CAPÍTULO 19
Unidos
Pensé que sería el fin, pero abro los ojos y estoy en el hospital.
Me siento peor que cuando tuve el accidente, me siento devastada, ¿Qué fue lo que pasó?.
Doy un vistazo a la habitación y en el sofá esta Alex sentado y dormido, se ve tan dulce, tan guapo, tiene un semblante sereno, pero con un toque de preocupación. Me quedo varios minutos observando, no puedo creer que esté aquí, miro su sedoso cabello alborotado, su vello facial un poco crecido que le da un toque de madurez, ese rostro que con el paso de los años había envejecido ya no era el niño aquel que deje de ver, se había convertido en un hombre muy atractivo, su camisa un poco desabotonada que deja ver algo de ese torso torneado y desnudo, sus manos entrelazadas sobre su vientre, sus piernas cruzadas una sobre la otra. No podía creer que estaba ahí, a solo unos centímetros de mí.
Mientras lo contemplaba, él abrió los ojos…
–Hola —sonrío.
–¡Por Dios, Despertaste!.
Se levanta casi de un salto, se acerca, me toma por los hombros y me besa, sin pensarlo. Al estar en contacto sus labios con los míos hubo una chispa, la última vez que nos besamos fue hace tantos años, por mi cuerpo recorría un escalofrío, es de esos besos que te estremecen, de esos besos que sientes por todo el cuerpo, sus labios pasaban lento sobre los míos, una de sus manos tomaba mi cabello y la otra me acerca a él con cuidado.
–¿Interrumpo algo? —sonríe recargado en el marco de la puerta.
–Yo creo que sí, ¿Podrías regresar más tarde? —responde Alex mientras me mira y pasa su mano por mi cabello.
–Lo siento, pero tengo que revisar a mi paciente. Ya tendrás mucho tiempo para ponerte al corriente, hermanito. Y usted señorita, nos sacó un susto muy fuerte.
–¿Qué fue lo que pasó? —pregunto.
–Los sedantes que utilizó contigo Fernando fueron en altas dosis, por fortuna supimos lo que era y así pudimos actuar rápidamente —responde Joel mientras verifica mi pulso.
–¿Qué le pasó a Fernando?, ¿Cómo supieron dónde estaba? —pregunto confundida.
–Lo seguimos hasta el lugar. Mientras Joel llamaba a la policía yo entré a buscarte, cuando Fernando abrió la puerta me apuntaba con su arma, discutimos y forcejeamos, salió un tiro y le dio en el estómago, se disparó en el forcejeó, pude quitarle el arma y entrar a buscarte, llegamos justo a tiempo —contesta Alex sujetando mi mano fuertemente.
–Cuando Alex entró, la policía y la ambulancia venían de camino, no sabía en qué estado estabas, así que quería trasladarte de inmediato al hospital. Al momento del disparo los oficiales estaban a punto de entrar, te sacamos de ahí y te trajimos aquí —añade Joel.
—Entonces... ¿Está muerto? —digo con un poco de pesar.
–No —responde Alex molesto.
–Está en otra habitación, perdió mucha sangre, pero está vivo. No tienes de qué preocuparte, su habitación está custodiada —toca mi hombro— Bueno, tengo que ver a otros pacientes, los dejo solos, seguramente tienen mucho de que hablar... Por cierto, pequeña, si sigues así podré darte de alta por la mañana —sonríe y me da un beso en la frente.
Joel salió de la habitación y mi mirada se pierde en la puerta junto con él, estoy asimilando todo lo que pasó. Todo suena tan irreal.
–¿Estás bien? —pregunta Alex, preocupado.
–Sí, es solo que aún no puedo creer todo esto —respondo.
–Era de esperar que Fernando actuará de esta manera, está loco.
–Es que no solo es eso. No puedo creer que estés aquí —coloco mi mirada sobre él.
–¿Ya me perdonaste?... Ahora sé lo que sentiste todos estos años, cuando te desvanecías en mis brazos y no reaccionabas pensé que te perdía, esa sensación de que no te volvería a ver me rompía el alma…
–Es lo que yo sentí todos estos años… —bajé la mirada.
–Perdóname, en mi afán por protegerte te dejé destrozada y yo podía vivir tranquilo con el hecho de saber que estabas bien, pero tú... Tú sabías que me habías perdido para siempre —sujeta mi barbilla.
–Cuando recibí la llamada de Joel esa noche, algo en mí se apagó, dure años llorando tu muerte hasta que un día conocí a Matt. Él fue lindo y pensé que me había ayudado a olvidarte, no te voy a mentir; si fui feliz a su lado, pero había noches que añoraba que fueras tú con quién compartía mi cama —acarició su mejilla— Cuando Matt se fue me caí de nuevo, aún lloraba tu muerte y ahora cargaba con la traición de Matt...—una lágrima rodó por mi mejilla— Fueron tiempos difíciles.
–Y después apareció Fernando —limpia mi mejilla.
–Sí, aunque lo deje entrar en mi vida, yo ya sabía que nunca podría ser plenamente feliz. Ya lo había experimentado con Matt, por más que estuviera con alguien, tu recuerdo seguiría ahí... Y después regresaste…
–Y me odiaste —rio levemente.
–Sí, y no, cuando te vi en la biblioteca esa tarde mi mundo se iluminó, eras tú, quería correr a tus brazos y besarte para no soltarte nunca…
–Entonces, ¿Por qué me trataste así?
–Por tonta —reí— Estaba molesta porque que estuvieras ahí significaba que ustedes dos me habían mentido y fue una mentira muy cruel, tienes que admitirlo.
–Pero fue por tu bien.
–Pero yo no lo sabía.
–Pues no me dejaste explicarte.
–Sabes como soy de impulsiva.
–Exactamente, eso le dije a Joel, que terminarías odiándome y que no me dejarías explicarte.
–No te odio, no podría hacerlo... Te amo.
Sus ojos se cruzaron con los míos y me besó lentamente.
Pudimos hablar de todo lo que había pasado estos años.
El también tuvo algunas parejas obviamente, aunque nada estable, fundó una empresa como la mía con la intención de que cuando volviera pudiéramos fusionarlas y así formar algo más grande.
Compró "la casa Hoffmann" para nosotros dos, dejo que yo la remodelará para que tuviera nuestro toque, todo lo que compro y que ya instalo en la casa lo hizo pensando en nosotros, en nuestros gustos, nuestra vida juntos.
Por la tarde Sandy y Robbie vinieron a visitarme y ya me sentía mucho mejor, los fármacos hacían efecto y mi pierna ya no dolía.
–Que susto me sacaste amiga —dice Sandy dándome un abrazo muy fuerte.
–Lo sé, pero ya estoy mejor que nunca. ¿Christopher te espera en el coche? —pregunto.
–No, él ya no está con nosotros.
–¿De qué hablas?
–Nos estamos divorciando.
–¿Qué? ¿Por qué no me lo dijiste antes?
–Ay Nath, tu vida era un caos hasta ayer. No iba a venir yo con mis tragedias a agobiarte más
–Sí, eso debiste hacer. Aún soy tu mejor amiga, ¿no?.
–Siempre serás mi mejor amiga —me abraza.
–Y ¿Cómo estás? ¿Qué fue lo que pasó? —pregunto.
–Nada del otro mundo, ya no nos soportamos y por el bien de Robbie decidimos el divorcio. Estoy bien con eso, de hecho estoy saliendo con alguien y a Robbie parece agradarle.
–¿Tan pronto?
–La verdad es alguien que ya conocía y siempre se me había hecho atractivo.
–Mira nada más, yo creyéndome tu mejor amiga y no sabía nada de eso —me cruzo de brazos.
–Es que la verdad me negaba a aceptar que mi matrimonio tenía años en decadencia y también me negaba a creer que está otra persona, me gustaba, bueno, me gusta.
–Pero quién… —soy interrumpida por Joel y Alex que entran a la habitación.
–Hola chicas, vengo por un monstruito para llevarlo a comer —dice Joel, tomando a Robbie y levantándolo en el aire.
–Nos llevaremos a Robbie para que coma algo, ahora volvemos —me dice Alex depositando un beso en mi mejilla.
–Ahora volvemos cariño —dice Joel dirigiéndose a Sandy.
Cuando salen de la habitación, me cruzó de brazo y miro a Sandy.
–No-puede-ser —digo pausadamente— ¿Estás saliendo con Joe? —le pregunto a Sandy.
Ella solo encoge los hombros y sonríe. Ambas nos reímos de la situación y la abrazo.
Pude salir del hospital a la tarde siguiente, ya que me había recuperado satisfactoriamente y Alex y yo nos fuimos a nuestra nueva casa. Él y Joel se encargaron de sacar mis cosas de la casa de Fernando.
Al llegar a nuestra casa, estaban las luces encendidas y el Sr. Rivera nos esperaba en la entrada.
–Buenas tardes, Sr. Huxley, Srita. Beckett.
–Buenas tardes, Sr. Rivera, que gusto volver a verlo —sonrío.
–Lo mismo digo, señorita. Qué gusto que esté sana y salva —sonríe.
– Charlie, ¿Está todo listo?.
–Sí señor.
–Bien, gracias. Podrías encargarte de las maletas y subirlas a la habitación principal.
– Por supuesto. Aquí estaré si necesitan algo.
Entramos a la casa con rumbo a la biblioteca. Me apoyaba en su brazo para desplazarme.
–¿Qué es lo que tiene que estar listo? —pregunto.
–Ya verás, es una sorpresa —sonríe
Al llegar a la puerta Alex cubrió mis ojos con una de sus manos, abrió la puerta y alcanzó a percibir el calor de la chimenea encendida, había un olor sutil a vainilla en el ambiente. Al dar unos pasos hacia adentro y cerrar la puerta tras nosotros, Alex descubrió mis ojos.
Era hermoso, la chimenea estaba encendida y frente a ella había un hermoso tapete que lucía muy agradable.
Por el ventanal que daba a la piscina y el jardín, se veían muchas pequeñas luces que adornaban el lugar, apenas se distinguían, ya que aún había luz solar.
En el centro del jardín había una pequeña mesa con algún platillo cubierto por unas charolas relucientes, era todo tan bonito.
–¿Qué es esto? —sonreí y me giré hacia él.
– Creí que nos merecíamos algo lindo —se acerca a mí— Te debo una linda velada,
¿Quieres tener una cita conmigo?.
–Sí —respondo— Pero creo que debes de darme unos minutos.
–Claro, ¿Para qué?
Camino hacia la mesa que estaba cerca de la chimenea y tomó el obsequió que había dejado aquella tarde cuando me enteré de que Alex estaba vivo.
–Creo que te mereces que use esto— sonreí.
Caminé hacia el baño y me cambié de ropa.
Al salir Alex ya se había cambiado también, luce un traje azul, sin corbata, camisa blanca que queda ajustada a su torso, sus manos las lleva dentro de los bolsillos, esa loción que usa, ese olor es el que siempre ha venido a mi mente todos estos años.
No puedo aún creer que está aquí, frente a mí y quiero quitarle ese traje, besarlo y no dejarlo ir nunca más, pero no es el momento... aún.
–Luces hermosa —camina hacia mí.
–Gracias, solo que no pude usar las zapatillas. Aún no estoy en condiciones de caminar con ellas. ¿Te molesta si me quedo así?
–Para nada, estás en tu casa cielo —besa mi frente.
Ya ha bajado el sol, así que el jardín luce hermoso, las pequeñas lucecitas se notan aún más, parecen pequeñas luciérnagas escondidas entre los arbustos.
La cena está deliciosa, aunque yo estoy más enamorada de la compañía.
Terminamos de cenar y caminamos un poco por el pasto, nos detuvimos en una pequeña fuente que yo había colocado en una de las paredes del jardín. Alex se para frente a mí y toma mis dos manos.
–Te amo desde que te conozco, hay algo entre nosotros que hace que no tengas que hablar para que yo sepa que es lo que necesitas. Tu mirada, tu cuerpo me lo dicen todo.
–¿Ah sí? ¿Y qué te dicen ahora? —pregunto.
–Que me amas, tus manos me dicen que no quieres soltarme, tu respiración me dice que estás nerviosa... Y excitada —sonríe.
–¡Oye! —reí.
–No pienso dejarte ir, eres el amor de mi vida, quiero pasar el resto de mis días a tu lado. Claro, si tú quieres —sonríe— Y esa mirada me dice que si quieres... Cásate conmigo Natasha, cásate conmigo.
Esto parece un sueño, es tan lindo, todo está tan hermoso, él luce tan guapo, la comida fue lo mejor que había probado en mi vida, el lugar es extraordinario, exactamente lo que siempre había soñado.
–Pellizcame —digo con los ojos cerrados.
–¿Qué? ¿Para qué? —sonríe.
–Quiero saber que no estoy soñando, que no es otro más de mis sueños, que no vas a desaparecer cuando abra los ojos.
–Tengo una mejor idea.
Suelta mis manos, sujeta mi cintura, pasa sus nudillos por mi mejilla, cierro aún más mis ojos y me dejo llevar por su caricia. Toma mi rostro con su mano y lo acerca al suyo, justo antes de besarme susurra...
–No es un sueño, cielo mío.
Me besa con tanta pasión, tanta ternura, hace que cada músculo de mi ser lo desee.
Con su mano en mi cintura me acerca hacia él y pude sentir que no era la única que estaba excitada, rodeo su cuello con mis brazos y lo atraigo hacia mí. Estamos tan sumergidos dejándonos llevar por la pasión...
–¡Espera! —se aparta de mí.
–¿Qué pasa?
–Se supone que debo darte esto.
Se arrodilla frente a mí sacando una pequeña cajita negra de su bolsillo.
–Compre esto hace años pensando en este día... ¿Quieres casarte conmigo?
Me arrodillo frente a él, paso mi mano sobre su mejilla y deposito un beso tierno sobre sus labios.
–Conoces la respuesta.
Sujeto las solapas de su saco y lo atraigo hacia mí de un solo movimiento.
–Dices que sabes lo que quiero con solo mirarme, entonces dime... ¿Qué es lo que quiero ahora?.
–Mejor te lo demuestro —sonríe.
Saca el anillo de la caja, lo pone en mi dedo y me ayuda a ponerme de pie.
Me toma entre sus brazos y me carga hacia la chimenea, estábamos de pie ahí frente a frente, le quito el saco, desabotono su camisa lentamente, dejando poco a poco ver su torso desnudo y torneado, no puedo resistir y paso mis labios por su pecho depositando pequeños besos sobre el.
Toma mis hombros y me gira dejándome de espaldas hacia él, sujeta mi cabello y lo echa de lado, besa mi cuello y parte de mi espalda mientras baja la cremallera de mi vestido, sus movimientos son tan lentos, tan delicados, tan tiernos que eriza mi piel.
Mi vestido cayó a mis pies y sus manos rozan mi piel, pasando sus dedos por mis curvas, sus labios por mis oídos. Poco a poco nos vamos despojando de la ropa que nos queda y haciéndonos uno con el tapete que había cerca de la chimenea, entre cada beso había susurros de te amo, cada caricia decía lo mucho que nos habíamos extrañado, cada grito, cada gemido, cada centímetro de nuestra piel está totalmente entregado al otro.
Su cuerpo está sobre el mío, excitados, estremecidos... entró en mí, mis manos sobre su espalda aferrándome a ella, dejando mi pasión en cada apretón, sus manos aferradas a mi cintura, llegando al éxtasis una y otra vez... fue como estar completos por fin.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top