capitulo 6.

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El mercado de la aldea bullía con actividad. Sukuna, el Jinchuriki del Kyuubi, caminaba entre los puestos, su mirada penetrante escrutando a los aldeanos. Los comerciantes lo miraban con recelo, sus expresiones oscilando entre el miedo y la hostilidad. Sukuna no era bienvenido aquí, y lo sabía.

Sukuna se detuvo frente a un puesto de frutas. La anciana vendedora lo miró con desdén. "¿Qué quieres, monstruo?", gruñó. "No tengo tiempo para atender a un demonio como tú".

La ira ardió en el pecho de Sukuna. ¿Cómo se atrevían? Él, que había sido un rey maldito, ahora era tratado como un paria. Sus puños se cerraron con fuerza. "Dame las manzanas", dijo con voz gélida. La anciana tembló, pero obedeció.

Esa misma  noche, una turba de aldeanos se reunió en las sombras. Antorchas en mano, sus rostros retorcidos por el odio, avanzaron hacia la casa donde Sukuna se alojaba. Algunos eran padres cuyos hijos habían oído historias sobre el Kyuubi y ahora lo veían como una amenaza.

Los ninjas también se unieron a la turba. "Es nuestro deber proteger la aldea", murmuró uno de ellos. "Incluso si eso significa matar al Jinchuriki".

Sukuna salió al encuentro de la turba. "¿Creen que pueden matarme?", rugió. "Soy Sukuna, el Rey de las Maldiciones. No soy un simple zorro demonio".

Los aldeanos atacaron con palos y piedras. Sukuna esquivó sus golpes, su ira alimentando su fuerza. Pero algo cambió. En medio del caos, sintió una conexión con su energía maldita. Eso realmente le sorprendió después de renacer en ate mundo no era capaz de ver ni sentir a las maldiciones. Sukuna sonrió extasiado en su pequeño cuerpo "comience la carnicería, aprieten los dientes basura"

Sukuna canalizó su energía. Las llamas malditas danzaron a su alrededor, incinerando a los atacantes. Los ninjas retrocedieron, sorprendidos. Sukuna sonrió con malicia. "¿Aún creen que soy el Kyuubi?", preguntó. "No soy su bestia mitológica. Soy su peor pesadilla".

La oscuridad de la noche se tragó los gritos y las llamas. Los aldeanos y los ninjas que se atrevieron a enfrentar a Sukuna quedaron reducidos a cenizas, sus cuerpos desvanecidos en la brisa nocturna. No quedaba rastro de su odio ni de su miedo. Solo el silencio y la promesa de venganza flotaban en el aire.

Sukuna, con su energía maldita aún danzando a su alrededor, se adentró en las sombras. No había testigos, no había pruebas. Solo él y su sed de poder. Pero algo había cambiado. La conexión con su energía maldita le había dado una nueva perspectiva. ¿Qué más podía hacer en este mundo desconocido?

La noche se volvió más densa, y Sukuna se perdió entre los callejones oscuros. Nadie sabía lo que había ocurrido, pero todos sentirían las consecuencias. La aldea había subestimado al Rey de las Maldiciones, y ahora pagarían el precio

**Continuará**

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