Epílogo
Cúmulos de arena se aferraron fieramente a la sien del postrado en batalla, todavía dolido admiro como el conjunto de partículas de rocas disgregadas se perdían junto con su vista y el pergamino atado de hilo plateado en la lejanía de la infinita tierra arenosa, contrajo los falanges que desgastados ejercieron un dolor palpitante en sus muñecas que decayeron al ser recibidas por las miles de punzadas atinadas en un solo efecto. Soltó todo aire comprimido y abrió los ojos para sentir la presencia de ella a unos pocos pasos que marcaban la diferencia, en ese preciso instante recobró un camino; el de seguir.
Contrajo su trabajado modelo de cuerpo para poder levantar su torso con rodillas y codos, el dolor se asomó por sus facciones destrozando consigo las ya casi cicatrices y abriendo paso a criptas de cristales cobrizos que demacraban su cara, todas las venas se le resaltaron como flor de piel, soltaba oleadas de susurros al viento mostrando fatiga mas no rendición. Frunció el cejo con enojo. Le hacía sentir rebosante de deseo, el de salir triunfante, y errante de una casi imposible misión suicida que más bien era un carnicería por el deseo de infantes con marquesinas y corrompidos de pudor...
Todavía en cuatro cogió fuerza a no más poder para erguirse y no caer en el intento, y con sudor en mano, sin ayuda alguna excepto el de la voluntad se levantó despacio sin embargo, seguro de que así era correcto su paso, de que no había posibilidades alguna alterna que fallasen, de que su camino ya se había aclarecido y aflorado con raíces sueltas... Su rodilla derecha se torció repentinamente hacía delante llevándose consigo un peso que retumbo en sus oídos: el suyo. Con el aconjonamiento a punto de desmoronarse en un barrullo de huesos secos miro, por última vez..., la formación rocosa y de nuevo las fuerzas sobresalieron triunfantes en busca de la revancha, con un ademán de coraje sobrepasándolo saco la suficiente fuerza bruta para lograr su cometido, en la cumbre de vivir y desfallecer.
Apoyo su codo derecho en las partículas rocosas y con su mano izquierda alzó el peso de su cuerpo y logrando alzar su tronco posiciono su pierna izquierda para quedar de frente con la arena y, no noto como una gota de sudor caiga debajo de su campo de visión, justo en el punto ciego del ojo para retumbar sin sospecha de asomo. Suspiro y sin renegar separo las manos de la arena y quedo de rodillas. Miro el vacío y en un parpadear tenía un codo en su pierna derecha dejando que la mano cayera y bajando la mirada abatido, observo las manchas carmesí y por solo esa vez se preguntó si todo lo que había hecho fue cosechado bien y obtuvo el propósito anhelado. Claramente se respondió. No.
Apretó los puños y como si no hubiese razón de sufrir se paró en dirección a su única salvación, de lo poco que le quedaba. Sus pasos fueron veloces a comparación con los esfuerzos de seguir en pie, manteniendo siempre la mirada allende, aunque en solo unos pocos pasos se detuvo a apreciar el cuerpo desboronado en las rocas, si jamás la hubiese visto diría que estaba irreconocible, al contrario no podía sacar de su cabeza cuantas desgracias le golpearon la puerta y saber que era el causante de su cadáver a medio desvanecer por la arena, tragándola y forrándola para mostrar una versión momificada de lo que una vez fue y es "La errante". El viento soplo y contemplo como su cabello siempre atado en trenza volaba libre, como si tuviera algo más que hacer. Y se desmayó, nunca es fácil permanecer consiente con hemorragias.
La calma no duro mucho pues sintió como temblaba y se movía algo lo cual percibió al instante en que miro sorprendido por el rabillo del ojo, como permanecía en pie una silueta que fácilmente reconoció. El aire se materializo y por este se asomó una trenza demacrada y una tela que hacía de veces de cinturón... Si aquello seguía hay eso demostraba una cosa.
La fuente de la vida existe.
El pergamino era una trampa de ingenuos.
Y ahora tenía un nuevo enemigo.
Ella.
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