Capítulo 31

El silencio reinó durante unos segundos que parecieron interminables.

―No es verdad.

―No bromeo, Irene.

―Yo tampoco.

No preguntaba, no tenía en la voz ni solo atisbo de duda. Se cruzó de brazos y enarcó a una ceja, retándolo a contradecirle de nuevo. Ernesto bufó, conocía aquel gesto que Irene ponía muy pocas veces pero que en cierta manera temía.

―Vamos a ver ―medió Nadia sabiendo que se estaba aproximando una guerra―. ¿Por qué se supone que te va a despedir?

Ernesto fue entonces hacia ellos y puso su móvil sobre la mesa, con la conversación en la pantalla.

―¿Y qué parte de "no te montes películas" no entiendes, Ernes? ―preguntó Irene aún seria.

―Cielo, ¿podrías bajar un par de tonos de acritud? En fin, es genial cuando te pones en modo mamá oso con nosotros, pero Ernes es uno de ese nosotros.

―Pues si no quiere flamenquito...

―Que no te toque las palmas ―la interrumpió de nuevo su novio, completando la frase por ella―. Está claro que Nadia no es la única que se parece a Nacho.

Irene fue en ese momento la que bufó. Ernesto se dejó caer en su silla, apoyó los codos en la mesa y la cabeza en sus manos, totalmente derrotado.

―Ernesti ―le dijo Nadia acariciándole la cabeza―. Sabes que Laura nunca te diría algo así por mensaje. Además ya hemos hablado de esto, tú eres mucho más que un trabajo. ¿Cuál sería realmente el problema?

―Claro, tío. Tú no eres así de derrotista ―apoyó Víctor.

Ernesto levantó la cabeza poco a poco y apoyó entonces la barbilla sobre las manos. Miró a Irene, que estaba justo frente a él y le hizo un mohín con la cara. Ella siguió con los brazos cruzados en actitud digna y él puso entonces un puchero con la boca, a lo que ya ella no se pudo resistir y suavizó la expresión.

―Lauri no...

―Lo sé, Irene ―le interrumpió―. Se me ha ido un poco la olla. Voy a llamarla y quedo con ella esta tarde.

―Más te vale.

―Una tregua, Irene ―le susurró Nadia.

Ernesto sonrió con cierto cansancio y la miró. Ella veía a su hermana severa. Era uno de esos escasos momentos en que se intercambiaban los roles de sensata e impulsiva. Nadia entonces giró la cabeza hacia él, sintiéndose de nuevo observada y solo vio un borrón del momento en el que él se le abalanzó para besarla.

No pudo ni quiso evitarlo. Ver cómo lo defendía y le pedía a su hermana que no hiciera leña del árbol caído, había hecho que un sentimiento cálido se expandiera por su cuerpo.

Ella le devolvió el beso pero sin perder de vista que aún tenían visita en casa. Esos que no dejaban de sonreír y de cuchichear entre ellos para picarlos. Nadia se separó lentamente, manteniendo una de sus manos en su cara, acariciando su corta barba.

―Tengo que decir que ahora mismo me arrepiento de haber dicho que vinierais ―les comentó Ernesto con sorna aunque sin dejar de mirar a Nadia.

―Pues ahora te aguantas. Mi pequeño quiere su postre.

Soltó una carcajada, le volvió a dar un beso a su novia, esta vez más corto, y se levantó para ir a por el que sabía que era el sabor favorito de helado de Irene.

Dani se aproximó al despacho de Laura, cuya puerta estaba abierta. Esta no levantaba la vista de su pantalla y parecía que ni pestañeaba.

―Laura...

―Shhhhh ―lo mandó callar.

Él pegó un respingo por la sorpresa no sabiendo qué había hecho. Miró hacia los lados un poco tenso, por no saber qué había dicho. Llevaba todo el día bastante rara, sin moverse de allí más que para hablar un par de cosas con el equipo de Ernesto.

―Cariño ―dijo tentativamente. Como esta vez no lo calló prosiguió en el mismo tono bajo―. ¿Has comido algo? No sé qué estás haciendo pero no puede ser bueno.

Laura le prestó atención por primera vez, enfocando su vista en él.

―¿Qué me estás queriendo decir, Daniel? ¿Qué no cuido a mi bebé?

Dani abrió mucho los ojos y parpadeó de una manera extraña, más lento de lo normal, como procesando cómo estaba siendo la conversación y en qué parte ella había entendido algo así.

―¿En serio, Laura María? ¿Eso es lo que se supone que he dicho? ―Ella entrecerró los ojos y él le sostuvo la mirada―. ¿Qué? Tú usas mi nombre completo, yo también.

―No me llamo Laura María.

―Bah, detalles ―bromeó, haciendo un gesto con la mano restándole importancia.

Laura se tranquilizó un poco y sonrió. Él cogió una silla y se puso a su lado.

―Bueno, en serio. ¿Qué llevas haciendo toda la mañana que ni te has movido de aquí?

Ella se quitó las gafas que se ponía para mirar el monitor y se frotó los ojos con cansancio.

―Estoy queriendo comprobar muchas cosas a la vez. Hay cosas muy raras aquí. Y necesito mirarlo todo cuando no está Ernes, por eso le he dicho que se coja un par de días más.

Dani giró un poco la cabeza poniendo además un gesto de extrañeza. Laura le devolvió la mirada esperando su pregunta, pues sabía que vendría alguna.

―¿Has hablado con Ernes?

―Le he llamado un par de veces pero no me cogía el teléfono, así que le he mandado un whatsapp. Le he dicho que se coja un par de diítas más. Voy a mirar si lo ha leído, por cierto. ―Abrió el cajón donde tenía su teléfono móvil y abrió la aplicación.

―¿Pero qué le has dicho?

―Dani, ¿a qué viene todo esto? Míralo por ti mismo si tanto te interesa. ―Le enseñó la pantalla con la conversación, donde se podía observar la doble aspa azul que indicaba que Ernesto lo había leído.

―Ernesto lleva un tiempo creyendo que Pierre se lo quiere quitar de en medio...

―No quiere, créeme. O no todavía ―le interrumpió.

Dani frunció el ceño, pero continuó con lo que estaba diciendo.

―Bueno, vale. ¿Pero no crees que va a rayarse bastante cuando lea tu mensaje? El otro día le dices que se tome tiempo y ahora que más.

―No, hombre... mi Ernes no va a pensar nada raro. En fin, soy yo. Nos conocemos desde que nació y sabe que si tuviera que decirle algo gordo lo hablaría con él.

―¿Cómo que tu Ernes? ―preguntó con una extraña voz.

―¿Estás celoso? ―preguntó por su parte Laura sonriente―. Sí, mi Ernes. Te voy a contar un secreto, cariño. Ernesto es el Ernesto de todas. Irene incluida.

Se sorprendió mucho por aquella declaración y ella volvió a reírse, esta vez más ampliamente.

―Es el niño mimado de todas. En fin... has visto lo encantador que es. Es así desde pequeño. Era el chico más cariñoso que existía, después de Manu que es el mejor del mundo. Nos cuidaba a todos y nosotros a él. Es el amor platónico de toda chica que lo llega a conocer, puede que incluso el del Vic. ―Rio.

―¡¿Qué me dices?! ¿Me estás diciendo que es el tío perfecto para todas? ―Estaba un poco más serio.

―¿Quién ha dicho que sea perfecto? ―Se veía que se estaba divirtiendo mucho con aquella conversación―. No te pongas celoso por tonterías, anda, que no te pega nada. Ernesto es todo lo contrario a perfecto, al igual que tú, al igual que yo o cualquiera. Pero encantador es. Y muy buen amigo, que siempre está ahí. Y hay que reconocer que el tío es guapo, tiene su carisma, así que es normal que sea muy propenso a ser platónico. ¿Igual sabes que platónico no es real, no?

Él hizo un gesto imitándola, con el que ella volvió a soltar una carcajada. Se acercó un poco más a él, pegando las sillas.

―Porque el real sigues siendo tú. Aunque tampoco eres perfecto. Y gracias a Dios, porque no te soportaría.

Él sonrió entonces más complacido y ella se acercó a darle un corto beso.

―Y ahora vete de mi despacho, que tengo que seguir con esto o le voy a acabar pidiendo que se vaya una semana en vez de dos días ―le apremió con las manos también.

Dani se levantó rápido de la silla, cogiéndola para ponerla donde estaba antes.

―En serio, nena. Llama a Ernesto y dile que no es lo que piensa.

Laura lo miró seria.

―¿Sabes algo que yo no? ¿Te ha dicho algo? ¿Acaso cree que le diría algo así por mensaje? ¿Acaso...?

―Laura, Laura, Laura ―la interrumpió él―. No he hablado con él, pero que sé lo que se le pasaba por la mente y sabes que a veces es muy aprensivo. Así que habla con él.

No esperó contestación por su parte y salió del despacho, esta vez cerrando la puerta al salir. Ella se quedó un poco mosqueada por lo que le había dicho así que, a pesar de que lo veía innecesario, cogió el teléfono para contactar con él, viendo de nuevo como sus mensajes seguían sin contestación a pesar de que lo había leído.

Pensó entonces que Dani tenía razón y que su amigo se había montado la película que ella le había dicho que no se montara. Creía que con ese mensaje y con la confianza que se tenían sería suficiente, pero veía que no. De pronto comenzó a sentir calor. Subía desde su estómago hasta la cabeza, notando un latido pulsante en la sien. No pasaba mucho, pero se estaba cabreando.

Miró el reloj en el ordenador y vio que eran las cuatro de la tarde. Una hora perfecta para salir un viernes, así que se levantó rápido, apagó su sesión y salió del despacho, yendo directamente a la mesa de su novio, que ya había terminado su trabajo y esperaba a que ella quisiera irse. Él la vio llegar y se sorprendió bastante.

―Vámonos ―dijo ella sin pararse siquiera.

Dani miró a Luna, uno de los pocos que aún estaban allí que le devolvió la mirada haciendo una mueca con la cara y encogiéndose de hombros. Recogió sus cosas lo más rápido que pudo y corrió para alcanzarla.

―Laura, ¿qué pasa? ―le preguntó cuando llegó hasta ella, que ya casi estaba en el coche.

―Que tienes razón. Se ha creído lo que no es. Este se va a enterar.

―¿Has podido hablar con él?

Dani abrió el coche y ambos se quedaron apoyados en la puerta en sus respectivos lados.

―No, pero tampoco él me ha dicho nada a lo que le he escrito.

―Esto... Lauri, sabes que te estás calentando tú sola, ¿no?

―¡Me has calentado tú! Y ahora vamos a casa de tu amigo Ernesto.

No esperó y abrió la puerta para entrar en el coche. Dani suspiró pensando que no tendría que haber dicho nada.

―Ahora resulta que es "mi" Ernesto ―dijo para sí.

―¡Vamos! ―se impacientó Laura.

Negó con la cabeza, no demorando más el momento de entrar. Intentaría calmarla en el coche, porque como llegara de aquella manera no sabía si su novia sería capaz de estrangular a su amigo con sus propias manos.


Nota de autora: Bueno, continuación del capítulo anterior y parece que a Laura no le ha sentado nada bien. Espero que a vosotros os haya gustado. 

Este va dedicado a una lectora que se ha hecho un maratón desde que comenzó La playa y, aunque aún no llega a esta parte, seguro que le queda poco a la velocidad a la que va.

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