La muerte de un angel...
Alana salió del palacio de Jeremy directamente hacia el palacio de Lucifer, debía informarle sobre lo que había visto y escuchado, quizás aun tuviera tiempo de salvar a su hermano, pero antes de que lograra salir de allí, la tomaron de los pies y de manera abrupta la hicieron caer en tierra. Aturdida por el golpe y la sorpresa, Alana miro sobre su hombro para ver que o quien fue el que la jalo de esa manera y se llevo la sorpresa de su vida al reconocer a su propio hermano.
―¡Laiz!― exclamo poniéndose en pie al instante― creí que...
―¿Que ya me había ido?― pregunto su hermano moviéndose con agilidad y de manera sorpresiva la tomo por la espalda y aprisiono sus brazos con ambas manos impidiéndole moverse.
―¿Que haces?
―Tu...¿Siempre me has recordado?― pregunto Laiz junto al oído de su hermana― ¿Desde cuando sabes sobre mi?
―Desde hace muy poco― respondió Alana estremecida por el tono frio de Laiz― hermano por favor suéltame.
―Trabajas para Lucifer también ¿verdad?
―¿También?― pregunto Alana removiéndose inquieta― no se a que te refieres, ahora por favor suéltame.
―Dime que te pidió...¿Que debes hacer para él?
―Ya te dije que no se dé que me hablas, soy un ángel, no trabajo para Lucifer.
Laiz rio secamente y la hizo girar apretando su cintura con fuerza, mientras Alana contenía el gemido de dolor que deseaba escapar de sus labios.
―Me haces daño...¿Porque tienes más poder ahora?
―Porque la muerte me lo otorgo cuando me convirtió en su mano derecha― le dijo y sonrió apretando mas fuerte― ahora dime que es lo que Lucifer deseaba que hicieras y que te prometió a cambio.
―Porque Laiz...¿Porque haces esto?... creí... yo creí que deseabas que volviéramos ser los de antes, pensé que era lo que deseabas... terminar el castigo que te impusieron...
―Antes puede ser, pero ahora ya no... ahora quiero el poder para dominar a ambos bandos, cielo e infierno y solo hay un modo para hacerlo.
―¡Alma!
―¡Exacto! Ella es mi boleto al poder absoluto, quien la controle tendrá todo el poder.
―Nadie puede controlarla... ¡Lucifer apenas pudo la última vez!
―Encontré el modo de hacerlo― sonrió Laiz― así que este es el momento en que tú decides que es lo que vas a hacer...¿Estarás conmigo o en mi contra?
―Hermano, ¿Que es lo que piensas hacer? ¡Por favor! ¡Nadie ha logrado controlarla!
―¡Te digo que tengo la manera de controlarla! Tengo lo que el creador y Lucifer están buscando desde hace mucho tiempo...tengo el poder suficiente para controlarla y del mismo modo controlare el cielo y el infierno, ¡Seré el único dios!
Alana coloco las palmas de las manos sobre los hombros de Laiz para alejarlo y al hacerlo movió su camisa, notando la cadena que colgaba de su cuello y al ver el dije comprendió a que se refería.
¡Laiz tenía la lanza del destino!
Tomo la cadena al mismo tiempo que su hermano clavaba una daga de plata en su costado derecho. Alana hizo a pesar de eso, un esfuerzo supremo y empujo el cuerpo de Laiz con las palmas de la mano tirando su propio cuerpo hacia atrás, el impulso hizo que su hermano la soltara, lo cual ella aprovecho para escapar volando con rapidez hacia el único lugar que consideraba seguro, el palacio de Lucifer.
*
*
Azul se levanto de la cama y observo la habitación con atención, estaba en relativa calma y no comprendía por qué razón, pues no tenía la menor idea de en donde se encontraba.
Descalza camino hacia la puerta y la abrió asomando la cabeza hacia el corredor, como parecía no haber nadie se aventuro hacia afuera y camino por los corredores preguntándose donde estaría y porque su mente estaba como en las nubes.
No lograba poner en orden los pensamientos, se sentía como anestesiada y el cuerpo lo tenía como adormecido. Solo recordaba la sonrisa de Alma antes de perder la conciencia y despertar en ese extraño lugar, no había nada más en su mente.
Después de caminar por un buen rato, llego hasta un salón amplio y solitario que no tenía ninguna clase de mobiliario, solo había en el centro al final del salón un trono que parecía ser de plata y símbolos extraños que no logro reconocer. Atraída por los detalles del trono camino hacia allí pero a mitad de camino se detuvo en seco cuando por uno de los ventanales entro volando lo que parecía ser una persona con... ¿Alas?
Se llevo ambas manos a la boca para evitar gritar y vio como la persona rodaba sobre si varias veces al caer y luego se quedaba inmóvil. Observo la escena pasando la mirada por los rastros de sangre y las plumas que estaban desparramadas por doquier, preguntándose que debería hacer.
―Oye...oye tu...¿Estas bien?...¿Necesitas...ayuda?― logro articular entre tartamudeos, sin atreverse a acercarse aun.
―Ayuda...el...¿Donde esta?
―¿Quien? Aquí no hay nadie... eso creo― respondió Azul y el charco de sangre que se extendía con rapidez la obligo a moverse.
Se arrodillo junto a la chica caída, la giro y corrió el cabello de su rostro.
Jamás en toda su vida había visto un ser más maravilloso y majestuoso, su mirada, su rostro, toda ella era perfecta y esplendida, excepto por el hilillo de sangre que tenia sobre la comisura de los labios y la horrible herida en un costado.
―¡Necesitas un doctor!― replico Azul mirando en todas direcciones mientras se preguntaba dónde diablos estaba y como podría ayudar a la chica ángel.
―Toma esto...― le dijo la chica colocando en su mano una diminuta cadena en su mano― dile a Lucí...dile...―Azul sostuvo la cabeza de la chica contra su pecho comenzando a llorar al comprender que estaba muriendo y que no podía ayudarla.
―Lo siento... lo siento tanto...― comenzó a decir angustiada comenzando a gritar con fuerza― ¡Alguien ayúdeme! ¡Por favor necesita un medico ya! ¡Por favor ayuda!
―Escucha... debes darle... esto a Lu... a...
―Espera... por favor no te mueras...¡Por favor!
La mano que apretaba la suya de pronto dejo de hacer presión y cayó a un lado del cuerpo de ambas sobre el suelo manchado con sangre. Azul se quedo petrificada observando cómo las alas blancas comenzaban a desprenderse y flotaban a su alrededor, el cuerpo de la chica ahora muerta brillo con fuerza cegándola.
Cerró los ojos fuertemente para evitar que la luz dañara sus ojos y cuando los abrió un minuto después estaba sola en el salón, con la ropa manchada aun de sangre y en la mano tenía el diminuto dije que la chica ángel le diera.
Azul comenzó a hipar asustada, intentando contener el llanto, mientras se corría del rostro el cabello y dejaba una mancha de sangre en su frente, luego escucho pasos en la distancia y sintió terror, así que se levanto y fue a esconderse tras el trono aferrada al dije como si este pudiera impedir que, quien sea estaba por entrar le hiciera daño.
El hombre que entro se quedo mirando el suelo manchado de sangre, entrecerró sus negros ojos y miro directamente hacia el trono tras el cual estaba oculta Azul.
Ella se puso en pie y temblando intento correr en dirección opuesta a él para escapar pero antes de que pudiera notarlo siquiera él estaba junto a ella y la miraba atentamente.
―¿Te has hecho daño?― pregunto.
La profunda voz y la mirada aun más profunda estremecieron a Azul, pero no lograba responder, la voz se le cortaba.
―Azul, ¿Quien hizo esto, tú lo viste? ¿Estas bien? ¿Te hicieron daño?
―Co...como...sabes mi...mi nombre― tartamudeo Azul― ¿Quien eres?...¿Dónde estoy?
Lucifer por respuesta escudriño a Azul de arriba hacia abajo y luego como si llegara a la conclusión de que no estaba lastimada se alejo, caminando hacia la sangre para luego acuclillarse y tocarla con los dedos.
Maldijo y se puso en pie regresando sobre sus pasos, estaba vez tomando a Azul de los hombros con fuerza.
―¡Dime quien la mato! ¡Que fue lo que viste!
―Ella entro volando... cayo y rodó... después... solo murió...― dijo entre sacudidas violentas― ¡Me haces daño!― lloriqueo y Lucifer la soltó.
―¡Maldición! ¡Maldición!
Lucifer maldijo hasta cansarse y luego regreso sobre sus pasos hacia Azul, quien se petrifico una vez más y pestañeo varias veces temblando.
―Ahora... dime todo con detalles, cada cosa que dijo Alana antes de morir, lo que hizo, lo que tú hiciste...¡Dime todo y hazlo pronto!
Azul asintió temblando y de manera entrecortada comenzó a contarle todo lo sucedido desde que despertó.
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