Capítulo 3
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Los meses pasaron como un lento goteo de veneno. Sukuna, atrapado en un cuerpo que no podía cuidarse solo, observaba con ira helada cómo las cuidadoras del orfanato hacían lo mínimo por él. Sus ojos carmesíes seguían cada movimiento, cada gesto de desdén. Las mujeres murmuraban entre sí, temerosas de acercarse demasiado al niño de cabello rojizo.
Sukuna, en su cuna, extendió una mano diminuta hacia el juguete que colgaba sobre él. Las cuidadoras se alejaron, como si temieran que su simple contacto pudiera desatar la furia del Nueve Colas. Pero Sukuna no lloró. No necesitaba consuelo y obviamente era el jodido rey de las maldiciones. Solo recordó sus promesas internas: no olvidaría a nadie que hubiera ido contra él.
Los años pasaron lentamente. A los tres, el orfanato ya no lo quería. El odio que ocultaba el miedo contra el Kyuubi siempre estaba presente. Los niños lo señalaban, los adultos lo evitaban. Sukuna, sin embargo, nunca permitió que ninguno de ellos se hiciera de las suyas. Si alguien se atrevía a burlarse o a intentar lastimarlo, su mirada helada bastaba para detenerlos en seco.
El Hokage, Hiruzen Sarutobi, finalmente encontró a Sukuna. El anciano sabio, con sus ojos cansados pero perspicaces, tomó una decisión. Le dió a Sukuna un departamento modesto en las afueras de la aldea. Una manutención mensual aseguraba su supervivencia. Sukuna, por supuesto, no le agradaba nadie en esta aldea. Pero al menos una pequeñísima parte de él estaba agradecida de tener su propio lugar.
Era modesto pero funcional. Se encuentra en las afueras de la aldea, en una zona tranquila. El espacio es pequeño, con una sala de estar, una cocina básica un dormitorio y un baño. Las paredes son de color neutro, y las ventanas permiten que entre la luz natural. Aunque no es lujoso, es un lugar donde Sukuna puede vivir solo y mantener su privacidad.
Y así, en ese departamento frío y vacío, Sukuna esperó. Esperó a que los años pasaran rápido, a que su cuerpo creciera lo suficiente para liberar su verdadero poder. La venganza ardía en su interior, pero también la determinación. No olvidaría a nadie que hubiera cruzado su camino. Y cuando llegara el momento, el mundo temblaría ante Ryoumen Sukuna.
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*Continuará...*
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