8. "La mulata de Córdoba y una pelea"
Tenia un dibujo bien genial de Leo, Manuel y el charro... Pero mi internet está horrible y no cargo la imagen... Haber si después lo puedo subir jsjsjs
Voten y comenté por favor <3
A ohayo le gusta publicar bien tarde xd
Leo miraba expentante al hacendado, nunca había escuchado de semejante historia. Manuel aclaro su garganta y le contó.
"Hace algo de tiempo atrás, cuando la santa inquisición era bastante temida.
Existió una hermosa mujer, nacida de la union de una hispana y un negro.
A pesar de ser mulata, la mujer creció no solo en belleza sino que también en conocimientos de curación por parte de su padre.
Eran muchos los que acudían en su ayuda en busca de un remedio, las demás mujeres, celosas de su belleza y de que sus esposos siempre voltearan a mirarla, empezaron a rumurar que todo era debido a brujería y posibles pactos con el diablo... También de que ahí se debía su don para curar a la gente.
Pero en eso se había quedado en rumores, a pesar de varios en la ciudad de Córdoba trataban mal a la mulata, aún había gente que iba en busca de algún remedio para sus males, incluso uno que otro pretendiente iba en su búsqueda.
Un día, un hacendado del pueblo y dirigente del lugar comenzó a cortejar a la mulata, hasta le pidió que se casará con él, pero ella lo rechazo, pues no estaba interesada en una relación y menos en alguien como él.
El hombre herido en el orgullo por qué alguien como ella le rechazara, aprovechandose de los rumores esparcidos por la gente, comenzó a decir que está le había hecho brujería y que la vio danzar con el diablo.
Aquello llegó a oídos de la Santa inquisición, que no dudo en apresar a la mujer. Ya en la prisión la mulata no pudo objetar nada hasta el día de su juicio donde en realidad sería quemada por sus actos.
La mulata no pareció entrar en caos como a muchos les pasaba, en ves de eso. Empezó a dibujar en la pared de su celda con un carboncillo que había encontrado en esta.
Los soldados que le daban custodia, asombrados por la belleza del dibujo se turnaban para ir a ver cómo iba quedando.
Un barco de exquisita belleza se presentaba frente a ellos, los detalles eran magníficos, una verdadera obra de arte sin duda alguna.
Ya pasado casi una semana de su arresto, un día donde la lluvia no daba tregua y que se colaba por varias goteras de la celda subterránea que parecían que quisiera inundar la. La mulata llamo al soldado que la cuidaba ese día.
---Disculpe señor. ---Llamo con una voz amable la mujer de cabello negro y rizado. El hombre algo adormilado la miro. ---¿Usted que cree que le falta a mi barco?
El soldado desvió la mirada de la fémina y miró el barco de la pared, que gracias a la lluvia que se colaba por las goteras, daba la impresión de ya estar en el puerto.
---Solo le faltaría navegar. ---Comento con simpleza, pero a la ves asombrado por lo que la mulata había creado. Esta le regaló una sonrisa al soldado y se acercó al dibujo.
---Entonces no se preocupe. Que el cargo ya a zarpado. ---Le dijo en ese tono amable. El soldado abrió los ojos en forma de sorpresa al ver cómo la mulata daba un brinco y caída dentro del barco, el cual comenzó poco a poco alejarse haciéndose cada ves más pequeño. El hombre asombrado solo veía como la mulata se despedía de él, desapareciendo a la lejanía.
Cuando los otros soldados llegaron para llevarse a la mulata, el hombre responsable en ese momento no supo cómo explicar que ella ya no estaba allí."
Finalizo el relato Manuel, Leo por si parte seguía asombrado por dicho relato. El hacendado agrego.
---Bueno, eso es lo que dice la leyenda. Aunque yo creo que algún soldado la ayudo a escapar realmente. ---Llevo las manos por detrás de su nuca, poniéndose derecho y dejando de recargarse en el tendedero. Antes de que alguno pudiera decir algo, Dionisia salió a llamarlos.
---¡Niño Leo, Joven Manuel. Vengan a comer que se enfría su mole! ---Comento, ambos contestaron con un "¡Ya vamos!" Y se encaminaron para ir dentro de la casa.
Leo seguía pensando en el relato y ocasionalmente miraba a la abuela del hacendado. El había conocido leyendas, había convivido con ellas, luchado contra ellas... ¿Cómo es que el mayor no creía que su abuela se escapó de la Santa inquisición en el dibujo de un barco? Aunque al pensarlo mejor, sonaba algo descabellado.
Pero no dudaba en qué la mujer si lo hubiera hecho. De hecho le hubiera gustado preguntar pero no quría ser descortés.
Levanto la mirada una ves más y se encontró con la mirada de la guanajuatense, ambos se miraron unos segundos y se sonrieron.
La convivencia con Valentina era agradable y aún no tenían problema de ningún tipo. Leo supuso que ella extrañaba a sus tíos, pero sobretodo a su padre.
Bajo la mirada y pensó en aquello último, no se podían revivir a los muertos... Bueno, si se podía, pero habían destruido la mina donde se encontraba aquel templo, así que actualmente era imposible.
Tal ves debería hablar con ella, no podía hablar mucho gracias a sus clases y sus tareas. Pero se daría el tiempo suficiente.
Al terminar la comida, Dionisia y Valentina comenzaron a lavar y limpiar lo ocupado y aunque Leo trato de ayudarles, ellas le dijeron que no había ningún problema... Hasta habían rechazado la ayuda de Nando... Bueno, al menos dejaron que les fueran a llevar agua, así que los tres jóvenes llevaban una cubeta con agua.
---Has estado muy callado. ---Comento con amabilidad el pelinegro a su amigo. El castaño lo miro.
---Solo pensaba en la leyenda que me contaste. ---Respondió del mismo modo, Manuel levantó una ceja. ---La verdad yo sí creo que ella haya podido salir de ahí con ella.
---Bueno, es algo difícil de saber, yo no le e preguntado, la leyenda lo se, porque cuando llegue de Europa es lo que más se contaba. ---Aclaro el más alto, ambos antes decir algo, dejaron el agua en la pequeña pileta que tenían en el patio. Las féminas agradecieron y Dionisia aprovecho para contar un chiste el cual ella entendió, pero que los más jóvenes rieron, o al menos Vale y Manuel si lo hicieron, Leo solo miró extrañado a si nana.
---Bueno, como te e dicho, yo pelee con algunos personajes que se creía que no existían por ser solo leyendas, por esa razón creo que la leyenda de tu abuela es real... ¿Cómo sabías que hablaban de ella cuando llegaste? ---Pregunto, Manuel tomo la cuerda del pequeño pozo y miró a Leo.
---Mi abuela es demasiado llamativa, además, de que siempre a practicado la herbología... Hace poco me enteré que practicaba lo de ser cura será porque había visitado un pueblo llamado Catemaco. ---Explico el mayor. ---Además... En el relato dicen el nombre de la cura será, yo no lo dije porque se me pasó. Pero, solo por eso lo supe.
---¿Cómo se llama tu abuela? ---Pregunto verdaderamente curioso.
---Soledad. ---Respondió el hacendado mientras comenzaba a sacar el agua del pozo. Leo dio una pequeña exclamación. --- Se que posiblemente haya más mujeres que se llamen así... Pero dime, ¿cuántas mujeres mulatas tienen el mismo nombre y practican el curandismo?
Leo lo pensó un poco y suelo le dio la razón al mayor. Era tan poco problable que hubiera otra mujer como la del relato, aunque se dio el beneficio de la duda en aquello.
Ya después de ayudar, y que el sol comenzaba a ocultarse, los López comenzaron a despedirse y agradecer la hospitalidad de los San Juan. Los cuales agradecieron por lo ocurrido más temprano ese día y vieron la carreta marchar por las calles.
Leo comenzó a ayudar a poner las canastas de pan para su venta, cuando se dio cuenta que no le había devuelto el listón al más alto. Sonrió levemente, ya después se lo devolvería.
---Oye Leo, ¿Me ayudas a atender hoy? ---Le preguntó la pelinegra a s amigo, el cual ensanchó su sonrisa y asintio. La fémina también sonrió y cuando Leo acabo de poner las canastas y se acercó al mostrador lo miro. ---¿Puedo preguntarte algo Leo?
---Claro Val, ¿de que se trata? ---La guanajuatense miró a San Juan unos momentos, desvió la mirada y luego miró a su amigo nuevamente.
---Mira, no quiero sonar grosera o algo así... ¿Pero, no se te hace que Manuel es algo... Raro? ---Pregunto ella, el castaño la miro unos momentos, como si pudiera que se explicará. Valentina suspiro. ---Es que... Cómo que siempre quería estar junto a ti ¿no crees?
---Somos amigos Val, tú y yo estábamos juntos a cualquier hora cuando llegaste, porque no nos habíamos visto en mucho tiempo también. ---Respondió Leo con una voz calmada, pero sin perder ese tono amable.
---Creo que eso es distinto Leo. Tú me estaban enseñando la zona porque era obvio que no conocía por aquí... Además... En un momento antes de que entrarán a comer, vi como se inclinaba hacia ti como si él...
---… ¿Como si él? ---Pregunto Leo, las mejillas de su amiga se pusieron coloradas, eso confundió más a Leo. Ella dejo salir otro suspiro.
---Mira, no lo tomes a mal Leo... Pero creo que Manuel tira para el otro lado. ---San Juan parpadeo y volteo a la entrada de la panadería para ver sino venía algún cliente. Nando le había explicado el como la gente podía referirse a las preferencias de Manuel.
---¿Hay algo de malo en eso? ---Pregunto nuevamente. Valentía se veía nerviosa.
---¿Algo malo? Leo... Eso no es normal, además... Parece que él está interesado en ti. ¿A ti no te incomoda eso? ---Cuestiono ahora ella. Leo la miro, ¿le incomodaba que Manuel pudiera interesarse en él? La verdad nunca había pensado en eso, además, él no creía que fuera del gusto del hacendado...
---La verdad es que no e notado nada raro en Manuel. ---Comentó, sabía lo que el hacendado era. Pero, no creía que el más alto tuviera interés en él, se lo había dicho, solo quería ser su amigo. ---Además, Val, él es mi amigo. El es igual que tú y yo.
---Sinceramente me sorprende que no notes lo raro que es... Se te acerca mucho y... ---Leo frunció el seño. Así que interrumpió a la chica.
---Mira Val, él no es raro... Y no creo que sea muy justo que digas algo sobre el sin conocerlo. Además, tú también tienes algo de rara. ---La chica exclamó por lo que el castaño dijo. ---Igual que yo tengo algo de raro.
---¿Y que hecho yo de raro? ¿Eh? ---Pregunto algo molesta la fémina. Leo la miro.
---Recuerda que cuando nos conocimos te hiciste pasar por un niño. ---Valentina exclamo enojada nuevamente.
---¡Eso es totalmente justificado! ¡Me estaba ocultado para que no me atraparan y poder ayudar a mi padre¡ ¡Cómo puedes decir que eso fue algo raro de mi parte Leonardo! ---Era la primera ves que lo llamaba por su nombre sin abreviarlo. ---¡El que tú hicieras del baño frente a mí es otra cosa! ¡Tu amigo es el que está mal, yo no!
El poblano se cruzó de brazos igual que la guanajuatense. Ambos se miraron con molestia, pero no pusieron hablar más en esos momentos porque habían llegado unos clientes.
Fue durante casi una hora que se habían dirigido la palabra solo para atender a los clientes, cuando el local estuvo vacío nuevamente, ambos se encontraba a un extremo del mostrador.
Leo miraba una canasta medio vacía de conchas de vainilla y chocolate, mientras que Valentina mira a la libreta de pedidos.
Leo tomo un pan de dulce y se acercó a su amiga.
---Disculpame Val, no era mi intención. Es que... Me molestó que hablaras mal de Manuel... Mira, si él llegara hablar mal de ti, yo también te defendería. ---Se disculpo mientras dejaba el pan en la barra frente a la chica, ella volteo a verlo y dio una pequeña sonrisa. ---Se muy bien. Que te hiciste pasar por un niño por lo de tu padre...
---Yo también lo lamento Leo. ---Comento ella con una voz suave. ---No es que hablara mal de él... Solo, que es extraño para mí... Entonces él si es...
La menor no termino de hablar, no quería iniciar alguna pelea nuevamente. Leo la miro. Desvió la mirada, no sabía que decir, aunque posiblemente su silencio ya hubiera dicho todo.
Solo suspiro.
---Dejemoslo así Val, no soy quien debería estar afirmando o negando cosas que no me corresponden. ---La fémina asintió levemente. Y tomo el pan que Leo había dejado cerca suyo. ---Te quiero Val...
Las mejillas de ambos se pusieron coloradas. Ella sonrió y bajo levemente la mirada.
---Yo también Leo. ---A tés de que ambos pusieran decirse algo más, la lluvia se había soltado de un momento a otro, algo que extraño a ambos adolescentes, no había indicios de lluvia más temprano, solo oyeron. Al sereno gritar qué eran las 8 de la noche.
----Ohayo Pérez
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