Capitulo 2
CITA INESPERADA
Han pasado dos semanas desde la última vez que ví a Matt, no sé si él sea el detonador de ese sueño que desde entonces se repite cada noche, se siente tan real, es como volver a sentir sus labios, como volver a sentir a Alex cerca de mi. Nos faltaba tanto por vivir.
Repaso los pendientes del día en mi cabeza mientras preparo el desayuno, se me hizo tarde y aún me falta ducharme. Metí un trozo de fruta a mi boca y miré a mi alrededor suspirando deseando que lo de la mudanza por fin quedé desempacado el fin de semana.
Ya en la regadera mientras dejaba que el agua tibia cayera sobre mi espalda cierro los ojos y llevo los dedos hacia mis labios, pienso en ese beso, es como si aún pudiera sentirlo, lo recuerdo tan vívidamente.
Necesito distraerme con algo, no puede ser sano seguir pensando de esta manera en alguien que ya no está, no puede haber una conexión tan fuerte en el mundo que ni la muerte pueda romper.
Ahora que lo pienso tengo casi un año que no tengo alguna cita o estoy con alguien, no es como que lo estuviera buscando aunque tampoco ha habido algún prospecto, debería de salir para dejar de pensar en Alex, no es como que un clavo saque a otro clavo, pero este clavo ya no existe.
Salgo del baño para vestirme de prisa, salí corriendo del departamento hacia el elevador, y por el pasillo me crucé con el guardia del edificio, solo logró saludarlo con una sonrisa momentánea, es un sujeto muy amable aunque no he tenido mucho tiempo para charlar con él.
Subí al coche, espero no encontrar demasiado tráfico.
Justo entrando a la oficina veo a Fernando en el mostrador de la recepción revisando correspondencia, hoy llegó antes que yo y más temprano que Sandy que ya debería de estar aquí, le habrá pasado algo.
–Hola, ¡Buen día!—deja los sobres de lado y me saluda.
–Buenos días, Fer ¿cómo estás?—lo saludó con un beso en la mejilla.
–Bien gracias, ¿Y tú qué tal?— contesta amablemente con una sonrisa mágica.
Fernando es un pionero en la empresa, fue el primero en acudir cuando publiqué la oferta de empleo en los diarios. Curiosamente estudiamos en la misma universidad y la misma carrera, pero por alguna extraña razón no recuerdo haberlo visto. Es excelente en su trabajo y a decir verdad es bien parecido, alto, de cabello castaño, ojos claros... Nunca me había percatado de lo atractivo que es.
Se ha vuelto tan bueno en el trabajo que lo considero mi mano derecha, ahora que lo pienso no sé mucho de su vida personal, casi no hablamos más allá de temas laborales o algún tema del momento y nada más, aun así es ameno trabajar con él, es cortés y educado, un as para las relaciones públicas, tiene un don espectacular para agradarle a las personas y eso es una gran ayuda a la hora de hablar con los clientes. Estos últimos meses prácticamente él ha llevado los proyectos, ya que había tenido que ausentarme por las constantes visitas al abogado a causa del divorcio.
–Lamento llegar tarde—suena la voz agitada de Sandy mientras se desplomaba en su silla.
–No te preocupes—dije con tranquilidad— ¿Está todo bien?
–Si, solo que la maestra de Robbie me detuvo a la entrada de la escuela y ya sabes—rodeó los ojos.
Robbie es un pequeño torbellino, no me sorprende que por lo menos una vez al mes la maestra tenga que hablar con Sandy, ese niño es imparable. Cómo puede caber tanta energía en un cuerpecito de seis años.
Fernando y yo pasamos toda la mañana revisando pendientes, hablando con clientes, para posteriormente ir a visitar los inmuebles. Él se encarga casi siempre de las visitas de campo, la coordinación de los supervisores, contratistas, trabajadores de obra, materiales, etcétera, pero de vez en cuando acudo con él para supervisar y revisar que todo quede como está previsto, la construcción, la decoración, detalles y demás.
Terminando nuestra última visita cuando subíamos a su coche para regresar a la oficina lo escucho preguntarme.
–¿Tienes hambre?
–Si, ¿Tienes algo en mente?— dije sonriendo mientras me colocaba el cinturón de seguridad.
–Podría ser, conozco un lugar donde la comida es deliciosa, ¿Quieres ir?
–¡Por supuesto!
...
Llegamos a un pequeño restaurante italiano, las mesas son pequeñas, están cubiertas con un típico mantel a cuadros rojos y blancos y separadas para que cada una tenga su privacidad, en las esquinas del lugar y las orillas de los ventanales están colocadas unas lindas mandevillas un tipo de enredadera con hermosas flores blancas, se siente un ambiente muy agradable y la comida en verdad es deliciosa.
–Creo que si tenías hambre—dice mientras se llevaba la copa de vino a la boca y sonreía.
–¿Se nota?— mi cara se sonrojaba—Es que esto está delicioso.
–No tienes de qué avergonzarte, además te ves muy bonita cuando te ruborizas.—me miró fijamente.
Qué, casi me atragantó con ese bocado. No entendía lo que acababa de pasar, seguramente fue un comentario inocente para que no me sienta avergonzada por devorar el plato como si nunca hubiera comido.
Tomé mi copa y di un sorbo.
–Perdona, no quise incomodarte—dijo apartando su mirada de mí.
Mi expresión aún seguía sorprendida. No sabía cómo reaccionar o qué decir.
–No, no te preocupes, no me incomoda es solo que me tomaste por sorpresa.—por un momento mi hambre se fue y comencé a jugar con el tenedor sin apartar la mirada del plato.
–Desde hace algún tiempo que quería invitarte a salir, pero no quería ser imprudente. Tú estabas muy agobiada con lo del divorcio y yo no quería importunar.—me miró de nuevo— Hoy vi la oportunidad de invitarte a comer y no quise desaprovechar, espero que no te moleste mi sinceridad.
–No, en lo absoluto, es solo que no esperaba que dijeras eso.—respondí y miré de nuevo hacia mi plato.
–Y si me permites decirlo creo que Matt fue un idiota por dejarte ir.—dice sin apartar la mirada de mí.
–Fue un error que quizá así debía de pasar.—baje la mirada.
–Hay hombres que no hubiéramos cometido ese error.
Levanté el rostro y su mirada y la mía se cruzaron. Me miraba de tal forma que mi piel se erizó.
–¿Entonces aceptas una cita conmigo?.—dijo.
–¿Otra?—sonreí.
–¡Claro! Esto no cuenta como una cita, es más bien una comida de negocios.—sonrió.
–Bien, una cita no laboral será.—sonreí y bebí un sorbo de vino.
Terminamos de comer y acordamos cenar el viernes por la noche, llegamos a la oficina a concluir el día haciendo papeleo.
Sandy me ayudaba y creí prudente comentarle lo sucedido...
–¿Cuándo saldrán?
–El viernes a las 9.
–¿Ya sabes a dónde irán?
–No lo sé, dijo que tenía pensado ir a un restaurante que está por el centro.
–¿Y sabes qué ropa usarás?
–Sandy, ya. Es solo una cita, pareces más entusiasmada que yo—reí.
–Es que no solo es una cita, es tu primera cita desde que te separaste de Matt, así que es la más importante— sonrisa amplia.
Yo solo reí y seguí escuchándola hablar sobre la ropa que debería de usar y de sus tácticas infalibles para no pasar esa noche sola en mi cama.
–Tienes que invitarlo a pasar, quizá hasta pasen el fin de semana juntos—hace una pausa y pone sus manos en el escritorio inclinándose hacia mí sonriendo—Juntos en la cama—susurró.
–¡No me voy a acostar con él!— dije alarmada.
–¿Y por qué no?— poniendo su mano en la cintura y mirándome fijamente.
–¿Cómo que porqué? Trabajamos juntos y es la primera cita, no quiero verme como una chica necesitada de sexo desenfrenado.
–En primera, no tiene nada de malo. En segunda, no importa que trabajen juntos muchas personas lo hacen y siguen trabajando con normalidad. En tercera, ya no son unos adolescentes como para esperarse un número determinado de citas para terminar juntos en la cama. Y cuarta yo nunca dije que fuera sexo desenfrenado.—se ríe.—Además Fernando es atractivo, ambos están solteros, pero lo más importante es que necesitas sexo en tu vida, desenfrenado o no.
–Veremos que pasa. Ya te dije, no quiero parecer desesperada. Aunque no me caería mal una noche de sexo—reí.
El día acabó, llegué a casa y estoy recostada en el sofá sosteniendo una fotografía donde estoy abrazada de Alex, espero que los sueños se vayan, frenan mi vida, regresan sentimientos que ya no deberían de estar ahí.
Pienso en lo que pasó hoy con Fernando, será muy pronto para tener una cita.
Peor aún, será pronto para iniciar una relación.
Se cierran mis ojos mientras sostengo el portarretrato
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