Capítulo 18
Nadie quería ir a Saturno, pero definitivamente estaban tan abrumados con toda la situación que ni siquiera se atrevieron a protestar. Salieron de la biblioteca de Atenea y, de regreso en el Santuario de los Planetas, abordaron el Rocket que los llevaría directo a su destino, la única que parecía sentir un poco de emoción era Afrodita, después de todo, se era el hogar del hombre que tanto había amado.
-Toda esta situación me hace recordar la canción que escribí cuando aun me veía con Ares- dijo la Diosa del Amor- Esa canción es muy parecida a la de una de las cantantes que mas admiré el tiempo que viví en la tierra, Lady Gaga. La de ella se llamaba Venus, estaba en su álbum ARTPOP, nunca supe por qué esa canción me resultaba tan familiar, ahora entiendo el por qué.
-¿Tienes ganas de cantarla, eh mamá?- Ella le asintió a su hijo- Pues adelante, cantala.
Afrodita cerro sus ojos mientras recordaba la letra de la canción, y suspirando comenzó a cantar:
When you touch me, I die
just a little inside.
I wonder if this could be love,
This could be love.
'Couse you out of this world,
Galaxy, space and time.
I wonder if this could be love,
This could be looooove.
(Goddes of Loooooove)
Venus.
Lágrimas rodaron por los ojos de Afrodita cundo terminó de entonar esas líneas, esa parte de la canción le traía a la memoria el recuerdo de su amado sin rostro. Se las secó rápidamente y miró a su alrededor, el Rocket estaba a punto de descender a tierra, ya habían llegado a Saturo.
-Hermana ya habrá tiempo de aplaudirte por tu interpretación musical, pero ahora mismo debemos concentrarnos pues hemos llegado a los terrenos saturnianos- dijo Atenea mientras miraba el panorama del planeta para orientarse- Aterrizaremos allí, en los Montes Cronida, ¿estáis listos?
Todos asintieron al unísono mientras sentían como la cabina tocaba suelo lentamente hasta detenerse, justo en el lugar que Atenea había señalado. Todo a su alrededor estaba oscuro y el único sonido que se escuchaba era el del viento soplando por el lugar. En el cielo solo se veían las estrellas y los doscientos satélites naturales que poseía el planeta.
-Saturno, este lugar me pone los pelos de punta- dijo Psique muy asustado.
-Tranquilo mi amor, no permitiré que nada te haga daño- agregó Eros mientras besaba su mejilla desde atrás.
-Valor príncipe de Libra- la voz de la diosa de la sabiduría sonaba muy apacible- Puede que este planeta impresione a causa de su abandono, pero os puedo asegurar que, en otra época, este solía ser el planeta más próspero del Sistema Solar Externo. Según dicen Las Crónicas Estelares, su prosperidad rivalizaba con el mismísimo Planeta Azul, aunque la belleza de este siempre fue incomparable.
Mientras los demás charlaban, Afrodita no podía dejar de mirar a su alrededor sintiendo una fuerte melancolía, mezclada con nostalgia. La verdad era que esos parajes le recordaban mucho a su amante sin rostro, las veces que se vieron ahí y todas las promesas de amor que, mutuamente, se hacían día tras día.
-Este lugar...- dijo la diosa con lágrimas en sus ojos- Me hace sentir tan triste, es como si todas las promesas que Ares y yo nos hicimos aún estuvieran vivas, resonando en el aire. La melancolía no deja de inundar mi pecho, siento una gran nostalgia.
-Son los efectos de este planeta, querida hermana. Saturno no es solo el planeta del tiempo, en la astrología su significado es completamente diferente.
-¿Qué quieres decir?
-Qué este planeta también es el planeta de la nostalgia y la melancolía. Por eso te sientes así, pues tu pasado no solo estuvo relacionado con este lugar, si no que también terminó de una manera trágica. Debes aprender a sobrellevarlo, tú eres muy fuerte, no permitas que la adversidad acabe contigo.
Afrodita asintió mientras se secaba las lágrimas, la verdad era que Atenea tenía razón, si quería reunirse con él, no podía dejarse vencer por el dolor. Sin más dudas descendieron de la cabina y se dirigieron al Castillo del Cambo, el cual se encontraba justo en frente de ellos. Su fachada era grisácea y con un deterioro muy notorio, la puerta se veía corroída por los años y el mármol de la entrada estaban rayados.
-Se ve que nadie ha estado aquí al menos en el último milenio cósmico- Comentó Psique.
-Eso es ridículo, si fuera así aquí no quedaría nada- dijo Eros con un claro tono de escepticismo, pero Atenea ya les tenía una respuesta preparada.
-Cierto mi querido sobrino, si hubiese pasado un milenio cósmico cualquier castillo abandonado dejaría de existir, pero El Castillo del Cambio es la excepción de la regla. Su existencia está estrechamente relacionada con el tiempo, mientras este fluya, el castillo existirá no importa que Saturno ahora sea un frio planeta abandonado.
-En el tiempo que Ares y yo solíamos vernos a escondidas, me trajo a este castillo una vez, sin embargo, su apariencia era muy distinta a la que tiene ahora. Por aquel entonces parecía un castillo oscuro y tenebroso, ahora parece un lugar inhóspito y abandonado.
-Eso es porque su apariencia cambia de acuerdo a su cuidador o la era en la que se encuentre, por aquel entonces estaba habitado por el Guardián del Silencio, es normal que conservara esa apariencia, ahora está vacío.
Eros, Psique y Afrodita estaban expectantes ante la explicación que les había dado Atenea, al parecer el castillo poseía vida propia y cambiaba de acuerdo a su situación, no era en vano que se hacía llamar Castillo del Cambio.
Durante unos breves minutos todos observaron la fortaleza ante ellos en silencio, hasta que Atenea se dispuso a abrir la puerta para entrar seguida por los demás, pero unas voces masculinas los hicieron detenerse antes de que pudieran hacerlo.
-Alto en el nombre de Acuario, ¿quiénes sois vosotros que intentáis profanar el castillo de nuestro planeta? Exigimos que os presentéis- dijo una voz que parecía pertenecer a la de un chico joven.
Atenea y los demás se voltearon para encarar a los lugareños cuando Afrodita exclamó sorprendida:
-¡¿Anquises eres tú?!
-¡¿Majestad Afrodita?! No puedo creer que seáis vos- exclamo el joven mientras se abalanzaba sobre Afrodita para abrazarla.
La escena desconcertó a todos, pero en especial a Atenea, la cual no tenía la menor idea de lo que ocurría. ¿Quién era este chico misterioso? ¿Por qué él y Afrodita eran tan cercanos? ¿De dónde se conocían? ¿Qué hace ese chico en ese planeta deshabitado? Por primera vez en su vida tenía muchas preguntas en su cabeza, por primera vez no sabía absolutamente nada acerca de lo que pasaba y eso la ponía inquieta, además de causarle mucha gracia debido a lo irónica que era la situación.
-Quiero que perdonéis mi completo asombro ante los últimos eventos, pero es la primera vez que tú, mi querida hermana, sabes más que yo de algo. Ósea, nunca me esperé esto- dijo la diosa algo apenada.
-Calma Atenea, mira te presento a Anquises, líder de los Hijos de Acuario y el brazo derecho del príncipe Acuarius.
-Es un honor estar en vuestra presencia, ilustrísima Diosa de la Sabiduría- saludó el chico con una reverencia.
-Así que eres uno de los Hijos de Acuario, eso es increíble, pensé que habíais desaparecido tras el encierro de Cronos en el inframundo y la despoblación del planeta. Jamás hubiera imaginado que sobreviviríais a la adversidad.
-Tenéis vos razón, sin embargo, logramos adaptarnos a la situación para, así, subsistir lo mejor posible en este planeta. Durante siglos hemos estado viviendo en las sombras, sin embargo, nuestra gente está en problemas. Hace siglos nuestro príncipe fue encerrado producto a una maldición y ahora estamos a punto de desaparecer.
Afrodita y Anquises se habían conocido en la época en la que ella y Ares solían verse a escondidas allí en Saturno, fue en una ocasión en la que ambos habían discutido a causa del bebé que habrían de tener en esa situación tan compleja de sus vidas. Anquises la observaba desde la primera vez que visitó el planeta y, ese día, se atrevió a acercarse.
-No quiero importunaros bella dama- Le dijo el chico respetuosamente- Pero no he podido evitar ver que vos y el príncipe saturneano sois amantes. ¿Sabéis acaso quién es él realmente?
-Sí, se de quién me he enamorado- suspiró- Pero ¿qué puedo hacer? Supongo que nadie manda al corazón, hubiese deseado que las cosas fueran de otra manera, pero el destino se va de mi control.
-La comprendo perfectamente, por cierto, mi nombre es Anquises- Hizo una reverencia mientras saludaba- Soy el último líder de la sobreviviente tribu de Acuario, un placer.
-El placer es mío Hijo de Acuario, yo soy Afrodita.
Había pasado mucho tiempo ya, pero la diosa aun podía recordarlo muy nítidamente. Desde que se habían enfrentado a Cronos en aquella encarnizada lucha que terminó con la destrucción del sistema solar y la desaparición de los monarcas de Venus, no se habían vuelto a ver, pero algo si estaba muy claro ahí y era que su situación había empeorado considerablemente. Debía hacer algo para ayudarlo porque si no, sería el fin de él y toda su gente.
-¿Anquises hay alguna forma de poder ayudaros? Nosotros estamos ahora mismo en una misión importante, pero lo tuyo es algo urgente que no puede esperar.
-Por favor Afrodita, no quiero entorpecerles el camino, odiaría ser un obstáculo.
-No seas estúpido, no puedo abandonaros a vuestra suerte, jamás podría perdonármelo.
-Mi madre tiene razón- intervino Eros- Contadnos que ha causado todo esto para poderlo solucionar.
-Hera es la causante de todo esto, querido sobrino- Dijo Atenea solemnemente- Estos aldeanos descienden de Ganímedes. Él era un joven príncipe que habitaba en Urano, un día el dios Zeus visitó el planeta para sentir en su rostro el fluir puro de sus vientos, solía ser llamado El Planeta del Viento por aquellos días, y fue cuando vio al chico; su belleza era tal que el dios quedó prendado de él.
<<Sin pensarlo dos veces le sedujo y le trajo a vivir con él en Júpiter, para que Hera no sospechara lo puso como su copero personal, pero lo que comenzó siendo una pasión, con el tiempo se fue transformando en algo más poderoso e intenso de lo que Zeus jamás pudo esperarse. Ganímedes, por su parte, sentía un gran amor por Zeus y era incapaz de estar lejos de él y al igual que el dios, estaba dispuesto a todo con tal de estar a su lado.
<<Una noche Zeus y él vinieron aquí a Saturno y, en la azotea más alta del Castillo del Cambio, hicieron el amor apasionadamente con las estrellas como únicas testigos y con la energía del castillo dibujo una constelación para él y la llamó Acuario, luego de ella comenzaron a nacer descendientes y así nacieron Los Hijos de Acuario, pero cuando Hera lo supo entró en cólera, debido a la humillación tan grande que sintió a causa de la traición de su esposo, y encerró a Ganímedes dentro de la constelación para nunca más volver a verlo>>
-Sí- continuó Anquises- Durante siglos logramos seguir adelante a pesar de eso, todos nosotros vivíamos en paz hasta que Cronos se reveló en contra de Urano y fue encerrado en Plutón, quedando este planeta deshabitado. La vida poco a poco comenzó a extinguirse y nuestros aldeanos empezaron a irse para El Planeta del Viento, sin embargo, todo era inútil, pues los Acuarios de allá también empezaron a morir. Cuando El Guardián del Silencio llegó a estas tierras y se hizo con el palacio la situación se hizo más compleja, la vida comenzó a extinguirse con mas rapidez. Ahora la única manera de salvarnos es liberando al príncipe Acuarium de su prisión y eso es algo casi imposible.
-¿Por qué?- Se interesó Psique en la situación.
-Porque solo alguien que sea capaz de amar de la misma manera en que aman los Hijos de Acuario podrá ser capaz de romper el sello que aprisiona al príncipe.
-Ósea que sólo podría romperlo alguien que sea homosexual, como dicen en la tierra- dijo Afrodita muy naturalmente.
-Sin embargo, no es suficiente pues ese alguien debe estar acompañado de su ser amado y deberá ser un amor tan fuerte como el que tuvieron Zeus y Él para que se pueda romper el sello- Concluyó Atenea.
Afrodita se quedó pensativa ante toda la información recibida y, analizando cada detalle de la situación, se dio cuenta de que solo había una manera de poder solucionar todos los problemas de Anquises y liberar a Ganímedes de su prisión, no obstante, tenía dudas pues si bien ellos podían salvarle, necesitaban amarse de una manera incondicional. Si de algo estaba segura era de que ese amor era muy poderoso, pero ¿sería lo suficientemente poderoso?
-Definitivamente solo hay una manera de salvaros a vosotros, Anquises, y dependerá de Eros y Psique- miró a la pareja tras mencionar sus nombres-Solo ustedes pueden romper ese sello, solo pensadlo: Psique es gay, Eros es bisexual, entre vosotros hay algo tan intenso que han sido capaz de desafiar a la adversidad sólo para poder estar juntos y fijaos si es así, que siglos después os reunisteis en la tierra y una vez más os enamorasteis. No tengo más dudas, vosotros debéis hacerlo.
-Yo acepto- dijo Psique muy convencido- Si en mis manos esta salvar esta tribu pues estoy dispuesto a lo que sea, además, lo que siento por Eros es tan fuerte que sería capaz de arriesgar mi propia vida a cambio de su seguridad. -La sinceridad de sus palabras provoco la admiración de Anquises y las lágrimas de Afrodita, junto con la compasión de Atenea.
Eros, movido por sus sentimientos de adoración hacia Psique, lo abrazó y beso en los labios, mientras en su oído le susurraba que el también lo amaba de esa manera. La verdad era que ellos se querían mas de lo que imaginaban o llegarían a admitir.
-Tened en cuenta que, si vuestro amor no es lo suficientemente fuerte para romper el sello, vuestras vidas serán absorbidas por el silencio y
moriréis. -Dijo Anquises con voz queda. -Muchos Acuarios lo intentaron a lo largo de la historia y fallaron, por eso os estoy avisando.
-Tomaremos ese riesgo- dijo Eros convencido- Dinos que hay que hacer.
-Debéis ir a la azotea de la torre más alta del Castillo del Cambio dónde Zeus y Ganímedes se entregaron en cuerpo y alma, y allí, debéis profesaros todo el amor que sentís y sellarlo con un beso. En ese momento será vuestro amor el que hará todo lo demás si resulta ser el indicado, debéis dejarlo fluir.
-Muy bien- dijo Pique- Llévanos a la torre.
-Será un placer. -Concluyó Anquises e hizo una semi reverencia, para luego encaminarse al interior del castillo, seguido por los demás.
El chico los guio por el inmenso castillo, desde dentro se veía aún más grande que visto desde fuera, también era oscuro y sus paredes eran grises y agrietadas, confiriéndole un aire tétrico al lugar. Si bien el castillo era algo aterrador, era más que evidente su desolación y su abandono.
-¿Desde hace cuanto nadie pone un pie en este lugar?- dijo Psique.
-Nadie ha estado aquí en los últimos 4000 años, créeme- le contestó Anquises.
-Se nota que este edificio tiene vida propia- observó Atenea- Cualquier edificio ordinario se habría derrumbado al pasarle por encima el implacable paso del tiempo, pero claro- una sonrisa irónica se dibujó en sus labios- Este castillo es el corazón mismo del tiempo, se me olvidaba.
Subieron por unas grandes escaleras, que habían al final del gran salón de entrada, que llevaban a un corredor largo con puertas en ambos extremos. Todas y cada una de esas puertas conducían a un ala diferente del castillo, sin embargo, no entraron por ninguna de ellas, sólo siguieron caminando por aquel inmenso pasillo que parecía no tener fin. En todo el trayecto nadie dijo una sola palabra, lo más que hacían era observar los extraños símbolos que habían grabados encima de las puertas y que nadie parecía entender, estaban dibujados en un estilo de trazos nunca antes visto.
Después de caminar durante un rato, al fin se detuvieron frente a una puerta que estaba justo al final del pasillo y, en ella, había un grabado de algo que parecía un caracol. Anquises respiró profundamente por un momento y luego abrió la puerta, tras ella había una larga escalera de caracol que parecía conducir a su destino, ya se estaban acercando y la tensión iba en aumento a medida que avanzaban otro paso.
-Hemos llegado- dijo Anquises cuando finalmente llegaron a una habitación que poseía una cama, un pequeño escritorio y una escalera de madera que conducía a una pequeña trampilla en el techo- Eros y Psique, vosotros debéis subir por esa escalera y al abrir la trampilla os encontrareis en la azotea, el resto de nosotros debemos quedarnos aquí pues esto es algo que os concierne solo a vosotros.
-Tranquilos, estaremos esperándolos aquí- dijo Afrodita con una sonrisa tranquilizadora.
-No temáis- Dijo Atenea con solemnidad
Los chicos asintieron y subieron hasta la azotea de la torre más alta del Castillo del Tiempo para cumplir su tarea, una tara que podría determinar el destino de sus vidas.
-Esta situación me pone bastante nerviosa- dijo Afrodita apretando los puños.
-Escuchame hermanita debes calmarte, ¿o debo recordarte que fue idea tuya?
-¡Ya lo se! Pero como quiera que sea es mi hijo, no puedo evitar sentir miedo por él.
-Lo sé Afrodita pero...- la voz de Anquises se cortaba- Tienes que tener la fé de que lo lograrán.
La diosa no dijo más nada y sólo asintió, después de todo ya estaban en un punto que no tenía retorno.
Mientras tanto, Eros y Psique se encontraban en la azotea mirando el ocuro firmamento las estrellas comenzaban a posicionarse y los satelites a alinearse.
-Esta comenzando- dijo Eros un poco tenso- Todos los componentes de este planeta ya estan posición, solo falta que la constelación Acuario aparezca, cuándo eso pase será nuestro momento.
-Lo sé, estoy calmado, yo se que saldremos de esta.
-¿Cómo puedes estar tan seguro?
-Porque yo confio en tí.
En ese instante se comenzó a divisar la constelación de Acuario en el horizonte, parecía dirijirse al castillo con gran velocidad, esto naturalmente desconsertaba a Afrodita, que miraba por la ventana del torreón.
-¿Por qué esta acercandose esa constelación tan velozmente aquí? La rotación de este planeta no es tan veloz.
-Eso es porque el principe Acuarium siente la presencia de dos amantes semejantes y esta impulsando la constelación desde el interior.- Le contestó Atenea.
La constelación ahora se encontraba mucho más cerca y los chicos aun no sabían que hacer o decir para romper el hielo, en ese instante Psique recordó las palabras de Anquises y en como debían dejar que su amor hiciera todo, dejándolo fluir.
-Eros me gustaría confesarte algo que nunca te había dicho- dijo mientras miraba al horizonte- Desde que tengo uso de razón, mi vida como principe de líbra y como humano estuvo marcada por la soledad y la tristeza, nunca nadie me entendía y día a día me preguntaba por qué razón estaba aquí.
-¿Ah sí?
-Sí, el día que sentí tu presencia por primera vez y supe que me observavas yo pretendía suicidarme, estaba harto de seguir viviendo una vida de tanta soledad y dolor, pero en el momento en que te conocí todo cambió, me hiciste sentir que valía y me diste lo más preciado que siempre desee, amor- lágrimas corrían de sus ojos- La verdad es que si tú no te hubieras fijado en mí, yo a lo mejor no estuviera aquí, me diste la oportunidad de saber lo que es ser amado.
-Me alegra que me hallas dicho esto, porque la verdad es que yo también tengo algo que confesarte- volteó su mirada para Psique y luego se giro en su direccion, Psique hizo lo mismo y quedaron frente a frente- El día que te ví por primera vez traía otras intenciones completamente distintas a lo que ocurrió realmente, verás, mi madre me había encargado que te flechara con mis flechas del amor para que te enamoraras del peor ser que pudiera existir en la tribu de Tauro y así, tu vida fuera infeliz y miserable marcada por un amor que solo te haría sufrir, pero...
-¿Pero?
-Cuando te ví por primera vez, quedé prendado con tu belleza e inocencia, jamás había visto algo tan puro en mi vida y eso me hizo olvidar mi objetivo, lo unico que deseaba era poder admirarte todo el tiempo hasta que te percataste de mi presencia y luego, también te enamoraste de mí. Me sentí tan feliz el día que eso ocurrió, me sentí satisfecho por primera vez en mi vida, eliminaste ese vacío que había en mi alma y cada vez que pienso en todo eso, me doy cuenta de que no hubiese deseado que fuera de la forma en que fue.
-Oh Eros- sus ojos se llenaron de lagrimas y ambos se tomaron de las manos- Ahora sé que nuestro destino era estar juntos, cuando morimos de esa manera tan cruel y reencarnamos en la tierra, nos volvimos a encontrar y, una vez más, nos volvimos a enamorar.
-Sí mi querido Psique y la verdad es que tú eres lo mas preciado que tengo en vida, te amo más que nada en esta vida. Si muriera ahora y volviera a renacer, yo te seguiría amando con todo mi ser.
-Sí, amor mío, yo también te amaría con todo mi ser. Soy capaz de dar mi vida por tí, sólo para demostrarte cuanto te amo mi querido Eros.
A medida que fueron diciendo estas últimas palábras, la distancia entre ellos se fue acortando hasta que terminaron dándose un tierno beso en sus lábios. De pronto, un brillo deslumbrante comenzó a destellar encima de sus cabezas procedente de la constelación, que ya estaba en posición, pero aun así no detuvieron su tierno beso.
De pronto la luz comenzó a concentrarse en el mismo centro de la constelación para despues tomar los contornos de una figura que, poco a poco, fue tomando forma para finalmente disiparse y dejar al descubierto a un jóven rubio de cabello ensortijado y belleza sin igual.
Los enamorados rompieron su beso y fue cuando se percataron de la presencia del jóven, al verlo supieron que era el Principe Acuarium y que al fin lo habían logrado, su amor había logrado romper el sello de Hera.
El jóven fue descendiendo lentamente desde la constelación y los chicos lo miraban con solemnidad, en el momento en el que sus pies se colocaron en el suelo la trampilla se abrió y Afrodita salió disparada hacía los chicos para saber como estaban, seguida por Atenea y Anquises.
Estos últimos cuándo vieron a Ganímedes se quedaron espectantes, al parecer las leyendas no exageraban en nada, el chico poseía una belleza sin igual, la envidia de cualquier hombre.
-Hasta que al fin, tras siglos de encierro sois libre Ganímedes- le dijo Atenea de manera muy cálida.
-Oh Principe Acuarium- dijo Anquises mientras se arrodillaba ante el de una manera muy solemne- Al fin soís libre señor, nuestra tribu se ha salvado por fin.
-Bueno Ganímedes, cuentanos como te sientes- dijo Atenea mientras Afrodita y los chicos finalmente miraban al principe con mucha atención para poder escuchar su versión de la historia.
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