VI: La Llama de la Esperanza
Habrá un día en que todas las llamas de mi interior se apaguen.
En que la marea suba, los ríos se desborden.
Y todos los fuegos se extingan.
El humo se retirará y la ceniza será barrida por los vientos.
El aire será claro y la tierra negra, poco a poco, recobrará el verdor de antaño.
Los musgos crecerán gruesos y las lágrimas formarán estanques.
Y el agua, el agua será mi mayor dádiva.
Los brotes tiernos surgirán de la ceniza.
Grandes troncos, raíces que romperán la piedra.
Hojas verdes, espinas y con el tiempo flores.
Y el agua convertirá el yermo en bosque.
Habrá un día en que el cuerpo solo sea un cascarón reseco.
Y la mente y el espíritu vaguen libres por el cielo.
La tierra será generosa con sus frutos
y con el tiempo, las lluvias cubrirán los abismos
Y el agua convertirá los abismos en lagos.
Entonces, solo entonces, cuando la tierra duerma.
Y la vida crezca sin oposición, feliz y sana.
Cuando será posible que nazca una nueva llama.
No una llama que simbolice el odio o la rabia.
Si no una llama que me inflame de esperanza.
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