CAPÍTULO 10

Acorralada 





Aún sabiendo que ellos están aquí, que podrían protegerme, no puedo estar tranquila en mi propia casa. Es una sensación como si todo esto ya no me perteneciera, por más que le doy vueltas no encuentro un solo motivo para que alguien esté atentando contra mi tranquilidad. En mi mente no hay un culpable, no puedo imaginar uno. 

Mi círculo social no es muy grande y las personas importantes en mi vida son contadas, así que la cantidad de sospechosos que pudiera rondar mi mente se reduce a nada.  

No pude dormir en toda la noche, viaje de un lado para otro de mi cama y la habitación, así que me bañe y vestí antes que saliera el sol, empecé a hacer algo de desayunar.

–¿Qué haces despierta desde ahorita? —me pregunta Fernando desde el sofá.

–Preparando el desayuno —conteste— Ve y date un baño, aún está disponible, Joel sigue dormido.

–Amor necesitas descansar, yo me quedo a tu lado. No tienes que temer —me abraza por detrás.

–Estoy bien, solo han sido días muy largos, en especial el de ayer —conteste.

–Bastante —dice Joel desde el umbral de la puerta de la habitación de huéspedes— Pero tu novio tiene razón, necesitas descansar. No tienes que atendernos, deja eso.

–Demasiado tarde, ya terminé de cocinar —conteste.— Ahora terminan su desayuno y el último en salir cierra la puerta. Aunque creo que ya ni eso detiene a los intrusos.—rodeé la barra de la cocina y tomé mis cosas. 

–¿A dónde vas? —dicen ambos al unísono.

–Necesito hacer algo. Los veo más tarde —abrí la puerta.

–Voy contigo —dijeron ambos y se miraron.

–No —dije mientras abría la puerta.

–Pero no puedes andar por ahí sola —sugirió Fernando.

–Él tiene razón y menos con lo que pasó ayer —externo Joel.

–Lo sé, pero necesito hacer esto sola. Estaré bien —salí cerrando la puerta detrás de mí.

Los dejé ahí un poco con el temor de que fueran a comerse vivos, pero tenía que hacer esto sin compañía. Por un momento pensé que alguno me seguiría hasta el auto, pero no fue así, creo que no les di la oportunidad, ya que ambos aún no tenían ropa apropiada para andar en las calles.

De cualquier forma yo salí lo más rápido posible para evitar que me detuvieran, a dónde iba no podía venir nadie.


–Hola, gracias por aceptar vernos —comenté.

–La verdad me sorprendió mucho tu llamada, aunque tengo que admitir que me hizo feliz —responde.

–No te llamé para lo que piensas Matt —conteste.

Por la noche lo llamé, necesitaba estar segura de que él no había sido el culpable, era la única persona que podría tener alguna razón y ninguna a la vez. Sabía que no podía ser capaz, pero dadas las circunstancias todo podía ser posible. Lo cité en el sitio donde lo nuestro comenzó, el parque de nuestra primera cita.

–Lo sé, no pierdo nada con intentar —sonríe— ¿Qué puedo hacer por ti?

Hablé con él, le conté del atentado al auto, lo que pasó en mi casa ayer…

–Pero ¿Estás bien? —me dijo mientras me tomaba de la mano.

–Sí —retiré mi mano de la suya— Te llamé porque necesito preguntarte algo y quiero ver la respuesta en tus ojos.

–Lo que necesites

–¿Tú lo hiciste? —pregunté.

–¿Qué? ¡No! —se pone de pie— ¿Cómo puedes pensar que yo te haría algo así? 

Estaba frente a él viendo su reacción, viendo su mirada, quería saber si mentía, podría darme cuenta, no sabe mentir, ni siquiera lo hizo bien cuando me fue infiel. Me daría cuenta si lo hacía ahora, pero no, no estaba mintiendo, su mirada reflejaba sinceridad.

–Natasha, sé que no quieres saber nada de mí y yo no te forzaría a lo contrario, tampoco pondría tu integridad en riesgo. Sé que lo que hice es indigno, pero ¿Cómo puedes pensar en que yo sería capaz de hacerte algo? —se acerca a mí.

–En estos momentos creo que no confío en nadie —conteste y me puse de pie— Solo quería ver la respuesta en tus ojos. La policía te interrogará de cualquier forma y también quería que estuvieras enterado.

–No tengo nada que ocultar —se acerca aún más.

–Bien. Adiós y gracias por haber venido —me di la vuelta.

–Nath —sujeta mi brazo y me acerca a él.

–Matt no —intenté soltarme.

–Solo quiero que sepas… —hace una pausa y me toma de los hombros— Aún te amo, sé que nunca más volveré a tenerte entre mis brazos, pero debes estar segura de que yo nunca te lastimaría, eres el amor de mi vida y no podría hacerte daño, no de nuevo. Perdóname.

Estaba tan cerca de mí, su respiración, su piel, su olor y me di cuenta, aunque ese fuera el propósito de nuestro encuentro, que ya no sentía algo por él, pero tantos años no se borran de golpe y tengo un cariño hacia él en memoria de todo lo que vivimos.

–Sin rencores, te perdono —le di un beso en la mejilla y me alejé.

Mientras conducía a la empresa no dejaba de darle vueltas al asunto, sentirme acorralada, vigilada por algún psicópata que está suelto, me tiene llena de miedo a cada paso que doy, es como si alguien me estuviera siguiendo.

No dejo de mirar a todos lados, de creer que toda persona que me encuentro en la calle es sospechosa, esto no es vida, necesito que acabe este infierno.

Llegué y la recepción estaba sola, Sandy aún no llegaba, aunque durante la noche la mantuve al tanto por teléfono de todo lo que pasó, quisiera poder hablar con ella para sentirme un poco en paz. 

Al abrir la puerta de mi oficina veo a Fernando sentado en mi escritorio y a Joel en la sala de estar. 

–Por fin llegas —Fernando se pone de pie, camina hacia mí y me abraza.

–Nath, sé que todo esto es difícil para ti y quizá quieras espacio para asimilarlo, pero no deberías de estar sola en estos momentos —dice Joel.

–Tenía que ver a Matt —conteste dejando mis cosas en el escritorio.

–¿Qué? —dijeron ambos.

–Él podría ser el agresor y fuiste sola a verlo. Amor, ¿Cómo se te ocurre? —pregunta Fernando.

–Tenía que confirmar que él no lo hizo. Si lo veía de frente sabría si está mintiendo —conteste.

–Sí, claro, como cuando por meses te mintió y se acostaba con otra —opina Joel con ironía.

Lo fulminé con la mirada, cómo se atreve. 

Si bien Matt me mintió durante meses a los ojos de todos, no iba a admitir que siempre lo supe, pero no quería aceptar que él me estaba engañando. 

–El punto es, que necesitaba preguntarle y sé que él no lo hizo —puntualicé.

–Amor, ¿Cómo sabes eso? Deja que la policía lo investigue. No te vuelvas a poner en riesgo, por favor —me solicita Fernando y vuelve a abrazarme.

Después de un rato Joel se marchó y Fernando se fue a checar unos pendientes, yo me quedé hablando con Sandy y sacando mis miedos con ella. Aunque trataba de conservar la calma, estaba horrorizada, quería que esta pesadilla llegara a su fin.


Pasaron algunos días, aún no había novedades de la policía y no hubo nuevos incidentes, pero yo no estaba tranquila, a mis ojos todos me perseguían.

Joel venía de visita casi todos los días, ya fuera a la oficina o en casa, Fernando ha estado viviendo conmigo, yo se lo pedí, me siento insegura en mi propia casa y ambos, aunque se nota que no se toleran, están haciendo un esfuerzo por llevarse bien. 

–Amor, ya está la cena —grita Fernando desde la cocina.

–Enseguida salgo —respondí.

–¿Qué hiciste? —pregunte.

–Nada elaborado, pan tostado y corte un poco de fruta —responde.

Cenamos y nos fuimos a dormir.

Los días eran así, pacíficos a su lado. Me sentía un poco más segura con él aquí, nada podría pasarme si él estaba a mi lado…

–¡Aaahh! —grité horrorizada.

–¡Natasha! —Fernando salió corriendo de la habitación.

Yo estaba parada frente a la puerta del baño, mirando el espejo, en un estado de shock. 

Habían entrado al departamento mientras dormíamos.

Fernando me abrazó, lo sujeté tan fuerte como pude y no pude evitar soltar el llanto, en ese momento él vio lo mismo que yo estaba contemplando un mensaje en el espejo…

                    "Vas a ser mía Natasha"

En ese momento Fernando me empujó hacia la habitación…

–Quédate aquí y cierra esta puerta con llave hasta que vuelva —sentenció.

–¿A dónde vas? —pregunte.

–Revisar que no haya nadie dentro del departamento, llama a la policía mientras tanto.

–Fernando, no me dejes por favor —supliqué entre lágrimas.

–Ya vuelvo —contestó.

Salió de la habitación y cerré la puerta detrás de él. Tome mi móvil y como pude llame a emergencias. 

Estaba horrorizada, no escuchaba a Fernando tras la puerta ¿Y si le pasaba algo? Tenía tanto miedo, pero no el suficiente valor para abrir esa puerta. Estaba de pie junto a la ventana mirando hacia la puerta y el resplandor de luz que pasaba por debajo cuando miro una sombra acercarse y golpear ligeramente la puerta.

–Amor ábreme, todo está bien, no hay nadie —era Fernando quien llamaba.

Inmediatamente, abrí la puerta y me colgué de su cuello mientras lloraba inconsolable. Qué es esta pesadilla, cómo no nos percatamos de que alguien estaba aquí. 

Estaba amaneciendo y momentos después llegó la policía a inspeccionar si el culpable había dejado alguna huella o indicio, además de saber que entró por la puerta principal, dejándola abierta de par en par para entrar y escribir su amenaza. 

Me interrogaron de nuevo y después a Fernando, al tiempo arribó Joel…

–Preciosa ya estoy aquí —dice Joel mientras se sienta junto a mí en el sofá.

–¿Cómo supiste? —pregunté y lo abracé.

–Yo lo llamé —contesta Fernando acercándose al sofá— Sabía que te sentirías mejor si él estuviera a tu lado.

–Gracias —tomé su mano y la besé.

–Ahora en definitiva no puedes quedarte aquí por ningún motivo—opina Joel.

–Nos iremos a mi casa y espero no haya objeción —sentencia Fernando mirándome.

–No se preocupen, no pensaba quedarme ni un minuto más —conteste— No pondré objeción, me iré a tú casa, por lo menos en lo que consiga un lugar que si sea seguro.

No podía creer la pesadilla en lo que se había convertido mi vida. Ese día no hubo labores en la empresa, Fernando, Joel, y Sandy me estaban ayudando a empacar lo más rápido posible, yo no quería estar ni un minuto más aquí y menos pasar la noche.

Hablé con una agencia inmobiliaria y ellos se encargarán de encontrar un nuevo dueño para este departamento y posteriormente conseguirme un inmueble nuevo para vivir. 

Mientras tanto viviré con Fernando, por lo menos me sentiré más tranquila viviendo con alguien. No es la mejor manera de irnos a vivir juntos, pero la otra opción es irme a casa de Joel, lo cual sería un serio problema con Fernando y no podría hacerle eso después de como se ha portado conmigo. En fin, solo llevé unas cuantas cosas a su casa, mandé a una bodega el resto de mis pertenencias no esenciales, al fin y al cabo Fernando tenía la casa equipada y yo no las necesitaría. 

Su casa no era muy grande, tenía 2 habitaciones aunque una de ellas estaba inhabilitada, la usaba más como bodega, eso fue lo que me dijo. La cocina era lo más hermoso del lugar, vaya que a Fernando le gusta cocinar es más grande y equipada que una cocina convencional. 

Es extraño empezar a vivir con él, no es que no me sienta bienvenida en su casa, es solo que creo que no estoy lista para vivir con alguien así, pero dadas las circunstancias como dije no hay opción.

Al cabo de unos días volvimos al trabajo, en nuestra ausencia Sandy se encargó de todo a medida de lo posible y nosotros la apoyábamos a distancia.

Fernando y yo nos ponemos al corriente con todo el trabajo rezagado, revisábamos unos planos…

–Cariño, te tengo una sorpresa —comenta.

–¿Y eso? —pregunté.

–Bueno, es que no sé si recuerdas, pero el lunes es tu cumpleaños —se recarga en el escritorio y me toma de las manos.

–Es verdad, con todo lo que ha pasado últimamente lo había olvidado —me sitúe de pie entre sus piernas— Creo que es lo que menos me importa por ahora.

–Por eso mismo quiero que nos vayamos el fin de semana, escapemos —me tomó de la barbilla— Tengo todo listo, necesitas distraerte y estar lejos de la ciudad —me besa.

–Bien —sonreí— Pero ¿Qué haremos con todo el trabajo?.

–No te preocupes, tenemos de aquí al viernes para ponernos al corriente. 

–Está bien, entonces empecemos ya —lo besé.

Eso fue lo que hicimos, fueron 3 días de arduo trabajo, pero entre los días que faltamos a razón de la mudanza y el fin de semana que no estaríamos, había que dejar todo en orden.

Le notifiqué a Sandy y Joel de nuestro viaje, ambos pensaron que era lo ideal después de lo que había pasado y la verdad yo también, quería olvidar todo esto, aunque sea por un par de días.

Mientras Fernando se encargaba de algunos proyectos, yo me hice cargo de un par, pero sobre todo de la casa Hoffmann, faltaban pocos días para entregar ese trabajo, así que llamé al cliente.

–Buenas tardes, Sr. Rivera —dije al teléfono.

–Que tal Srita. Beckett, es un placer escucharla.

–Gracias, lo mismo digo. El motivo de mi llamada es para saber si recibió los avances de la casa y si no había ningún cambio acordar una fecha de entrega.

–El Sr. Hoffmann está muy satisfecho con su trabajo. ¿Le parece que la entrega se haga a final de mes?

–Por supuesto, faltan unos ajustes, pero estará lista para entonces. Le enviaré un correo para fijar la fecha en cuanto estén los últimos detalles, posiblemente la semana que viene.

–Muy bien, esperaré su confirmación. Hasta entonces.

–Hasta luego —colgué el teléfono.

En un lugar no muy lejos...

–Se acerca la hora Sr.

–Por fin, la veré de frente ya no tendré que esconderme. Será mía al fin.

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