Capítulo 17

Irene estaba preparando la comida. Aunque alguna vez que otra había hecho un desastre en la cocina, aquello no era lo normal y solía ser bastante diestra, excepto cuando se dispersaba demasiado.

Sus amigas llegarían en breve. Sabía que Aída y María serían las primeras en aparecer puesto que los lunes eran su día de descanso en el negocio. Tenía ganas de un día para ellas y por eso les había dicho de quedar. Se veían todas las semanas, pero aún así a Irene le apetecía una de esas tardes en las que estaban solo ellas, como las muchas que tenían antes.

Pegaron al timbre justo cuando estaba a punto de abrir la puerta del horno. Fue rápidamente a abrir, apareciendo efectivamente Aída y María. Se saludaron con un par de besos en la mejilla y fue corriendo a la cocina, no queriendo que se le quemara nada.

―Dime que no vamos a salir ardiendo ―bromeó Aída que cerraba la puerta tras entrar.

―¡Muy graciosa! ―gritó su cuñada desde la cocina, hacia donde se dirigían ellas dos.

María soltó la bolsa que llevaba en la encimera.

―He traído empanada ―explicó escuetamente―. Siempre necesitamos un plan B.

―¿Qué os ha dado hoy? ¿Sois Martes y Trece o qué?

―Es broma, Irene ―contestó riéndose María―. Eso solo haría falta en caso de que cocinara Nadia. Sabemos que contigo no es necesario... al menos no siempre.

Se llevó un golpe en el brazo por la broma, aunque las tres reían. Sacó el pollo del horno con cuidado de no quemarse y entre todas comenzaron a poner la mesa.

―¿Viene alguien más? ―preguntó Aída.

En ese momento el sonido del timbre sirvió como respuesta, la propia Aída fue a abrir, encontrándose delante a Laura, a la que también saludó de la manera habitual.

Entraron al salón, donde ya tenían todo colocado. Se sentaron las cuatro a comer. Aunque Irene había hecho suficiente comida para todas, también pusieron la empanada que María había llevado. Era la que mejor cocinaba de todas y no se podían resistir a nada que ella llevara.

―Creí que estarías trabajando ―le dijo Aída a Laura.

―Me pedí hoy libre, tenía horas acumuladas suficientes y sabía que después del día de campo iba a estar cansada ―explicaba mientras se servía un poco de todo―. La verdad es que no dejo de tener sueño. Estoy más cansada que cuando estaba embarazada de Manuel. Así que no me lo pensé. Y además lo recoge Dani del colegio, por lo que tengo todo el tiempo del mundo hoy.

―¡Qué bien! Pues contadnos qué tal ha ido el finde ―dijo María.

Laura e Irene se miraron brevemente, lo que hizo que sus dos amigas las miraran raro.

―¿Qué nos hemos perdido? ―preguntó ahora Aída.

―Belén está un poco... bueno, bastante regular ―comenzó Laura.

―Sí, resulta que Rafa es un poco... bueno, bastante hijo de puta ―parafraseó Irene―. Sin embargo no quiero hablar de tíos. En serio que no, en otro momento os lo contamos todo, pero ahora estamos nosotras aquí, hablemos de nosotras y de nuestra vida.

―Sabes que en nuestra vida hay hombres incluidos, ¿verdad? ―comentó Aída.

―¿Sabéis lo que es el test de Bechdel?

Todas miraron a Irene con curiosidad. Continuaban comiendo sabiendo que su amiga hablaría sin necesidad de que preguntara nadie nada. De hecho, poco después comenzó su explicación.

―El tema de la mujer en la literatura y el cine es complicado. Hasta Jean Austen, la presencia de todos los personajes femeninos se debía a su vínculo con un personaje masculino.

Lo dejó ahí y continuó comiendo, como si lo dicho hubiera sido suficiente. Las otras tres se miraron, aunque no pudieron preguntar pues el timbre volvió a sonar, interrumpiéndolas. Irene se levantó a abrir la puerta, sabiendo que sería su hermana, que le había comentado que intentaría salir pronto del trabajo.

Nadia entró y saludó a todas con besos. Fue a lavarse las manos rápidamente para poder sentarse en el sitio que había para ella. Comenzó a echarse de lo que había en la mesa.

―Estoy muerta ―comentó suspirando con cierto dramatismo―. ¿De qué hablabais?

―Tu hermana cree que ha explicado algo que no ha explicado ―contestó por todas Laura―. Nos ha preguntado si sabíamos qué era el test del bedel...

―Test de Bechdel ―corrigió Irene interrumpiendo―. ¡Os lo he explicado ahora mismo!

―¡No lo has hecho! ―dijo en el mismo tono Aída.

―Bueno, vale. Si sois medio lelas y no lo entendéis ya os lo aclaro un poco más.

Se llevó las malas miradas de todas, menos de Nadia que sonreía mientras disfrutaba de la empanada.

―Jean Austen comenzó a crear personajes femeninos complejos y que fueron protagonistas de las historias que creaba ―dijo tras reírse por las caras que le habían puesto―. Pero antes de eso la mujer era nada. Personajes relleno que servían a la historia que giraba en torno del hombre, ¿entendéis?

―Claro que entendemos ―comentó María―. Hasta ahí bien. Pero nada de eso aclara qué es el test del bedel.

―¡Bechdel, pesá! ―insistió.

―Bueno, pues Bechdel. Y tampoco el por qué no podemos hablar de los hombres.

―¡Aaaaah! Que todo es por eso. Yo sé lo del test. ―comentó Nadia con una sonrisa de suficiencia.

―Pues a ver si tú te explicas mejor que tu hermana, que le está dando más emoción de la necesaria.

―¡Vamos, Aída! Un poco de paciencia. Pero vale, a lo que voy ―retomó Irene al ver que se impacientaban―. Hubo una tira cómica de Alison Bechdel en la que uno de los personajes dice que ella solo acepta ver una peli si: aparecen al menos dos personajes femeninos con nombre; si hablan entre ellas; y si la conversación no gira en torno a un hombre ―enumeró con los dedos.

―¿Y de ahí surge el test? ―preguntó con curiosidad Laura.

―Exacto. Porque si buscáis bien en series, libros, pelis y demás, muy pocas cumplen ese test.

―No lo conocía ―reconoció Aída por todas―. ¿Por eso en tus libros siempre hay personajes femeninos tan fuertes y definidos?

―En parte sí, pero es algo que me sale solo, la verdad. No lo pienso, simplemente creo que es algo que refleja lo que ocurre actualmente. Odio la damisela en apuros que tiene que ser salvada por un hombre. En ese aspecto creo que Disney ha hecho mucho daño.

―Eso te lo concedo ―concordó Laura rápidamente―. Lo hablaba el otro día con Dani, las películas nuevas de Disney son mucho más realistas en el sentido de que no solo se tiene en cuenta encontrar el amor verdadero. Hay más humor, hay más amistad o amor de hermanos que amor romántico. Y no solo está la princesa que aspira a ser besada por el príncipe y ya.

―De todas formas, no sé cómo ha empezado la conversación, pero me atrevería a decir que la diferencia aquí sería que nosotros no estamos en una peli ―comentó Nadia.

―No, hermanita, pero si lo estuviéramos de igual manera no lo cumpliríamos.

―¡¿Cómo que no?! ―comentó ahora María―. Nuestras vidas no giran en torno a un hombre. Tenemos conversaciones de todo tipo todo el tiempo. Peeeeero se da la circunstancia de que hay hombres a nuestro alrededor. O al menos alrededor vuestro. Si estuviéramos en una peli le pediría al guionista un poco de marcha, que estoy a dos velas. ―Todas rieron―. En verdad es normal hablar de ello porque forma parte de nuestras vidas.

―Aquí mi socia tiene razón. Seríamos unas protagonistas geniales. Y también os digo que si no habláramos de hombres no sabríais que me voy a ir a vivir con Nacho.

Todas menos María, con la que Aída ya había hablado, se sorprendieron con la declaración.

―¿Qué me dices? ―preguntó finalmente Irene tras haber boqueado varias veces.

A Aída se le cambió un poco la cara frunciendo un poco el ceño.

―¿Os... os molesta? ―La voz de Aída se notaba un poco miedosa.

―¡¿Qué?! ―volvió a preguntar, esta vez gritando.

―Es perfectamente comprensible que lo crea por la cara que se os ha quedado ―le comentó Laura en lo que pretendía ser una confidencia a voces.

Irene la miró, ahora era ella la confundida, pero se dio cuenta de que tenía razón con su análisis y que la pobre de Aída tenía motivos para malinterpretarlas.

―¡Es genial! ―dijo en su lugar Nadia, que sonreía ampliamente―. No me lo esperaba por lo pronto que es, pero no puedo imaginar a nadie mejor que tú para el idiota de mi hermano.

Aída soltó el aire ruidosamente. Irene se levantó para abrazarla y disipar las dudas que le pudieran quedar a su cuñada. Luego lo hizo Nadia, que también le dio un apretado abrazo. Los nervios de Aída se disiparon por fin y notó como se quitaba un peso de encima.

―Brindemos por Aída y su nuevo comienzo, anda, ya que los guionistas han sido benévolos con ella ―comentó María.

―Bueno, no sé si ponerle a mi hermano en el camino es ser benévolo o cruel, pero vale ―bromeó Nadia, quien tuvo que esquivar un trozo de pan tirado por su cuñada.

Todas levantaron sus vasos para chocarlos en el aire y beber a continuación.

―Oye ―llamó la atención Laura cuando hubo bebido―. ¿Eso significa que no pasamos el test del bedel?


Nota de autora: Os dije que muuuuy pronto tendríais noticias mías, ¿verdad? ¿Verdad? Pues aquí he vuelto. Espero que os haya gustado y que me comentéis qué os parece. Yo estoy muuuuy interesada en saber si sois escritores/as si vuestras obras aprobarían el test de Bechdel o no. Si solo leéis, ¿qué obras que hayáis leído lo pasan? Ya me contaréis. Gracias a todos por leer. 

Ah! Y efectivamente, no se puede escribir el nombre "Jane Austen" y no dedicarle a la fantástica escritora @MPSouthwell  el capítulo. No dudéis en pasar por su perfil y disfrutar de sus historias. 

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