Capítulo 40


El timbre sonó de nuevo en casa de Irene, aunque fue su hermana la que se apresuró a abrir. Tras la puerta estaba María, que llegaba un poco más tarde de la hora acordada, como solía ser habitual en ella.

―¡Hombre! Por fin se digna a aparecer la señora. ¿Qué es necesario que pregunte: qué o quién te ha entretenido?

Nadia se llevó un puñetazo en el brazo, del que se quejó abiertamente. María la ignoró y pasó al salón, aunque con una sonrisa en la cara.

―Ya no se puede ni bromear contigo, chiquilla ―susurró cerrando la puerta y siguiéndola.

Allí sentadas entre los dos sofás estaban Irene, Aída y Laura, que habían escuchado el breve y agresivo intercambio. Se levantaron para saludar a la recién llegada con dos besos en las mejillas y se acoplaron para poder estar todas cómodas.

―Bueno, ¿de qué habláis? ―preguntó María.

―¡Da igual de lo que hablemos! ―contestó Laura―. ¡Cuéntanos tú qué tal con Quique!

María notó cómo el calor se concentraba en su cara, lo que hizo que sus amigas sonrieran con sorna.

―No hay nada que contar.

―¡Oh, venga ya! Si habéis salido ya tres veces, algo te contarás. No seas así ―insistió Laura sin variar la feliz expresión de su rostro.

María miró a Aída, que miraba con mucho interés sus uñas.

―¡Serás chivata! ―le dijo tirándole un cojín que tenía justo detrás de ella y que le dio en plena cara.

―¡Yo no quería, ellas me presionaron! ―se defendió sin dejar de reír por el almohadazo.

―Ellas te presionaron ―farfulló―. Como si a ti te hiciera falta mucho.

La sonrisilla y la expresión en su cara les dejaba claro que no estaba realmente enfadada con ninguna. Tenía las mejillas sonrosadas, lo que también era bastante normal en ella, pero se veía complacida con el interés.

―Me gusta mucho, nenas ―comentó finalmente con una mirada soñadora, echándose hacia atrás en el sofá.

Sus amigas sonrieron felices por poder escuchar aquello y que la relación pudiera llegar a tener algún futuro. Nadia aún recordaba cuando había usado esa misma expresión refiriéndose a Víctor y sintió que la casa se le caía encima, pues sabía que por parte de su amigo no podría ser correspondida. En esa ocasión no obstante, sonrió ampliamente por ella.

―Es muy tierno ―continuó―. Se puede hablar con él, es muy listo, es agradable, es divertido, es... es un encanto.

A Laura le brillaban los ojos por la emoción. Aunque sus caminos se habían separado años atrás cuando él se fue a vivir fuera, Quique había sido un gran amigo durante los años de la universidad y ella deseaba que él por fin encontrara a alguien que lo viera por cómo era más allá de su fachada de friki.

―¡Me encanta! ―dijo Aída dando alegres palmadas―. Nuestra María se nos hace mayor.

Su amiga se incorporó y comenzó a buscar a su alrededor.

―¿Dónde está mi cojín?

―Se lo tiraste antes ―respondió Irene, que también sonreía como una tonta―. Toma este. ―Le tendió el que ella tenía.

María finalmente negó con la cabeza divertida.

―Me alegro mucho, María. Te mereces cositas buenas ―dijo Nadia.

―Es verdad que es muy friki... pero en este grupo abundan los frikis, ¿verdad?

―¡Eso es lo que más tenemos! ―contestó Irene―. ¿Tú estás a gusto con él?

María afirmó con la cabeza, sin dejar de sonreír. Aída al verla se lanzó encima suya, haciendo que volviera a caer hacia atrás.

―¡Ya hacía falta un abrazo en grupo! ―exclamó Nadia lanzándose encima de ellas dos.

Irene miró a Laura y alzó una ceja, riendo con ella y guiñándole un ojo en señal de complicidad. Ambas se mantuvieron al margen del abrazo por seguridad, pues sus amigas eran bastante brutas a veces. Tras algunas súplicas entremezcladas con carcajadas de María, las dos se quitaron de encima y la dejaron respirar.

Volvieron a la normalidad y se sentaron donde estaban previamente para poder seguir hablando. Parecía que estaban un poco más serenas y tras un momento de silencio cómodo Nadia comenzó a hablar.

―Es curioso cómo cambian las cosas, ¿verdad? Hace cuatro años estábamos sentadas aquí, con Laura embarazada...

―Eso no ha cambiado tanto ―interrumpió Irene ganándose un tortazo en el brazo por parte de la nombrada, que estaba sentada a su lado.

―Cierto. Pero estábamos aquí peleándonos por chorradas.

―¿Podemos decir mejor que estábamos aclarando conceptos? ―añadió Aída.

―Me estoy intentando poner filosófica por una vez en la vida y no paráis de dar por saco.

―Dejadla ya a la pobre ―la defendió María―. Sigue, anda. Hace cuatro años nos estábamos matando tú y yo, sí.

Nadia sonrió por la poca sutileza de su amiga, que en realidad era tan parecida a ella.

―Hace cuatro años estábamos sentadas aquí, matándonos vivas, diciéndonos puyas que, se pensaran o no, ahí estaban y ahora seguimos aquí igual, pero distintas.

―Hace cuatro años estábamos las cuatro solteras además ―mencionó divertida Irene.

―En realidad, hace cuatro años ya estabais comprometidas con quienes estáis comprometidas ahora, aunque no todas lo sabíais.

―¿Acaso nuestra María, esa chica de ciencias y números, cree en el destino y la predestinación?

―¿Bromeas, Laura? María es una romántica empedernida. Le pidió explicaciones a Nacho preguntándole qué intenciones tenía conmigo.

―Otro chivato. ¡Si es que sois los dos iguales! ―se quejó provocando la carcajada de las demás―. Pues sí, soy una romántica. Me encanta que mis amigas por fin estén con quien tienen que estar, que a más de una os ha costado un mundo por cierto. Me voy a mear. ―Se levantó y sin esperar respuesta alguna se fue de la habitación hacia el baño.

―Lo nuestro son los finales de los discursos, sin duda ―comentó irónica Irene mirando por dónde se había ido su amiga.

Las demás se rieron por la situación y por la información tan innecesaria que María les había dado al final. Continuaron hablando sin esperar a que llegara, ya se reengancharía luego a la conversación.

―¿Por qué te has remontado a cuatro años atrás, Nadia? ―preguntó Aída con curiosidad.

Ella se quedó pensativa un instante, poniendo en orden sus ideas.

―Creo que fue un punto de inflexión en mi vida. Cuando me fui a Madrid, dejé Málaga de improviso y luego volví. Pienso que volví siendo un poco distinta. La verdad es que podría haber puesto otro año como ejemplo, pero me parece el más adecuado. ¿A qué año te remontarías tú?

―Lo cierto es que no lo sé. Mi punto de inflexión no fue el tuyo. A lo mejor ni siquiera lo he tenido, pero me parece bien el tiempo que has puesto, era mera curiosidad. En verdad han pasado muchas cosas desde ese año, unas buenas y otras malas, pero casi todas buenas, ¿no?

María ya estaba allí sentada con ellas, escuchando de lo que hablaban.

―Con tu vuelta aquella vez, en aquellas vacaciones, la verdad es que abriste un camino que todas tomamos a tu par ―dijo entonces Irene, un poco más seria de lo que era habitual en ella―. ¿Sabéis que con cada decisión que tomamos se produce la separación de dos mundos distintos? Cada uno en función de la decisión tomada.

―¿Te estás poniendo muy filosófica tú, no? ―preguntó Laura con cierto sarcasmo.

―Es la teoría del multiverso, no me estoy inventando nada. Creo que voy a escribir algo al respecto, me parece súper interesante la cuestión del qué pasaría si...

―Pues este universo mola mucho ―comentó Nadia―. En fin, míranos. Las decisiones que hemos tomado nos ha llevado a que Irene se nos casa, cosa impensable en otro universo y difícil de creer en este mismo; Aída es mi cuñada, en otro universo recordemos que el idiota de mi hermano sigue con Sandrita; Lauri va a tener otro niño, porque la verdad es que le quedan preciosísimos; María no tiene un amor imposible, aunque en otro universo tal vez Vic no sería gay, ¿quién sabe?

―Y tú por fin te has caído del guindo ―añadió su hermana antes de que terminara de enumerar―. En este universo tampoco parecía posible.

Nadia entrecerró los ojos, mirándola con falso odio, aunque no pudo reclamar nada puesto que tenía toda la razón y ella lo tenía que reconocer.

―¡Vamos a brindar! ―comentó María poniéndose de pie rápidamente―. Voy a por zumo.

Fue a la cocina en un instante y volvió con vasos para todas y un cartón de zumo de naranja. Repartió bebida en todos los vasos y se los fue tendiendo a sus amigas, que aguardaban con sonrisas a que dijera el motivo del brindis, aunque no fuera necesario realmente.

―Vamos a brindar por los puntos de inflexión. Por las decisiones bien tomadas y por el multiuniverso...

―Multiverso ―interrumpió Irene corrigiéndola.

―Miltivirsi ―se burló sacándole la lengua―. ¡Lo que sea! Porque el universo en el que estamos, da igual como se haya llegado, es de puta madre. Porque en otro no estaríamos aquí, o no nos habríamos conocido, o nos habríamos matado en una pelea sin que hubiera vuelta atrás.

»Hoy hemos decidido hablar de esto y se ha creado un universo más. Es un nuevo inicio que vamos a aprovechar, así que brindemos por ello.


Ooooootro capítulito y puedo decir que estamos en la recta final. Taaaaanto es así que solo quedan dos capítulos más y el epílogo. ¿Qué os ha parecido este? Uno tranquilito pero apetecía ya que estas cinco volvieran a sus conversaciones, ¿no? 


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