Febrero
A la semana de yo llegar, Haken decidió retirarse del mundo de la cocina, dejándome a mí como su sucesor. Yo esperé que fuera una equivocación, algún error o broma, ya que estaba lejos de considerarme calificado para semejantes responsabilidades. En su lugar, sugerí a Melody para ocupar el cargo. Ambos se negaron, dejándome a mí con esa ocupación.
Por alguna razón, la fuente de alimentos que proveyó al restaurante durante mi estancia dejó de traernos comida. La popularidad del restaurante decayó pronto. Como chef ejecutivo, no sabía qué hacer. Decidí que utilizaríamos lo que nos quedara antes de tomar una decisión. Solo nos quedaba un par de carnes con “aspecto anfibio y plumas”. Los mandé a cocinar y probé un poco. Sabía a carne de puerco. Hice que les echaran colorante y algo más de sal.
Nos quedamos sin comida una noche y era urgente conseguir más. Todos los chefs volvieron a sus casas, quedándome solo y tratando de pensar en qué podía hacer. Entonces, cuando me fui, un hombre enmascarado sacó una navaja y me ordenó que le diera todo el dinero. Antes de que pudiera decir algo, se abalanzó sobre mí. Traté de defenderme forcejeando, pero cuando me di cuenta, había apuñalado al hombre con su propia navaja.
Dejé el lugar, asustado por lo que ocurrió. Rápidamente fui a casa de Melody y decirle lo que había ocurrido. Cuando regresamos, el cadáver seguía tendido en el piso, cubierto de sangre. Melody hizo que lo entráramos al restaurante. Allí, me recomendó el meterlo en la moledora y servirlo como parte del plato del día siguiente. Yo la miré, horrorizado y esperando que fuera una broma. Le dije que no podía, que ni en un millón de años podría hacer semejante locura.
Me miró entonces de manera sombría. Había algo en sus ojos, algo malvado, que a día de hoy sigo sin comprender. Fue como una luz fugaz que se asomó de repente. Enseguida, sin comprenderlo aún meses después, obedecí como un niño asustado. Me dije a mí mismo que estaba mal, que no debía hacerlo, pero otra me decía que era necesario para el restaurante.
Lo hice entonces. Lo metí en la moledora y cuando llegaron al día siguiente el resto de los chefs, no hicieron pregunta alguna. Me sentí mejor, la verdad, cuando no me cuestionaron su procedencia.
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