11. "Paz"
Amo dejarles dibujitos en los capítulos, no se ustedes, pero para mí Leo es un como un ángel por su alma pura y un demonio corrompido en su forma de charro jsjsjs (La pelota que tiene Leo en las manos, es como una pequeña copular donde están sus amigos y los puede proteger uwu)
Si quieren ver más o si les gusta el CH, siganme en instagram, mi usuario es Ohaypoerez72 uwu
Espero les haya gustado y ahora sí, el capítulo uwu
Voten, comenten, me ayudan mucho para que pueda seguir actualizando <3
Su mirada estaba medianamente perdida, su pecho dolía con una fuerza que sentía que podía romperse en cualquier momento, la vista ya la tenía nublada por las lágrimas que corrían por su rostro y que se mezclando con la lluvia que nuevamente cubría la cuidad de Puebla y alrededores.
Estaba sentado en una banca cerca de la iglesia la cual ya estaba vacía por el clima, pero que aún así estaba abierta por si alguien quería entrar, solo la débil luz de los candiles le hacían compañía además de la lluvia y el sentimiento amargo que lo cubría..
¿Por qué dolía tanto? Fue la pregunta más frecuente de Leo, no podía tener una respuesta clara para si mismo, porque aún se negaba a aceptar que enserio sentía algo por su... Amigo.
Y el hecho de pensar en Manuel solo incrementaba su llanto.
Trato de calmarse poco a poco y después de casi una hora bajo la lluvia lo logro.
La plaza pudo haber estado del todo desierta, pero, del otro lado de está se veía la vela del sereno. Miró su brazo izquierdo, ahora desnudo, después de casi más de dos semanas con el listo atado al brazo, le era raro ahora verlo sin el.
---¡¿Leo?! ---Llamaron con fuerza, el castaño levanto la mirada. Suspiro con pesadez, lo menos que quería, era pelear nuevamente. Se levantó y camino hacia Valentina, la cual estaba cubierta con una lona de cuero para evitar la lluvia, pero, aún así, igual estaba bastante mojada. ---¡¿Dónde has estado Leo?! Nando y yo te hemos estado buscando por horas.
---Val, yo no... ---A pesar de estar hablando casi en un hilo de voz, Valentina interrumpió al más alto, San Juan no lo había notado. Pero la guanajuatense no hablaba enojada o siquiera molesta, sino que en su tono había preocupación. Y cuando le dijo lo siguiente, Leo entendió porque.
---¡Leo! Es tu abuela... Se puso grave. ---Dijo ella. El nombrado sintió como el poquísimo calor que tenía su cuerpo se escapaba de él. ---¡Tienes que ir a la casa rápido, yo buscaré un padre!
Exclamo. Leo asintió levemente, para después salir corriendo a su casa. La chica entro en la iglesia, donde después de unos minutos, salió con el padre.
Valentina miró a un lado y luego el otro, necesitaba que el padre llegará rápido a casa de los San Juan.
Diviso casi entre la ligera oscuridad a cierto personaje, salió corriendo y se acercó.
---¡Manuel! ¿Puedo pedirte un favor? ---El hacendado la miro, no de mala manera, pero si de forma cansada. ---No es por mi, es para Nando y Leo.
El hacendado escucho de forma atenta la petición de la azebache, miró al madre a la lejanía y asintió. Ella agradeció al hacendado. Mientras que él padre y Manuel parecían volar por las calles de Puebla, Valentía corría lo que más podía.
La panadería estaba cerrada. Así que entro por la otra entrada, al llegar al segundo piso de la casa, encontró a Manuel recargado fuera de la habitación de Doña Toñita. La fémina se acercó y se quedó casi frente a él, pero estaba como a un lado, ella veía dentro de la habitación, aunque no veía mucho. Dionisia cubría más de lo que ella pudiera ver.
...
Apenas Valentía le había dicho eso, él corrió más de lo que sus piernas podían. Entro en su casa a tropezones y al llegar a la habitación de su abuela. Nando le sostenía una mano a su familiar, Leo se acercó rápidamente a ellos y después de secarse las manos en la sabana de la cama sostuvo la mano libre de la mujer que lo había terminado de criar.
Doña Toñita dio un pequeño salto, algo que hizo que Nando subiera la mirada, la mujer volteo a ver al menor de sus nietos.
---Estas frío... Leo. ---Le comentó en un hilo de voz, el menciono solo dio una débil sonrisa.
---Me agarro la lluvia... Por eso abue. ---La mujer le devolvió la pequeña sonrisa a su nieto y luego un ataque de tos que duró un poco, para caer en la cama nuevamente.
Ambos hermanos miraron a su segunda madre. Dionisia se limpio las lágrimas, los tres estaban rodeándola.
---Escuchen bien mis niños... ---Empezo hablar la mujer, a lo que ambos jóvenes la miraron verdadera atención. ---Lo quiero mucho, no saben cuan orgullosa me siento de ambos. Y, si Dios quiere que me vaya con él, me iré tranquila. Porque se que están en buenas manos.
Nando, mi niño más travieso. Se que tomarás buenas decisiones si llego a partir; Eres un buen muchacho, con el ego algo inflado, pero, eres alguien en la que la mayoría de veces se puede confiar. Te doy mi bendición, para cuando quieras casarte y, si quieres seguir con la panadería. Hazlo, sino, no habrá ningún problema.
Doña Toñita soltó la mano de Leo y dejo que Nando se acercara para darle su bendición, el cual, el mayor de los San Juan ya derramaba varias lágrimas que su pariente y su nana. La mujer soltó la mano de su nieto más grande y miró al castaño menor, justo en esos momentos, alguien llamo a la puerta, a lo que, Dionisia acompañada de Cuco fueron abrir.
---Leo, mi niño más valiente. ---Comenzó ella mientras tomaba las manos del menor. El cual se limpiaba el rostro con la manga de su camisa. ---Haz cambiado mucho en estos años que no te vimos, pero, quiero que sepas, que no debes sentir culpa alguna por haberte decidió ir. Es mas, si tienes la oportunidad de volverte a marchar, hazlo. No debes quedarte atado aquí Leo.
Tú no eres una persona a la cual se le pueda dejar en un lugar fijo, se puede notar que quieres explorar más haya de Puebla. Hazlo y no sientas culpa por eso. Mi niño, te doy mi bendición, para que te quedes con la persona que tú mas ames.
El poblano menor se acercó, mientras la mujer le persigna, el padre junto a Dionisia entraban en la habitación.
Los hermanos San Juan no se retiraron del lugar, ambos sabían el porque el padre ya estaba allí.
Leo había visto al médico a dos casas de distancia de la suya, era obvio que ese hombre ya había checado a su abuela. Solo era cuestión de tiempo.
---Dionisia, te los encargo mucho. Se que tú estarás ahí para ellos. ---Asintió doña Toñita a la mulata la cual suspiro entre llantos.
---Claro que si Doña Toñita, yo cuídate bien a estos chamacos. ---Y aunque le hubiera gustado decir algún chiste para calmar todo ese ambiente lugubre, no pudo.
---Niña Valentina, aunque no la conozco mucho. Le tengo aprecio y no se preocupe, que nadie va a correrla de este lugar. Cuídese mucho también.
La mencionada sonrió y agradeció desde la puerta, no había entrado en ningún momento, pero el lugar había estado en silencio como para que ella pudiera oír a la mujer . Desvió levemente la mirada, cuando vio al hacendado por fin marchar, en silencio, sin que nadie le detuviera.
Los cuatro junto al padre y doña Toñita, empezaron un rosario. Aunque los ataques de tos de la mujer se incrementaban en ocasiones. Los menores trataban de calmar a la mujer, pero era algo casi imposible, fue en uno de esos ataques de tos que Doña Toñita cayó nuevamente en la cama.
Pero está ves no se movió.
---¿Abuela? ---Llamaron ambos, doña Toñita tenía los ojos cerrados, se le veía calmada, como si ya se hubiera ido a dormir. ---¿A-abuela?
No solo Leo, sino Nando, se sintieron quebrar en esos momentos. Y no pudieron evitar llamar a gritos a la mujer para que no se movió en ningún momento, el llanto fue inminente. Leo lloró sobre el brazo de la mujer, mientras que Nando aún le pedía que se levantará.
---¡Por favor despierta! ---Exclamó el mayor de los San Juan. Su voz se oía tan quebrada en esos momentos. ---Por favor...
Pidió una ves más, pero se dio cuenta que era imposible. La mujer que los había criado desde que sus padres murieron ya no estaba con ellos. Mientras él padre decía algunas palabras entre el llanto de todos, Dionisia y Cuco se acercaron al castaño mayor, el cual se abrazo de su nana y comenzó a llorar. Valentina entre su llanto se acercó a Leo, y lo abrazo por la espalda, pues el muchacho seguía aferrado a su abuela.
La lluvia fue más fuerte esa noche o al menos eso les pareció a la familia San Juan.
....
La gente entraba y salia de la casa San Juan, la panadería se mantenía cerrada por el velorio que se presentaba en esta.
Nando se mantenía cerca del sencillo féretro, aceptando el pésame de la gente.
Leo, por su parte, se encontraba casi en una esquina, viendo a la gente acercarse a su abuela para despedirla. Tenía los ojos demasiado hinchados por tanto llorar, apenas se había logrado detener. Se sentía más vacío que de costumbre.
En ocasiones la gente también se le acercaba a darle el pésame, él no decía mucho, pero daba unas palabras amables por ello.
Valentía había tratado hablar con él, pero simplemente se sentía sin ganas. Así que la guanajuatense ayudo a Dionisia con el café y el pan que repartieron a la gente que iba a despedir a doña Toñita.
Levanto la mirada cuando la puerta se abrió nuevamente, abrió levemente los ojos al ver a la abuela del hacendado, está se acercó a Dionisia, la cual parecía hablar con la mulata. Leo se levantó de dónde estaba, había visto a entrar a Manuel, pero este se dirigió a la cocina, Leo pensó que para que la gente no lo viera y se hiciera un alboroto ahí mismo por su presencia.
¿La gente sería tan salvaje como para atacarlo en un velorio?
Camino con cuidado y acepto el pésame de la gente que se le acercaba; abrió la puerta de su cocina con cuidado, al hacerlo se encontró con el mayor, el cual tomaba un poco de café. Ambos se miraron por bastante segundos, Manuel dejo su taza en la mesa y se enderezó, pues estaba recargado en la barra de la cocina, la cual había sido cerrada para evitar que la gente entrara y solo fuera Dionisia o Valentina las que pasarán.
El castaño aún sostenía la puerta, cuando el mayor abrió los brazos levemente, Leo no lo pensó dos veces, cuando la soltó y corrió a los brazos del hacendado, llorando nuevamente, solo que en su pecho.
Manuel no dijo nada, solo acaricio el castaño cabello del menor, mientras lo abrazaba con algo de fuerza.
Ninguno de los dos supo cuánto tiempo estuvieron abrazados, pero Leo no se separó rápidamente, no quiera perder más gente nuevamente. Y que el hacendado estuviera ahí, lo reconfortaba, aunque no del todo. ¿Que sería de ellos cuando su abuela fuera enterrada? ¿Ya no se verían nunca más? ¿Se vería obligado a olvidarlo?
...
---¿Val, has visto a Leo? ---Pregunto Nando a la menor, la cual solo comento que lo vio entrar a la cocina. Nando suspiro con pesadez, encaminándose a dicho lugar. Antes de entrar, solo escucho un par de veces que reconoció casi de inmediato. Se medito unos momentos antes de entrar.
Cuando lo hizo, se encontró a Leo y a Manuel sentados en el piso de la cocina, el segundo nombrado aún abrazaba al menor, pero con un solo brazo, mientras que Leo que hace segundos miraba al piso, había levantado la mirada encontrandose con la de su hermano. ---Leo, ve... ¿Puedes, ir a ver a la abuela? En la mañana la llevaremos al campo santo.
El nombrado no dijo nada, pero si se levantó de dónde estaba. Miro unos momentos al azebache, el cual le había tomado la mano izquierda y le sonrió, como para darle un poco de apoyo. Leo devolvió una pequeña y triste sonrisa al hacendado, las manos de ambos se deslizaron suavemente hasta que se soltaron. Nando solo vio como su hermano se iba hacia la multitud nuevamente.
Manuel ya se había levantado de dónde estaba, ambos se miraron.
---Nando... ---El nombrado suspiro e interrumpió al mayor.
---Esta bien... No es como que vaya a decirte algo ahora. ---El mayor de los San Juan entro en la cocina, mientras la puerta se cerraba. ---Te diría, estoy molesto, te dije que debías ser discreto, pero... Se que lo fuiste.... Se que lo hiciste.
---¿Entonces? ---Preguntoel mayor mientras volvía a tomar su café, ahora frío, Nando se recargo del otro lado, junto a la estufa de leña y tomo un pan.
---Solo... Solo quería pedirte que sigas brindándole tu amistad a Leo. Creo que ya lo notaste, pero se ve demasiado afectado por la muerte de la abuela. Anoche, después de llamar al velorio. Leo pensó que ella se había puesto mal, por una discusión que tuvo con Valentina. ---Nando no comió del pan que había tomado, no podría tragarlo, tenía el mundo en la garganta aún por todo lo acontecido. ---Y aunque ya tratamos de decirle que esa no fue la razón, creo que aún siente culpa.
De alguna forma, la muerte afecta demasiado a Leo, se ve igual de afectado que cuando nuestros padres murieron y aunque él solo tenía tres años, no comió durante varios días y que parecía tenerle miedo a todo.
Manuel miraba con atención al mayor de los hermanos, el cual se rascaba la nuca con una mano.
---Y bueno, como siempre tartamudeaba, los amigos que tuvo fueron... Inexistentes y, siendo sinceros, yo tampoco ayude mucho para que los tuviera. ---Nando solo bajo la cabeza avergonzado, esperaba alguna queja de parte del mayor, pero este solo dijo.
---Cuidare de él. ---Los ojos castaños de Nando miraron a su contrario, el cual también lo miraba. Luego dio una sonrisa amarga mientras volteaba a otro lado donde Nando no lo viera. ---Aunque será un poco incómodo después de lo que pasó entre nosotros...
Murmuró para si mismo.
---¿Qué pasó ente ustedes? ---Pregunto Nando, Manuel solo se sintió nervioso, no pensó que lo hubiera oído.
---Algunos cosas... Por lo que la gente hizo. ---Medio explico el azebache. Nando no indago más, así que tomo su pan y salió de la cocina. Manuel solo se quedó ahí, pues el alborotar a la gente era lo que menos quería en esa situación.
...
Ya era de noche, la gente se había ido, más porque habían sido los mismos familiares que lo habían pedido. Valentina ayudaba a recoger a Dionisia, aunque se le veía algo sería. Tal ves porque Manuel se encontraba sentado junto a Leo, el cual ocupaba su hombro para recargarse, ambos estaba cerca del féretro, cuidándolo.
Nando había estado allí momentos atrás, pero se había ido a dar un baño, porque no había podido hacerlo por lo que había pasado con su abuela.
Leo dormitada, se encontraba muy cansado, habían sido tantas emociones en un dos días.
---¿Estás bien? ---Pregunto Manuel, a lo que Leo medio así tío. Podía mirar un poco del perfil de su abuela desde donde estaba.
---Creo que si... Solo un poco cansado... ---Contesto el menor, Manuel miró u la momentos a Leo y luego a la abuela de este. Suspiro.
---Deberias dormir un poco. ---Sugirió. Leo negó.
---No, me dijeron que es malo dormirse mientras se vela a un muerto. --- Comento, mientras daba un bostezó algo largo.
---Esta bien, yo la cuido. Además, ahorita baja Nando. Valentina, Dionisia y mi abuela fueron hacer café, duerme un poco o mañana no podrás estar de pie. ---Leo comento que no quería separarse de su abuela. Manuel pensó un poco y junto tres sillas para que el menor se acostara.
Leo se recostó en pierna de este, ocupando la de almohada. El mayor le había puesto su sarape encima en forma de cobija.
---Solo una hora. ---Comento, el hacendado asintió. Y comenzó acariciar el cabello de San Juan. El cual no tardó en caer en los brazos de morfeo.
Manuel solo miraba a la difunta, sin parar en acariciar el cabello de Leo, su abuela que se acercó para ver si no necesitaban nada, lo miro. Ambos se vieron unos segundos, para después a sentirse con la cabeza.
...
"Leo abrió los ojos, pero se tapo con su brazo el rostro, una luz blanca algo cegadora le había caído encima, cuando se acostumbro a ella, trato de enfocar su vista. Cuando lo logro, vio un gran pasillo blanco.
Dio una vuelta para observar que más había, pero, era totalmente blanco.
Dio una más y cuando llegó al mismo lugar, miró un marco muy grande, como si fuera de una puerta. Camino hacia ella, está tenía tres escalones.
---¿Que es este lugar? ---Se pregunto a si mismo, oyendo su propio eco. Cuando estuvo lo suficientemente cerca del marco, no vio su reflejo, más bien, logro ver a una mujer mayor del otro lado. ---¿Hola? Disculpe...
Llamo, la mujer volteo, Leo abrió los ojos a modo de sorpresa y una felicidad lo invadió. Era su abuela, la cual le sonreía y vestía de blanco, le recordó como cuando se encontró con su mamá.
No lo pensó dos veces y cruzó el marco, que del otro lado no había escaleras, se acercó a su segunda madre y la abrazo, está le correspondió el abrazo.
---Leo, hijo mío. ¿Qué te trae por aquí? ---Pregunto ella mientras acariciaba las mejillas de San Juan, se veía fuerte, tan llena de vida.
---¡Abuela! Te extraño tanto. ¿Que es este lugar. ---Ambos se sentaron en la banca.
---La verdad es que no lo sé. ---Respondió ella. Leo la miro. ---Pero se siente cálido, es un agradable lugar para conversar un poco.
---Me recuerdas a cuando me encontré con mi mamá. ---Leo miraba el lugar, tan blanco, tan pulcro. ¿Acaso sería el cielo? ¿O el más allá? Se preguntó, pero dejo De hacerse esas preguntas y comenzó hablar con su abuela. Hablaron de sus viajes, de lo que ella y Nando hicieron en si ausencia.
---No te sientas culpable Leo. Nadie te culpa por haberte ido. ---Le dijo en un tono de voz comprensible, Leo dio una pequeña sonrisa, sintiendo la mano de su abuela acariciándole la mejilla. ---Es más, aunque Nando no lo diga, ambos estábamos felices de que fueras, claro, estábamos preocupados, pero siempre teníamos fe de que volverías.
---Gracias abuela. ---Contesto si cero San Juan. Leo bajo la mirada y suspiro. La mujer le pregunto si algo de más ocurría, Leo tomo aire y le contó lo que había pasado el mismo día de su fallecimiento, pero con Manuel. ---Sentí que me quebraba... Y... Dolía tanto. Me alegra que él no se haya ido, me... Me siento a gusto con su compañía.
Doña Toñita sonreía con amabilidad. Sostenía las manos de su nieto y las envolvía con las suyas. Tal ves en ese lugar Leo no lo notaba, pero la mujer podía ver un ligero color rojo en su rostro.
---¿Sientes algo por él, Leo? ---Pregunto ella, el nombrado la miro.
---No lo se. ---Se sincero, doña Toñita no borraba esa sonrisa de su rostro. ---¿Está mal si lo hago?
---Claro que no mi niño. Te dije que eras alguien muy bueno, que sientas algo más allá de la amistad con tu amigo no te convierte en una mala persona.
Leo, recuerda mi bendición, a mí no me importa si te quedas con Valentina o con Manuel o con la persona que tú quieras. Mientras esa persona te ame y tú a ella, yo estaré feliz de verte feliz. ---La mujer beso las manos del castaño. El cual se acercó a su abuela y la abrazo. ---Se que tú hermano es un poco cabeza dura. Pero, dale tiempo, recuerda, que aunque no es algo común, se que te terminará aceptando como eres.
Antes de que Leo pudiera decir algo, doña Toñita se levantó de la banca. El menor de los San Juan la miro, está beso su frente.
---Sigue siendo bueno Leo, es momento de irme. Por favor, come bien y no te pongas triste con mi partida, yo los estaré cuidando desde donde esté. Te quiero mucho y a Nando también. ---El primer mencionado ya no dijo nada, sintió sus manos deslizarse por las de su abuela, la cual, no cruzó el mismo umbral por el cual él había entrado, sino uno más brillante todavía.
---Yo también te quiero abuela."
Cuando el castaño menor abrió nuevamente los ojos, ya era de mañana, se levantó con ayuda de uno de sus codos y con la otra se tallo un ojo. Cuando su vista se enfocó, su abuela seguía en el féretro, Nando estaba del otro lado de la habitación con una taza de café en las manos.
La pesadez que lo había embargado desde que Manuel se había despedido de él en el monte ya no estaba.
Cuando volteo a verlo, este tambien tenía una taza de café en la mano libre.
---Hasta que despiertas chisguete. ---Le comentó Nando, no se oía molesto. ---Ya casi es hora de ir al panteón, ve a cambiarte.
Leo asintió y vio a Valentina igual dormida junto a Dionisia. Leo se levantó y recogió el sarape que se había caído cuando se sentó. Y aunque le parecía extraño la calma que ahora sentía cuando se acercó a su abuela, está también se veía más calmada que la noche anterior.
Suspiro y dio una pequeña sonrisa, había sido el sueño más agradable de los últimos días.
---Descansa abue. ---Le susurro Leo y beso si frente. ---Yo también te quiero y gracias por todo.
----Ohayo Pérez
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