas horribles en las que él no estaba de acuerdo. Los demonios tocaban a su puerta insistiendo entrar pero Folium se rehusaba a dejarlos pasar.
Comenzó a pensar si realmente era un hombre malo como todos le decían. ¿Cuál fue el acto atroz que permitió que todos lo desprecien? ¿Todos eran iguales o peor que su madre? ¿Nadie más tenía una madre? ¿Nadie más era un niño de sólo cinco años, condenando a ser un chivo expiatorio? Su corazón se aceleró a tal grado que cayó desmayado sobre las rocas.
Al despertar obtuvo la noticia: miles de mujeres sekunder fallecieron de un ataque al corazón. Hecho fantástico, tétrico, alusivo, pero real.
Aquel enunciado lo dejó mal parado y fue a él a quién se le atribuyó la culpa del crimen y no a la ley de vida.
Folium estaba desconectado y desconcertado. No lograba enlazar los datos para llegar a una mínima información, y aún menos teniendo la supremacía de Hitachi respirándole en la nuca.
«¡Patán!»«¡Abusivo!»«¡Blasfemia!»«¡Corrupto!»«¡Misógino!» eran algunos de los crueles adjetivos que le gritaban en las calles cuando avanzaba por las tierras hitachi. Comenzó a sentir miedo, a sentirse vulnerable, a odiarse a sí mismo. Ya no podía ver a ninguna mujer a los ojos porque se sentía totalmente inferior y no igual a ellas.
Aquellos habían sido los meses más duros para Folium Sekunder. Meses que lo marcaron por siempre como lo que fue designado a ser: El villano de la historia que debía ser contada.
El tercer y último mes de invierno lo congelaron por completo. Estaba cansado, demacrado, furioso. No podía seguir permitiendo que lo excluyeran y lo trataran como un asesino cruel y despiadado. Él no era eso, su madre sí. Cada vez que lo veía a Boris a la cara la veía a ella y a su peor versión.
Las palpitaciones volvieron a aparecer y esta vez más fuertes. Nuevamente la respiración ascendió alto y lo llevaron a la locura.
Salió de su habitación totalmente fuera de sí. Ni siquiera se había calzado, ni siquiera se había vestido del todo. Lo único que lo tapaba de la desnudez era su pantalón remendado negro.
La fría piedra congeló sus huesudos pies grises. Rabioso y en su límite, desquitó su furia con el primer hombre en su camino.
——Folium, yo creo que deberías meditar tus act...
—¡CÁLLATE!—Tomó del brazo a su compatriota y lo mató de un tirón al cuello. Sus manos quedaron manchadas de sangre negra. Manchas que de ahora en más no saldrían. Tensó la mandíbula y miró a todos a su alrededor imponiendo temor. Apoyó su cuerpo contra la pared—. No... Me rehúso a ser rebajado por un hitachi... Yo soy más poderoso que Boris. ¡Miren mis cuernos! ¡Miren mi cara! ¡Miren el gris de mi piel! ¡SOY SUPERIOR!
Sus oídos pitaron provocando que cayera sangre de sus orejas. Sólo escuchó, por esos dos segundos, el ruido agudo y molesto que estaba lavando su cerebro. Aguantó su respiración para hacerlo desaparecer. Pasó sus manos por su cabeza y altos cuernos para calmar el cuadro de pánico presente.
Se dirigió a la entrada de la cueva para mirar el cielo nuboso.
—Estoy harto de ser el último orejón del tarro... Quiero acabar con esto de una vez por todas, y lo haré sin pensar. Sin meditar. Sin sensatez... ¿por qué debería importarme lo que les pase a los demás, cuando nadie se preocupó por lo que me pasó a mí?—Entrecerró los ojos para no llorar y firme dijo:—No soy una persona caótica, yo soy el mismísimo caos...
Aquel diez de febrero murió Foliet... Foliet. Aquel diez de febrero nació Folium, Folium Sekunder. El primer superhumano en pisar el mundo. El original. El verdadero. El marginado.
23 de junio, 2286
Grense Jacobselv, Noruega
Folium se miró al espejo y vio que su piel se estaba despellejando. Haber escapado del sello y posteriormente haber usado todo su poder no fue su mejor opción pero sí la necesaria.
En ese momento necesitaba un atajo. Las cosas en Exanimun ya no eran como en 2065 cuando él aún era un gobernante respetado. Todo había cambiado.
Quitó con dolor la piel muerta de su párpado dejando marcada una bolsa ojerosa muy oscura. Se detuvo un momento a revisar su marca y no, no desaparecía. Quizás sólo tenía que aceptar lo que era y olvidar aquel horrible pasado.
—¡Mátala!—escuchó gritar lejos de su ubicación.
Folium alzó una ceja y, sin prisa, se dirigió hacia donde ocurría el alboroto. Al llegar, vio a tres sekunders encima de un superhumano intentando destrozarlo. El hombre resistía de una manera sobrenatural.
—Arik, Sonda, Eyvindur... —dijo con una voz helada abrumada por el cansancio.—¿Podrían mostrar algo más de... gentileza? Al menos dejen ver quién ha tenido el valor de pisar estos dominios.
A regañadientes, los tres hombres soltaron a su presa, revelando a una persona lastimada pero sorprendentemente erguida. Era una chica joven quien venía cargada con una convicción peligrosa. Se sacudió con esfuerzo limpiando la suciedad de sus ropas destrozadas. Miró a su alrededor con los ojos alterados.
Folium la escrutó con frialdad, sin emoción.
—¿Quién eres y qué haces aqui, niña?—preguntó con desprecio y decepción al notar que era una mujer.
La chica se irguió aún más, con el mismo desafio en los ojos. Había algo en su mirada que le resultaba inquietante.
—Liberty Vancouver—dijo con una firmeza que resonó en el silencio abrupto. —He venido a cumplir mi propósito. A destruir la profecía.
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