Capítulo 14

Hacía un buen rato que Eris se había marchado pero Afrodita aún estaba de mal humor, sin embargo, en vez de molestar a los demás guardó silencio y no dijo una sola palabra, sólo se limitó a mirar el atardecer desde su balcón y pensar.

Si lo que Eris había dicho era cierto entonces su hermana estaba viva, Hades y Perséfone tenían noticias suyas, pero ¿podría fiarse de Eris y sus palabras? Ella como garantía trajo consigo el sello de Hades, pero podría ser otro de sus trucos, definitivamente no podía confiar en ella.

-Afrodita- dijo una voz tras ella, trayendola de regreso a la realidad y haciendola saltar del susto.
-¡Euterpe por dios! Casi me matas del corazón, no te sentí llegar.
-Lo siento, es que estabas muy metida dentro de tí misma, definitivamente la visita de Eris te turbó.

-¿Te enteraste?
-Afrodita, todo Venus lo supo, desde el mismo momento en que Eris puso un pie en palacio.
-Claro- una sonrisa de pesar se dibujó en su rostro.- Al ser la soberana absoluta de Venus tengo un vinculo con todos mis subditos y sirvientes, si ellos sufren yo lo se, lo mismo ellos si es a mi la que me pasa, lo había olvidado.

En ese momento un brillo triste apareció en los ojos de Afrodita y volvió a mirar al horizonte, se estaba sintiendo igual que cuando vivía en la tierra: triste, nostálgica, vacía, como si algo le faltase. ¿Qué más podría esperar? Aunque halla recobrado todos sus recuerdos ancestrales, seguía siendo Stephanie, aquella chica insegura que todos amaban pero que nadie nunca supo como realmente se sentía.

Euterpe conocía bien a Afrodita y sabía cuando le pasaba algo, puede que ella ya no sea la misma persona que solía ser en el pasado, pero seguía siendo su mejor amiga.

-¿Afrodita que te pasa?- le preguntó con un claro tono de preocupación.
-Nada, tranquila- dijo esta muy secamente.
-Vamos Stephanie- el que la llamara por su nombre terrestre hizo que esta la mirara muy sorprendida.- ¿Qué? ¿No creiste que lo sabría? Pues sí, lo sé, puede que tengas la imagen y los recuerdos de Afrodita y puede que seas nuestra reina, pero ya no eres aquella chica que solías ser, tú eres otra persona. Has cambiado, tus ojos son diferentes, tu forma de hablar, tu caracter, tu humildad.

-Me preguntaba cuando te darías cuenta- las lágrimas estaban amenazando con salir.- Se qué una vez fuí Afrodita y goberné estas tierras como la Diosa del Amor, pero yo no me siento de la manera en que solía sentirme en aquel entonces, ya no tengo esa autoconfianza y tampoco ese orgullo inhumano que suelen tener los dioses, de hecho, cuando recuerdo las veces que actúe así me siento tan avergonzada. Soy un monstruo, lo que le hice a Psique fue una de mis tantas atrocidades causadas por mi orgullo nefasto.

Incapaz de controlarse comenzó a llorar, se sentó en el piso recostada al muro del balcón y se abrazó a sus pies para poder ocultar su cara y así llorar en paz.

-Ni siquiera había llorado nunca cuando era diosa, fijate cuanto he cambiado- logró decir entre sollozos.- Sólo lloré cuando perdí a Eros y a Ares en aquel entonces, esa fue la unica vez y ni de lejos es lo mismo a lo que me pasa ahora.

-Oye- le dijo Euterpe conmovida por la compasión. -Escucha Steph, tú sólo te has vuelto más humana y te has permitido a tí mísma sentir, antes no tenías esa capacidad y sí, puede que ya no seas la Afrodita que una vez conocimos, pero aun sigues siendo mi mejor amiga, que no se te olvide eso.

-Euterpe yo podré ser la nueva versión de Afrodita, pero sigo siendo Stephanie, eso no ha cambiado aunque ahora me vea distinta.
-Steph yo lo se, créeme que si no lo supiera ahora mismo no te estaría llamando por el nombre que se te dió en la tierra y te repito, ahora serás Stephanie, pero sigues siendo mi mejor amiga.

Aquellas palabras de Euterpe conmovieron tanto a Stephanie que sin pensarlo se puso en pie y la abrazó, se sentía tan agredecida de que al menos aún tenía algo bueno de su vida anterior.

-Vamos seca esas lágrimas, por favor y cuéntame que te pasa.
-¡Es que no quiero ser Afrodita, eso es lo que me pasa! Odio este bikini de conchas, odio este pelo castaño ensortijado, odio estas franjas de colores en mi cara, odio andar desclaza. Quiero ser Stephanie, quiero vestir cómo la chica que solía ser- ya el llanto se había transformado en rabia.

De pronto Stephanie se puso en pie y comenzó a mirarse en el espejo que estaba junto a su lecho, a ver en la chica que se había convertido.

En ese momento la cólera se apoderó de ella y, mientras gritaba por la rabia, rompió el espejo con sus propias manos.

-¡Stephanie, Stephanie, Stephanie!- gritó Euterpe muy asustada mientras corría hasta ella para sostenerla por la espalda, ya para ese punto también estaba llorando- Por favor calmate, se que todo esto ha sido muy traumático para tí y que tal ves no era lo que querías pero es lo que te tocó, es lo que eres.

-¡No!- gritó- ¡No soy Afrodita! ¡No quiero ser Afrodita! ¡Esto que me tocó es injusto y muy cruel! ¡Odio ser Afrodita! ¡Todo esto es culpa de ustedes!

-¡¿Qué está pasando aquí?!- preguntó Anthea desde la puerta y muy asustada- Sentí gritos, golpes.
-Todos los sentimos- dijo Hermes entrando en la habitacion junto con Eros, Psique y Calíope.

-¿Euterpe que le pasa a la reina?- preguntó Calíope asustada ante tal escena.
-Esta teniendo un ataque de auto odio y rechazo. No quiere ser Afrodita, odia verse cómo ella y esta deprimida, sólo quiere volver a ser Stephanie.

-Pero vuestra majestad no podéis retractaros de ser quién sois es vuestro deber...
-¡No me digas lo que tengo que hacer!- la interrumpió- Te odio con todas mis fuerzas en este momento, todo esto es tu culpa, tuya y la de todos los que estan aquí. ¡Larguense de mi vista! ¡Fuera! ¡Ni quiero verlos a ninguno de ustedes! ¡Mueran todos!

-¡Pero su alteza!- exclamó Hermes, dolido por lo que la reina le había dicho, como podía hablarle así si él lo único que ha hecho toda su vida era servirla y ayudarla desinteresadamente.

-Por favor perdonadla- dijo Euterpe- Está teniendo una crisis depresiva y de negación, creo que lo mejor que puedeis hacer es dejarnos solas por un rato.
<<Hermes, creo que sería mejor que fueses a la Biblioteca Sofías y le dijeses a la diosa Palas Atenea que venga a palacio de inmediato, cuando pida razones, sólo dile que la reina Afrodita la necesita.

-Como ordeneis musa- hizo una pequeña reverencia y se retiró.
-¿Crees que mi madre salga de esto?- preguntó Eros muy preocupado.
-Claro que lo hará, sólo necesita un poco de tiempo, esto ha sido muy duro para ella. Vos tenéis al joven Psique y el os tiene a vos, vuestras vidas ya están resueltas pero la de tu madre no.

<<El gran amor de su vida aún esta perdido y su hermana, a la que siempre quiso, la dio por muerta hasta que ahora Eris trajo noticias, pero como es la diosa de la discordia y el caos Afrodita no le cree.

-Creo que todo lo que mi tía le dijo la afectó. Sin duda ahora es más Stephanie que Afrodita, el tiempo que vivimos en la tierra sin recuerdos la cambió mucho, ya no es aquella diosa fuerte y orgullosa que solía ser.

-Creo que por fin empiezo a enteder por qué La Madre Monster Galáctica los envió a la tierra cuando pronunció su último manifiesto.- dijo Euterpe pensativa.

-Hasta yo lo comiezo a entender- dijo Eros de pronto, sujetandose la barbilla.- Quería que aprendieramos a sentir lo que en el pasado no eramos capaces, por eso nos hizo vivir como humanos, porque solo ellos sabrían enseñarnos bien.

-Sí, a ti te enseñó lo que es el perdón, a Psique le enseñó la confianza y a Afrodita- se volvió a mirar a Stephanie- A ella le enseñó la bondad y los sentimientos verdaderos, como también le enseñó la humildad.

Mientras tanto Hermes se dirigía a la Biblioteca Sofías para cumplir con su encargo. Hacía mucho tiempo que no iba a ese lugar, desde que Atenea y Afrodita se habían dejado de hablar a causa de los sucesos de Troya, hace siglos terrestres.

Palas Atenea era la diosa de la inteligencia y la sabiduría, su biblioteca se encontraba al norte del Santuario de los Planetas en una zona desertica, casi en el otro extremo del planeta. El viaje en vuelo podría tardar 2 días venusianos, pero afortunadamente, en el Santuario de los Planetas había una puerta que lo conectaba a ese lugar desde el sótano.

En los tiempos en los que Afrodita y Atenea solían llevarse bien, Hermes y las musas iban muchisimo a su biblioteca, en esta se encontraban recopiladas todas las ciencias del mundo, junto con toda la historia universal y las enciclopedias de lo oculto. Aquel que tuviera acceso a ella, tenía el secreto de la sabiduría en las manos, si sabían usarla bien.

Finalmente Hermes estaba en el Santuario de los Planetas, así que solo se dignó a pasar por una de las puertas que habían en ese salón de entrada.

La puerta que atravesó Hermes fue la la que estaba junto a la que conducía al salón dónde estaban los Rokets, sólo que a diferencia de la otra, esta no llevava a ningún lugar luminoso.

Tras la puerta se hallaba un oscuro pasillo que daba a unas escaleras de bajada, justo al final de ella había un pequeño saloncito con: un piano, un pequeño escritorio, un espejo de madera pulida justo en la pared de al lado del piano, en el techo habían unos candelabros cubiertos de telarañas por el deshuso y en la pared del fondo habia una puerta de madera despintada.

-Se nota que nadie ha estado aquí en siglos- dijo Hermes melancólico mientras se sentaba en el piano.- Todo está polvoriento, apagado y abandonado. Es increible que la habitación más pacífica de todo el Santuario ahora sea un sobra olvidada, este lugar siempre tuvo la magia de hacerte olvidar todos tus problemas cada vez que entrabas en ella y ahora...

Suspirando se puso en pie y fue hasta la puerta del fondo.
-Tras esta puerta esta la biblioteca, con la magia del santuario liberada ya la puerta ha dejado de estar cellada, espero que Atenea no nos odie por haberla dejado sola.- sin más la abrió y cruzó su humbral.

Después de cruzar la puerta se encontró en un enorme salón circular, el piso estaba cubierto de marmol que, con el brillo del sol que atravesaba por el enorme cristal que formaba la parte cenrtal del techo, resplandecía de una manera ángelical.

Heremes miró para arriba y pudo ver varios pisos que iban por arriba, en todos ellos habían libreros cargadados de libros y en las entradas de acceso a cada uno habia un letrero con la palabra Nivel y un número que los clasificaba.

En el primer piso, a los extremos del salón redondo, habían pasillos que conducían a diferentes habitaciones, cada una de estas contenía el saber de cada planeta del sistema solar, junto con la historia de cada uno de los dioses y habitantes de este.

-Veo que mi biblioteca te ha cautivado Hermes, a pesar de los siglos sigues siendo un amante al saber- dijo una suave voz femenina.
Hermes desvió la vista de los rincones para mirar al centro de la habitación en la que estaba. En el centro del salón había un pequeño trono de mármol y, sentada en él, se hallaba la diosa Palas Atenea: con su escudo, su lanza y su mascota.

En ese momento, el mochuelo de la diosa, voló hasta posarse en el hombro de Hermes y hacerle una pequeña caricia en la mejilla.

-Minerva esta felíz de verte, según parece- observó Palas.
-Sí, yo solía traerle golosinas cuando estaban en el salón musical del Santuario de los Planetas- mientras Hermes acariciaba a Minerva se puso nostálgico pues recordó la epoca en la que Atenea y Afrodita solían convivir.- Ha pasado tanto tiempo.

-Así es, sin embargo el transcurso de este se ha detenido para nosotros, sobre todo cuando mi hermana desapareció. Supe que volvió en el momento en que la luz volvió a llenar mi biblioteca, sin dudas, ella es vital para este planeta.

-¿Atenea que te pasó en todo este tiempo que Afrodita ha estado ausente? Después de que desapareciera fuimos al Santuario de los Planetas para intentar liberar su energía y restaurar Venus, no pudimos ya que sólo nuestra reina tenía las energías suficientes y se nos ocurrió pedirte ayuda a tí, pero cuando bajamos al salón para venir a traves de la puerta descubrimos que esta había sido sellada, hasta ahora.

-La puerta que conducía hasta aquí fue sellada por la propia Afrodita antes de que ocurriera todo, yo y minerva caímos en un sueño profundo que duró siglos hasta que ella volvió.

-Ahora que lo mencionas- Hermes se puso a pensar por un momento- Todos los dioses del sistema solar externo están apareciendo ahora, es como si Afrodita los hubiera traído de vuelta.

-Claro que lo hizo, el Guardián del Silencio le puso fin a todo, para que así los Planetas pudieran recomenzar de cero, solo Venus permaneció intacto hasta que Afrodita renació y con ella el planeta reinició de cero también. Pero sin más vueltas al asunto dime, ¿a qué has venido?

Hermes inmediatamente recordó el motivo por el cuál había venido a visitar a Atenea y, incandose de rodillas, le dijo de manera bastante formal.

-Oh Palas Atenea, diosa de la sabiduría y la justicia, os necesitamos para que ayudes a Afrodita, esta en medio de una crisis de identidad y sólo vos podéis ayudarla, después de todo sois la única hermana que aún le queda viva.

-Así que mi hermana está teniendo una crisis de identidad- apoyó su cabeza en el puño pensativa.- Soy la diosa de la de la sabiduría y la justicia, guardar rencor no está en mí y, aunque mi hermana no quiera verme, yo jamás estuve molesta con ella, sólo la observé desde la distancia deseando algun día poder ayudarla y creo que ese día al fin llegó.

-¿Quiere decir eso que vendrás conmigo?
-Sí- dijo Atenea poniendose en pie.- Llegó la hora de ponerle fin a este exilio y volver al palacio real.

Sin más preambulos Atenea y Hermes se pusieron en marcha para volver al castillo. En el camino Hermes le fue contando a Atenea todas las cosas que Afrodita les había dicho en el arranque de ira, se manera de llorar tan dolorosa y como negaba a aceptar que era Afrodita.

-La cosa es grave por lo que me cuentas- observó Atenea ante la situación.- Evidentemente Afrodita ya no es la misma persona que solía ser, ha cambiado, su lado humano es el que la domina ahora. Lo presentía.
-¿A qué te refieres?- preguntó Hermes confuso.

-¿En serio no lo has notado Hermes? Observa a tu alrededor, el aire es puro y el ambiente más luminoso, todo aquí se purificó.
-Bueno cuando lo pones de esa manera, sí, todo nuestro alrededor ha cambiado.

Sin agregar más nada siguieron caminando hasta que finalmente el enorme castillo de Venus se alzaba frente a ellos de una manera brillante.

Hermes inmediatamente detuvo su marcha e hizo que Atenea detuviera la suya también y, antes de que esta le preguntara que ocurrió, el habló.

-¿Crees que se sienta feliz de verte?- la preocupación era evidente.
-Escucha Hermes, si lo que me has contado es cierto, no tienes de que preocuparte. Conozco a Afrodita mejor que ella misma y cuando se unde en una depresión el mundo a su alrededor deja de importarle. Aunque ahora sea otra persona se que eso no ha cambiado, lo que quiere decir que ni siquiera se molestará en discutir conmigo.

-Si tu lo dices- dijo Hermes no muy convencido y, sin más distracciones, entraron en el palacio por el jardín de atrás.

Cuando se hallaron frente a la puerta de los aposentos de Afrodita Euterpe salió a recibirlos, junto con Eros y Psique.
-Diosa Palas Atenea- saludó Euterpe con una reverencia y un tono de voz muy solemne.- Sed bienvenida de vuelta a casa, por favor, Afrodita esta dentro, espero que usted pueda ayudarla.

Eros y Psique se miraron, sabían quien era Atenea, pero era la primera vez que la veían en persona, su aspecto era tan glorioso e imponente que los hizo sentirse intimadados hasta el punto de decidir no hablar, y prefirieron guardar distancias por el momento. A Atenea, obviamente, no se le escapó ese detalle, sin embargo decidió ignorarlos a ambos y sólo se concentró en Euterpe

-Gracias por tu confianza Musa de la Música, espero poder ayudar- contestó esta mientras cruzaba el umbral de la puerta.

En su interior se encontró a Afrodita sentada en la cama, abrazada a sus pies y llorando, estaba tan sumida en su dolor que ni siquiera se había percatado de la presencia de la Diosa en la habitación, así que ella rompió el silencio para hacerse notar.

-Hola Afrodita, o debo decir, Stephanie.- La voz dulce de Atenea hizo que esta levantara la mirada y, al encontrarse con la mujer que estaba frente a ella, el dolor de sus ojos se mezcló con la sopresa. Su hermana, la diosa Palas Atenea estaba finalmente frente a ella después de siglos sin verse.

-¡Atenea!
-Así es, finalmente estoy aquí.

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