Capítulo 19
-No sé cómo decirlo- dijo el príncipe- se siente muy raro, llevo muchos siglos cósmicos encerrado en esa constelación.
-Ahora todo esta bien, ya eres libre- dijo Anquises conteniendo las lágrimas, sin poder decir nada más.
Ganímedes se sentó en el suelo de la azotea y respiro profundamente, además de guardar silencio por un buen rato, sólo mirando el horizonte y pensando.
-Bueno Anquises- dijo Afrodita- Ahora que ya Ganímedes ha sido liberado, podréis salvaros, pero nosotros debemos irnos.
-¿Pensáis salvar a la Madre Monster Galáctica de su prisión en el centro de la Vía Láctea?- La voz de Ganímedes se hizo eco al formular la pregunta.
-Así es, este Sistema Solar esta desolado y los pocos planetas que aún tienen vida podrían morir si la Madre Monster Galáctica no retoma su función en las fronteras de la galaxia. Mi despertar le devolvió la vida al planeta Venus, pero no fue suficiente para los demás.
-Entiendo, pero por favor, que sea lo más pronto posible porque de lo contrario, no volveré a verle.- Sus ojos se llenaron de lágrimas.
-Tienes mi palabra.
Sin más que decir bajaron todos por la trampilla hasta llegar al pasillo de las puertas y luego, la escalera. Debían llegar a la crípta del castillo cuanto antes para poder acceder a la puerta, que les serviría de atajo para llegar a la Sagitario A.
Atenea sacó el mapa del palacio y les señaló la dirección que había que seguir desde el salón de entrada. Salimos corriendo hacia la derecha y entramos en otro pasillo muy similar al de hace un rato, en este también habían muchas puertas, pero era angosto y sólo se podía ir en fila india.
Estuvieron como treinta minutos recorriendo el pasillo hasta que llegaron al final, dónde también había una pequeña puerta.
-Tras esta puerta se encuentra la cripta del castillo, ¿estáis todos listos?- dijo Atenea con voz queda.
Todos asentimos mientras Atenea abría la puerta y cruzaba el umbral, más atrás cruzamos nosotros, uno por uno, hasta encontrarnos en un pequeño salón muy lúgubre que llevaba a unas escaleras de bajada.
-Cómo se nota que estamos entrando en el salón de las tumbas- replicó Psique en un tono bastante temeroso.
-Oye mira el lado bueno- le animó Eros.
-¿Por qué? ¿Tiene un lado bueno?
-Sí, podría ser peor- adorno la frase con la más brillante de sus sonrisas, pero solo consiguió que lo asesinaran con la mirada y maldijeran por lo bajo.
-Por favor calmaos- dijo Atenea en tono cansado- Sí es cierto que esto es una cripta, pero no son cadáveres de fallecidos lo que sepulta aquí. Aquí se encuentran sellados los Grimorios Prohibidos y también La Guadaña del Apocalipsis, usada por El Guardián del Silencio para destruir todo con el único propósito de iniciar una nueva historia.
Atenea comenzó a descender las escaleras y los demás la siguieron, pero era más que ovio que su curiosidad aún no estaba satisfecha por lo que Afrodita fue la primera en hablar.
-¿Qué son Los Grimorios Prohibidos? ¿Y por qué el arma de Ares está aquí?
-¿Qué no es ovio? Este lugar es la tumba de los sortilegios y objetos con poderes, como la Oz de Ares, es para aislarlos de toda la vía láctea y nadie pueda volverlos a usar. Los grimorios prohibidos son un conjunto de libros ocultistas de tres volúmenes: usados por Gea, Rea y Hera para maldecir a Urano, Cronos y Ganímedes; claro que estos dos últimos fueron liberados y las claves para ello también se encuentran sepultadas aquí.
Todos continuaron caminando y el resto del trayecto fue silencioso, pues más nadie le surgió duda alguna sobre esa cripta, era evidente cuál era su función.
-Lo que a mi no me cuadra es el hecho de que aquí no halla ningún guardia o maldición que resguarde este sitio- dijo Afrodita pensativa.
-Eso es porque el mensajero de la muerte era el encargado de proteger este lugar, el ser más temido por toda raza viviente en el universo, pero el también desapareció cuando este planeta quedó deshabitado- explicó la diosa de la sabiduría con voz queda.
-Quiero que miren esto- volvió a decir mientas se detenía frente a algo que parecía una lápida- Aquí yace el último manifiesto, pronunciado por La Madre Monster Galáctica tras el ataque del Guardián del Slencio.
Todos se acercaron para ver la lápida de mármol, que contenía el manifiesto esculpido con sumo cuidado. Era asombroso como cada detalle del mismo había sido muy bien cuidado, Afrodita fue a tocarla, pero Atenea no la dejó pues el poder de esas palabras aun continuaba existiendo en lo más profundo de esa tablilla.
Atenea desvió su vista, luego, en dirección al fondo de la habitación y allí, como una sombra olvidada por las arenas del tiempo, estaba la puerta que andaban buscando.
-Hemos llegado a nuestro destino- dijo la diosa en voz baja- Ahí está la puerta que nos llevará a la Sagitario A estrella.
-Hay algo que aun no me cuadra- dijo Afrodita volteándose para mirar en la misma dirección que su hermana- Si esta cripta es la tumba de toda la magia y objetos galácticos poderosos, olvidados en el tiempo para que nadie los pueda volver a usar, ¿qué hace esa puerta aquí?
-Porque esa era la antigua puerta del tiempo- todos la miraron sorprendidos- El umbral del espacio-tiempo se encontraba justo en esta habitación. Rea, la esposa de Cronos, era quien la custodiaba, pero después de que Zeus lo encerrara en el Averno del Castillo del Inframundo y este planeta se convirtiera en el Planeta de la Destrucción, la puerta perdió su función hasta que Cronos recibió el perdón por parte de Zeus y lo pusiera a gobernar en el umbral del tiempo, pero desde el propio planeta Plutón. Entonces esta puerta se volvió un recuerdo olvidado en esta cripta hasta que la Madre Monster Galáctica le concedió el don de ser el atajo que conduciría a la Sagitario A. Al parecer ya tenía el presentimiento de que algún día la necesitaríamos.
Dicho esto, se encaminó hasta la puerta, puso la mano en el picaporte, suspiró y luego la abrió. De pronto toda la habitación quedó iluminada por una luz que parecía venir del otro lado de la puerta, miró a los demás y luego la cruzó, Afrodita no perdió el tiempo y cruzó tras ella seguida por Eros y Psique, los cuales se asustaron al sentir como el suelo debajo de ellos se desvanecía para toparse con el vacío.
-Estamos flotando en el aire- balbuceó Psique para luego mirar a su alrededor y darse cuenta de que estaban en el centro de un remolino de estrellas gigantesco y muy brillante.
-¿Este es el centro de la Vía Láctea?- pregunto Afrodita, embelesada por el espectáculo de estrellas tan hermoso.
-Sí- le respondió Atenea.
-¿Pero dónde está la Estrella Sagitario A*?- quiso saber Eros.
-Hacia Abajo- dijo la diosa de la sabiduría mientras señalaba un punto luminoso en el nivel medio del remolino.
-Perdonen que lo diga, pero...- dijo Afrodita desconcertada- ¿cómo llegaremos ahí? Porque lo único que hacemos aquí es flotar por inercia, sin movernos.
-Sólo abre las alas y bátelas con orgullo, ellas te harán llegar hasta ahí.
-¿Alas? Sí ya, y yo soy la Princesa Serenity del Milenio de Plata en la Luna y Eros es mi Guardian protector, procedente del Planeta Venus- se burló Psique.
A Afrodita le hizo muchísima gracia la comparación usada por Psique para burlarse de Atenea, es una lástima que a esta no le halla hecho mucha gracia, lo bueno es que su paciencia es grande y esperó a que todos se terminaran de reír para explicar lo que acababa de decir.
-Escuchad muy bien, estamos en el centro mismo de la Vía Láctea, el lugar dónde se originan todas las estrellas y seres de la galaxia, estar aquí representa el comienzo desde cero ya que estamos en nuestros orígenes, ósea que tenemos alas para movernos.
-Atenea eso es ridículo.
-Que no es ridículo Afrodita, todos los seres que nacen aquí poseen alas para viajar por la vía láctea hasta encontrar su lugar, es entonces cuando estas desaparecen, pero al volver aquí reaparecen y si no me creéis, mirad a vuestra espalda.
Todos miraron su espalda y acto seguido perdieron el habla, excepto Eros que siempre ha tenido alas, al contemplar las alas que salían de sus espaldas, las alas eran grandes y recubiertas de plumas blancas como las alas de los arcángeles, además de ser muy fuertes.
Sin más preámbulos, todos batieron sus alas y comenzaron a descender rumbo al resplandor de la estrella A*, cuando entraron a el fueron cegados unos instantes hasta que el brillo comenzó a disminuir pudieron observar donde estaban. Resulta que, sin darse cuenta habían entrado a la estrella formando un círculo y aún seguían así, todo el lugar era muy blanco y de el piso del centro se podían ver estrellas emergiendo constantemente para después sumarse al remolino grande de estrellas de afuera y así, iniciar su viaje por todo el camino estelar de la Vía Láctea.
Justo encima, a unos metros del suelo del centro, se podía observar una estructura de algo que parecía ¿hielo? La verdad era insólito encontrar hielo en ese lugar pero, al observarlo mas de cerca pudieron ver que tenía la forma de una mujer y no cualquier mujer, ya que al mirar en su interior pudieron reconocerla.
-¡MADRE MONTER GALACTICA!- Exclamaron todos al unísono.
-Tenemos que sacarla de ahí- dijo Psique.
-Sí, pero ¿cómo?- le respondió Eros.
-Debemos llevárnosla de este lugar- concluyó Atenea- Nuestras alas son fuertes y la ausencia de gravedad nos ayudará.
Entre todos se acercaron a la Madre Monter y, agarrándola fuerte, comenzaron a tirar de ella para sacarla de ahí. Cómo Atenea les había dicho, la falta de gravedad les facilitó el trabajo de levantarla sin mucha fuerza y después con la ayuda de sus alas lograron llegar con ella en brazos hasta la puerta que llevaba a la cripta del castillo de Saturno.
Los primeros en cruzar el umbral fueron Eros y Psique dónde sostuvieron fuerte a la Madre Monster para arrastrarla hacia el interior del castillo, ayudados por Afrodita y Atenea que la empujaban desde el otro lado; cuándo por fin habían logrado traerla al interior de la cripta, Atenea y Afrodita también cruzaron el umbral para después cerrar la puerta tras sí. Ya de regreso en el castillo de Saturno, sus alas desaparecieron a excepción de Eros.
-¡La estructura de hielo que la cubría ha desaparecido!- Exclamó Pique, siendo el primero en percatarse.
-Así es- le respondió Atenea- La estructura de hielo era para protegerla del medio, pero ahora que la sacamos de allí no era necesario que esta la siguiera cubriendo. Ahora lo que debemos hacer es despertarla para que todo pueda volver a la normalidad.
-¿Cómo lo haremos?- quiso saber Afrodita.
-Tú deberás sostener su mano, yo sostendré la otra, mientras Eros le besa la frente y Psique en los labios.
-¿Y por qué yo en los labios?- sus mejillas estaban coloradas por la vergüenza.
-Porque eres el ser con el corazón más puro de nosotros y además, tú eres la personificación misma del alma, sólo tu aliento puede devolverle la vida por completo. Los demás solo debemos mostrarle amor mientras tu te encargas de traerla de vuelta con nosotros, ella necesita sentir que tiene un motivo fuerte por el cuál volver.
Psique asintió e hizo lo que se le pidió, mientras Atenea y Afrodita sostenían ambas manos de la Madre Monster, y Eros besaba su frente, él la besaba en los labios. Cuando Psique termino de besarla, la Madre Monster inspiró de una manera muy brusca y profunda mientras abría lo ojos cómo platos, luego al expirar los volvió a cerrar y luego tosió un poco, para finalmente abrir sus ojos.
Al abrir sus ojos miró a su alrededor y lo que vio la conmovió tanto que comenzó a llorar, eran sus queridas hermanas y su sobrino, que al fin habían venido por ella, el hecho de pensarlo la colmaba de felicidad y emoción.
-Gea, al fin te encontramos- dijo Afrodita conteniendo las lágrimas.
-Oh hermana, creí que no te volveríamos a ver- agregó Atenea, rompiendo a llorar.
-No seáis tan tontas, yo no puedo desaparecer tan fácilmente- dijo la Madre Monster mientras se incorporaba para después abrazar a sus hermanas con un llanto de felicidad- Al fin estamos juntas otra vez y todo volverá a ser como antes.
Eros y Psique se miraron mutuamente, felices y satisfechos porque su búsqueda al fin se había terminado. La galaxia al fin estaba a salvo, la Madre Monster había vuelto y la vida finalmente volvería a los planetas que aún yacían inhóspitos, incluido Saturo.
FIN
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