El Plan


-Parece que te recuperas muy rápido, Erie-san- dijo la chica de ojos rasgados y pelo color fucsia.

Miku se había encargado de cambiar sus vendajes los últimos días, y la herida parecía haber estado sanando correcta y rápidamente, aunque agradecía esa mejora a un ungüento hecho a base de hierbas especiales que le habían estado aplicando desde entonces; el cual, ayudaba a que las heridas cicatrizaran con mucha más rapidez al regenerar las células con más velocidad de lo que el cuerpo humano lo haría por sí solo.

Erie no había vuelto a ver a Alessa o Aarón desde su conversación días atrás; por el momento estaba ansiosa por poder ponerse en pie y poder valerse por sí misma. Habían pasado dos semanas desde que había despertado y casi un mes desde que había caído desde las alturas.

-¿Crees que ya pueda caminar sin problemas?- cuestionó la chica de cabello largo y ojos ámbar.

-Creo que ya puedes hacerlo- le sonrió Miku.

-¡Excelente!

-Pero no te esfuerces demasiado, no querrás que se abra de nuevo.

-Sólo quiero poder salir de esta maldita habitación- habló Erie con desespere. –Por cierto muchas gracias, realmente aprecio tus atenciones.

-No hay de qué- dijo con una sonrisa -Bien, Erie-san, ya hemos terminado.

-Genial- dijo ella con una sonrisa poniéndose en pie con cuidado –Ya no duele... tanto- sonrió algo adolorida. Miku le sonrió por igual para asentir con la cabeza –Ahora sólo necesito algo que ponerme para quitarme este horrible camisón- dijo viendo con desagrado el gran pijama blanco que cubría su cuerpo como una bolsa. -¿Crees que Alessa tendrá algo que me preste o algo así?

-¿Por qué no usas tu ropa?

-¿Qué ropa?- inquirió Erie.

-Con la que caíste aquí, Alessa-sama me pidió que la arreglara por si deseabas usarla nuevamente.

-¡Eso sería increíble!

-Está aquí- dijo la chica de cabello teñido. Caminó a una caja que yacía en un rincón y tomó las prendas en ésta.

Erie se acercó curiosa divisando una blusa blanca de manga larga y cuello alto; una falda larga debajo de las rodillas color musgo y unas botas negras. Un atuendo un poco extraño, pues no parecía lo que una guerrera usaría, si es que eso era ella realmente.

-La blusa tuve que coserla pues aquí estaba el corte de tu herida- indicó mostrándole la costura –Fue un corte limpio, con algún objeto punzante.

-"Entonces mi sueño, tal vez no era un sueño... realmente pasó"- pensó.

-Te dejaré para que te cambies.- se despidió la chica de ojos rasgados.

Miku salió para hacer guardia fuera de la habitación, en la espera a que la Upper terminara de cambiarse. Se recostó sobre la pared exhalando un pesado suspiro. Desde que la chica nueva había llegado las cosas se habían alborotado un poco, especialmente para Aarón que no parecía agradarle su presencia, mientras que Alessa parecía tener planes para ella.

Alessa le había pedido cuidarla, pues se había mantenido con Steve intentando poner en marcha un plan que ya había fracasado antes, sin embargo, si por alguna razón lograban hacer que fuese diferente, ella podría por fin regresar a Amadeus, su hogar.

-¡Estoy lista!-se escuchó un grito desde dentro de la habitación. –Me siento algo extraña con este atuendo- salió de la habitación un poco apenada por su vestimenta. No sentía que encajará en absoluto. –No se parece a lo que ustedes usan. –indicó viéndose una vez más.

-Son telas finas, además creo que te miras bien- halagó Miku. -Ahora que ya estás mejor ¿Piensas regresar a la superficie?- indagó curiosa.

-Mmm- murmuró pensativa -Allá arriba hay alguien que quiere lastimarme, y quiero saber por qué.

-Si alguien puede ayudarte con eso, es Steve-san- señaló Miku. –Puedo llevarte con él si así lo deseas.

-Seguro, llévame con Steve-san- repitió. Aún no se acostumbraba a esos extraños sufijos que Miku tendía a usar después de cada nombre, pero ella le había explicado que lo hacía porque les daban jerarquía a las personas que ella conocía, aunque Erie desconocía cuál. Parecía ser algo normal en el Reino del Aire. –Suena bien, llévame con él.

El nombre de Steve lo había escuchado antes, era la persona que Alessa había dicho que sabía todo referente a Heraticlon. Erie no estaba segura si realmente buscaba ese estilo de vida como una refugiada ocultándose de todo y peleando contra la nada, o si realmente deseaba regresar arriba y saber de dónde venía. Fuera como fuera el caso, debía de salir de ese agujero.

-Muy bien, sígueme.

Caminaron por el silencioso pasillo para así adentrarse a un complejo laberinto de túneles con diferentes recámaras, alguna de éstas vacías o con personas adentro, a quienes distinguía por las sombras que se apreciaban tras las cortinas. Erie se veía impresionada por la extensión de los túneles que se encontraban debajo de Heraticlon, realmente era como otra ciudad que nunca era tocada por sol –Llegamos- dijo Miku al fin deteniendo su marcha. Erie observó una cortina roja aterciopelada frente a ellas. Había visto varias habitaciones antes y era la primera vez que miraba algo que daba la imagen de fineza. Parecía ser una persona muy importante en la comunidad.

Sin más que esperar Miku movió a un lado la tela para dejarse entrar para ver a su antiguo y excéntrico amigo.

-¡Steve-senpai!- llamó Miku al entrar.

-Mikuri- respondió el llamado. –Tiempo sin verte.

-Te traje a alguien.

Erie entró con timidez para ver una habitación que fácilmente podría compararse con una biblioteca, pues los cientos de libros parecían cubrir cada metro cuadrado de la misma. En el suelo veía libros apilados unos sobre otros creando torres de libros hasta tres veces su tamaño, también habían papeles regados por doquier, haciéndole difícil caminar junto a Miku sin pisarlos. Caminó con cuidado dentro del desorden para ver a un hombre vestido con lo que parecían pijamas blancos con estampados abstractos, cual gurú del desierto.

-Amm...Mucho gusto- saludó con timidez –Mi nombre es...

-Erie, lo sé- dijo para verla de pies a cabeza –Yo soy Steven Collins, filosofo, escritor, maestro y para ti, el gurú concerniente a toda la información de Heraticlon. –alardeó con orgullo.

-¿Es acaso amigo de Aarón?- murmuró en voz baja, haciendo que Miku riera por lo bajo por el comentario.

-Escuché eso Upper- la voz del chico plateado se escuchó a sus espaldas, sobresaltándola. –Y sí, es amigo mío.

Aarón yacía en la entrada de la habitación. La cara de Erie se pintó cual tomate, avergonzada por ser escuchada. El chico caminó hacia los interiores de la recámara llegando hasta donde se encontraban ellas, deteniéndose un momento escudriñándola de pies a cabeza, observando sus nuevas ropas o eso se le imaginó. Contuvo el aliento mientras sentía su mirada intensa y constante estaba sobre ella, haciéndola sentir incómoda. Lo vio seguir su camino y de nuevo pudo respirar libremente.

–Aquí está el libro que me pediste Steve- habló el chico de hielo entregándoselo en la mano y tomando asiento sobre uno de las pocas sillas de madera que yacían sin nada encima.

-Excelente, eres de gran ayuda- agradeció hundiendo su nariz en las hojas amarillentas del libro que Aarón acaba de brindarle.

Erie carraspeó su garganta en un intento de llamar la atención del filósofo y caminar un poco más dentro de la habitación. –Entonces- habló provocando que Steve subiera su mirada para verla -Yo venía por...

-¡Aquí está!- un grito los sobresaltó a todos –Steve, mira, es el libro de geografía que perdiste hace tres meses. –dijo saliendo de entre las pilas de libros acumulados al fondo.

-¡Alessa-sama!- dijo Miku con felicidad al verla.

-Hola Miku-chan y Erie, veo que ya puedes levantarte- dijo la chica con su pelo alborotado.

-Mikuri, ¿Por qué has traído a esta joven de la superficie conmigo?- preguntó Steven mientras sus ojos regresaban a su lectura.

-Ella quería hablar contigo, quiere ayuda para saber por qué terminó acá abajo.

-Fue atacada por el ejército imperial- respondió Aarón –Fin del misterio.

-¡No!- negó Erie con rapidez -¡Yo pelee contra alguien antes de caer!

-¿Recuerdas como terminaste aquí?- preguntó Aarón viéndola con desconfianza y el ceño fruncido.

-No, es decir...- calló por un segundo, en un intento de armar en su cabeza la explicación correcta. -Es que, yo lo soñé- respondió no muy convencida –Y creo que era un recuerdo.

-¿Soñaste que peleabas con alguien?- preguntó Alessa.

-Sí, pero me derrotó- respondió desanimada.

-¿Y por qué peleabas?- preguntó Aarón. -¿Acaso fue por traición?- indagó.

-¿Qué te hace pensar eso?- cuestionó Erie viéndolo con intriga.

Aarón aún recordaba las palabras que ella había pronunciado cuando estaba paseando el día que los misioneros se infiltraron. A pesar de que hervía en fiebre, no significaba que lo que dijera no fuera verídico o que no tuviera relación con su misterioso pasado.

-Sólo suponía- respondió sin más.

-Me encantaría ayudarte- se involucró nuevamente Steven -Pero estamos ocupados ¿no lo ves?

-Pero...

-Mikuri, podrías enseñarle a Erina la salida por favor- interrumpió dando por concluido el tema.

-¿Erina?- repitió Erie confundida.

-Steve llama a todos por su nombre completo- explicó Miku -Asumo que él piensa que Erie es un diminutivo de Erina.

-Steve no seas tan malo con la chica nueva- se involucró Alessa –O pensará que todos los que vivimos aquí somos como Aarón.

Un bufido de molestía se escuchó por parte del chico de cabellos plateado quien tenía una mueca de desagrado.

-Alessa, estamos viendo el trabajo que me pediste con mucha urgencia ¿lo recuerdas?- dijo Steven viéndola intensamente –No puedo encargarme de ver y analizar la vida de Erina junto con otras posibilidades seguras para ustedes si deciden ir a la superficie.

Erie frunció el ceño ante la apatía de aquel hombre de gafas y estilo excéntrico. -¿Es él siempre así de apático?- preguntó a Miku con disgusto.

-Sí, a excepción que Kike esté presente, ahí cambia.

-¿Quién es Kike?

Un ladrido resonó en el eco de la habitación captando la atención de los presentes. Un perro entró a toda velocidad por la puerta, abriéndose paso entre las torres de libros que empezaron a desmoronarse al pasar el gigantesco pastor alemán.

-¡Cuidado!- gritó Miku haciéndose a un lado al ver caer los cientos de libros apilados.

Las hojas revolotearon en el aire y los pesados libros cayeron al suelo estremeciendo todo el lugar. Las torres apiladas cayeron una tras otras en secuencia y todos tuvieron que cubrir sus cabezas en un intento de protegerse de los pesados libros que caían en picada.

-¡Kike!- gritó Steven al ver al can, obviando el desastre que se había formado -¡¿Dónde habías estado mi gran amigo?!- dijo abrazando al perro que lamía su rostro.

-El es Kike- dijo Miku levantándose de entre los libros y hojas sueltas -¿Erie?- llamó buscándola con la mirada, pues ya no estaba junto a ella -¿Er...- pero calló al distinguirla a la distancia sonriendo divertida.

Erie sintió cómo algo suave había amortiguado su caída al tropezar con algo entre el caos y perder el equilibrio. Abrió los ojos con lentitud para ver como las hojas caían aún con sutileza meneándose de un lado al otro en el aire. Junto a Steve vio un gran perro que parecía muy feliz de verlo, el causante de todo el alboroto. Un carraspear de garganta llamó su atención para que unos ojos azules se toparan con los suyos, los cuales la miraban con disgusto.

-Muévete de encima Upper- ordenó Aarón molesto.

Erie observó aquello suave que había amortiguado su caída dándose cuenta que había caído encima del cuerpo de Aarón.

Un gritó ahogado brotó de sus labios para tomar distancia con rapidez, poniéndose en pie bastante torpe – ¡L-Lo siento!- se disculpó Erie avergonzada.

-Olvídalo- respondió Aarón, reincorporándose con sus mejillas en tono carmín por igual –Sólo no vuelvas a tocarme Upper.- amenazó sacudiendo sus ropas del polvo.

-Mi nombre es Erie- le recordó molesta. –No es niña, ni Upper, es Erie- puntualizó

-Eres una Upper, fin de la discusión- concluyó Aarón la absurda disputa para ponerse en pie.

Erie sintió sus mejillas enardecer de la cólera, apretando sus puños con fuerza y mordiendo su labio inferior en un intento de ir a ahorcarlo con sus propias manos. Había olvidado el patán hecho y derecho que era él.

-Tu día no está completo sin decirme algo mal intencionado o cruel ¿cierto?- dijo con un dejo de sarcasmo en su voz.

-Tú no perteneces aquí- aclaró Aarón viéndola con aquella mirada fría y despectiva -Tú perteneces arriba, con el resto de los traidores.

Un dolor punzante se sintió en su pecho ante el comentario, que si bien era cierto, también era doloroso de escuchar.

-Por ahora no pertenezco a ningún lado- habló ella con pesar.

Un silencio incómodo se posó en el ambiente. Alessa caminó hacia Aarón y con fuerza golpeó su brazo con un puñetazo provocando una exclamación de dolor por parte de él. Alessa lo vio desaprobatoriamente por el comentario cruel e innecesario que había dicho.

-¿Era acaso eso necesario?- murmuró ella para verlo con disgusto.

-Sabes que tengo razón- respondió Aarón entre dientes.

-Erie, no escuches al terco cronence- habló Alessa viéndo al chico ojos azules con el ceño fruncido por última vez -Tú perteneces en donde quieras pertenecer.

-¿Cronence?- repitió Erie confundida para ver al muchacho de ropas negras. -¿Qué es un cronence?

-Aarón viene de Cronius, la ciudad más importante del Reino del Hielo- se involucró Steven quien acariciaba a su leal amigo.

-Oh, ya veo.

-Pues bien Erina- habló Steven cambiando el tema -Si lo que deseas es saber quién pudo intentar matarte, la teoría de Aarón no estaría muy lejos de la verdad, pues el ejército imperial somete y elimina a cualquiera que esté en contra del Emperador Barlock.

-Pero... - musitó pensativa. Esa no le parecía que hubiese sido la causa.

-Sin embargo- habló de nuevo el filosofo – Tus ropas finas demuestran que viviste en los estratos más altos de Heraticlon, puede que alguien busque por ti.- indicó -Subir puede ser una espada de doble filo, bien puedes encontrar a tu familia o bien ser asesinada por quien piensa que has muerto. ¿No es así Kike?- le dijo al can quien ladró como respuesta -¡Nadie sabe más que Kike!- exclamó con una sonrisa para abrazar al canino.

Erie sonrió con cierta tristeza y una expresión pensativa adornó su rostro. Las respuestas que buscaba podían llevarla a perder la vida, y esta vez, su oponente tendría toda la ventaja, pues no recordaba el rostro de su atacante.

-Realmente no creo que sea seguro que subas, al menos no hasta que sepas quien está de tu lado- habló Alessa sacándolas de sus pensamientos –Nadie te está echando.

-Yo sí.

-¡Silencio Aarón!- regañó molesta al cronence, quien elevó sus hombros sin darle importancia a sus palabras. –Bien Erie, ¿Qué me dices? ¿Deseas quedarte?- le preguntó con dulzura.

-Mmm... Claro- le sonrió cordial.

-¡Genial!- exclamó con alegría –Ahora, Steve, qué me dices del plan que Erie nos dio.

-Pues, en teoría existe la posibilidad que hayan más dragones en el desierto de Heraticlon- habló pensativo -¡Kike!- llamó –Tráeme el libro de Dragones Volumen III- ordenó.

El can ladró entusiasmado y con emoción empezó a olfatear entre todos los libros de diferentes tamaños y colores regados en el suelo. Erie observó al perro con asombro, pues no lograba entender cómo podría aquel animal distinguir entre los diferentes nombres y libros el que su amo le pedía.

-¿Ese perro reconoce libros?- preguntó Erie asombrada.

-No- negó Aarón –Ese libro huele a carne por culpa de Alessa al derramar cocido de res sobre éste por accidente.- explicó –Es el único que puede encontrar.

El can al poco tiempo llevó el libro en su hocico a su dueño, el cual lo recompensó con una galleta que sacó del bolsillo de su pijama. Steve abrió el libro para ojearlo con rapidez y detenerse de golpe en una de las páginas.

-¡Aja! Aquí- dijo para apuntar con su dedo índice en uno de los renglones -Dice que los dragones de tipo volador habitan en el Valle de Volcanes, cerca del abismo de la tierra- leyó –Un camino donde si no te mata el abrasante calor, la muerte por un dragón terrestre está en tu destino- concluyó la lectura.

-No suena prometedor- habló Erie desanimada.

-Sin embargo ese no es el problema- se involucró Aarón –Es que salir de aquí sin ser atacados es más difícil que entrar.

-¿De qué hablas?- preguntó la chica de ojos miel.

-El ejercito del emperador custodia las salidas de los drenajes, todas ellas- respondió Alessa –Si queremos salir, necesitamos primero burlar a los guardias.

-Y fue un fracaso ¿Lo recuerdas?- habló el chico de ojos azules.

-Sin embargo mi negativo amigo, si usamos la salida enfrente del palacio podría haber una oportunidad- indicó el filosofo.

-Claro, porque ahí no hay guardias- indicó Aarón sarcástico.

-No a las 11:27 pm- indicó Steven emocionado para buscar entre sus libros -¡Aquí, ves!- enseñó un libro abierto. –El horario de los guardias de cada entrada de los drenajes.

-¿De dónde rayos sacaste eso?- preguntó para verlo extrañado.

-¡¿Qué crees que he hecho los últimos meses?!- alardeó –Yo, amigo mío, he estudiado a los guardias, su perfil psicológico y horarios de cada uno, y resulta que los guardias de este turno salen tres minutos antes de la hora, es decir, hay un espacio de tres minutos para salir y recorrer las oscuras calles de Heraticlon exactamente a las 11:27 pm.

-Hasta que el siguiente turno nos ataque.- dijo Aarón pesimista.

-Si sólo somos unos cuantos es posible- apoyó Alessa.

-¡Exacto!- dijo Steven –Si mis cálculos son correctos, existe un 58% de probabilidad de que lleguen con vida al desierto de brasas, y un 23% de obtener un resultado positivo en la misión y regresar con vida.

-Sigue sin sonar alentador- habló Erie preocupada.

-Creo que es la misión perfecta para que Hegel y Aarón vayan- aconsejó Steven –Hegel es el que mejor conoce el terreno de la ciudad y Aarón tiene la fuerza y agilidad necesaria.

-Eso suena bien por mí- accedió Aarón –Necesito salir de aquí.

–Entonces, ahora sólo debemos...

-Yo iré- interrumpió Erie a Alessa.

-¿Qué?- exclamó Aarón con sorpresa.

-¿Estás segura de eso?- preguntó Alessa viéndola con una mirada penetrante –Aún no estás recuperada en un cien porciento.

-Necesito salir de aquí, y lo apoyes o no, iré de todas formas.

-¿Es acaso una broma? No puedes ni caminar correctamente- se opuso el chico de cabello plateado.

-Eso es cierto- apoyó Alessa.

-Lo es- asintió Aarón severamente.

-Por eso iré también- se unió Alessa con emoción. -Yo será la mente maestra del plan, y me encargaré de darle a Erie un buen rol que cumplir con su estado actual- completó.

-Pero Alessa-sama, ¿quién pondrá orden por aquí?

-Tú serás la persona correcta para eso Miku-chan- sonrió.

-Pero...

-Yo te prometí que te llevaría de regreso a Amadeus, y eso haré, sin importar lo que cueste.

Los ojos de Miku se llenaron de lágrimas para correr hacia a ella y abrazarla con fuerza. Para Miku, una chica apenas de quince años quien había sido alejada de hogar a la corta edad de trece, Alessa se había convertido en una segunda madre, y para una madre joven que acaba de perder a su pequeña hija, su relación con Miku se volvió casi terapéutica.

-¿Amadeus es otra ciudad?- cuestionó Erie curiosa.

-Ciudad del Reino del Aire- apuntó Aarón quien observaba la motiva escena. –Miku terminó en Heraticlon luego de que su padre, un investigador de Amadeus, fuera asesinado a manos de un general del ejército imperial. El grifo en el cual ellos cruzaron el abismo de nubes fue asesinado también, obligándola a permanecer aquí.

-¿Grifo?- repitió Erie.

-El animal protector del Reino del Aire. –respondió Aarón sin interés. – ¡Alessa!- llamó molesto interrumpiendo el abrazo -Llevarse a una Upper es una terrible idea, más a una que está herida. – retomó el tema.

-Necesitaré algo de tiempo antes de poder hacer la ruta más segura para ustedes Aarón- habló Steven –Mi consejo es que en ese tiempo te encargues de entrenar a Erina para que no sea una carga en su viaje.

-Eso ni pensar.

-Vamos Aarón no seas tan orgulloso- señaló Alessa divertida –Además, si ella realmente es una guerrera, tú debes de tener el cristal adecuado para que pueda combatir.

-¿Un cristal?- preguntó Erie sin entender. -¿Para que un cristal?

-Ningún cristal de fuego estará hecho para alguien como ella- se opuso a la idea, ignorando a la chica de ojos miel.

-Esperen, ¿De qué hablan?- los detuvo Erie confundida, iba todo demasiado rápido.

Alessa y Aarón voltearon a ver a la forajida, en cuyos ojos denotaba confusión por sus palabras. Aarón vio de reojo a Alessa con aquella expresión molesta nuevamente, dándole la pauta a ser ella quien debería de explicarle las cosas.

-Verás Erie- empezó -Las espadas escogen a su dueño y se presentan ante él cuando esté listo para usarlas y descubrir su poder interno.

-Creo que...- hizo una pausa -No comprendo- negó con la cabeza.

-Los cristales de fuego crean las espadas para poder combatir- explicó Aarón de manera simple -Observa.

Aarón estiró su mano derecha, en donde un cristal de color azul turquesa brillaba con gran intensidad sobre un guante en donde sus dedos se dejaban ver. La piedra irradió una luz intensa, la cual parecía estar conectada con los pensamientos del cronence; así un rayo de luz blanco empezó a tomar una forma alargada en la mano del chico hasta materializarse. Una espada de color blanco con una forma curvilínea de dos picos afilados yacía en su mano.

-¿Cómo hiciste eso?

-Los cristales crean las mejores espadas para el combate, fuentes mágicas de guerra- interrumpió Steven a la chica que tenía una clara expresión de impresión. –Aarón posee un cristal de hielo, su espada es muy efectiva contra cristales como el agua o tierra, pero sólo su habilidad puede determinar si ganaría una batalla contra un cristal de fuego, aunque la desventaja es notoria.- explicó el filósofo.

-¡Impresionante!- exclamó Erie para acercarse al joven y admirar el arma que yacía en su mano.

-Pero los cristales son muy difíciles de obtener- dijo Steve casi en una forma de regaño –Y los que poseemos nosotros son de segunda mano.

-¿Segunda mano? ¿Te refieres usados?- cuestionó Erie.

-Son de soldados caídos en pelea- le respondió Aarón –Pero el darte uno no significa que puedas pelear, ni siquiera que puedas formar una espada.

-¿Por qué no?- debatió molesta.

-El cristal lo debe de buscar el guerrero en un largo viaje para poder ganarlo y así hacer uso de sus poderes. Esa es la manera en que se consiguen. Pero sólo una persona con años de entrenamiento en combate y resistencia puede conseguir uno- indicó el filósofo –Sin embargo creo que una espada de metal estará bien para empezar. Aarón, enséñale con eso mientras si desciframos si darle o no un cristal.

-Sigo estando en contra- negó estirando su brazo hacia el suelo y hacer que la espada desapareciera en un rayo de luz. –Si quieres enseñarle dile a otro que lo haga.

-Es que acaso tienes miedo que una Upper sea mejor que tú- tentó Erie con una sonrisa maliciosa.

-¿De qué demonios estás hablando?- preguntó ofendido -¡Ningún Upper se me compara en batalla!

-Entonces pruébalo y enséñame- retó –A menos que realmente te sientas intimidado por mí- sonrió victoriosa.

-¡Bien!- aceptó –Si lo que deseas es un desafío lo has conseguido. Pero si no logras pasar mi entrenamiento te largarás de aquí- amenazó con frialdad.

-Es un trato- asintió Erie para estirar su mano al cronence, en espera de un apretón de manos para cerrar el trato.

-Te arrepentirás de tus palabras- sonrió Aarón confiando ignorando el gesto de Erie.

-Dicho esto- habló Alessa llamando la atención –Es hora de cada uno hacer lo que le corresponde- ordenó –Steve, necesito un mapa de la topografía del Desierto de Brasas y un mapa de Heraticlon. Aarón, eres el encargado de las armas que se llevaran para la pelea, Miku suministros, y Erie... amm...-calló pensativa, descifrando que tarea asignarle - ¡Oh, sí!, ¡Sigue Aarón y aprende todo lo que puedas!

-Pero por qué...

-¡Ahora, a trabajar!- interrumpió Alessa al cronence –Tenemos poco tiempo.

Después del discurso Alessa salió apresurada de la biblioteca de Steve seguida por un molesto joven que no hacía más que reclamar las decisiones que había tomado previamente, a lo cual, ella pareció no prestar atención alguna. Miku sonrió ante la divertida escena y los siguió, pero no sin antes despedirse del profesor con una reverencia.

Erie sonrió para fijar su vista en los refugiados que se adentraban por el pasillo, y poco a poco se perdían de su vista, quedando así, sólo el murmullo de las voces que se alcanzaban a oír en la distancia. Alessa parecía tener el poder de lograr calmar la tensión de cualquier situación con un comentario divertido, y molestar al chico de cabello plateado parecía ser su pasatiempo favorito.

-Fuiste muy inteligente al retar a Aarón- habló Steven mientras sacaba un par de libros –O muy tonta. Si pierdes deberás de irte a tu suerte, y con tu falta de información no creo que dures más de un día.- señaló con una expresión inmutable.

-Alguien con el orgullo que él posee no podría decirme que no a un desafío- habló divertida –Además, si realmente soy una guerrera como Alessa cree, esto podrá ayudarme a recordar más cosas, y si logro manejar un arma seré más útil en la misión.

-¿Tienes una idea de lo que es el Desierto de las Brasas?- preguntó Steven frunciéndo el ceño.

-¿El desierto que rodea a Heraticlon?- adivinó solazada.

-Es un ecosistema creado específicamente para criaturas escupe fuego de cuerpos escamosos y uno que otro insecto osado- corrigió -Pocos logran sobrevivir ante el ardiente sol o a las criaturas que viven ahí.- le explicó –Y estás en lo correcto, es el desierto que rodea Heraticlon.

-Necesito subir y ver qué hay arriba, tal vez encuentre alguna pista de quién era o qué me pasó- habló decidida –Además, una persona más no está demás, si puedo ayudar en algo para que ellos logren llegar al Desierto de Brasas lo haré- indicó –De igual manera no tengo intenciones de cruzar el desierto junto a ellos.

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Se acercó con sigilo ocultándose detrás de cada posible pared o mueble que encontró en su camino, mientras a la distancia lo escuchaba blandir su espada en su entrenamiento. Él era el mejor guerrero y líder de guerra que alguna vez tuvieron, y para ella, todo en su vida.

-Sé que estás ahí Alessa- habló él sin interrumpir su entrenamiento.

-Algún día seré tan sigilosa como un ratón, y entonces no adivinarás mi presencia- sonrió divertida para salir de su escondite.

-Incluso a las ratas que corretean por estas sucias alcantarillas logro oír- debatió -¿Cómo pasaría por alto a mi propia esposa?- cuestionó para voltearla a ver con una mirada pícara. Alessa se sonrojó ante el comentario y sin poder sostenerle la mirada desvió la propia; para él, ella aún le parecía la misma estudiante que había cortejado hace tantos años, la cual se sonrojaba con el más mínimo halago. –Y dime, ¿Cómo le va Aarón con la chica nueva?- preguntó al fin para cambiar el tema y romper el silencio que los envolvía.

-Tal como lo supuse, tiene buenas habilidades para maniobrar la espada- respondió para tomar asiento en una grada de cemento –Pero aún es un poco torpe por la herida.

-¿Crees que es buena idea llevarla con nosotros a pesar de eso?- cuestionó.

-Tú podrás ser Hegel el gran guerrero, pero yo soy Alessa, con un ojo para ver más allá de lo que hay a simple vista- alardeó divertida.

–Por algo me casé contigo- sonrió –Sin embargo, me preocupa las intenciones de la chica una vez logremos subir- dijo Hegel para dejar su espada a un lado y darle su completa atención a su esposa.

Hegel, como el encargado en todo lo referente a la ofensiva y defensiva de los refugiados, su mayor prioridad siempre era la seguridad y protección de aquellos que vivían con ellos. Alessa y él eran los fundadores de aquella pequeña comunidad, teniendo todos los aspectos de la misma a su cargo; él se encargaba de protegerla, mientras ella se encargaba de lograr de alguna manera que funcionara todo viento en popa, pues algunos de los miembros eran un tanto difíciles de manejar.

En el pasado habían llegado Uppers con intenciones de encontrar su ubicación y entregarlos a Barlock, obligándoles a adentrarse cada vez más a los túneles. Dada las traiciones de aquellos que alguna vez recibieron con los brazos abiertos, la mayoría de los refugiados eran bastante huraños con los nuevos miembros y muchas veces preferían obviar un posible rescate antes de arriesgarse a otro traidor. Erie había sido un caso especial, había caído justamente del área más exclusiva de Heraticlon, los aristócratas o la gente rica en sí eran preferidos de Barlock, por lo tanto era raro que alguien se opusiese. Alguien como ella les podría brindar información de lo que sucedía arriba, o eso pensó hasta que escuchó que no podía recordar nada.

-A pesar de que no veo a Erie como un potencial enemigo, sí existe algo que me preocupa- habló Alessa con un tono más serio y un semblante de preocupación.

-¿Qué puede ser?

-Una vez arriba ella planea tomar su propio camino, y eso es algo que no podemos permitir- respondió –Menos en una misión que necesita de nuestra completa dedicación para poder triunfar.

-¿Quieres llevarla a la fuerza al Desierto de Brasas entonces?- indagó Hegel.

-No, claro que no- negó con la cabeza –Pero sé que una vez ella ponga un pie en la superficie verá la forma de ir en busca de respuestas- explicó -Respuestas que pueden perjudicarnos, en especial por el lugar de donde viene.

-¿Entonces planeas dejarla?- preguntó confundido.

-No- respondió no muy convencida. –Necesitamos a tantos miembros como la misión lo permita.

-En ese caso deberás de hacerte responsable de ella mientras ella sea indispensable para nosotros– ordenó –Necesitamos salir de la ciudad y encontrar un gecko de arena para poder cruzar el desierto; una vez afuera de las límites de la ciudad ella pueda hacer lo que desee, déjale eso muy en claro, no quiero problemas en medio de la misión –concluyó para ver la expresión de inconformidad de Alessa ante sus ordenes –Tú eres quien apoya su ida con nosotros, tú eres la que se encarga.

-No apoyo su idea de venir con nosotros- aclaró -Pero aparte de ti y Aarón, los demás miembros de la comunidad no son... digamos que no son...mmm...

-Útiles- concluyó.

-Necesitamos alguien más para tener una mejor oportunidad, mientras pueda maniobrar la espada bien puede que sirva como carnada. La ejecutarían si la ven con nosotros, con eso nos libramos de cualquier problema con respecto a ella- habló con una expresión sombría.

-Eso suena un poco cruel proviniendo de ti amor- sonrió Hegel.

-No se pueden tener dos glorias juntas ¿Verdad?- dijo sonriente.

-Supongo que no- sonrió dándole un dulce beso en los labios. Su esposa era algo más de lo que aparentaba bajo aquel carácter infantil; algo oscuro había detrás de la sonrisa risueña y ojos color chocolate. –Ve con Steven- habló Hegel. Tomó nuevamente su espada y se dirigió en medio del salón, continuando con sus ejercicios -Ya tiene los planos completos.

-Entonces nos iremos esta noche ¿no?

-Esta noche se escribirá un nuevo capítulo.

-El inicio del fin- sonrió sacando aquella fotografía de su bolsillo y acariciar con su dedo el rostro de su adorada hija.



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