Capítulo 21

Estaba enfadada, mucho. Se encontró con un caso particularmente duro en el trabajo: un muchacho de apenas once años que sufría de acoso escolar. Aún no llegaba a comprender qué pasaba por la cabeza de esos chicos que no mostraban respeto alguno por nada ni nadie. Ni por sus cabezas ni por la de sus padres.

Llegó a su casa sobre las cuatro de la tarde, cerrando más fuerte de lo necesario sin darse apenas cuenta. Víctor, que estaba sentado en el sofá con el portátil en las piernas, pegó un repullo por el sonido del portazo. Cuando Rocío se dio cuenta hizo una mueca con la cara pidiendo disculpas con una mano.

―¡Madre mía! Vienes pisando fuerte.

―De verdad, lo siento.

―¿Qué te pasa que vienes así?

Ella se dejó caer en el sofá sin miramientos, haciendo que él saltara un poco por el brusco movimiento.

―¿Un caso duro? ―insistió.

―Un caso de mierda sí, y un día de mierda en general ―volvió a ponerse en pie.

Víctor no dejó de seguirla con la mirada, le estaba mareando con tanta brusquedad. Ella siguió paseando por el salón, nerviosa.

―Los niños son lo peor. Y los padres también, esos son otros cabrones que no enseñan educación y respeto a sus hijos, ¿sabes? Porque me encuentro con niños delincuentes, que en su afán por ser los más guays, joden la vida a otros chavales. ¡Se acabó! ¡Lo dejo!

Hizo el amago de marcharse, pero la pregunta de su amigo la frenó.

―¿Qué dices? No puedes dejarlo.

Él soltó su ordenador portátil encima de la mesa y también se puso de pie.

―¿Por qué no?

―Porque no puedes.

―Eres el rey de la oratoria, ¿sabes? Seguro que eras el jefe del grupo de debate en el instituto con ese don de palabra ―ironizó.

Él la miró entrecerrando los ojos.

―No sé de qué serie de Beverly Hills te has escapado, pero aquí no hay grupos de debate ―ella levantó una ceja aún con el mismo gesto sarcástico de antes―. Pero no lo puedes dejar, has luchado mucho por conseguirlo y no vas a dejarlo así como así por un mal día.

―Llevo el tiempo suficiente, lo puedo dejar si quiero.

―¿Qué me dices? ―Víctor no daba crédito a lo que escuchaba.

Estaban los dos en mitad del salón discutiendo.

―¿Cómo que...?

―Vamos a ver, Ro ―la interrumpió, poniéndole las manos en los hombros. Ella pareció tranquilizarse un poco con aquel gesto―. Piénsalo bien, ¿vale? Has estudiado mucho para esto.

―He mirado un par de páginas web y me he informado un poco ―dijo ella restándole importancia y separándose un poco―. Tampoco creo que eso sea estudiar mucho.

Víctor frunció el ceño y ella le devolvió el gesto automáticamente.

―Llevas años en esto, Ro. De verdad, no entiendo cómo un día malo, que no es el primero que has tenido, esté haciendo que te plantees el dejar todo así como así.

―No vas a dejar que me olvide nunca de mi semi vegetarianismo, ¿verdad?

Víctor no entendió el cambio de tema, su cara mostró con total claridad la confusión que sentía. Era un chico bastante expresivo y se le notaba todo en la cara.

―¡Me da igual tu semi vege-lo-que-sea! No sé a qué viene eso.

―Bueno, Víctor. Creo que soy lo bastante mayorcita para decidir cuándo lo dejo. Ahora me voy a tomar un copón de vino para olvidar la desolada cara de un muchacho que lo que está es pensando en cortarse las venas en vez de pensar en jugar al fútbol.

Se fue hacia la cocina sin esperar respuesta.

―Yo solo digo que es un trabajo para el que vales ―le grito para que lo escuchara―. Ayudas a mucha gente y no te puedes hundir así y dejarlo de la nada.

Rocío de pronto se asomó por la puerta, mirándolo con desconcierto. Él seguía en el centro del salón.

―¿Qué te hace pensar que voy a dejar mi trabajo? ―preguntó tras unos instantes de silencio.

―¡Pues tú! ¿Quién si no?

Ella no tuvo más remedio que volver al salón, sin cambiar su cara, hasta que se dio cuenta y suavizó su expresión, pues pensó que al final le saldrían arrugas en la frente por las conversaciones absurdas con su compañero de piso.

―Yo no he dicho nada de eso ―explicó con voz tranquila―. Llevo ya 22 días, sólo me quiero tomar un vino y mira la que me formas.

―Espera, espera, espera ―repitió alzando una mano y luego acercándola a su cara, pinzándose el puente de la nariz. Ella esperó tal y como él le había pedido―. Puede que esta pregunta parezca absurda a estas alturas del partido pero me voy a arriesgar... ¿Qué se supone que vas a dejar?

―Víctor, llevamos un rato largo hablando de esto. No me digas que no te has enterado de nada. Voy a dejar el crudiveganismo, chiquillo. ¿Qué...? ―se interrumpió. Un instante después, tras entenderlo todo, se echó a reír.

Se sentó en el sofá, pues no tenía fuerzas para seguir de pie. Él rio con ella y también se sentó a su lado.

―Has creído... has... tú has creído... ―intentó terminar una frase pero no podía por el ataque de risa que le había dado.

―¡Vamos! ¡Te explicas fatal! ―Aunque sonriente él si podía hablar con normalidad

Se rieron a gusto y se fueron calmando poco a poco. Rocío puso los pies sobre la pequeña mesa de centro. Acercó su mano cogiendo la de su amigo y poniéndola sobre su pierna.

―No sabía cuánto me hacía falta esta tontería ―le dijo mirándolo a los ojos fijamente―. Muchas gracias.

Él se encogió de hombros.

―No es nada. Todo ha sido culpa tuya que te explicas como un libro cerrado.

Ella hizo una media sonrisa y negó con la cabeza.

―Es duro... el trabajo digo ―aclaró para evitar malentendidos―. Muy duro por momentos, hay casos difíciles, pero no me planteo dejarlo, no.

―Claro que no ―confirmó él apretándole la mano―. Porque eres grande.

―¡Qué va! ―negó―. Pero me gusta mi trabajo. Es complicado, es una mierda a veces pero ayudo, y me ayuda a mí a pensar que soy buena ―completó haciendo una extraña mueca.

Víctor volvió a fruncir el ceño, parecía que aquella tarde la conversación provocaba aquellas reacciones. Ella viéndolo soltó su mano y se la puso en la frente, intentando que relajara su expresión.

―¿Qué significa eso? ¿Quién dice que no eres buena?

Se mantuvo callada, así que él volvió a repetir la pregunta.

―Hoy he visto a mi prima ―respondió escueta.

―¿A Sandra?

―Sabes que por desgracia no tengo más primas, así que esa preguntilla nos la podemos ahorrar.

―Bordeeee ―bromeó él.

―Sí, Sandra ―continuó riendo de nuevo―. Ha venido mi tía a verme y venía con ella. Es una persona horrible, no ha cambiado nada. Ella habla y le da la vuelta a todo, queriendo sentirse bien consigo misma y que los demás seamos los culpables de sus actos, ¿sabes? Y yo tengo sus mismos genes.

―¡Qué tonta eres! La genética no lo es todo, lo sabes. Además, me juego lo que sea a que la cambiaron en el hospital y a tu tía le dieron la niña chunga.

Rocío soltó una carcajada.

―Eres buena y lo sabes. Haces lo que haga falta para ayudar a los demás. Estoy en tu casa por algún motivo, ¿no? Eres la primera en ofrecerte a hacer algo, en dar consuelo, en escuchar. En fin, estás un poco... bueno, bastante loca ―se corrigió,

Rocío le dio un golpe en el brazo con bastante fuerza, lo que provocó una queja por parte de él, que se frotaba donde había recibido el tortazo.

―Eso por llamarme loca.

―¡Eeeh! Ni que te estuviera contando nada nuevo. ¡Es que de pronto te da por ser crudivegana! Eso tampoco es de gente normal.

―¡Oh, mierda!

―¿Qué pasa?

―Me he dejado mi copón de vino en la cocina ―apretó los labios e hizo un puchero, girando la cabeza levemente para dar un poco más de pena.

―Mira que tienes cara ―comentó Víctor, que se rindió ante su expresión y se levantó para ir a por su copa.

Rocío hizo un silencioso gesto de victoria, que él vio por el rabillo del ojo aunque no dijo nada, la dejaría que se divirtiera a su costa.

Ella miraba hacia delante, a la tele apagada donde podía ver su propio reflejo y donde pudo ver también que su amigo entraba de nuevo con su vino en la mano.

―Está embarazada, ¿sabes?

Víctor se paró en seco. Esta vez no se confundió sobre lo que ella hablaba y sabía perfectamente a quién se refería. Rocío que continuaba viendo su reflejo, echó la cabeza hacia atrás, mirándolo directamente.

―¿Qué pasa, niño?

―Dios... ¡se va a reproducir! ―exclamó dándole un sorbo a la bebida.

―¡Eh! ¡Dame mi vino, ladrón!


Nota de autora: ¿Qué tal? ¿Os ha gustado o no? Ya sabéis que me gusta saber vuestra opinión y leer vuestros comentarios. Gracias por estar ahí siempre ;)

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