Capítulo 38

Era casi la hora de comer y sabía que le quedaba poco para finalizar lo que estaba haciendo en los juzgados. Llevaba toda la mañana entre distintos juicios y tramitando papeleo y ya tenía ganas de marcharse para descansar un poco. Por suerte para él, el último juez quería exactamente lo mismo y apretó al abogado de la empresa contra la que él había interpuesto la denuncia para que aceptara llegar a un trato.

Se despidió de su cliente con un apretón de manos y una gran sonrisa, como era su costumbre y le recordó dónde estaba si lo necesitaba, lo que agradeció. Se quitó la toga por fin, liándola alrededor del brazo con el que sujetaba el maletín y se dispuso a salir del lugar.

El Palacio de justicia, que era como se conocían los nuevos juzgados de Málaga, estaba en una zona rodeada de bares y restaurantes. Nacho no obstante tenía su lugar favorito y se dirigía hacia allí, algo normal cuando tenía una mañana como aquella. Le había dicho a Aída hacia dónde iba, como si ella no lo supiera, aunque aún le quedaba al menos media hora para llegar pues tenía que hacer un par de cosas en la casa.

Decidió adelantarse y tomarse una cerveza esperándola. Cuando llegó a la pizzería La caprichosa, que estaba justo detrás del Palacio de justicia, buscó una mesa y se sentó, siendo inmediatamente atendido por el camarero, que por supuesto lo conocía. Sacó del maletín una carpeta marrón donde guardaba los datos de uno de los juicios que aún tenía pendientes para hacer tiempo.

―¡Madre mía, Nacho! ―Cuando escuchó la familiar voz levantó la cabeza y lo miró.

Rafa estaba delante de él con una sonrisa en la cara a la espera de que le devolviera el saludo. Nacho hizo gala de sus buenos modales y se levantó de su silla, ofreciéndole la mano para saludarlo, aunque no dijo nada.

―¡Qué alegría verte! ―insistió emocionado Rafa.

De todos los amigos que había conocido de Belén, Nacho era el que mejor le caía de todos. Parecía el más centrado de todos en su trabajo, que él consideraba de importancia. Era el mayor y siempre ofrecía su ayuda con todo, por lo que alguna que otra consulta legal le había hecho. Nacho, a pesar de su escaso tacto, siempre había actuado como un hermano mayor para todos y a él también le había dado ese beneficio.

Rafa no preguntó nada y se sentó justo en el asiento frente a él, que hizo lo propio volviendo a sentarse. Aún seguía callado y se había dedicado a mirarlo con una expresión neutra.

―¿Qué tal va todo? ¿Estabas en los juzgados?

Nacho asintió y Rafa sonrió automáticamente.

―¡Qué fuerte, tío! Hace mucho que no te veía. La verdad es que el tema de Beli está complicado, no me gustó nada su actitud y la manera que tuvo de marcharse así sin más. ―Nacho bebió lentamente de su cerveza y el otro continuó su perorata―. Me cuesta trabajo perdonarla, la verdad. Pero creo que no está bien y al final el amor se trata de eso, ¿verdad? Hay que perdonar las cosas porque yo tampoco soy perfecto.

―¿Tú crees, Rafita? ―dijo por fin.

Tenía un tono calmado, con la voz un poco más grave que de costumbre. Tenía su vaso de cerveza cogido con una mano y no paraba de darle vueltas sobre el mismo sitio, a un ritmo lento y constante.

Rafa no entendió bien la pregunta e inclinó su cabeza hacia un lado.

―¿Qué haces por aquí? ―preguntó sin embargo cambiando de tema―. Si no me equivoco este es el barrio de Belén.

―Sí. Mis suegros viven ahí al lado. He venido a hablar un rato con ellos, están muy solos los pobres.

Nacho, que hasta ese momento estaba un tanto recostado y con una actitud bastante relajada, se incorporó un poco, apoyando los codos sobre la mesa.

―Rafita, ¿a qué coño estás jugando?

Este abrió más los ojos pues no se esperaba aquella acritud cuando había estado de lo más relajado hasta hacía unos segundos. No tuvo que pedir que le aclarara nada pues Nacho continuó hablando con la misma voz sosegada que tenía hasta el momento, sin variar nada su tono, aunque se notó bastante la dureza de sus palabras.

―Te lo pregunto porque has venido a hablar con tus ex suegros ―comentó haciendo hincapié en el prefijo ex―, de los que desconozco también la mierda que tienen en la cabeza para siquiera abrirte la puerta. Te acercas a mí como si fuéramos amigos...

―¿No somos amigos? ―lo interrumpió con un matiz de confusión en la voz―. No sé lo que Beli os haya comentado pero nadie ha venido a mí a saber mi versión.

Nacho volvió a echarse hacia atrás en la silla y sonrió cínicamente.

―Ya conozco tu versión, Rafa.

Este frunció el ceño cuando escuchó su afirmación.

―Me la has contado tú mismo ―continuó provocando de nuevo que su improvisado acompañante se sorprendiera―. En cuanto me enteré fui a verte a tu casa. No porque no creyera lo que Belén había dicho, sino porque soy de la opinión que hay que escuchar todas las versiones posibles y permitir que cada uno la defienda.

―No te he contado nada.

Nacho volvió a sonreír. Una media sonrisa de suficiencia que no gustó a Rafa.

―Uy, sí. Sí que me lo has contado. Aunque más de uno crea que no me entero de nada, cuando me lo propongo sé leer bastante entre líneas. Lo cierto es que empezaste medio tocado, pero acabaste como una cuba. Lo que no sabía es que hasta el punto de no recordar nada, lo que me hace pensar que tu mente enfermiza está peor de lo que creía y te crees todas tus mentiras. Sí que es cierto que no me has contado lo que hacías para hacerle creer que estaba loca, para mermar su autoestima o para ningunearla, pero bien que pretendiste hacerme creer que estaba loca y que no valía nada sin ti.

―¿Cómo...? ¿Eso no...? ―balbuceó.

―Eso sí, Rafa ―dijo endureciendo aún más la voz―. Me parece de ser un cínico hijo de puta que trates de hacer creer a una buena chica que no es nadie, cuando tú estás trabajando gracias a que su padre te enchufó en su empresa. La verdad es que aquí el único inútil que no ha sabido demostrar su valía eres tú.

―No tienes derecho a decirme esto, Nacho. Creí que éramos amigos.

―No te equivoques, campeón ―espetó señalándolo con el dedo índice―. Mi amiga es Belén. Ella fue la que se coló en mi vida y tú viniste y apareciste un buen día haciéndote pasar por lo que no eres. Se la metiste doblá a ella y nos la metiste doblá a nosotros. Belén, a la que no tienes derecho alguno a llamar Beli, tiene un ejército detrás al que no vas a poder nunca hacer frente.

»No te acerques de nuevo a ella, deja de envenenar a sus padres, con los que no te preocupes que hablaré largo y tendido. Me han visto solo un par de veces, pero les encanta que sea un gran abogado. Si son tan idiotas de no creer a su hija no te preocupes que haré mi mayor alegato para que al menos me crean a mí.

Rafa apretó la mandíbula mirándolo con odio. En su mente no entraba que no vieran lo que él quería decir, que no le dieran la razón. Nacho bufó.

―Pfff. ¿Crees que me importa un carajo que me mates con la mirada? Nadia lo hace al menos tres veces cada vez que me ve y lo lleva haciendo toda la vida, así que no me afecta.

»Pero a ti sí te va a afectar la orden de alejamiento que voy a pedir contra ti si te vuelves a acercar a ella. ¿Y sabes qué es lo mejor? Que esa orden va a provocar que tengas más ganas de acercarte. Es un clásico en gente como tú, porque tienes que demostrar que eres muy machote o algo así, y será entonces cuando por fin pueda llamar a mis amigos rumanos para que te partan las piernas. Lo bueno de esta profesión es que también se conoce gente que, siendo menos mala de lo que tú eres, sí que es mucho más útil.

Lo miraba fijamente, tenía un extraño brillo en la mirada, desafiante.

―¿Me estás amenazando, Nacho?

―¡Claro que sí, idiota! No hace falta saber leer entre líneas para darse cuenta. Y ahora deja de tratar de hacerme la pelota y lárgate de mi mesa, a la que por cierto nadie te ha invitado.

Rafa entrecerró los ojos y se levantó de forma brusca, haciendo que la silla se fuera hacia atrás ruidosamente.

―Voy a denunciarte por esto ―amenazó.

―¿Por escuchar tus pamplinas y dejar que te sentaras a mi mesa? Lo entiendo, yo también me denunciaría. Si necesitas abogado avísame que conozco gente ―dijo cínico.

Nacho se puso de pie con parsimonia. Era un poco más alto que Rafa y cuadró un poco sus hombros para parecer más imponente. No obstante miró más allá de él y sonrió.

―Ahora pretendo comer con mi novia. ¿Os conocéis? ―preguntó sarcásticamente―. Aída, Capullo. Capullo, Aída ―concluyó como si los presentara por primera vez.

―Hola, Capullo ―contestó ella en el mismo tono sarcástico.

Rafa los volvió a mirar mal, como queriendo mostrarles todo el odio que les tenía, aunque tratando de no dar un bochornoso espectáculo en un sitio público.

―¿Ves? ―Lo señaló de nuevo―. A este Rafa con cara de hijo de puta ya me lo creo más que el que se ha sentado a mi mesa con una falsa cara de bueno.

No dijo ni hizo nada más y se fue, casi atropellando a Aída, que estaba cortando un poco el paso. Ésta se acercó a Nacho y lo besó en los labios, él relajó sus hombros inmediatamente.

―¿Qué ha pasado aquí? ―inquirió curiosa mientras se sentaba en la silla que Rafa había alejado al levantarse.

―Nada, cariño. Quería flamenquito y ha venido a tocarme las palmas ―contestó guiñándole un ojo.


Bueeeeeeeeno, ¡dicho y hecho! Tres capítulos para hoy y ya entramos en la recta final de la historia y de la trilogía. Me da penita por un lado pero tengo ganitas ya de que la leáis. Espero que os haya gustado este capítulo. Quiero saber opiniones. ¿Qué tal este Nacho modo abogado/amigo con mala leche? A mí personalmente me encanta. 

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