El retorno de Aurel, el sacrificio de un vampiro.

La envidia de quien no la posee, el deseo de todos; la vida eterna. No hay nada más alejado de la realidad.

En el año 752 a.C me encomendaron la misión de cuidar, junto a Aurel, a aquel que sería el protector de la humanidad, de los malditos seres sin alas; seres egoístas, envidiosos, que degustan el sabor de la guerra sin sentido, proclamando suyo lo que es de todos. Sin embargo, esta historia no es sobre ellos sino, sobre él.

Aquel ángel errante que descuidó su misión al enamorarse de una humana, quien fue castigado por la misma mano divina quien lo creó, arrebatando sus alas y condenándolo a vivir en la tierra con la misma forma humana, pero sediento de la sangre por aquella que era su amada. Ese ángel fue Aurel.

Como era de esperarse el tiempo transcurrió. Pese a su inmortalidad y dones malditos, Aurel encontró un modo de conquistar a Elisa. No obstante, cada noche su sed de sangre ganaba ante su juramento de amor eterno, por lo que al dar el amanecer había cadáveres sin una sola gota de sangre, con el mismo patrón de colmillos encajados en su cuello.

Irónicamente un 25 de diciembre, del año 11 d.C en fiestas de fin de año, Aurel perdió su sed de sangre durante cinco minutos, los últimos minutos de vida de su amada. Se maldijo por lo ocurrido, jurando que encontraría el modo de volver al que alguna vez fue su hogar, el reino de los cielos, donde sabía con certeza que reposaba el alma de su amada.

No obstante, el alma de Aurel estaría atrapada en un cuerpo maldito, sin importar el daño que recibiera no conocería la muerte, aunque la luz del sol fuera la única manera de librarlo de su maldición de la vida eterna, lo cierto es que su alma pasaría a ser condenada a sufrir toda una eternidad en los mismísimos infiernos.

En el año 336 d.C aún sin encontrar el camino del que alguna vez fue su hogar, Aurel en su castillo brindaba tributo a la tumba donde reposaba su amada. Irónicamente esa misma noche, en los pueblos vecinos festejaban el 25 de diciembre; el nacimiento del que alguna vez fue el ser que Aurel, en sus tiempos de ángel, debía que proteger. Dando inicio a la Navidad.

En los pensamientos de Aurel no cabía el hermoso concepto de la Navidad; familias juntas, amores unidos, dulzura y paz, deseos de esperanza y la ternura reflejada en aquellos pequeños copos de nieve que son el pacto divino de la purificación. Para él sólo había una manada de salvajes celebrando el fallecimiento de su amada, la desgracia del amor más puro desflorado, transgredido, pisoteado y maldecido con el sabor del odio y repudio de la misma humanidad.

En 1456 se empezaron a escuchar los primeros rumores de hombres que bebían la sangre de sus víctimas, conocidos como vampiros, aunque nunca se supo la verdad detrás de estos seres que le servían a Aurel. Ellos pertenecían a un grupo muy selecto que se encontraban encadenados a la desgracia de sus recuerdos; hombres, mujeres y niños, que después de tener la alegría infinita entre sus manos y conocer el dulce sabor de la miel, pasaron a perderlo todo gracias a bárbaros, desalmados que por una moneda de oro arrebataron la vida de quienes más amaban, justo en la misma fecha que murió Elisa.

Con el pasar del tiempo, en 1912, Aurel encontró la respuesta a sus plegarias, recuperar sus alas arrancadas sería el único camino para viajar al reino de los cielos, para poder ver una vez más a su gran y eterno amor. No obstante, sin saberlo y como una broma del destino, todo ser en la tierra tiene un ángel guardián, y por culpa de haber perdido su divinidad no se había dado cuenta que Elisa, después de su muerte, siempre fue su ser alado protector.

Sin embargo, Elisa siempre estuvo tras sus pasos. En cada diciembre sin que Aurel lo notara, ella secaba sus lágrimas de su rostro maldito, lleno de resentimiento, cuando de rodillas, frente a su tumba, desgarraba su garganta gritando por una oportunidad para verla, aunque fuera una vez más.

Aunque Elisa fuera un ángel, no dejaba de pensar que la inmortalidad sólo era la maldición de los dioses quienes contradecían sus palabras de amor hacia la humanidad. Por lo que el secreto más grande guardado ante Aurel era que cada corte, apuñalada, bala atravesada en su cuerpo, provocaba un gran dolor al vampiro inmortal, pero Aurel nunca lo supo, después de todo la misión de Elisa era soportar ese dolor en vez de él.

El 24 de diciembre de 1914, en plena guerra mundial, dos bandos en guerra decidieron hacer una tregua de Navidad. La frustración de Aurel fue grande, ya que lo único que él quería ver en esas fechas era sangre, no obstante, su percepción cambió al día siguiente, al ver que cada uno de los bandos por dicha acción serían ejecutados al atardecer por traición, por primera vez Aurel se compadeció de la humanidad, se dio cuenta que de ahora en adelante no sería el único en sufrir la pérdida de un ser amado en un 25 de diciembre. Por lo que ignorante y dudoso de salvarlos, decidió acompañarlos como mártir.

No se imaginan la agonía por la cual pasó Elisa durante las guerras mundiales. Desde el dolor insufrible de un fusilamiento, hasta la desesperación de lo que fue la tortura más cruel e injusta de la segunda guerra mundial, la cámara de gas. Para Aurel era sólo una muestra de superioridad delante de las personas que serían futuras almas en pena, y para Elisa su más grande demostración de amor.

Ninguno de los dos podía consolarse, pero ambos sufrían por el otro.

24 de diciembre de 1992, Aurel se dio cuenta que recuperar sus alas era imposible, a pesar de sus miles y miles de plegarias, por lo que decidió al día siguiente hacer su última plegaria a la luz del sol. Ya el infierno no sonaba tan mal a comparación de jamás poder ver a su amada de nuevo.

Cuando el momento llegó, fue bañado por la luz del alba, sin embargo, Elisa decidió arrancarse sus propias alas para dárselas a su más fiel amor. Aurel se encontró entre la divinidad, la inmortalidad y la oscuridad, y sin entender lo sucedido.

Voló lo más rápido que pudo hasta el reino de los cielos, sin embargo, entre todos los presentes no estaba su amada, observó a su padre quien le explicaría lo sucedido.

—¿Con estás alas, cuánto tiempo te ha tomado llegar hasta aquí? — preguntó su creador.

—13 años del tiempo humano— Respondió Aurel.

— Tú has tomado tu decisión, devuélvete con ellas, no te quiero ver aquí.

Las puertas del cielo se cerraron ante él y al llegar a la tierra sus alas habían sido quemadas por el pasar del tiempo.

25 de diciembre del 2018. Aurel destrozado y quebrantado cayó

de rodillas, llorando al frente de la tumba de Elisa, con las lágrimas más amargas y dolorosas de toda su existencia, preguntándose una y otra vez que había hecho mal, tal como un niño desconsolado.

—¿Por qué lloras? — preguntó una voz dulce y enternecedora a su espalda.

Voz que sabía perfectamente a quien le pertenecía, tras tantos siglos de vida jamás había encontrado otra voz similar, era una voz única. Con temor retrocedió su vista, pidiendo una vez más por qué fuera ella, y observó fijamente a la mujer.

—No lo... entiendo— fue lo único que dijo, paralizado por el cóctel de emociones que desbordaban de su ser.

Ella lo miró con ternura y pesar, con las lágrimas desbordantes y un alivio inmenso tras toda la espera.

—Hace 26 años un ángel me condenó a vivir en la tierra bajo una forma humana, pero sedienta de la sangre por aquel que es mi amado. No obstante, antes de irse aquel ángel, me dijo "El hombre y el ser divino no pueden vivir juntos, al menos que conozcan sus corazones, sus tristezas y sus alegrías por igual, desde lo más bello y puro hasta lo más caótico. De no entenderlo, jamás podrán vivir juntos" ¿Sabes que dijo después? "lo lograron, bienvenidos de vuelta a su verdadero hogar".

Aurel no lo podía creer, se levantó del suelo y a paso lento se acercó a ella, para abrazarla con fuerzas, para llorar con todos los sentimientos contenidos por el pasar del tiempo. Sintió el cálido abrazo de su amada, como está lloraba de igual manera, como ambos sentían el alivio tras tanta espera y sufrimiento.

Por primera vez Aurel sintió todas las cosas positivas de la Navidad, desde la familia hasta los corazones unidos, por primera vez afirmó con sinceridad amar diciembre.

La inmortalidad ahora era un regalo preciado si estaban al lado del otro.

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