Mayo

   Estaba cada vez más cansado de mi trabajo. Lo que había empezado como un sueño para mí, acabó volviéndose una pesadilla. Ya no quería estar cerca de Melody y tampoco confiaba en mi grupo de chefs, que nunca hablaban.

   Para mí todo llegó a su fin aquella fatídica noche de mayo, cuando vino Chucky Dourif al restaurante. Charlie “Chucky” Dourif era canoso y se había dejado la barba. Tenía una pequeña cicatriz en una de sus mejillas y vestía de blanco. Era uno de esos jefes del crimen que normalmente van acompañados a todas partes y es preferible no meterse con ellos.

   Pero esa noche Chucky no llevó compañía. Ni siquiera su ahijado fue con él. Yo honestamente desconocía si Melody saldría con alguna extraña maldad esta vez. Aunque, siendo sincero, algo en mí lo esperaba. 
   Chucky pidió lentejas con filete de carnero, que afortunadamente teníamos. Y el huevo milenario, que era una tradición en la comida japonesa. Melody se lo llevó cuando ya los chefs lo tenían preparado. Esperé durante mucho rato a que Chucky muriera por algún veneno que ella hubiera echado. Una vez muerto, lo más probable era que Melody lo violara en la mesa de la cocina. Ese recuerdo me trajo escalofríos y repudio a la vez.

   Nuestro invitado comió gustosamente. Y yo me llevé un alivio inmenso cuando se acabó el plato de comida sin terminar en el piso. Traté de mantener la calma respecto a todo lo que ocurría. Entonces le llevaron el huevo milenario. 

   Al principio lo comió tranquilamente, pero al cabo de un rato, empezó a toser. Yo supe que el alivio que tuve desaparecería enseguida. Chucky se levantó de su silla y no solo empezó a vomitar por todos lados, se orinó en los pantalones y se cagó encima. Nunca en mi vida he visto semejante reacción ante un veneno. Los ojos se le tornaron rojos y le comenzaron a chorrear sangre. Su cara horrorizada adquirió un color rojo vivo y se esforzaba por respirar. Cayó desplomado en el piso. El hedor que desprendía era insoportable.

   No le di más vueltas al asunto. El culpable fue el huevo milenario, pero nunca había visto una reacción así. Debía de ser un huevo tóxico, de alguna especie desconocida. Me llevé el brazo a la boca, tratando de cubrirme de la peste. Me harté de todo aquello.

   Confronté a Melody de una vez. Ya no podía aguantar más esa tortura. Era un asesino, sí, pero prefería ir a la horca antes de continuar en aquel restaurante infernal. Ella no se inmutó.
Simplemente escuché una voz conocida detrás de mí. Me volteé y descubrí con asombro que era Haken en carne y hueso.

   Debo admitir que no terminó siendo como lo imaginé. Su rostro demacrado y con cuencas en los ojos llevaba una barba castaña. Me miró sombríamente y empezó a hablar. Sus palabras resonaban en mi cabeza como un eco.

   Me decía la manera en que le había fallado como su sucesor, que los humanos le éramos de lo más predecibles, que no pude ni hacerme cargo de mis errores y afrontarlos, que no pude ver las cosas como de verdad eran: “La clave para el éxito”. Miré a mi alrededor, los chefs y Melody estaban en fila, alineados unos con otros y sin decir alguna palabra.

   Sonaron sirenas por la calle y pensé, con horror, que alguien había llamado a la policía. No sabía qué hacer. Estaba muy asustado y confundido. Haken, en cambio, me miraba sonriendo. Solo me quedaba una opción. Me dirigí rápidamente hacia él y lo tumbé al suelo, presionando sus manos sobre su cuello. Nada cambiaba en su expresión. Se rió como si nada y cuando levanté la vista, dos policías dispararon contra mí.

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