Infierno...cielo...La muerte...
La muerte no era como la esperaba...
La muerte era mucho más de lo que pudo imaginar alguna vez...
Alma se incorporo en el mullido lecho en el cual se encontraba, los cortinados que cubrían los lados de la cama con dosel, en color rojo sangre, con bordados en negro, alejaban de su vista casi el total de la habitación pero eso la tenia sin cuidado. Su mente estaba ahora despejada, la vitalidad recorría su cuerpo y la impulsaba a querer salir de la cama por mas cómoda que se sentía.
Corrió las sabanas de suave satén negro que la cubrían y bajo los pies al tibio suelo alfombrado de rojo. Entonces aprecio la habitación en la cual estaba con más detenimiento, y se maravillo de lo hermoso del lugar.
La elegancia y la sobriedad iban de la mano, el camisón de seda blanco cayó hasta sus pies descalzos... Alma se miro con atención un momento y luego se dirigió al espejo de cuerpo entero que estaba a unos pasos de la cama y su imagen la dejo sorprendida.
Su piel era como la del alabastro, blanca y perfecta, su largo cabello, antes levemente ondulado en las puntas, era ahora lacio y tan negro como los ojos del hombre que...
De pronto miro a su alrededor y lo busco, lo recordaba perfectamente.
Su mirada, su cabello, su aroma, sus labios, su voz... algo dentro de ella se removió con ansiedad y deseo, olvido la habitación y su aspecto ahora diferente para concentrarse en el desconocido que hacia arder su piel con tan solo pensarlo.
Salió de la habitación determinada a encontrar al misterioso hombre. La seda acariciaba su piel con cada paso que daba y el frio mármol bajo ella hacia un sonido apagado en el corredor por el cual estaba caminando. Nada se escuchaba a su alrededor mientras avanzaba, sin embargo tenia la clara sensación de que alguien la observaba oculto en algún lugar.
Al final del corredor se encontró en una sala amplia, con paredes altas y dibujos surrealistas que podría jurar parecían moverse y muchas de las imágenes reflejadas allí, en especial las que parecían rostros humanos, en verdad le daban la impresión de moverse a medida que avanzaba, como si sus rostros se movieran hacia ella con cada paso. Aun así no sentía temor alguno, solo le llamaban la atención y despertaban su curiosidad.
La sala en si, estaba desierta por completo y en el fondo, ubicado en el centro se encontraba un trono enorme vacío... Alma camino hacia él y recorrió con los dedos su contorno, dedicándole mayor atención al intricado labrado que tenía. Impulsada por algo que no supo describir, se sentó a los pies del trono y apoyo la cabeza sobre él, acariciándolo.
Cerró los ojos invadida por la sensación de necesitar una caricia muda.
La piel se le erizo y dejo escapar un largo suspiro.
―Veo que ya despertaste.
Alma levanto la cabeza sobresaltada, pero el reconocer la voz profunda no pudo evitar sonreír y ponerse en pie para ir hacia él y abrazarse a su pecho.
―También veo que me extrañaste― sonrió Lucifer.
―Tengo la necesidad de que me tengas en tus brazos, no sé qué me pasa... ¿Estoy muerta?
―Es más complicado que eso Alma, ven sentémonos para que te explique qué es lo que sucederá contigo de ahora en más.
Alma obedeció siguiéndolo y supo que su lugar junto a él era ese mismo que estaba ocupando antes de que llegara, así que cuando Lucifer se sentó en el gran trono, ella lo hizo a sus pies y lo miro casi con devoción, sin cuestionarse el motivo por el cual se sentía de ese modo con él.
―Ahora que estas aquí debes saber algunas cosas...― comenzó a decir Lucifer mientras Alma aguardaba en silencio que continuara hablando― yo soy Lucifer.
―Lo sé, me lo dijiste.
―Y tu ahora eres la muerte...mi hija.
Alma sintió un escalofrió recorrerle la espalda. Se alejo de él y lo miro con ojos desorbitados, negando con la cabeza mientras poco a poco se ponía en pie. No podía ser su padre, no después de haber estado tan plácidamente entre sus brazos, no cuando aun lo deseaba con tanta intensidad que le quemaba por dentro.
―No, yo morí...tú no eres mi padre, no puedes serlo...
Lucifer sonrió.
―Pues es así, no moriste Alma, solo cambiaste lugares con ella...
― ¿Que?... ¡¡No!!
―Escucha no todo es tan literal como suena, es algo un poco más complicado y al mismo tiempo también más sencillo.
―No eres mi padre― repetía Alma con terquedad― no lo eres, no puedes serlo...yo no sentiría esto...
Se detuvo al pensar en la atracción que sentía hacia él, en las sensaciones que la dominaban, el deseo que sentía, nunca lo sintió antes. ¡El definitivamente no podía ser su padre! Ella lo deseaba como nunca deseo nada en su vida, y mucho menos después de todo lo que sucedió en el pasado, no lograba controlar sus impulsos...
―La muerte es hija del de arriba― señalo con sarcasmo― y de Lucifer, es la única que puede pasar de un lado a otro sin problemas, es quien pone en orden el balance entre los vivos y los muertos, ahora tu eres la muerte, ahora ese es tu trabajo.
―No...― repitió Alma cada vez mas alterada― ¡No!
―Ella deseaba vivir como los humanos y para hacerlo...― continuo Lucifer sin prestar atención a lo alterada que se sentía la chica― ... para hacerlo debía encontrar un reemplazo, alguien que tuviera el don.
―¡Pues se equivoco! ¡Yo no tengo nada, no deseaba nada!
Alma temblaba cada vez más, respirando de manera irregular, se levanto y retrocediendo varios pasos, negando con la cabeza de manera obstinada.
La idea simplemente no cabía en su mente, ella no podía ser la muerte, todo eso era un sueño, una pesadilla o una equivocación.
―Por favor, ayúdame... necesito... yo no soy...
Alma cayó de rodillas al suelo, apoyo las manos en el frio mármol y cerró los ojos con fuerza.
―No puede ser...no soy la muerte...
Lucifer se levanto de su trono y camino hasta ella, se detuvo frente a la chica y le ordeno ponerse en pie, una orden que Alma no fue capaz de desobedecer, así que lo hizo y lo miro.
―Escucha...desde ahora serás mi reina y te ayudare a sobrellevar esto...
―No puedes ser mi padre― repetía Alma como un monologo― te deseo demasiado, eso no sería normal... ¿Verdad?
Ni ella misma sabía porque razón había dicho eso.
Lucifer le sonrió y levanto la mano para acariciar su mejilla, deslizando los dedos por su cuello, hasta el nacimiento de sus senos, arrancándole un gemido involuntario.
―Ves...tan solo me tocas y yo...
―No eres mi hija de ese modo pequeña― le dijo Lucifer tomándola de la nuca para besarla en los labios con desenfrenada pasión― te dije que no todo lo tomes de manera tan literal.
―Pero entonces...no comprendo...
―Solo debes saber que tu existencia ha cambiado y que de ahora en mas, alternaras entre arriba y aquí, y siempre que regreses a mi te estaré esperando, porque como dije antes y al parecer no lo escuchaste, no solo eres la nueva muerte, sino mi esposa, mi reina.
Alma sintió un calor recorrer su piel cuando el pronuncio esas palabras, pues las sintió como una promesa muda de algo que ella no quería analizar debido a la situación en la que se encontraba.Todo parecía tan irreal, de un momento a otro era una humana normal, una persona dedicada a su trabajo, a sus hermanas, a su empresa, su vida era irrelevante pero era una vida, sin embargo ahora... era la muerte, era una reina en el infierno, la esposa de un ser que todos temían... todos menos ella. ¿Porque?
Entonces el recuerdo nítido de sus hermanas revivió en su mente...y el rencor nació en su pecho.
¡La maldita muerte estaba con ellas!
¡La muy perra había tomado su lugar!
Recordaba el momento en que Azul había ido a su departamento, el modo en que la vio sonreír y cuando se fue con su hermana...maldita.
¡Mil veces maldita!
―Lo recuerdas bien ¿He?― pregunto Lucifer― es extraño pues se suponía que no debías recordar mucho de tu pasado como humana.
―¡Pues recuerdo! ¡Lo recuerdo todo!
―Y que vas a hacer...
―Vengarme de ella, quiero mi vida de nuevo.
Lucifer sonrió elevando una ceja pero no dijo nada.
Alma estaba por preguntar cómo podía hacer para vengarse cuando sintió un fuerte mareo y un zumbido potente que la dejaba aturdida.
―Te están llamando ¿Verdad?― le pregunto Lucifer tomándola de la mano como si pretendiera retenerla― solo recuerda que sea lo que sea que te ofrezcan allí arriba, nunca será igual que conmigo...no lo olvides...
Alma asintió mientras veía como Lucifer se disolvía en la nada ante sus ojos y todo se llenaba de una luz tan potente y clara que la dejaba ciega. Se cubrió los ojos con los brazos y la sensación de tibieza que la rodeo reconforto su ser por un instante, luego con cautela se saco los brazos del rostro y miro a su alrededor.
Tampoco el cielo era lo que imaginaba ni esperaba...no había nubes rodeando a angelitos tocando trompetas semi desnudos, ni seres alados dando vueltas de un lado a otro, no había más que el verde de una pradera que se extendía delante de sus ojos y una leve brisa que mecía su cabello.
―Bienvenida al cielo.
Alma miro hacia atrás y se encontró con Jeremy quien le sonreía como si nada hubiera pasado, en tanto ella tenia la mirada fija en el verde prado para no intentar atacar al ángel parado a su lado, pues de un modo que no lograba comprender, sentía rencor hacia el.
Quizás era algo natural en ella como una supuesta a su nuevo estatus como reina infernal, o porque se sentía incomoda junto al hombre que en el pasado no pensó ni dos segundos antes de aceptar que debían separarse, incluso podría ser que la ultima vez que hablaron prácticamente quiso obligarla a dejar morir a sus hermanas para salvar su propia vida.
¿Que clase de maldito idiota se hacia llamar ángel y le pedía una estupidez tal?
Sea lo que sea, sentía rechazo hacia el ser junto a ella, pero por algún motivo que mas tarde intentaría resolver, se mantuvo en calma, y al igual que el, permaneció como si nada hubiera pasado, tenia que resolver ese rompecabezas antes de vengarse porque de una cosa si estaba totalmente segura, un día recuperaría su vida, y todo ese caos se esfumaría para siempre.
Lo mas importante ahora era obtener toda la información posible y eso solamente lo lograría usando el único arma que en vida le sirvió, la frialdad y la concentración en su objetivo.
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