La Chica sin Pasado
Sentía como el frío consumía su cuerpo y la envolvía en su abrazo cruel. Su cuerpo se sentía adormitado y adolorido, a la vez que sentía como un líquido tibio brotaba de un costado. Entre abrió sus ojos para notar a la distancia una luz, un círculo de luz que le dejaba entrever una construcción de ladrillos negros. –"¿Un pozo?"- pensó mientras sus pesados parpados empezaban caer lentamente, se sentía exhausta. En su cabeza intentaba armar el rompecabezas de lo que había pasado previamente, pero no parecía encontrar las piezas para realizar las conjeturas necesarias. –"¿Cómo terminé aquí?"- pensó mientras el sueño empezaba a adormecerla. Se sentía tan cansada.
–¡Rápido por aquí!– escuchó un grito a la vez que unos chapoteos de agua la privaban de dormir. –¡La encontré!– resonó una voz con eco en la estructura de ladrillo, ¿alguien la buscaba? –¡¿Estás bien?!– le gritó. Abrió lentamente los ojos para ver una imagen borrosa que se movía de un lado a otro mientras escuchaba como el agua que la rodeaba se alborotaba por los pasos. Un chico de cabello blanco como la nieve y ojos azules como el cielo la miraba con consternación.
–¡Está herida!– otra voz gritó.
–¡Apresúrense, antes de que el ejército imperial llegue!– ordenó aquel muchacho de cabellos de plata. –¿Cuál es tu nombre?– le preguntó.
–"¿Mi nombre?"– pensó para verlo fijamente por un instante –Erie...– musitó para de nuevo cerrar sus ojos y caer en un profundo sueño.
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El sol se ocultaba mientras con todas fuerzas utilizaba aquella espada de acero forjado para escuchar el choque destemplado del metal. No podía rendirse, debería de pelear hasta que su último aliento de vida le fuese arrebatado.
Siguió en aquella batalla, que ya llevaba más de lo que su cuerpo podía soportar. Fuegos y rayos enceguecían su vista y le dificultaba respirar. El filo de la hoja de acero atravesar su piel la hizo gritar de dolor haciéndola caer desarmada. Las baldosas bajo sus manos se mancharon de su sangre, arrastrándose con pesadez por el suelo, intentando huir. Observó aquella silueta negra caminar hacia ella con una sonrisa victoriosa. De reojo logró divisar a sus espaldas un vacío negro y distinguir lo que se le asemejó a aguas fluviales.
–¡Larga vida al dragón!– gritó él al alzar su espada.
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–¡NO!– gritó para despertar de golpe con su respiración agitada y notar que yacía en lo que se le asemejó a un calabozo.
Se encontraba en una habitación conformada de pesados bloques de cemento enmohecido dejando el olor a humedad impregnarse con facilidad en su nariz. Se escuchaba como una gotera hacía eco por toda la habitación y de tanto el tanto un correr rápido sobre su cabeza, posiblemente ratas. Yacía acostada sobre un colchón maltrecho, y una sabana apolillada y arremedada cubría su cuerpo. Como fuente de luz una vela, que apenas si podía alumbrar lo necesario para dejar ver más allá de sus pies.
–Por fin has despertado– escuchó decir.
Pasando una cortina hecha de remedos de sabanas que parecía cumplir la función de puerta, vio a un chico de cabello blanco como la nieve y de profundos ojos azules. Vestía una camisa de cuello de tortuga negra con unos pantalones del mismo color. Varios cinturones sobre sus caderas brillaban tenuemente por el reflejo de la luz; lo único que sobresalía de aquel oscuro atuendo era un chaleco blanco que llevaba encima. Se le hacía vagamente familiar.
-Has dormido durante mucho tiempo- dijo para tomar una caja de madera cerca de ella y sentarse a la par de aquel colchón viejo donde ella yacía recostada.
- ¿Dónde estoy?- preguntó para observar los alrededores.
-Imagine que no serías de los alrededores- indicó con un rostro impasible –Pareces más bien una chica rica o algo por el estilo.
-¿Eh?- exclamó confundida por sus palabras.
-Bienvenida a lo que nadie de la superficie quiere, la parte subterránea de Heraticlon- dijo a modo de bienvenida.
-¿Parte baja?- repitió por lo bajo.
-En la parte baja hay una red de túneles y cañerías- se explicó el joven –Aquí es donde estás princesa- habló con un dejo de sarcasmo en su voz.
-¿Princesa? ¿Por qué me llamas así?
El joven arqueó una ceja en señal de confusión. Acercó su rostro a ella y la vio con suspicacia haciéndola sentir incómoda por la presencia cercana del muchacho.
-¿Cómo te llamas?- preguntó el joven de cabellos plateados con una expresión seria -¿Recuerdas cómo llegaste aquí?
-Yo...- calló ella para ver su regazó y recordar aquel sueño bizarro que la había levantado. En su sueño, ella había peleado contra alguien por algún motivo. Aquellas imágenes podrían ser algún tipo de recuerdo, pero no estaba segura de cómo había terminado ahí; entonces recordó aquel pozo en donde yació flotando en el agua sucia. Si esa era la parte baja de la ciudad y en su extraño sueño había visto un vació a sus espaldas era posible que hubiese caído de las alturas o bien que alguien la hubiese arrojado – Mmm... Creo que caí- respondió ella sin convicción.
-Eso es obvio- regañó –Lo pregunto por tus severas heridas- aclaró –Si no hubiésemos llegado por ti hubieras muerto.
-"¡La herida!"- pensó con rapidez para ver su costado derecho, el cual yacía cubierto con vendas con manchas color carmín.
-¿Recuerdas tu nombre?- insistió el chico. La extraña fijó sus ojos en los suyos reflejando duda. Obtuvo un pronunciado silencio por respuesta. –Genial- masculló por último para ponerse en pie con fastidio –Erie.
-¿Eh?
-Tu nombre es Erie, o eso creo. –Indicó el joven actitud fría –Eso me respondiste cuando te encontré moribunda.
-Tú eras el chico del pozo- rememoró.
-Aarón- se presentó él para verla con su ceño fruncido –Mi nombre es Aarón Ancord y soy el responsable de todo lo que cae de la superficie. –indicó sin interés. -Desde comida hasta personas- habló arrogante. -Has dormido durante mucho tiempo y has sido más un gasto de recursos que una ayuda- reclamó para recostarse sobre la pared y verla despectivamente – ¿Valdrá la pena conservarte?- preguntó con una sonrisa divertido.
Erie frunció el ceño ante sus palabras. De verse como un joven de aspecto frío y calculador, ahora le parecía más un adolescente que quería llamar su atención.
-Que te quede claro, no soy un animal herido que está en busca de un hogar- le indicó con enfado -No debes de preocuparte por conservarme, pues no busco quedarme mocoso engreído.
-¿Mocoso?- repitió Aarón elevando una ceja -¿Qué edad tienes? ¿Veintiuno, Veintidós?- cuestionó hilarante –No lo sabes ¿verdad?, por lo tanto hasta donde tú conocimiento llega soy mayor que tú. La mocosa en todo caso serías tú- dijo con una sonrisa triunfante.
-¡Yo te enseñaré...- Un dolor intenso en su costado hizo que su brote de ira se apaciguara y sus palabras fueran enjaguadas de su boca, dejando un sabor amargo a derrota.
-¡Basta Aarón!- un regañó acalló la pelea entre ambos. Una joven de cabello castaño claro hasta los hombros llegó hacia ellos con una mirada dura a través del lente de sus gafas sucias. –Te he dicho que no fastidies a los recién llegados. – le recordó para verlo desaprobatoriamente.
-Ella es una Upper- indicó Aarón con fastidio.
-Es una chica herida, y necesita nuestra ayuda. –Le recordó -¿No tienes nada mejor qué hacer?
-Sabes que sí- respondió indiferente.
El chico de cabellera de plata no emitió ninguna otra palabra para encontrar su rumbo hacia la salida. La chica de gafas movió su cabeza de manera desaprobatoria mientras lo veía irse. De nuevo su atención se prestó a la joven herida frente a ella, a la cual le dedicó una amigable sonrisa para acercarse a ella con una bandeja con comida.
-Perdona la actitud de Aarón- habló para sentarse a su lado –Es sólo que no le agradan los Uppers.
-¿Qué son Uppers?- preguntó Erie en voz baja.
-Así le decimos a la gente que vive en la superficie- explicó –Pero eso no es importante, debes de comer algo.
-Eres muy amable- agradeció el gesto amable para tomar aquella bandeja -¿Cuál es tu nombre?
-¡Ups!, lo siento, lo olvide- respondió divertida –Mi nombre es Alessa Knight, soy la encargada de que todo por aquí camine viento en popa.
-Oh, entiendo.
-Escuche a Aarón preguntarte un par de cosas antes, pero me parece que no tienes muy buena memoria ¿verdad?- preguntó Alessa energética.
-No- respondió cabizbaja –No tengo recuerdos de nada.
-Eso seguramente es debido a la caída, o a tus múltiples heridas.
-... Supongo.
-Dame tu manos- pidió Alessa gentilmente –Vamos, no muerdo- le sonrió.
Erie estiró ambas manos con cierta duda para que Alessa las tomara con sutileza e inspeccionara ambas con meticulosidad. Erie se sentía particularmente extraña por aquella petición, que a su juicio era poco común, ¿Qué pretendía con ver las palmas de sus manos? Quizás era algún tipo de adivina que podría leer su futuro o mirar su pasado.
-Como lo imaginaba- habló Alessa por fin.
-¿Qué?- preguntó curiosa para dirigir su mirada a sus palmas también.
-Tienes músculos fuertes- le sonrió. –Eres una guerrera o una buena ama de casa- indicó la chica de gafas –Pero dudo mucho que una tostadora te hiciera eso- señaló su costado -Además...- guardó silencio para tomar su mano izquierda y ver su dedo anular –No estás casada- completó divertida para soltarla –Por consiguiente eres una guerrera, una guerrera soltera.
Erie rió por lo bajo. Realmente ella se miraba como una chica muy agradable, un rostro amigable a diferencia del chico que se le había presentado antes.
-Bien, discutiremos esta teoría una vez puedas ponerte en pie ¿Te parece?
-Este... yo...
-No te mortifiques mucho por ahora, aquí estarás segura.
-¿Estar segura?- repitió por lo bajo confundida.
-¡Alessa-sama!- interrumpió una chica para entrar rápidamente a la habitación.
Una chica de ojos rasgados y cabello de color fucsia entró apresurada a su habitación. Una chaqueta corta de color verde musgo, una playera negra con pantalones militares y botas negras era lo que ella usaba. Todos parecían estar vestidos para la guerra, o eso se le asemejó.
-Miku, ¿Qué sucede?- inquirió Alessa.
-Están aquí, misioneros.
-Oh rayos- masculló por lo bajo –Bien, llama a Hegel, dile que tenemos código azul.
-Sí- asintió con una reverencia, para dar media vuelta y salir de la habitación.
-Erie, lo siento, pero debo retirarme.
-E-Espera, ¿qué sucede?
-Come, te explicaré todo después- indicó para salir apresurada de la habitación, dejando sola su visitante.
El silencio se acomodó a su par como único compañero. El eco de la misma gotera se pudo escuchar a distancia y de tanto en tanto las pisadas distantes de aquellos que moraban ahí abajo.
Cientos de preguntas rodaban su cabeza y en el silencio parecían gritarle con gran estruendo, cientos de preguntas que yacían sin respuestas. Erie no entendía cómo había terminado ahí, o cómo descubriría exactamente algo sobre quién era y si había alguien que la estaría buscando en ese momento.
Su vista se dirigió a la bandeja de alimentos que Alessa acababa de llevarle, y no pudo evitar fijar su mirada en aquel pocillo metálico con agua en ésta. Observó con detenimiento su reflejó en el agua cristalina; con sus manos tocó suavemente su rostro para seguir la curvatura del mismo. Sus ojos eran de un vivaz color miel, su cabello era largo y ondulado de un color castaño claro y un flequillo tapaba parcialmente su frente. Su cabello yacía recogido en media coleta y no pudo evitar, con una mano, recorrer cada fibra de éste, casi como reconociéndose a sí misma.
-Erie... ¿Cómo terminaste aquí?- se preguntó con una mirada triste.
Un estruendo se escuchó cual explosión, acompañado de una sacudía violenta, haciéndola derramar aquel pocillo llenó de agua sobre la antigua tabla de madera. Erie fijó su vista en la entra de la habitación para escuchar pequeñas y distantes explosiones, provocando pequeños temblores. Escombros caían cual meteoritos por todo el lugar. El impulso de ponerse en pie vino a ella, sin embargo la herida en su costado le imposibilitó pararse, obligándola a yacer en cama debido a eso. Pequeños temblores leves continuaron de tanto en tanto, junto con el sonido de explosiones a la lejanía.
Sabía que no debía de moverse con una herida suturada recientemente, pero no podía esperar a que el techo le cayera encima. Como pudo se arrastró de aquel colchón viejo para acercarse a la entrada de la habitación y así, con dificultad, se recostó sobre el marco de la puerta para sentarse. Aquel pequeño tramo se había sentido como una proeza de gran intensidad para su condición actual. Un sudor frío recorrió sus sienes mientras que su pecho parecía ser oprimido por algún tipo de fuerza invisible, dificultándole el respirar. Era posible que le estuviera exigiendo más a su cuerpo de lo que debía, pero debía de descubrir qué era lo que estaba pasando. Erie asomó la cabeza fuera de su habitación y notó un extenso y lúgubre pasillo que temblaba de tanto en tanto debido a las explosiones intermitentes.
-¿Qué está pasando?- se preguntó a sí misma, sin poder darse una respuesta.
Erie se puso en pie con dificultad, sosteniéndose de aquella pared mohosa en un intento de no caer, para caminar fuera de aquella recámara. Con pasos torpes siguió recto por un pasillo que no parecía tener fin mientras sus músculos parecían debilitarse a cada paso que daba. "¿Adónde crees que vas?" escuchó preguntar a una voz familiar, obligándola a voltear a ver a sus espaldas con rapidez para no ver más que un pasillo vacío. Erie se recostó de espaldas sobre el muro con una respiración agitada. ¿Lo habría imaginado?
-Yo... tengo que... salir- murmuró exhausta. Sus piernas empezaron a flaquear y su mirada se hizo borrosa, todo sentido de la realidad empezó a desvanecerse. De nuevo los rayos la perseguían, el fuego, el humo. La necesidad de correr por su vida vino a ella.
-¡Oh rayos!- un gritó se resonó por el oscuro pasillo -¡¿Qué demonios te pasa?!
Aarón se acercó a la chica de pijamas largos que yacía recostada sobre la pared bañada en sudor con un rostro pálido. Tocó su frente para sentir como su ardía por la fiebre. La inspeccionó a prisa, y notó que aquel pijama blanco que llevaba puesto yacía manchado de sangre a un costado de su cuerpo, un rastro de sangre que la seguía desde varios metros atrás.
-¡No debías de moverte de tu cuarto!- regañó Aarón con el ceño fruncido. Habían invertido mucha medicina y tiempo para que ella estuviera exponiéndose de esa manera.
-Debo detenerlo...- susurró Erie moviendo sus brazos en un intento de alejarse de algo que no estaba.
Aarón la vio extrañada para sujetar sus manos, las cuales no tenían fuerza para oponérsele -¿A quién?
-Me matará... debo detenerlo- balbuceó para empezar a perder el conocimiento.
-Bien, lo detendremos después de que duermas un poco- dijo Aarón para tomarla en brazos y levantarla del suelo.
-No hay tiempo- musitó mientras sus parpados empezaban a cerrarse –Él me traicionó... él...
-Lo hablaremos mañana en la mañana- ignoró sus palabras para observar cómo caía dormida en sus brazos. –Si es que hay un mañana- habló con desánimo para voltear a ver a sus espaldas mientras las explosiones continuaron con intensidad.
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